Capítulo 4

*Narración por Jorge Smith.

Moví las piernas desesperadamente y extendí bruscamente el brazo derecho.

-¡Ay! –Grité arrugando totalmente la cara del dolor.

-Cuidado, no lo muevas –me dijo la enfermera mientras me vendaba el brazo y trataba de inmovilizarlo. Lo presionó contra mi pecho. –debes mantenerlo así.

-¿Durante cuánto tiempo? –Pregunté imaginado que su respuesta sería tras unos minutos mientras realizaban alguna terapia.

-Tres meses, más o menos.

-¿Qué? ¡Eso es imposible! ¿Cómo voy a trabajar así? ¿Manejar el teclado de la computadora? ¿Atender a mis clientes?

-No podrás, por ello te mandarán reposo.

-¡Esto no puede estar sucediendo! Jamás pararé mis acciones laborales. Usaré el brazo izquierdo si es necesario –Lo pensé como opción, entendía que mi hueso estaba roto y el desespero me hacía actuar como un niño.

-Puedes irte -Me dijo el doctor luego de firmar la orden dándome de alta.

Fue un alivio. Era lo mejor que me había pasado luego de tres días internado en ese hospital, me pareció una eternidad. No había recibido visita y no sabía nada de mis pertenencias luego de ese accidente que apenas podía recordar.

-¿Y mi teléfono? ¿Dónde está mi auto? –Interrogué y enfermera me miró como si le estuviese formulando una pregunta de otro planeta.

-No lo sé, ni lo conozco a usted, entré de guardia anoche.

Me dirigí hacia el doctor interrumpiendo el tratamiento de otro paciente en la sala de emergencias.

-Doctor, usted me ha atendido desde que llegué ¿verdad? ¿Dónde colocaron mis cosas? ¿Y mi auto a qué taller lo llevaron?

-Jorge. Agradezca que usted está vivo y conserva sus extremidades completas. Un accidente como ese le pudo haber costado la vida –Me dijo con seriedad.

-¡Eso no responde a mis preguntas doctor! -Exclamé alterado. Recuerdo que el árbol detuvo la carrocería. ¿Al menos no tiene idea a donde lo llevaron para proceder a repararlo?

-Lo que me dijeron es que tuvieron que picarlo para sacarlo a usted. Quizá siga en el farallón o lo trasladaron a una tienda de chatarras –expresó el doctor con una sonrisa.

-No es gracioso, ¿sabes cuánto costó esa camioneta? Era nueva de agencia y apenas terminé de pagarla -Dije antes de retirarme. Caminado cojeando de un pie.

Asumí que mi teléfono se perdió igualmente por el aventón. Debía adquirir uno rápidamente e intentar recuperar los contactos.

Odiaba andar en taxi. Después del esfuerzo de conseguir un auto nuevo, aun no podía superar que lo había perdido. Pero sabía que solucionaría mi medio de transporte cuando llegara a la empresa, seguramente me prestarían uno entendiendo mi situación.

Le dije al chofer que me esperara en el frente de mi casa mientras me duchaba y me cambiaba. Debía ir al trabajo. Necesitaba organizar una reunión con los clientes nuevos para ofrecerle mis productos.

-Buenas tardes –expresé a la secretaria y comencé a saludar a todos en el edificio. La mayoría me miraban de manera extraña. Quizá era porque mi brazo lo tenía guindado de mi hombro, totalmente inmóvil y enyesado. Algunos quizá no sabían lo que me había pasado, otros probablemente se compadecían de mi accidente, pero no tocaban el tema hasta que mi jefe me llamó a su oficina.

-Jorge Smith, me alegro que te encuentres bien.

-Sí, yo también, y perdí el auto. ¿Podría mandar la requisición para que me consiguieran uno?

-Me sorprende verte aquí, pensé que te habían mandado reposo por varios meses –mi jefe me miró con seriedad y preocupación.

-Así dijo la enfermera, pero usted sabe que soy un hombre trabajador, no me voy a parar por un simple brazo inmóvil.

-Jorge –Mi Jefe colocó su brazo sobre mi espalda-. La empresa tiene sus políticas. Y no queremos multas por estar contras los requisitos médicos. No es un secreto lo tuyo, costeamos tus gastos con el seguro de aquí.

-¿A qué se refiere? -Pregunté para que fuera al grano de lo que me quería decir.

-No puedes seguir trabajando. Hasta que cumplas con tu reposo completo.

-No quiero alejarme de aquí –expresé con preocupación, ¿y qué haré todos estos meses? ¿Echarme en cama?

-Es lo que deberías.

Entendí que no podía convencerlo, aunque me sintiera bien, él solo seguía las órdenes de la compañía.

-¿Seguiré recibiendo el mismo sueldo? –Pregunté, rogando que la respuesta fuese afirmativa.

-Recuerda que tu buen pago es la suma de todos los contratos que logras hacer con los clientes en el mes. Así que, si no trabajas, se te transferirá solo el sueldo base, sin los bonos adicionales.

-¡Eso no me alcanzará para nada! ¡Señor Lauro tiene que hacer algo! ¡Yo necesito trabajar! –Le supliqué, igual no me sirvió para nada.

-Debes irte Jorge, toma reposo y descansa.

Se me imposibilitaba subir escaleras, de igual modo usaba el ascensor. Eso debía resolverlo, seis meses eran demasiado tiempo. Algo tenía que hacer, chantajear al doctor para que me quitara el reposo era una buena opción.

-Jorge Smith, por favor venga con nosotros –Me dijo un sujeto vestido de policía luego de cruzar la avenida.

Me impresioné, pero guardé la calma ya que me creía un hombre libre de errores hasta que otro intentó colocarme las esposas.

-¡Cuidado! ¡¿Que no vez que tengo el brazo enyesado? ¡Acabo de salir del hospital! -Grité sin guardar respeto a la autoridad.

-Coloque su brazo detrás del pecho por favor y quédese en silencio.

-¡¿A donde me llevan?! ¡Yo no he robado nada! -Dije con desesperación cuando introducían mi cuerpo en un auto policial. El forcejeo hacía que me doliera todo, entendí mi enfermedad y el porqué era necesario permanecer días en reposo.

****

*Narración por Andrea.

Un pañuelo llenaba su interior del contenido que expulsaba mi nariz cuando me la sonaba. No era una alergia. La secreción la producía mi llanto. Agradecía que mi amiga me tratara como a una hermana, de igual modo, mi sentimiento al percibir que caminaba hacia la miseria era devastador.

-¿Y entonces? ¿Te lograste traer todo lo que pudiste?

-No, me faltaron los muebles amiga, las mesas, la vajilla, las vitrinas, los demás artefactos eléctricos y el televisor. –Me coloqué las manos sobre la cabeza de la desesperación- ¡Todo lo habíamos comprado juntos!

-Con el dinero de él ¿cierto? –dijo mi amiga.

Yo sentada en el sofá de su casa, tomaba una taza de café cuando mi depresión seguía activa en mi cuerpo.

-Sí, y yo tenía que disfrutarlo toda la vida. Hasta que esa modelo se aprovechó de él. ¡Cuánto lo odio! ¡Cuánto los odio a los dos! –Exclamé con frustración.

-Te dijo que igual iba a dejarte, que no sentía amor hacia ti. ¿Ya eso lo sabías?

-¿Cómo voy a saberlo? Antes sí. Cuando me conoció bailando se obsesionó con mi belleza, es lo que me había hecho saber –le expliqué.

-Y últimamente ¿cómo la habían pasado? –Interrogó Estefany para adentrarse a nuestra relación.

-Él se iba mucho de viaje, apenas compartíamos cundo llegaba a casa. Extraño esos buenos momentos cuando salíamos a comprar cosas.

-¿Solo a comprar? –Estefany se puso seria- Veo que lo que más te interesaba era su posición económica.

-Por supuesto. –Afirme- Un hombre sin dinero no sirve para nada, de igual forma yo lo quería bastante. Él a mí quizá no, de lo contrario no me hubiese traicionado.

-Debes superarlo Andrea, echarle cabeza al asunto no vas a resolver nada. Olvida a ese Armando. Tienes 25 años, eres joven y bella, puedes conseguir algo mejor.

-¿Un hombre con más dinero? Es verdad, un hombre de negocio, que produzca –dije con la mente en el espacio imaginando al hombre perfecto.

-Que te ame Andrea. Que te quiera bastante y no te cambie por otra a los cinco años.

-Para que un hombre millonario se interese en mí, debería aparentar adinerada también, ¿verdad? -Dije sin prestar atención al comentario de Estefany- ¿Cómo conseguiré eso? Ir a fiestas ejecutivas con un traje elegante serviría. ¿Cómo haría para conseguir una invitación?

-Andrea –dijo mi amiga mientras recogía las tazas de café- Debes hacer algo por ti misma y no esperar a que un milagro se te aparezca para llenarte de fortuna. Conviértete en una mujer trabajadora, así como lo hago yo. Estoy sola, puedo mantener a mi hija y no me falta nada.

-Pero a mí me falta todo Estefany. No podré vivir contigo toda la vida y el pago que los padres me depositan para que le de clases a sus hijos no me alcanzaría para pagar ni el alquiler.

-No te voy a correr de aquí, y tu vida cambiaría sin consigues un mejor trabajo, tienes con qué.

Nuevamente mi amiga me aconsejaba que ejerciera la carrera que odiaba y había estudiado por obligación de mi padre. -Las mujeres no deberían trabajar, la biblia lo dice, el hombre es al que le corresponde llevar el pan a la casa- Dije en mis pensamientos sin superar que hacía días lo tenía todo y que mi fortuna volvería al recuperar nuevamente a mi hombre.

Alguna idea grandiosa se me tenía que ocurrir para que Armando volviera conmigo… ¿Y se le dijo que lo amo y que estoy embarazada?

Mi mano temblaba al tomar el celular. Estaba dispuesta a escribirle ese mensaje… Hasta que una llamada entrante me interrumpió…

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