Se incorporó y miró el reloj. Eran casi las dos. A pesar de que era de noche, una luz se filtraba por las cortinas de la ventana. Era la luz del fluorescente que anunciaba el nombre del establecimiento.
Miró a Isabel. Estaba profundamente dormida sobre la cama. Tenía la sábana a la altura de la cintura y Adam podía contemplar sus pechos redondeados cubiertos por un camisón de seda lila.Sbía que no debía mirar, pero no podía evitarlo. Mientras dormía, sus rasgos adquirían cierta vulnerabilidad que tenían cuando estaba despierta. Las pestañas cubrían las sombras oscuras que tenía bajos los ojos y su boca estaba entreabierta, como si esperara el beso de su amado. Su piel era apetecible.
Frunció el ceño y miró a otro lado. Antes de irse a dormir todo había sido un poco extraño. Adam no había pensado en todo lo que el plan implicaba. Sin duda no pensado en que quizá tuviera que dormir con Isabel.
Él se había ido al baño para ponerse unos pantolones cortos y mientras Isabel se puso el camisón en la habitación. Entonces, una vez que ella ya estaba en la cama, Adam salió del baño e insistió en que dormiría en la silla.
Se puso en pie y caminó en silencio por la habitación para desentumecer los músculos. Trató de no mirar a la princesa durmiente, pero era imposible. Era como si ella lo hubiera llamado en sueños y él estuviera allí, pegado al borde de la cama mirándola fijamente.
Desde el primer momento en que la vio la encontró muy bella y notó que sus rasgos ocultaban una sunsualidad latente. Frunció el ceño, dejó de mirarla y se dirigió hacia la ventana. Abrió las cortinas y miró la calle desierta.
Al pensar en la pesadilla que había tenido se le formó un nudo en el estómado. Desde hacía poco más de un año vivía afectado por las sospechas que recaían sobre su padre. Sabía que su padre no era un traidor, y que nunca se vendería a otro país, pero una cosa era saberlo y otra demostrarlo.
Estaba tratando de averiguar qué le había pasado al almirante Jonathon Sinclair cuando Isabel lo llamó para que la ayudara a resolver el secuestro del rey Michael. Así que su misión personal tendría que esperar... encontrar el rey Michael era una misión más importante. Oyó que Isabel se movía y cerró la cortina.
Ella abrió los ojos medio dormida.
-¿Adam?
-Estoy aquí -contestó él.
-¿Qué estás haciendo?
-Pasear un poco. No podía dormir. -ella se desperezó.
-Eso es porque intentas dormir en esa silla horrorosa. Ven a la cama, Adam. No va a pasar nada porque compartamos la cama -en cuando terminó de hablar cerró los ojos y se quedó dormida.
Adam recordó sus palabras. <<No va a pasar nada porque compartamos la cama>>. No quería ni pensar en volver a sentarse en esa silla tan incómoda. Pero la imagen de Isabel vestida con el top dorado y la minifalda lo había cautivado. Estaba acostumbrado a verla en un ambiente de trabajo, ambos vestidos con uniformes y no en un ambiente informal, ligera de ropas.
Dando un suspirp se volvió a sentar en la maldita silla. Quizá ella pensaba que no pasaba nada porque compartieran la cama, pero él no estaba tan seguro. No se fiaba de sí mismo. Cuando se despertó de nuevo, la luz del amanecer se colaba por las cortinas. Adam se puso en pie y se quejó. Le dolía toda la musculatura de la espalda por haber dormido en esa silla.
Isabel seguía durmiendo. Estaba boca abajo y en el centro de la cama. Aunque era temprano, Adam ya no podía dormir más. De todos modos, rara vez dormía más de tres o cuatro horas. Sacó ropa limpia de la bolsa y, sin hacer ruido, entró en el baño.
Momentos más tarde, bajo una ducha de agua caliente, Adam pensó en el trabajo que Isabel y él tenían que hacer. Sabía que la investigación acerca del secuestro del Rey se había centrado en la familia inmediata y en los amigos. Nadie se había librado de la investigación, ni siquiera el hermano del rey Michael, Edwad, que había asumido las responsablidades de que rey, ni sus dos hijos, Luke y Blake. Después de que secuestraran al rey, Blake se había casado con Rowena Wilde, la dama de honor de Isabel.
Hasta el momento, no se había descubierto nada y todo el mundo especulaba acerca de quién le había dado órdenes a Shane Moore. ¿Quién era el responsable del secuestro del rey? ¿Y por qué lo habían secuestrado?
En un último esfuerzo para encontrar al culpable, se había hecho circular el rumor de que habían encontrado muerto al príncipe Nicholas, pero hasta el momento el rumor no había provocado que el culpable se delatara.
Ese día era el entierro de Shane Moore y Adam se preguntaba cuántos amigos de Shane irían para dar el pésame. Aunque Isabel aún no le había dicho nada, Adam tenía la sensación de que él y Bella Wilcox estarían entre los familiares del difunto.
Suspiró y cerró el grifo de la ducha. Esperaba que Isabel y él no encontraran ningún problema. Sabía que si a Isabel le sucedía algo mientras estaba con él volvería a desprestigiar el nombre de la familia. Se vistió e intentó no pensar en ello.
Tenía que centrarse en fingir que era Adam Wilcox y no el capitán Adam Sinclair. Salió del baño y se sorprendió al ver que Isabel estaba despierta y recostada sobre las almohadas. La sábana cubría su cuerpo y solo se veía la parte de los hombros que cubría su camisón de seda.
-Espero que no hayas gastado toda el agua caliente -dijo ella en un tono un poco desagradable.
-Buenos días tengas tú también -dijo Adam secamente.
Ella frunció el ceño y se pasó la mano por el pelo-
-Supongo que este sitio no tendrá servicio a la habitación.
-Lo dudo -contestó él y se sentó para ponerse los zapatos-. Pero si te vistes podemos ir a buscar un sitio para desayunar.
-Un café... eso es lo que necesito -dijo ella, retiró las sábanas y se puso en pie.
Al ver cómo el camisón marcaba cada una de sus curvas, Adam miró hacia otro lado. Sintió que aumentaban su temperatura corporal y se alegró cuando ella se metió en el baño. Él se frotó la cara con la mano y se reclinó en la silla. Aquello iba a ser más duro de lo que pensaba.
No había dormido bien y se imaginaba otra noche tratando de dormir en aquella silla. Sin embargo, al pensar en acostarse junto a Isabel y sentir el calor de su cuerpo se puso tenso. Llevaba años luchando contra lo que sentía por Isabel. Desde que ella estuvo alistada bajo su mandato ambos sentían cierta atracción mutua.
Cualquier relación entre un oficial y un recluta estaba estrictamente prohibida y ninguno de los dos estaba dispuesto arriesgar su carrera profesional por un romance, daba igual lo tentador que fuera.
<<Pero ya no eres su oficial al mando>>, pensó Adam. Era cierto, ya no lo era. Pero ella era una princesa y él un hombre cuyo nombre familiar estaba manchado por la deshonra. La mitad de la población de Edenbourg creía que su padre era un traidor. Adam no era el hombre más adecuado para la princesa Isabel.
Además, si los periódicos estaban en lo cierto, ella ya estaba comprometida con el joven Sebastian Lansbury y el rey Michael había dado su visto bueno a la pareja justo antes de que lo secuestraran. Sería mejor que Adam se centrara en dos cosas... lo primero era encontrar al Rey, y lo segundo, limpiar el nombre de su padre. Isabel era algo prohibido y debía recordarlo durante las dos próximas semanas.
Después de comerse el segundo cruasán, Isabel se sentía mucho mejor que recién levantada. Adam y ella estaban en un pequeño café situado en la misma calle que la King´s Men Tavern. Era tan temprano que había muy pocos clientes en el establecimiento.
Isabel se había vuelto a vestir como si fuera Bella, aunque esta vez había elegido el modelo menos atrevido de los que tenía en consideración a Adam. Llevaba unos pantalones morados ceñidos y una blusa del mismo tono que contrastaba con su color de pelo, unos zapatos de tacón y unos pendientes largos.
Adam era mucho menos creativos a la hora de vestir. Llevaba unos vaqueros negros y una camiseta gris que conjuntaba perfectamente con sus ojos grises.
-Ha sido el mejor cruasán y café que he tomado desde hace meses -dijo ella.
-Sin duda parece que te ha mejorado el humor -comentó él.
Ella sonrió y dijo:
-No soy una mujer mañanera. Estoy de mal humor hasta que me tomo un café.
-Yame he dado cuenta -llamó al camarero para que les sirviera más café.
-El funeral de Shane es a la diez -dijo ella después de que se marchara el camarero-. Tomaremos un taxi hasta el cementerio.
-¿Estás segura de que es prudente que vayamos? Seguramente irán algunos de los detectives reales. No queremos que nos descubran -ella sonrió y lo miró. -No creo que tengamos que preocuparnos porque nos reconozcan. Yo no me parezco en nada a cómo soy, y tú con esa barba tampoco. -lo que no podía decirle era que siempre lo había encontrado terriblemente guapo, pero que la sombra de la barba incipiente en sus mejillas y la ropa que llevaba y que resaltaba los músculos de su cuerpo, hacían que se le cortara la respiración-. Es importante que veamos quién va al funeral, Adam. Puede que esté allí el cerebro de todo el plan de secuestro -dijo ella, trató de no perder la atención. -Lo dudo -contestó Adam, y bebió un poco de café-. Quien se que éstá detrás de este plan es demasiado inteligente como para aparecer y mostrar en público su relación con un camarada fallecido. -Isabel suspiró desanimada. -Es probable que tengas razón. Yo espero... Quiero d
Adam sabía que Isabel lloraba por algo más que por haber perdido a Pam Sommbersby. Él la había observado durantes los dos últimos meses, la había ayudado a buscar al Rey y estaba maravillado por su objetividad, y por la fuerza de voluntad que poseía.Sin embargo, Adam no se había olvidado de que el hombre que buscaban no era solo el Rey de su país, sino también el padre de Isabel. Adam conocía el dolor y el sufrimiento que se siente cuando se pierde a su padre.Las lágrimas de Isabel provenían de lo más profundo de su corazón y él no podía hacer nada más que abrazarla hasta que pasara la tormenta. Al principio trató de fijarse en los alrededores. El callejón era estrecho y olía a basura. Observó los edificios y los garajes, sabía que en uno de ellos se encontraba el coche de Pam Sommersby.
-Realmente no sé que ha pasado -dijo Adam. El dolor inundaba su corazón. Siempre había considerado a su padre como un héroe y Adam no estaba seguro de qué era peor, pensar que se había marchado para siempre o creer que de verdad era un traidor-. Pero te diré una cosa... solo hay dos posibilidades. O mi padre está vivo y es un traidor, o está muerto. -se aclaró la garganta y forzó una sonrisa-. Espero que tú tengas un final más feliz cuando encontremos a tu padre.-Oh, Adam. Lo siento mucho -sus ojos brillaban con empatía. Isabel se puso en pie y se sentó en su regazo. Suspiró y le rodeó el cuellos con los brazos.Apoyó la cabeza en su hombro y lo abrazó con fuerza. Era como si creyera que sujetándolo podría evitar que cayera en el oscuro abismo de sus sentimientos. Y para sorpresa de Adam... funicionó.&nbs
¿Cómo está Dominique? -preguntó Isabel para cambiar de tema. Dominique, la hermana de Isabel, estaba embarazada de seis meses y eso hacía muy feliz a toda la familia real.-Está bien -Josephine dio un suspiro-, Isabel, no he olvidado que no has contestado a mi pregunta. ¿Dónde estás?-No preguntes -contestó mientras oyó que Adam cerraba el grifo de la ducha-. Mamá, no puedo quedarme sentada esperando a que los demás encuentren a papá.-¿No estás haciendo ninguna tontería, verdad?Isabel miró a Adam. Salía vestido con un pantalon corto y de él emanaba un aroma de limpia masculinidad.-Por supuesto que no -contestó Isabel, y no se sorprendió al notar que tenía la boca seca.Nunca había visto un pecho tan fuerte salpiccado por la cantidad justa de ve
-Supongo -contestó él cada vez más enojado. Para él, no había manera de que ella no desentonara. La mujeres entraban y salían de la taberna, pero ninguna era tan guapa, sexy y atractiva como Isabel-. Empiezo a pensar que todo esto es un péridida de tiempo -dijo él.-Eso no es cierto -ella se echó hacia delante para acercarse a él-. Nos hemos enterado de lo de los Patriots, y antes no sabíamos de ellos.-Todavía no sabemos nadaacerca de ellos -susurró Adam-. Ben no ha encontrado ninguna información sobre ellos y ni siquiera sabemos si tienen algo que ver con el secuestro de tu padre -su tono era duro y ella se estremeció al ver el rencor que había en sus palabras. Al momento, él se arrepintió. Pasó una mano por sus cabellos para tranquilizarse y dijo-: Lo siento. No quería hablarte así. Maldita sea, estoy empezando a fr
Isabel notó que se le secaba la boca. Ella sí sabía lo que le gustaría hacer. Quería agarrarlo de la mano y volverlo a meter en la cama. Quería que la besara y que acariciara su cuerpo hasta que ella gimiera de deseo, y que después la poseyera.-¿Qué? -preguntó al fin.-Quiero salir de aquí. -ella lo miró confundida.-¿Qué quieres decir?-Necesito respirar un poco de aire que no sea el de esta habitación o el de esa apestosa taberna. ¿Por qué no nos vestimos, desayunamos y nos vamos al campo? Solo por un par de horas. ¿Qué te parece?De pronto, el ambiente se llenó de tensión.-De acuerdo -convino ella.Mientras se dechaba decidió que ir al campo era una buena idea. Seguramente, el tiempo que pasara fuera de aquella habitación y
-Y porque el país lo necesita -añadió Adam. Por algún motivo, a Isabel no le gustaron sus palabras.-El país no siempre es lo más importante -se apoyó en el respaldo y miró a Adam. Decidió que era el momento de preguntarle lo que quería saber desde hacía mucho tiempo-. ¿Hay alguna mujer en tu vida, Adam? ¿Alguien especial? -los ojos de Adam se oscurecieron, era imposible mirar en su interior.-No, no hay nadie especial. No busco a nadie especial -bebió un poco de agua y continuó-. Creo que a ese respecto soy como mi padre. Mi profesión es mi esposa, mi amante... mi vida.-¿Nunca te sientes solo? ¿Nunca tienes momentos en los que deseas que hubiera alguien que te conociera tan bien, yt te quisiera tanto que puediera averiguar tus pensamientos y compartir tus sueños secretos? -él estuvo callado durante un ins
-Vale -dijo al fin-. Haré o que pueda. Sé dónde se reúnen y cuándo. Ellos confían en mí. Puedo llevaros a ti y al hombre que finge ser tu esposo a una de sus reuniones. Los ojos de Isabel se llenaron de lágrimas. Lágrimas de agradecimiento. Estaban cerca... más cerca del éxito. -Gracias -le dijo a Pam. Pam asintió y se puso en pie, como si tuviera prima por marcharse. -Quedamos aquí el martes por la noche. Os llevaré a donde queréisir -dijo, y comenzó a caminar. -¿Pam? -Isabel la llamó. -la mujer rubia se volvió-. ¿Cómo supiste que era yo? -por primera vez Pam esbozó una sonrisa. -Tenía seis años cuando tú naciste. Probablemente te parezca una tontería, pero yo jugaba a que tú eras mi hermanita. He seguido toda tu vida, he leído todos los artículos acerca de ti y he visto todas las fotos que han publicado -dejó de sonreír-. Da igual, te reconocí en cuanto te vi. ¿He de preocuparme de qu