Cuando llegaron a la tercera planta, Isabel apenas podía respirar. No sabía si era por el cansancio de subir las escaleras o por pensar una y otra vez en el beso que habían compartido. Encontró la habitación y abrió la puerta. No pudo evitar dar un suspiro de asombro. El sitio era un cuchitril. Entraron y Adam cerró la puerta.
-¿Qué esperabas? ¿El Ritz? -le preguntó.
-Al menos parece que está bastante limpio -contestó ella.
Era cierto, la habitación era pequeña y solo tenía una cama doble, una mesilla de noche con quemaduras de cigarro y una silla. La única luz que había era la de una lámpara con la pantalla torcida. La alfombra estaba limpia y la habitación olía a detergente con olor a pino.
Isabel entró en el baño. Era pequeño y no tenía bañera, solo un minúsculo plato de ducha, pero también estaba limpio. Se volvió y miró a Adam quien tenía el ceño fruncido.
-No está tan mal -dijo ella-. Podía ser peor.
-No, no está tan mal -admitió él-. Pero no importa si está mal o no porque no vamos a quedarnos aquí -añadió. -Isabel lo miró atónita.
-¿De qué estás hablando? Claro que vamos a quedarnos aquí. Es parte del plan.
-Es un plan ridículo, ¿y qué te has hecho en el pelo? -la miró como si fuera de otro planeta. -ella se acarició un mechón teñido de color cobre brillante.
-Es un tinte. Ponía que se va en un par de semanas. Es parte de mi disfraz.
-¿Y qué me dices de esa ropa? ¿De dónde la has sacado? -sus ojos grises brillaban como el metar-. Pareces... pareces...
-No me parezco en nada a una princesa -le interrumpió ella-. Y esa era la idea -frunció el ceño. Estaba muy contenta de la ropa que había elegido, segura de que encajaría perfectamente con la multitud del bar.
-La mitad de los hombres que había en el bar estaban dispuestos a irse contigo -dijo en tono enfadado.
Isabel se encogió de hombros, sorprendida y a la vez satisfecha de recibir esa información.
-¿De verdad? Eso es bueno. Significa que mi disfraz ha funcionado.
-Isabel, lo más probable es que pensaran que estabas trabajando y que se preguntaran cuánto cobrabas.
-¿Quieres decir que pensaban que era una... que soy... una prostituta? -se sentó en el borde de la cama-. Quizá exageré un poco -admitió y miró la falda y el top que llevaba-. Pero al menos, funcionó, nadie me ha reconocido -sonrió para tratar de romper la tensión que había en el ambiente.
Él no sonrió y comenzó a caminar de un lado a otro. Vestido de negro parecía una pantera buscando una escapatoria. Isabel esperó a que hablara. Sabía que no lo haría hasta que no hubiera ordenado sus pensamientos. Era una de las cosas que siempre le había molestado de él, Adam nunca hacía o decía nada de manera espontánea.
Finalmente dejó de pasear y se detuvo frente a ella.
-No dejaré que hagas esto, Isabel.
-¿No permitirás que haga esto? -preguntó ella entornando los ojos. Se acercó a él. Podía sentir el calor que irradiaba de su cuerpo y ver el brillo plateado que había en sus ojos-. Adam, te olvidas de que ya no eres mi oficial al mando. No puedes impedir que haga esto.
-Eso es cierto -se fijó en sus labios y recordó el beso que habían compartido.
-Tengo intención de hacer esto, Adam, con o sin tu ayuda. Estás de mi parte, o en mi contra.
Él dio un paso atrás y se pasó la mano por el pelo.
-Sabes que no puedo marcharme y dejarte sola en este lugar. -ella asintió aliviada.
-Entonces, estás de mi parte.
-No me has dado otra elección -dijo él enfadado-. Te apoyaré, pero con una condición -dijo sin mirarla a los ojos-. Tienes que prometerme que no volverás a vestirte así. No quiero tener que pelearme con esos hombres para defender tu honor.
-¿Lo harías? ¿Pelearías por mi honor? -bromeó ella.
-Claro que lo haría -contestó él-. Mi trabajo es proteger y servir al Rey y su familia.
Isabel no estaba segura de por qué, pero su respuesta la decepcionó. Él nunca olvidaba su puesto en la Royal Edenbourg Navy. Deseaba que por una vez olvidara su puesto, su deber y su responsabilidad y la tratara como un hombre trata a una mujer.
-¿Ben te ha dado la información? -preguntó él.
Ella asintió y agarró la bolsa. Sacó la ropa y buscó los papeles que estaba en el fondo y contenían la información que necesitaban para contactar con los socios de Shane Moore. Sacó los papeles y volvió a meter la ropa en la bolsa, después hizo un gesto para que Adam se sentara junto a ella.
-Esta es la lista de las personas que eran socios de Shane -dijo ella tratando de centrarse en el trabajo y de ignorar el roce de su muslo contra el de él-. Ya hemos contactado con Willie Tammerick. Aquí está la información que Ben ha podido obtener de él .barajó los papeles y Adam se acercó más a ella. Sus hombros se rozaban.
-Nada nuevo -murmuró él-. El hombre tiene antecendetes por desórdenes públicos y haber bebido en exceso. -Isabel notaba su cálida respiración y no pudo evitar pensar en el beso. En toda su vida, ningún beso la había afectado tanto como aquél-. Isabel -el tono de Adam era de exasperación y ella se percato de que él había estado hablando pero que no lo había escuchado.
-Lo siento, estaba distraída. ¿Qué decías?
-He dicho que no puedo imaginarme a Shane Moore confiándole algo importante a Willie. Shane era demasiado inteligente como para confiar en un borracho. -Isabel asintió.
-Creo que tienes razón. Antes de que llegaras estuve hablando con Willie y traté de sonsacarle información, pero creo que no tiene ni idea de en qué estaba metido Shane.
Ben Lockhart había hecho un trabajo excelente al conseguir información acerca de la mayoría de la gente que aparecía en la lista que les había dado Meagan Moore. No solo había detallado sus antecedentes penales, sino también, en algunos casos, había incluido una fotografía.
Adam e Isabel estuvieron analizando la información durante un par de horas. Adam señaló la foto de un hombre corpulento lleno de tatuajes.
-Blake Hariman -dijo Isabel al ver el nombre que había bajo la foto-. Un buen chico. Tiene antecedentes por robo de armas, poseción de armas de fuego y agresiones.
-Y según la información de Ben, era uno de los mejores amigos de Shane -Adam la miró fijamente-. Isabel, estamos jugando a un juego muy peligroso con gente peligrosa. Si alguno de ellos descubre quiénes somos y cuál es nuestra intención, nos matarán.
-Lo sé -dijo ella-. Pero no hay motivos para que sospechen que nos somos Bella y Adam Wilcox. Le he dicho a Bart, el camarero, que estás buscando trabajo y me ha dicho a lo mejor pueda darte algnos trabajitos por aquí. Creo que disimulamos muy bien, Adam.
Por primera vez desde que estraron en la habitación, Adam sonrió. Isabel sintió la fuerza de su sonrisa por todo el cuerpo. Adam era un hombre atractivo cuando estaba serio, pero cuando sonreía, era absolutamente devastador.
-Desde luego no tenemos que preocuparnos porque alguien te reconozca. Nunca me imaginé que un bote de tinte y un poco de maquillaje podían cambiar tanto a una persona. Tardé unos minutos en darme cuenta de que eras tú.
-¿Me estabas mirando? -Isabel lo miró curiosa. ¿La había mirado porque le parecía atractiva?
Adam dejó de sonreír y frunció el ceño.
-Estaba mirando a todo el mundo -contestó- Se puso en pie y miró el reloj-: Son más de las doce, ¿no crees que deberíamos irnos a dormir?
Isabel asintió y guardó los papeles en la bolsa. Se puso en pie y de pronto se percató de lo que conllevaba irse a dormir. Adam y ella fingían ser marido y mujer. Pasarían la noche juntos en aquella habitación. Esa noche y todas las noches mientras llevaran a cabo el plan, dormirían juntos en aquella cama, que de pronto le pareció muy pequeña.
-TRAIDOR! -gritaba la multitud con el puño en alto-: ¡Has traicionado a la Corona!
El ambiente estaba tenso y era peligroso. Varias personas agarraron piedras y las arrojaron contra el hombre que tenían delante. El hombre, vestido con un uniforme impecable lleno de medallas, no se movió ni intentó escapar de la furia de la multitud.
Adam, contempló con horror cómo lapidaban a su padre. De pronto, la escena cambiaba y era a él a quien lapidaban. Las piedras caían con fuerza sobre su cuerpo mientras la gente gritaba:
-Traidor.
-Traidor.
Adam estaba dormido pero en un instante se despertó completamente. La pesadilla le había dejado un sabor amargo en la boca. Le dolían lus músculos y los huesos, pero sabía que no era por las piedras de la pesadilla, sino por intentar dormir en la silla que había junto a la cama.
Se incorporó y miró el reloj. Eran casi las dos. A pesar de que era de noche, una luz se filtraba por las cortinas de la ventana. Era la luz del fluorescente que anunciaba el nombre del establecimiento. Miró a Isabel. Estaba profundamente dormida sobre la cama. Tenía la sábana a la altura de la cintura y Adam podía contemplar sus pechos redondeados cubiertos por un camisón de seda lila.Sbía que no debía mirar, pero no podía evitarlo. Mientras dormía, sus rasgos adquirían cierta vulnerabilidad que tenían cuando estaba despierta. Las pestañas cubrían las sombras oscuras que tenía bajos los ojos y su boca estaba entreabierta, como si esperara el beso de su amado. Su piel era apetecible. Frunció el ceño y miró a otro lado. Antes de irse a dormir todo había sido un poco extraño. Adam no había pensado en todo lo que el plan implicaba. Sin duda no pensado en que quizá tuviera que dormir con Isabel. Él se había ido al baño para ponerse unos pantolon
-¿Estás segura de que es prudente que vayamos? Seguramente irán algunos de los detectives reales. No queremos que nos descubran -ella sonrió y lo miró. -No creo que tengamos que preocuparnos porque nos reconozcan. Yo no me parezco en nada a cómo soy, y tú con esa barba tampoco. -lo que no podía decirle era que siempre lo había encontrado terriblemente guapo, pero que la sombra de la barba incipiente en sus mejillas y la ropa que llevaba y que resaltaba los músculos de su cuerpo, hacían que se le cortara la respiración-. Es importante que veamos quién va al funeral, Adam. Puede que esté allí el cerebro de todo el plan de secuestro -dijo ella, trató de no perder la atención. -Lo dudo -contestó Adam, y bebió un poco de café-. Quien se que éstá detrás de este plan es demasiado inteligente como para aparecer y mostrar en público su relación con un camarada fallecido. -Isabel suspiró desanimada. -Es probable que tengas razón. Yo espero... Quiero d
Adam sabía que Isabel lloraba por algo más que por haber perdido a Pam Sommbersby. Él la había observado durantes los dos últimos meses, la había ayudado a buscar al Rey y estaba maravillado por su objetividad, y por la fuerza de voluntad que poseía.Sin embargo, Adam no se había olvidado de que el hombre que buscaban no era solo el Rey de su país, sino también el padre de Isabel. Adam conocía el dolor y el sufrimiento que se siente cuando se pierde a su padre.Las lágrimas de Isabel provenían de lo más profundo de su corazón y él no podía hacer nada más que abrazarla hasta que pasara la tormenta. Al principio trató de fijarse en los alrededores. El callejón era estrecho y olía a basura. Observó los edificios y los garajes, sabía que en uno de ellos se encontraba el coche de Pam Sommersby.
-Realmente no sé que ha pasado -dijo Adam. El dolor inundaba su corazón. Siempre había considerado a su padre como un héroe y Adam no estaba seguro de qué era peor, pensar que se había marchado para siempre o creer que de verdad era un traidor-. Pero te diré una cosa... solo hay dos posibilidades. O mi padre está vivo y es un traidor, o está muerto. -se aclaró la garganta y forzó una sonrisa-. Espero que tú tengas un final más feliz cuando encontremos a tu padre.-Oh, Adam. Lo siento mucho -sus ojos brillaban con empatía. Isabel se puso en pie y se sentó en su regazo. Suspiró y le rodeó el cuellos con los brazos.Apoyó la cabeza en su hombro y lo abrazó con fuerza. Era como si creyera que sujetándolo podría evitar que cayera en el oscuro abismo de sus sentimientos. Y para sorpresa de Adam... funicionó.&nbs
¿Cómo está Dominique? -preguntó Isabel para cambiar de tema. Dominique, la hermana de Isabel, estaba embarazada de seis meses y eso hacía muy feliz a toda la familia real.-Está bien -Josephine dio un suspiro-, Isabel, no he olvidado que no has contestado a mi pregunta. ¿Dónde estás?-No preguntes -contestó mientras oyó que Adam cerraba el grifo de la ducha-. Mamá, no puedo quedarme sentada esperando a que los demás encuentren a papá.-¿No estás haciendo ninguna tontería, verdad?Isabel miró a Adam. Salía vestido con un pantalon corto y de él emanaba un aroma de limpia masculinidad.-Por supuesto que no -contestó Isabel, y no se sorprendió al notar que tenía la boca seca.Nunca había visto un pecho tan fuerte salpiccado por la cantidad justa de ve
-Supongo -contestó él cada vez más enojado. Para él, no había manera de que ella no desentonara. La mujeres entraban y salían de la taberna, pero ninguna era tan guapa, sexy y atractiva como Isabel-. Empiezo a pensar que todo esto es un péridida de tiempo -dijo él.-Eso no es cierto -ella se echó hacia delante para acercarse a él-. Nos hemos enterado de lo de los Patriots, y antes no sabíamos de ellos.-Todavía no sabemos nadaacerca de ellos -susurró Adam-. Ben no ha encontrado ninguna información sobre ellos y ni siquiera sabemos si tienen algo que ver con el secuestro de tu padre -su tono era duro y ella se estremeció al ver el rencor que había en sus palabras. Al momento, él se arrepintió. Pasó una mano por sus cabellos para tranquilizarse y dijo-: Lo siento. No quería hablarte así. Maldita sea, estoy empezando a fr
Isabel notó que se le secaba la boca. Ella sí sabía lo que le gustaría hacer. Quería agarrarlo de la mano y volverlo a meter en la cama. Quería que la besara y que acariciara su cuerpo hasta que ella gimiera de deseo, y que después la poseyera.-¿Qué? -preguntó al fin.-Quiero salir de aquí. -ella lo miró confundida.-¿Qué quieres decir?-Necesito respirar un poco de aire que no sea el de esta habitación o el de esa apestosa taberna. ¿Por qué no nos vestimos, desayunamos y nos vamos al campo? Solo por un par de horas. ¿Qué te parece?De pronto, el ambiente se llenó de tensión.-De acuerdo -convino ella.Mientras se dechaba decidió que ir al campo era una buena idea. Seguramente, el tiempo que pasara fuera de aquella habitación y
-Y porque el país lo necesita -añadió Adam. Por algún motivo, a Isabel no le gustaron sus palabras.-El país no siempre es lo más importante -se apoyó en el respaldo y miró a Adam. Decidió que era el momento de preguntarle lo que quería saber desde hacía mucho tiempo-. ¿Hay alguna mujer en tu vida, Adam? ¿Alguien especial? -los ojos de Adam se oscurecieron, era imposible mirar en su interior.-No, no hay nadie especial. No busco a nadie especial -bebió un poco de agua y continuó-. Creo que a ese respecto soy como mi padre. Mi profesión es mi esposa, mi amante... mi vida.-¿Nunca te sientes solo? ¿Nunca tienes momentos en los que deseas que hubiera alguien que te conociera tan bien, yt te quisiera tanto que puediera averiguar tus pensamientos y compartir tus sueños secretos? -él estuvo callado durante un ins