"Confía en mí, Luciana." Sus ojos, intensos y serios, se clavaron en los suyos. "No dejaré que te pase nada. Ahora, por favor, haz lo que te pido. Ve con mi madre, y no salgas hasta que yo te lo diga."Luciana asintió, sintiendo un nudo en el estómago. Había muchas cosas que no entendía, pero el tono en la voz de Alejandro la convenció de que este no era el momento para discutir. Mientras él y Paco se preparaban para enfrentarse a lo desconocido, Luciana se dirigió a un pequeño cuarto junto a Milena, sus pensamientos enredados en una mezcla de miedo y preguntas sin respuestas.El edificio, antes lleno de vida y trabajo, ahora se sentía como un campo de batalla a punto de estallar.La tensión en el ambiente se sentía densa, casi tangible. Milena tomó la mano de Luciana con fuerza, sus ojos reflejando una mezcla de miedo y urgencia. "Vamos," le dijo con firmeza, arrastrándola hacia el ascensor. "Tomaremos el ascensor al octavo piso. Hay un escondite allí, una puerta de emergencia. Estar
"Tenemos que llegar más rápido," murmuró con rabia contenida. Paco, con el rostro serio, aceleraba tanto como podía sin perder el control del vehículo. "No sé si tenemos tiempo, pero lo intentaremos," dijo Paco, con la voz tensa.El camino era traicionero: calles rotas, escombros en el asfalto, y señales de abandono por todos lados. El sol apenas despuntaba, creando sombras largas y ominosas que solo añadían más tensión. Alejandro miraba el horizonte, buscando algún rastro de las camionetas que se habían llevado a su madre y a Luciana, pero todo lo que veía era el vacío.Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, llegaron a la entrada de un viejo almacén abandonado. Las ventanas estaban rotas, las paredes cubiertas de grafitis, y el aire olía a polvo y humedad. Héctor revisó el GPS nuevamente. "Están aquí," dijo, su voz un hilo de esperanza en medio de la tensión. **"No deben estar muy lejos."Alejandro asintió, tomando su arma y bajando del vehículo. "Paco, tú entra por el
"Te tengo, Luciana. Todo está bien ahora," le dijo Alejandro mientras la ayudaba a levantarse. Pero el alivio en su voz no duró mucho, porque uno de los hombres restantes en la sala, el líder de los secuestradores sacó un teléfono y lo levantó en el aire."Esto no ha terminado, Alejandro," dijo, con una sonrisa siniestra en su rostro. "Sabemos mucho más de lo que imaginas. Esto no era solo por los códigos... Es personal."Alejandro lo miró fijamente, sin bajar el arma. "No me importa quién seas o qué quieras. Si vuelves a acercarte a mi familia, te juro que acabaré contigo."El líder sonrió, alejándose lentamente. "Tendrás que intentarlo entonces." En ese momento, él y los hombres restantes escaparon por una puerta lateral, dejando la escena en caos.Alejandro ayudó a Luciana a sentarse, su corazón aún latiendo con fuerza. "Vamos a sacarlas de aquí," dijo, mirando a Paco y a Héctor. "Esto aún no ha terminado."Paco asintió, llamando de nuevo a la policía para darles la ubicación exact
"Luciana..." susurró, su voz quebrada, mientras entraba en la sala. Allí, los médicos estaban trabajando rápidamente, pero al ver su rostro, paleado y con las huellas de lo que había sufrido, una parte de él sintió que se rompía.Luciana estaba tendida en la camilla, conectada a máquinas que monitoreaban su respiración. "No... no... no..." murmuró, sus manos temblorosas acercándose a ella, tocando suavemente su rostro, como si temiera que se desvaneciera con solo un toque. "Luciana... por favor, no me dejes, despierta, abre los ojos."El médico, observando a Alejandro, se acercó con cautela. "La golpearon, está deshidratada, pero está estable por ahora. Necesitamos que se recupere del trauma. Va a estar bien, pero necesitamos que no la molesten más de lo necesario, los golpes n en el estómago deben ser monitoreados."Alejandro asintió, sin apartar los ojos de Luciana. "¿Cuánto tiempo?" preguntó, casi sin aliento."Es difícil de decir, pero puede estar inconsciente por varias horas. Pu
"Ella está mejor, más estable," respondió Alejandro, alcanzando su mano y apretándola suavemente, como si se tratara de un ancla en un mar tormentoso. "Lo que importa ahora es que tú estás aquí. Estás a salvo."Milena observaba desde un rincón, su mirada fija en la pareja que había tomado la batuta en la lucha por la supervivencia. Era difícil para ella no sentir una mezcla de preocupación y alivio. "Alejandro," dijo Milena con una suavidad inusual en su tono. "Luciana, me alegra que estés bien. Debemos hablar sobre lo que sucedió… todo lo que pasó."Luciana, al escuchar el nombre de su madre y la palabra de tenemos que hablar no le gustó mucho la idea, lo unió que quiera era olvidar, se giró con una sonrisa que no alcanzó sus ojos. Intento calmarse "Lo sé," dijo, su tono cauteloso. "Lo sé, pero no ahora. No quiero pensar en eso todavía."El silencio se instaló brevemente entre los tres, mientras una tensión no dicha llenaba el aire. No era solo el temor a lo que vendría, sino una com
"Aquí estamos," dijo Alejandro, su voz más suave de lo que había sido en todo el trayecto. Miró a Luciana con una mezcla de ternura y determinación, sus ojos oscuros reflejaban un deseo profundo de protegerla. "Es tu casa ahora también. No tienes que temer nada."Luciana asintió lentamente, sin palabras. Las dudas seguían nublando su mente, pero había algo en la forma en que Alejandro la miraba, algo en su intensidad, que la hacía querer creerle. "No sé si soy capaz de esto, y si pasa algo más" murmuró, apenas audible, mientras salía del coche y miraba la puerta de la mansión, como si fuera la entrada a un mundo del cual no estaba segura de querer formar parte.Alejandro se acercó, tomando su mano de nuevo, esta vez con una firmeza que la hizo sentir que, por un momento, no estaba sola. "Lo serás," dijo con total certeza. "Te prometo que lo serás."Ambos se bajaron del coche y Alejandro dio instrucciones precisas a la sirvienta de la mansión mientras Luciana se sentaba en el acogedor
5 minutos despues.Luciana se encontraba sola en la terraza de la mansión de Alejandro, contemplando la luna llena que se alzaba majestuosa en el cielo. El aire fresco de la noche acariciaba su piel, pero no podía evitar sentirse atrapada en un torbellino mundial de emociones. Aquella mansión, aquel hombre, ambos llenaban su mente de recuerdos que, como olas, la golpeaban una y otra vez, llevándola entre lo dulce y lo amargo de lo que alguna vez compartieron.Apoyada en la barandilla, sus dedos se cerraron con fuerza mientras cerraba los ojos, dejando que su memoria la transportara a esos momentos que habían dejado marcas imborrables.Primero, vinieron los recuerdos felices, como flashes de luz en medio de la oscuridad. La risa contagiosa de Alejandro resonaba en su mente, esos días en los que todo parecía sencillo y sin complicaciones. Lo veía a su lado, caminando por la playa, su mano entrelazada con la suya, las olas acariciando sus pies descalzos. Era tan fácil estar con él entonc
El silencio entre ellos fue pesado, pero no incómodo. Ambos parecían estar lidiando con sus propios demonios, atrapados en un bucle de recuerdos que no podían cambiar, pero que aún los definían."¿Recuerdas aquella noche en la cabaña?" preguntó Alejandro de repente, su voz llena de nostalgia. "La noche en la que dijiste que siempre estaríamos juntos, sin importar lo que pasara."Luciana asintió, su corazón latiendo más rápido al recordar ese momento. Era una noche de verano, una de las pocas veces en las que habían dejado atrás el caos de la ciudad y se habían escapado a un lugar solo para ellos. Bajo las estrellas, Alejandro la había tomado entre sus brazos y le había jurado que siempre la protegería, que nada ni nadie podría separarlos. En ese entonces, había creído cada palabra. Pero ahora... ahora se sentía como si esa promesa hubiera sido hecha en otro tiempo, por otras personas."Lo recuerdo," dijo finalmente, su voz quebrada. "Pero las promesas no siempre se cumplen, ¿verdad?"