El capitán Ben Lockhart había accedido a hacerse pasar por Nicholas,el hijo del rey Michael, y Shane lo había secuestrado. La hermana de Shane, Meagan, era la responsable de la seguridad de Ben y del infructuoso intento de arresto de su hermano... infructuoso porque el primo de Isabel, Luke, había disparado y matado a Shane.
-La clave de quién tiene a mi padre y de dónde lo esconden está en ese pedazo de papel. Lo presiento... es la única pista fiable que tenemos -dijo ella-. Adam, Meagan ya nos fijo que creía que mi padre había tenido un ataque al corazón... por lo que sabemos, podría estar muriéndose... solo... en un sitio horrible.
Por cómo le birllaban los ojos, Adam se dio cuenta de que estaba al borde del llanto. No quería verla llorar. Solo la había visto llorar una vez y entonces estuvo a punto de cruzar la línea del territorio prohibido. Suspiró con resignación.
-¿Así que estás decidida a hacerlo?
Ella asintió, respiró hondo y recuperó el control de sus sentimientos.
-Desde que Meagan me dio esa lista, Ben ha estado comprobando los antecedentes de cada nombre. Esta tarde, a más tardar, tiene que darme las fotos y toda la información que tenga de cada uno de ellos.
Adam no era capaz de permanecer sentado y se puso en pie.
-No puedo creer que tu primo vaya a formar parte de esto.
-Ben es un hombre distinto desde que se hizo pasar por mi hermano y lo secuestraron. Siente lo mismo que yo... que si mi padre sigue vivo, el tiempo pasa y hay que hacer algo. Además, sabe que yo vy a hacer esto con o sin su ayuda -levantó la cara y lo miró.
-No puedo permitir que lo hagas -intentó que cambiara de opinión una vez más-. Es demasiado peligroso. Dame toda la información y asignaré a alguien para que haga el trabajo. Conozco una docena de hombres y mujeres que harían cualquier cosa para ayudar a encontrar el Rey.
-No. Quiero hacerlo yo. Adam... necesito hacerlo yo -dijo con un suave tono de súplica-. Ya he hecho gestiones para alquilar una habitación encima de la King´s Men Tavern. Meagan me dijo que su hermano y la mayoría de los hombres que aparecen en esta lista pasan mucho tiempo allí.
La King´s Men Tavern estaba cerca del palacio, pero pocos de los hombres de confianza del Rey habían estado allí. El lugar tenía fama de problemático y muchas veces tenía que ir la policia para resolver peleas o detener a algún borracho. A Adam no le gustaba nada.
Pero solo con mirarla sabía que serviría de nada decirle que no lo hiciera. Tenía el rostro tenso y la barbilla alzada en un gesto de desafío.
-¿Y cuál es tu plan alternativo? Una de las cosas que te he enseñado es que no te metas en una situación peligrosa sin un plan alternativo.
-Tú eres mi plan alternativo -dijo ella.
Él la miró sorprendido. Isabel se acercó a él y Adam volvió a sentir el aroma que lo había pensar el cálidad noches de verano y en pieles suaves y resbaladizas. Luchó contra el impulso de retroceder, no quería que ella notase ninguna debilidad por su parte.
-¿Y qué papel voy a jugar en tu plan? -preguntó.
-Voy a hacerme pasar por Bella Wilcox, la prima de Shane Moore -metió la mano en el bolsillo y sacó algo, después agarró la mano de Adam-. Tú serás Adam Wilcox -colocó un anillo de oro en su dedo anular-, mi fiel esposo.
Isabel se sentó y suspiró cuando Adam salió del despacho. Inmediatamente, llamó a su secretaria.
-Laura, por favor, no me pases llamadas y cancela mi agenda para esta tarde y para las próximas dos semanas.
Notó que su secretaria se sorprendía, pero la mujer era muy profesional y no le haría preguntas. Demasiado nerviosa como para permanecer sentada, Isabel se puso en pie y caminó de un lado a otro del despacho.
Si le hubieran dado a elegir, habría eligido a otra persona para que actuara como su marido. Adam y ella habían discrepado muchas veces acerca de la política y los procedimientos militares, pero no era eso lo que le molestaba de él.
Lo que le molestaba eran sus ojos grises como el acero y sus largas pestañas oscuras. Lo que le molestaba eran sus anchas espaldas, su vientre plano y sus esbeltas caderas. Lo que le molestaba era que cuando él la miraba, le hacía olvidarse del boato de su título y de la profesionalidad de su formación, y se convertía en una persona con los deseos y necesidades propias de una mujer.
A veces, cuando Adam la miraba, sentía que se le debilitaban las rodillas, que se le formaba un nudo en el estómago y que una ola de calor recorría su cuerpo. Sabía que sería prudente elegir a otra persona para que realizara esa misión secreta.
Pero para esa misión en concreto necesitaba al mejor, y Adam era el mejor. Bien entrenado, Adam Sinclair también era el único hombre del mundo a quien ella confiaría esa importante misión. Adam Sinclair también era el único hombre que la había visto llorar.
Frunció el ceño y trató de olvidar que hubo un tiempo en el que ella creyó estar enamorada de él, y que hubo un momento en que ella se arrojó a sus brazos y él mantuvo la compostura como un profesional. No podía pensar en eso.
Eso ocurrió en el pasado... en su juventud. Tenía que centrarse en el trabajo. Sabía que su plan era peligroso, que la gente que había secuestrado a su padre era peligrosa, pero haría cualquier cosa para encontrarlo y poner fin al caos que reinaba en el país que tanto amaba.
Esa noche diría que iba a recluirse, que el estrés de los últimos tres meses había podido con ella. Al día siguiente comenzaría su papel como Bella Wilcox, prima de Shane Moore y esposa de Adam. Se estremeció. No estaba segura de qué le provocaba más ansiedad, si tratar con hombres y mujeres peligrosos o fingir un matrimonio con Adam Sinclair.
El interior de la King´s Men Tavern era mucho peor de lo que Adam se había imaginado. En el momento en que entró, el olor a humo le provocó picor de garganta y de ojos. El ambiente era denso. Además, podía oirse el ruido de las bolas de billar chocando entre sí junto al ruido de los vasos y los gritos roncos de los ganadores que estaban en la parte de atrás del establecimiento.
Adam vio un taburete vacío junto a la barra y se dirigió hacia allí, consciente de que todo el mundo lo seguía con la mirada. Aunque no intentó mantener contacto ocular con ninguno de los chicos duros que había en el local, tampoco lo evitpo. Sabía que en un lugar como aquel, cualquier signo de debilidad era una invitación al enfretamiento.
No era que tuviera miedo de ninguna de las personas que había allí, pero tampoco estaba buscando problemas. Era importante que Isabel y él trataran de pasar desapercibidos. No quería que nadie se fijara mucho en ellos, ya que si los reconocían rorrerían peligro.
Se sentó en el taburete y dejó la bolsa en el suelo. Después se dirigió al camarero. El hombre fortachón se acercó a él con cara de pocos amigos. Adam pidió una copa y se acarició la barbilla. No estaba acostumbrado a la barba incipiente que cubría su mentón. No se había efeitado desde el día anterior para prepararse para el papel que tenía que desempeñar.
En lugar de su uniforme, llevaba unos vaqueros ceñidos y una camiseta negra. El camarero dejó la copa sobre la barra con brusquedad, Adam la agarró y giró el taburete para poder ver toda la sala.
Isabel llegaría unos quince minutos más tarde. Adam había llegado temprano para poder ver el ambiente del local. Nunca había estado allí, pero había oído muchas historias acerca del sitio. No le gustaba. No le gustaba nada. Aquel sitio apestaba a violencia y embustes. Hubiera apostado por que la mitad de los hombres que había allí eran delicuentes, y las mujeres no tenían mucho mejor aspecto. Una mujer que había al otro lado de la habitación le llamó la atención.
Era como un estallido de color en una habitación gris. Tenía el pelo color cobrizo y llevaba una blusa dorada y brillante que resaltaba sus pechos redondeados y dejaba al descubierto un vientre liso. Una falda negra apenas cubría sus otros atractivos y su bonito trasero. <<Si se agacha, no quedarán misterios por desvelar>>, pensó Adam. No podía dejar de mirar sus piernas esbeltas que desaparecían dentro de un par de zapatos rojos de tacón de aguja.
<<Sin duda es una prostituta>>, pensó mientras la observaba conversar con un hombre que parecía medio borracho pero que todavía podía mirarla con lascivia. Adam no podía culpar a aquel hombre por mirarla así. A pesar de que no podía distinguir el rostro de aquella mujer en la penumbra del locar, si su cara hacía juego con su cuerpo, sin duda era un bombón.
Al mirarla, Adam sintió que una ola de calor recorría su cuerpo y recordó que hacía mucho tiempo que no estaba con una mujer. Desde la desaparición de su padre, hacía poco más de un año, la vida de Adam se había consumido tratando de aclarar el nombre de su padre... su propio nombre.No había tenido tiempo, ni ánimo, para romances. Pasaban minutos de las diez. ¿Dónde diablos estaba Isabel? Habían quedado en encontrarse a las diez de la noche. En cuanto ella entrara por la puera, la agarraría del brazo y la sacaría de allí. Aquel no era lugar para una princesa. Tenía que haber otra manera de conseguir la información que Isabel buscaba. Volvió a mirar a la mujer que estaba en el otro lado del salón. Lo atraía como un imán. Ella lo miró, agarró la mano del borracho que estaba a su lado y tiró de él hacia Adam. Adam frunció el ceño. Se preguntaba si habría dado un paso en falso simplemente por mirar a esa mujer. Quizá el borracho era su chulo y lo habían confu
Cuando llegaron a la tercera planta, Isabel apenas podía respirar. No sabía si era por el cansancio de subir las escaleras o por pensar una y otra vez en el beso que habían compartido. Encontró la habitación y abrió la puerta. No pudo evitar dar un suspiro de asombro. El sitio era un cuchitril. Entraron y Adam cerró la puerta. -¿Qué esperabas? ¿El Ritz? -le preguntó. -Al menos parece que está bastante limpio -contestó ella. Era cierto, la habitación era pequeña y solo tenía una cama doble, una mesilla de noche con quemaduras de cigarro y una silla. La única luz que había era la de una lámpara con la pantalla torcida. La alfombra estaba limpia y la habitación olía a detergente con olor a pino. Isabel entró en el baño. Era pequeño y no tenía bañera, solo un minúsculo plato de ducha, pero también estaba limpio. Se volvió y miró a Adam quien tenía el ceño fruncido. -No está tan mal -dijo ella-. Podía ser peor.
Se incorporó y miró el reloj. Eran casi las dos. A pesar de que era de noche, una luz se filtraba por las cortinas de la ventana. Era la luz del fluorescente que anunciaba el nombre del establecimiento. Miró a Isabel. Estaba profundamente dormida sobre la cama. Tenía la sábana a la altura de la cintura y Adam podía contemplar sus pechos redondeados cubiertos por un camisón de seda lila.Sbía que no debía mirar, pero no podía evitarlo. Mientras dormía, sus rasgos adquirían cierta vulnerabilidad que tenían cuando estaba despierta. Las pestañas cubrían las sombras oscuras que tenía bajos los ojos y su boca estaba entreabierta, como si esperara el beso de su amado. Su piel era apetecible. Frunció el ceño y miró a otro lado. Antes de irse a dormir todo había sido un poco extraño. Adam no había pensado en todo lo que el plan implicaba. Sin duda no pensado en que quizá tuviera que dormir con Isabel. Él se había ido al baño para ponerse unos pantolon
-¿Estás segura de que es prudente que vayamos? Seguramente irán algunos de los detectives reales. No queremos que nos descubran -ella sonrió y lo miró. -No creo que tengamos que preocuparnos porque nos reconozcan. Yo no me parezco en nada a cómo soy, y tú con esa barba tampoco. -lo que no podía decirle era que siempre lo había encontrado terriblemente guapo, pero que la sombra de la barba incipiente en sus mejillas y la ropa que llevaba y que resaltaba los músculos de su cuerpo, hacían que se le cortara la respiración-. Es importante que veamos quién va al funeral, Adam. Puede que esté allí el cerebro de todo el plan de secuestro -dijo ella, trató de no perder la atención. -Lo dudo -contestó Adam, y bebió un poco de café-. Quien se que éstá detrás de este plan es demasiado inteligente como para aparecer y mostrar en público su relación con un camarada fallecido. -Isabel suspiró desanimada. -Es probable que tengas razón. Yo espero... Quiero d
Adam sabía que Isabel lloraba por algo más que por haber perdido a Pam Sommbersby. Él la había observado durantes los dos últimos meses, la había ayudado a buscar al Rey y estaba maravillado por su objetividad, y por la fuerza de voluntad que poseía.Sin embargo, Adam no se había olvidado de que el hombre que buscaban no era solo el Rey de su país, sino también el padre de Isabel. Adam conocía el dolor y el sufrimiento que se siente cuando se pierde a su padre.Las lágrimas de Isabel provenían de lo más profundo de su corazón y él no podía hacer nada más que abrazarla hasta que pasara la tormenta. Al principio trató de fijarse en los alrededores. El callejón era estrecho y olía a basura. Observó los edificios y los garajes, sabía que en uno de ellos se encontraba el coche de Pam Sommersby.
-Realmente no sé que ha pasado -dijo Adam. El dolor inundaba su corazón. Siempre había considerado a su padre como un héroe y Adam no estaba seguro de qué era peor, pensar que se había marchado para siempre o creer que de verdad era un traidor-. Pero te diré una cosa... solo hay dos posibilidades. O mi padre está vivo y es un traidor, o está muerto. -se aclaró la garganta y forzó una sonrisa-. Espero que tú tengas un final más feliz cuando encontremos a tu padre.-Oh, Adam. Lo siento mucho -sus ojos brillaban con empatía. Isabel se puso en pie y se sentó en su regazo. Suspiró y le rodeó el cuellos con los brazos.Apoyó la cabeza en su hombro y lo abrazó con fuerza. Era como si creyera que sujetándolo podría evitar que cayera en el oscuro abismo de sus sentimientos. Y para sorpresa de Adam... funicionó.&nbs
¿Cómo está Dominique? -preguntó Isabel para cambiar de tema. Dominique, la hermana de Isabel, estaba embarazada de seis meses y eso hacía muy feliz a toda la familia real.-Está bien -Josephine dio un suspiro-, Isabel, no he olvidado que no has contestado a mi pregunta. ¿Dónde estás?-No preguntes -contestó mientras oyó que Adam cerraba el grifo de la ducha-. Mamá, no puedo quedarme sentada esperando a que los demás encuentren a papá.-¿No estás haciendo ninguna tontería, verdad?Isabel miró a Adam. Salía vestido con un pantalon corto y de él emanaba un aroma de limpia masculinidad.-Por supuesto que no -contestó Isabel, y no se sorprendió al notar que tenía la boca seca.Nunca había visto un pecho tan fuerte salpiccado por la cantidad justa de ve
-Supongo -contestó él cada vez más enojado. Para él, no había manera de que ella no desentonara. La mujeres entraban y salían de la taberna, pero ninguna era tan guapa, sexy y atractiva como Isabel-. Empiezo a pensar que todo esto es un péridida de tiempo -dijo él.-Eso no es cierto -ella se echó hacia delante para acercarse a él-. Nos hemos enterado de lo de los Patriots, y antes no sabíamos de ellos.-Todavía no sabemos nadaacerca de ellos -susurró Adam-. Ben no ha encontrado ninguna información sobre ellos y ni siquiera sabemos si tienen algo que ver con el secuestro de tu padre -su tono era duro y ella se estremeció al ver el rencor que había en sus palabras. Al momento, él se arrepintió. Pasó una mano por sus cabellos para tranquilizarse y dijo-: Lo siento. No quería hablarte así. Maldita sea, estoy empezando a fr