Luciana no lo dudó. Se metieron en el coche, y mientras arrancaban a toda velocidad, miró la USB en sus manos. Sabía que lo que contenía era crucial para detener a Víctor y salvar la empresa de Alejandro. Pero también sabía que esto era solo el principio. Víctor Espinosa no se rendiría tan fácilmente.—Héctor, —dijo mientras miraba al horizonte—. Esto está lejos de terminar. Luciana aún sentía el pulso acelerado mientras el coche avanzaba a toda velocidad por las calles oscuras. El sabor metálico de la adrenalina persistía en su boca, pero su mente se mantenía clara. Sabía que no podían bajar la guardia, especialmente ahora que estaban más cerca de la verdad que nunca. Héctor miraba de reojo por el retrovisor, asegurándose de que no los seguían.—Luciana —dijo él, rompiendo el silencio, su voz algo tensa—. Esa USB tiene lo que necesitamos, pero Víctor va a saber que algo no está bien. Tenemos que movernos rápido. ¿Cómo te sientes?Luciana apretó la pequeña memoria en su mano, su ment
—Gracias, pero esto aún no ha terminado, Héctor. ‘Y si nos buscan? —respondió ella, abriendo la puerta para bajar de la camioneta—. Ahora tenemos que asegurarnos de que nadie sospeche nada.Ambos caminaron hacia la entrada de la mansión. La iluminación entraba por la mansión y Luciana solo quería que todo eso acabara, lo cual era una buena señal: todos, aparentemente, estaban dormidos. Héctor abrió la puerta con cuidado, y ambos entraron en silencio, como sombras deslizándose por los pasillos.Luciana se detuvo un momento, apoyando su espalda contra la pared mientras respiraba profundamente. Su mente estaba a mil por hora, pero al mismo tiempo, una parte de ella deseaba que Alejandro ya estuviera allí. Sentía la necesidad de verlo, de confirmar que todo estaba bien, que su lucha valía la pena.—Me voy a quedar en la camioneta por si hay algún movimiento extraño —dijo Héctor en voz baja—. No te preocupes, me mantendré en contacto. Si Alejandro llega antes, avísame.Luciana asintió, ag
—También te amo —le dijo, y esta vez, la sonrisa en su rostro fue auténtica, sin las sombras que la habían acompañado hasta ahora.Sabía que aún había desafíos por delante, pero en ese momento, lo único que importaba era que estaban juntos.Dos días después. Era una mañana tranquila en la mansión, el sol apenas filtrándose por las grandes ventanas del salón cuando Luciana y Alejandro disfrutaban de un raro momento de paz. De repente, el sonido del teléfono interrumpió la calma, rompiendo el ambiente sereno. Alejandro lo tomó con un suspiro, sin saber que la llamada iba a cambiar todo.—¿Sí? —respondió con tono casual.—Alejandro, es mejor que te sientes y no entres en pánico —la voz de Héctor se escuchaba tensa al otro lado de la línea, una tensión que Alejandro reconoció de inmediato. Se enderezó, su expresión endureciéndose.—¿Qué ha pasado?—Hay un periodista, un tal Ernesto Figueroa. Ha encontrado algo. No sé cómo, pero tiene parte de la información sobre lo que ocurrió en el pa
Alejandro, por primera vez en días, permitió que una sonrisa se formara en sus labios. Su voz salió con un tono decidido, como si ya hubiera trazado el siguiente paso en su mente.—Héctor, sigue investigando. Averigua quién está detrás de Ernesto. Si es necesario, quiero que lo interceptes antes de que pueda publicar nada. No importa el costo.Colgó el teléfono y se giró completamente hacia Luciana.—Vamos a salir de esto, y cuando lo hagamos, quiero que te tomes un respiro, que dejes atrás el miedo. —Alejandro la tomó por la cintura, acercándola—. Te lo prometí, Luciana. No dejaré que nada nos separe.Luciana apoyó su frente contra la de él, cerrando los ojos por un instante. Sabía que la batalla apenas comenzaba, pero con Alejandro a su lado, sentía que juntos podrían enfrentarlo todo.—Lo haremos juntos, ¡Vamos a la empresa ahorita mismo —susurró, y en ese momento, nada más importaba.Luciana sujeto su bolso y ambos salieron se metieron al coche y se fueron a la empresa. Alejandro
Alejandro sintió que el estómago se le revolvía al escuchar el nombre de Luciana salir de los labios de Ernesto. Un sudor frío comenzó a formarse en su frente. No era solo una amenaza para él, sino para todo lo que había jurado proteger.—Tú no te atrevas a involucrarla en esto —respondió Alejandro, su voz cargada de advertencia. El control que siempre manejaba con tanto cuidado comenzaba a resquebrajarse—. Si tienes un problema conmigo, lo manejamos entre nosotros. Deja a Luciana fuera de esto.—Oh, no te preocupes —Ernesto sonrió al otro lado de la línea, aunque Alejandro no podía verlo, podía sentirlo—. Aún no estoy interesado en arruinar la vida de la señorita Luciana... Pero todo depende de ti, Alejandro. ¿Cuánto valen tus secretos? ¿Qué estarías dispuesto a hacer para mantenerlos enterrados?El silencio que siguió era espeso, pesado, como si el aire mismo se hubiera detenido en la habitación. Alejandro apretó el teléfono con más fuerza, mirando hacia la ventana, buscando una sal
Te lo prometo, Luciana, pensó con el corazón apretado. Voy a protegerte de esto, cueste lo que cueste.El sonido de su teléfono vibrando sobre la mesa fue lo único que rompió el tenso silencio en la oficina. Alejandro, que había estado mirando su reflejo en la ventana, no necesitaba ver el número en la pantalla para saber quién estaba llamando. La amenaza de Ernesto Figueroa había sido solo el principio, y ahora, los primeros pasos hacia su caída comenzaban a materializarse.Tomó el teléfono, y antes de ver el mensaje, sintió un nudo en el estómago. La ansiedad lo carcomía, pero estaba determinado a enfrentarlo. Era un recordatorio de que no todo en su vida estaba tan bajo control como siempre había creído. Sin embargo, al abrir el mensaje de Ernesto, la calma que había intentado mantener se rompió por completo.Se trataba de un video, pero no uno cualquiera. Era un video largo, meticulosamente editado, que parecía haber sido preparado con el único propósito de destrozarlo. Los primer
El mensaje estaba acompañado de un archivo adjunto. Alejandro dudó un instante, pero luego, con una mezcla de desesperación y necesidad de enfrentarse a lo que venía, tocó el archivo.Las imágenes comenzaron a cargarse en la pantalla: fotos y videos, que se desplegaron ante él como una pesadilla. Los rostros de sus padres, Paco y Milena, falsificando documentos en su oficina. Luego, otro video, más reciente, de él, hablando con varias mujeres en la oficina, la misma oficina que ahora veía desde su asiento con Luciana. Eran imágenes que no quería ver, que había intentado borrar de su memoria durante años. Y aún más, en el último clip, una conversación en la que él, sin darse cuenta, revelaba detalles privados de su negocio, de sus decisiones, que jamás había tenido intención de que alguien supiera.El último mensaje de Ernesto fue el más cruel de todos: “Esto es solo un recordatorio. Lo que tengo está lejos de ser todo. Si no haces lo que te pido, todo será revelado a todos. No hay vue
Luciana lo observó, sorprendida por la dulzura y sinceridad en sus palabras. Aunque habían terminado mal, en este momento, Diego no parecía ser el hombre del pasado que la había dejado, sino alguien que realmente quería apoyarla.— Por cierto... —agregó, esbozando una sonrisa ligera—. Te ves increíble, ya son las 4 de la tarde Siempre lo has sido, pero ahora... hay algo diferente en ti. Más fuerte.Luciana intentó sonreír, pero la tristeza todavía la envolvía. Apretó el teléfono en su mano, pensando en pedir ese taxi, en escapar de todo, pero Diego no le dio tiempo.— Mi auto está a unas cuadras. Déjame llevarte a casa. No puedes quedarte aquí sola, no en este estado.Luciana negó con la cabeza, limpiándose las lágrimas. La idea de regresar a su hogar, al mismo lugar donde había estado con Alejandro hacía apenas unas horas, era insoportable.— No... no iré a casa. —dijo con voz débil—. Voy a pagar un hotel por esta noche. Necesito estar sola.Diego frunció el ceño y sacudió la cabeza