Luciana estaba en su oficina, furiosa. El silencio que llenaba el ambiente no era suficiente para calmar el fuego que ardía en su interior. Caminaba de un lado a otro, incapaz de concentrarse en los documentos que había intentado revisar. Todo había salido mal, y la causa de su frustración estaba, una vez más, relacionada con Alejandro.Con un movimiento brusco, tomó su celular y marcó su número, sus dedos temblando de rabia. Cada tono de llamada que sonaba le hacía sentir como si una tormenta se desatara dentro de ella. Finalmente, cuando la llamada fue respondida, su voz salió en un grito.—¡Alejandro! —Luciana no le dio oportunidad de hablar—. ¡No puedo creer que otra vez te atrevas a dejarme sola con todo este desastre! —Su voz temblaba de indignación—. ¡Me prometiste que estarías aquí, que me apoyarías, pero no, claro que no! Como siempre, desapareces cuando más te necesito.Alejandro, del otro lado, permaneció en silencio durante unos segundos, como si intentara procesar la aval
De repente, el sonido de su teléfono la sacó de su ensoñación. Era un mensaje de Alejandro:"Voy tarde, no me esperes. Nos vemos mañana, puedes quedarte a dormir en tu casa por mi no hay problema despues de lo que te dije hace dos días no creo que quieras estar con un tipo como yo."Luciana frunció el ceño. Una vez más, Alejandro cancelaba sus planes de manera abrupta. Esta vez, sin embargo, no iba a dejarlo pasar. Tomó su bolso y salió de la oficina decidida a confrontarlo. La incomodidad en su pecho se había convertido en una urgencia que no podía ignorar.Bajó las escaleras rápidamente, y justo al salir del edificio, sintió el aire fresco en su rostro. El aroma del café y las luces de la ciudad apenas lograban distraerla de lo que ahora se había convertido en una sospecha casi dolorosa. Alejandro le estaba ocultando algo, y la agonía no la deja en paz, Luciana sospechaba que quizá él no le conto toda la verdad, o intento solo despistarla, eso empezaba a corroerla por dentro.Pidió
En ese momento la voz dulce de la mujer femenina, puso celosa a Luciana. Luciana lo miró, las palabras se quedaron atrapadas en su garganta. No sabía si podía seguir confiando en él, no después de tantas dudas, tantas preguntas sin respuesta. Pero algo en sus ojos... algo en la manera en que le pedía tiempo, la hizo dudar.—Está bien, pero quiero ver a la mujer, siento que no puedo esperar y si admitio que soy celosa, quiero saber quiero ver que se esconde en es esa voz femenina —murmuró finalmente, aunque su corazón seguía lleno de incertidumbre—. Pero no voy a esperar para siempre.—Luciana, soy yo o se me hace que tu estas celosa ¿Verdad? —Pregunto Alejandro mirando a los ojos.—No, solo quiero ver a la mujer, lo de celosa tu sabes soy complicada, asi que dame permiso de entrar o te juro que abro más la puerta de una patada —agrego Luciana tocando las mejillas de Alejandro. Alejandro asintió lentamente, como si entendiera lo que estaba en juego. Pero lo que Luciana no sabía era
—Gracias me salvaste la vida —agrego Luciana con una sonrisa en sus labios despues de la tensión que había causado minutos atrás.Alejandro se encontraba sentado en la silla, analizando a Luciana, tratando de que ella se toma la situación con más calma, observando cómo la luz del atardecer entraba por los ventanales de su mansión. Luciana, frente a él, sostenía el contrato que él acababa de colocar delicadamente sobre la mesa. El ambiente estaba cargado de una mezcla de tensión y expectación, mientras los ojos de Alejandro no se apartaban de ella.—Luciana —dijo con su voz profunda y tranquila—, ya que estás aquí, me gustaría que firmaras el contrato para trabajar en mi empresa.Luciana levantó la vista del documento, algo sorprendida por lo directo de la solicitud. Aún no había tenido tiempo de procesar todo lo que estaba sucediendo, y sus pensamientos seguían divididos entre lo que pasaba en su vida profesional y lo que sentía al estar tan cerca de Alejandro de nuevo.—Pero… aún no
Ana, la más serena de las dos, se inclinó hacia adelante, pero su rostro reflejaba claramente sus dudas. —¿Estás segura de que eso es lo que quieres? Sabes cómo es Alejandro… —dijo, con un tono que Luciana conocía bien. Ese tono de advertencia que su amiga siempre usaba cuando sentía que Luciana estaba a punto de caer en una trampa emocional.—No sé, Ana, soy impulsiva a veces —admitió Luciana, sintiendo cómo sus pensamientos se enredaban más con cada palabra—. Siento que me está ayudando, pero al mismo tiempo, no puedo evitar sentir que hay algo más. Algo que no me está diciendo.Clara, siempre la más impulsiva, dejó la taza en la mesa con un ligero golpe. —¿Y si estás cayendo en su juego otra vez? —soltó, sin rodeos—. Sabes cómo es Alejandro. Siempre ha sido… complicado. Y tú, cuando estás cerca de él, cambias, Lu. No quiero verte pasar por lo mismo de nuevo.Luciana bajó la mirada, sintiendo el peso de sus palabras. Sabía que Clara tenía razón, pero también sabía que su situación c
"Luciana, qué sorpresa verte tan temprano," dijo Milena, con su característico tono suave pero firme. Siempre había sido una mujer elegante y carismática, alguien que imponía respeto sin esfuerzo. "No esperaba encontrar a nadie por aquí a esta hora."Luciana esbozó una sonrisa educada, aunque no pudo evitar sentir una ligera incomodidad. Sabía que Milena y Paco eran muy cercanos a Alejandro, y aunque siempre habían sido cordiales con ella, la situación actual la hacía sentirse expuesta. "Sí, quise llegar temprano para adelantar algunos pendientes," respondió, acercándose lentamente a la máquina de café. "¿Y ustedes? ¿Todo bien?""Todo bien, querida," intervino Paco, con su habitual amabilidad. Siempre había sido más relajado que Milena, un hombre afable y cálido. "Vinimos a revisar algunos documentos, pero más que nada queríamos hablar contigo, si tienes un momento."Luciana levantó una ceja, sorprendida. "¿Conmigo?" preguntó, sintiendo que algo en el ambiente cambiaba. Había algo en
El aire estaba impregnado de elegancia y promesas en la gala benéfica que Luciana Méndez había estado esperando durante semanas. Las luces brillantes del salón de baile danzaban sobre las mesas decoradas con arreglos florales, y el murmullo de conversaciones animadas creaba una atmósfera vibrante. Pero en el fondo de su corazón, Luciana sentía un nudo, una mezcla de emoción y ansiedad.— ¿Por qué acepté venir? —se preguntó, ajustándose el escote de su vestido negro que abrazaba sus curvas de manera halagadora. Su mejor amiga, Clara, la había convencido de asistir, insistiendo en que necesitaba distraerse y dejar atrás el dolor de una ruptura que aún resonaba en su pecho. Sin embargo, esa misma mañana, había recibido un mensaje que la inquietó:— Alejandro Ferrer será el invitado principal —— No puedo creer que él esté aquí —susurró Luciana mientras tomaba un sorbo de champán, su mirada recorriendo la sala. La idea de encontrarse con el hombre que una vez había sido su mundo la llenab
La semana posterior a la gala fue un torbellino de emociones para Luciana. Cada día parecía arrastrarla entre la nostalgia y la incertidumbre, mientras sus pensamientos giraban en torno a Alejandro. Las imágenes de sus ojos intensos y la promesa de una segunda oportunidad la perseguían, dejándola en un estado de anhelo.Era una mañana soleada cuando decidió acudir a la exposición de arte que se celebraba en el centro cultural de la ciudad. Había decidido dejar que la belleza de las obras la distraiga, al menos por un tiempo. Sin embargo, en el fondo de su mente, sabía que la posibilidad de cruzarse con Alejandro en ese lugar estaba presente.Mientras caminaba por las salas, contemplando las pinturas vibrantes, sintió una corriente de energía recorrer el espacio. Era como si cada trazo de color hablara de amor y pérdida, reflejando su propia lucha interna. Se detuvo frente a una obra en particular, una representación de un cielo estrellado que la hizo recordar las noches que había comp