¡Qué zorra!

Tessa

Mi trabajo no estaba resultando en lo absoluto fácil y comenzaba a considerar cobrarle a Cameron por horas.

A pesar de que el señor Dankworth me resultaba de lo más encantador. Era extraño porque mi esposo, no paró de advertirme lo difícil que era, el mal genio que se cargaba y lo tosco que me iba a resultar. Sin embargo, no me parecía nada de eso, todo lo contrario, me trataba con un afecto paternal que me parecía muy dulce.

El problema definitivamente no era él, sino las miradas feroces que me estaban dedicando el resto de las mujeres del lugar.

Si las miradas matasen, probablemente ya la habría palmado en cuanto puse un pie en ese sitio. Era obvio que creían que era sapo de otro pozo y pretendían sacarme de allí a punta de miradas asesinas y muecas de asco. Tenía que fingir que me daba igual, que no quería arrancarle las extensiones de un tirón. Prometí portarme bien.

Me sentía en medio del fuego cruzado, batallando por sacar con vida de un campo minado el empleo de mi espos
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