La promesa de Alejandro

—Gracias —respondió, su voz suave, cargada de una gran sorpresa—. No te arrepentirás, Luciana. Te lo prometo.

Y aunque las palabras estaban fuera de su boca, el silencio que siguió resonó entre los dos como un lazo invisible, un pacto no solo de trabajo, sino de algo mucho más profundo. Algo que ambos aún no podían definir, pero que ya estaba ahí, creciendo en la atmósfera de la mansión.

Mientras Luciana asentía, sabiendo que no había vuelta atrás, el futuro de ambos parecía estar tomando un nuevo rumbo, uno que se entrelazaba de formas que ninguno de los dos había anticipado, pero que, sin duda, marcaría sus vidas para siempre.

El aire en la oficina se volvió denso, cargado con una energía que ninguno de los dos había anticipado. Luciana, aún con el sabor a incertidumbre en la boca, se levantó de la silla lentamente, como si cada paso hacia el futuro fuera un acto consciente de valentía. Miró a Alejandro una última vez, sus ojos oscilando entre la duda y una renovada determinación. L
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