El último suspiro de la esperanza

—Gracias, pero esto aún no ha terminado, Héctor. ‘Y si nos buscan? —respondió ella, abriendo la puerta para bajar de la camioneta—. Ahora tenemos que asegurarnos de que nadie sospeche nada.

Ambos caminaron hacia la entrada de la mansión. La iluminación entraba por la mansión y Luciana solo quería que todo eso acabara, lo cual era una buena señal: todos, aparentemente, estaban dormidos. Héctor abrió la puerta con cuidado, y ambos entraron en silencio, como sombras deslizándose por los pasillos.

Luciana se detuvo un momento, apoyando su espalda contra la pared mientras respiraba profundamente. Su mente estaba a mil por hora, pero al mismo tiempo, una parte de ella deseaba que Alejandro ya estuviera allí. Sentía la necesidad de verlo, de confirmar que todo estaba bien, que su lucha valía la pena.

—Me voy a quedar en la camioneta por si hay algún movimiento extraño —dijo Héctor en voz baja—. No te preocupes, me mantendré en contacto. Si Alejandro llega antes, avísame.

Luciana asintió, ag
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