—Escucha, Alejandro. No hay otra opción. Hay 7 caras iguales en todo el mundo, y no sabes lo que encontré, esas chicas son entrenadas y incluso pueden eliminarlos si yo doy la orden, o cualquiera que diera la orden, tendrás que seguir mis ordenes Alejandro, Si no conseguimos esa información, estas personas seguirán ganando terreno. Y no solo tu empresa está en juego, terminara Hackeada y se harán pasar por ti, y los van a destruir a todos. sino la seguridad de todos los que te rodean. Lo sé, es una locura, pero Luciana es la única que puede hacerlo. Tiene el acceso seguro, usara técnicas y nadie la reconocerá. Si quieres salvar a tu madre, tu padre, y a Luciana, y todo lo que has construido… ella es nuestra única salida.Alejandro se pasó la mano por el cabello, su corazón latiendo a mil por hora. La idea de poner a Luciana en peligro lo desgarraba por dentro, pero también sabía que, si no hacían algo pronto, la situación solo empeoraría.—¿Estás seguro de que esta es la única opción?
Luciana asintió, aunque Alejandro pudo notar un leve temblor en sus manos. Ella era valiente, pero no era inmune al miedo, y eso le hizo amarla aún más. Sin embargo, antes de que pudieran decir algo más, el sonido del teléfono de Luciana los interrumpió.Luciana miró la pantalla y su expresión cambió al instante. Era una llamada desconocida, pero había algo inquietante en la forma en que el nombre apareció. Sin dudar, contestó y puso el teléfono en altavoz.—¿Luciana? —la voz al otro lado era áspera y fría, cargada de amenaza—. Sabemos lo que estás planeando, hay cámaras en la mansión esa parte me encanta. Si te atreves a interferir en nuestros asuntos, no solo tú estarás en peligro… sino también Alejandro.El silencio que siguió fue brutal. Alejandro sintió cómo se le helaba la sangre. ¿Cómo sabían? ¿Cómo habían descubierto sus planes tan rápido?—Si te acercas más —continuó la voz—, asegúrate de despedirte de todo lo que amas, porque no tendrás segunda oportunidad.—Si me están vien
—Sí, Alejandro. Estoy lista para todo, y si tiene razón Héctor hay quemar nuestros móviles después de extraer toda la información de nuestros móviles en una copia de seguridad en la computadora.—Estoy de acuerdo amor, lo haremos ahora y luego quemamos los celulares — agrego Alejandro.Una hora después. Después de hacer copia de seguridad estaban listos para quemar los celulares en la chimenea.—Deberías descansar —agrego suspirando.—Ven a la cama conmigo y descansemos juntos, cariño— respondió Luciana viéndolo a los ojos.—Estoy estresado —suspiro.—Cariño dime que te estresa.—Vamos a la habitación —Dijo Alejandro suspirando y guiándola a la habitación cuando Luciana entro a la habitación noto una jeringa con un medicamento en la mesa de noche, pero no dijo nada.Luciana se quedó en silencio, observando a Alejandro mientras se sentaba en la cama de la habitación. Algo en su mirada la inquietaba. Él hablaba con una seguridad aparente, sus palabras eran precisas, cada decisión calcul
Justo en ese momento, la puerta de la habitación se abrió silenciosamente, revelando a Héctor. Entró sin hacer ruido, su expresión seria y calculada. Se acercó a Alejandro, sus ojos escaneando rápidamente la figura dormida de Luciana.—¿Está dormida? —preguntó Héctor en voz baja.Alejandro asintió, sus ojos aún fijos en el rostro sereno de Luciana. Parecía tan en paz, tan ajena a todo lo que estaba sucediendo a su alrededor. Una parte de él deseaba poder protegerla de todo, pero sabía que ya no había vuelta atrás.—Sí —respondió con un susurro—, está dormida.Héctor asintió, cruzando los brazos sobre su pecho.—Es un buen plan —dijo, su tono frío como siempre—. Dormirá lo suficiente para que podamos hacer lo que necesitamos. No se enterará de nada.Alejandro soltó un largo suspiro, pasando una mano por su cabello, intentando calmarse. Aunque sabía que Héctor tenía razón, la culpa seguía clavándose en su interior.—Espero que esto sea lo correcto —murmuró Alejandro, su voz llena de dud
—¿Estás seguro? —preguntó Alejandro, su voz quebrada por la ansiedad—. No quiero que le pase nada.Héctor asintió, serio, pero tratando de tranquilizarlo.—La observaremos, pero creo que solo necesita tiempo para que el efecto desaparezca por completo. Sin embargo, sugiero que la llevemos a un médico si no despierta en las próximas horas.Alejandro respiró profundo, tratando de calmarse. Se sentó al borde de la cama, tomando la mano de Luciana entre las suyas.—Perdóname, Luciana… —susurró de nuevo, más para sí mismo que para ella.Héctor lo observó un momento antes de hablar de nuevo.—Alejandro, todo esto que estamos enfrentando es demasiado. Entiendo por qué hiciste lo que hiciste, y te dije que era buena idea. Querías protegerla, pero no podemos seguir con esto sin planear bien cada paso. No podemos permitirnos errores.Alejandro asintió, sus pensamientos divididos entre el miedo por Luciana y la presión por lo que estaba ocurriendo en la empresa.—Tienes razón… —dijo, su voz más
Héctor se acercó con rapidez, observando la pantalla mientras Alejandro comenzaba a escribir líneas de código. A medida que lo hacía, Alejandro no podía evitar recordar la creciente sensación de vulnerabilidad que había tenido durante las últimas semanas, cuando las amenazas se volvieron cada vez más claras. Luciana, su vida, sus recuerdos... Todo estaba en riesgo.—Este archivo en particular... —murmuró Héctor, señalando un documento en la pantalla—. Este es el más delicado. Sabes que la información sobre Luciana podría ser la clave para que nos descubran. Si esos videos caen en las manos equivocadas, será peor que un desastre.Alejandro se tensó al escuchar las palabras de Héctor, pero no apartó la vista de la pantalla. Sabía que no había otra opción. Luciana debía estar protegida a toda costa, y eso implicaba que sus fotos y videos, aunque fueran privados, necesitaban ser blindados.—Eso es lo primero que protegeré. Luego, las fotos de la reunión en la que discutimos la estrategia
Después de revisar una última vez su reflejo, Isabella sacó un pequeño dispositivo que le permitiría interferir con las cámaras de seguridad de la empresa. Su objetivo era claro: hacerse pasar por una mujer desesperada en busca de empleo como secretaria o recepcionista y, mientras tanto, infiltrarse lo suficiente para instalar las cámaras sin que nadie lo notara. Si lograba acceder al sistema de seguridad, podría apagarlas temporalmente o incluso redirigir las grabaciones, garantizando que nadie sospechara de sus movimientos.—Estás lista —se dijo a sí misma con determinación, revisando su cartera donde llevaba no solo el dispositivo para las cámaras, sino también el sedante que Héctor le había dado, por si necesitaba neutralizar a alguien. Dos gotas serían suficientes.Arrancó el motor, y la camioneta rugió suavemente. Isabella respiró hondo una vez más, calmando cualquier resto de nerviosismo. Condujo hacia su primer objetivo, la empresa de César Robles, con la frialdad y precisión
César Robles seguía hablando, pero Isabella ya no prestaba tanta atención. La misión estaba en marcha, y lo que se avecinaba sería mucho más peligroso de lo que él podría imaginar.Isabella sonrió suavemente cuando César Robles tomó su currículum de nuevo, evaluando sus posibilidades con una mirada casi calculadora.—Puedes escanear y quedarte con mi hoja de vida, si hay alguna posibilidad de que quede seleccionada —dijo Isabella con una expresión de falsa inocencia, inclinándose ligeramente hacia él, lo suficiente para mantener su atención.César la observó detenidamente, desde su cabello hasta la punta de sus zapatos, con una mezcla de admiración y curiosidad en su mirada.—Eso mismo iba a preguntarte —respondió él, relajando los hombros—. Si te parece bien, sacaré una copia para revisarla más tarde. Tendré que analizar algunos detalles, pero te avisaré en unos días si eres aceptada o no.—Por supuesto —contestó Isabella, mientras le extendía nuevamente su hoja de vida—. Y… ¿sería m