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Ya estaba a punto de entregarme en los brazos de Morfeo cuando mi teléfono vibró con insistencia. No tenía a nadie para que me llamara a esa hora y por eso no me interesaba levantarme y responder.

Lo había dejado separado de mi cama; quien sea que estuviera llamando ya me estaba hartando por su insistencia. A regañadientes me levanté dispuesta a apagarlo. Era Andy el que me estaba llamando, me preocupé porque había llamado en varias ocasiones, respondí, mi corazón se aceleró al pensar que quizá tendría noticias sobre nuestros padres.

—¿Qué sucede? —Atendí de inmediato.

—Estoy afuera de tu cabaña, ¿puedo pasar un segundo para darle el beso de buenas noches a mi hijo?

—Es tarde y él ya está dormido, da igual si le deseas buenas noches o no.

—No da igual, sabes que ya se me hizo una costumbre de cada noche. No podré dormir si ahora no lo hago. Por favor, Raquel, te lo suplico con el corazón en la mano.

En otra ocasión diría que él está borracho, pero no es así. Su voz suena sobria y perf
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