CameronNadie nos había dicho que sería fácil, y podíamos asegurar que no lo era. Pasaba la mayor parte de la noche despierto con la pequeña Nola para Tess lograse descansar, al menos un poco.Por lo general, era ella quien despertaba en cuanto la escuchaba lloriquear a través del monitor de bebes y de inmediato se levantaba como si tuviese una alarma interna, adherida que le decía que su pollita la necesitaba. La buscaba y le daba de comer. Luego yo la relevaba, una vez que estaba alimentada. La hacia eructar y le cambiaba el pañal, antes de mecerla en mis brazos hasta que se durmiese, cosa que podía ocurrir en treinta segundos o en dos horas.Era como un deporte extremo. ¿Dormiría tres horas de corrido? ¿No dormiría nada?Nadie lo sabía y eso me gustaba.Tina, nos tranquilizó, convenciéndonos de que pronto pasaría aquel ajetreo, que solo era cuestión de agarrarle el tranquillo a la rutina y en menos de un mes, nuestra preciosa bebé, estaría durmiendo más de cuatro horas. Me pregunta
CameronEstaba seguro de que mi expediente estaba siendo revisado por los decanos del bufete Royal Dankworth justo en ese instante y realmente esperaba ser su hombre. ¿Por qué no habría de serlo? Era joven, bien parecido, tenía hambre de logros y provenía de una de las familias más importantes del país.La verdad era que debía a fuerza tener hambre, a pesar de que teníamos probablemente una de las compañías de asesoría financiera más grandes del país, mi padre se había negado a contratarme cuando complete el curso de contabilidad y le dije que deseaba más que cualquier otra cosa convertirme en abogado tributario y formar parte de la junta para un día tomar las riendas como CEO de Hamilton Global.De hecho me había lanzado uno de sus discursos sobre que debía buscarme la vida y encallecerme en el mundo real. Zambullirme en los desafíos que proporcionaban una oficina pública tan grande como la defensoría publica, un lugar donde los abogados tomaban casos gratuitos por menos de cuarent
CameronEl miedo recorrió cada célula de mi cuerpo y contuve el aliento, al percibir que venía una nueva oleada de cólera. Casi podía jurar que la vena de la frente de Nicole, estaba a punto de estallar y no estaba equivocado, solo bastó que dejase escapar un ligero gemido para que chillase nuevamente, haciéndome encoger en mi sitio de puro pánico.La había citado por sorpresa a almorzar a un bonito restaurante italiano al que solíamos ir cuando ambos íbamos a la escuela. Me pareció una idea genial, apelar a su lado más nostálgico, recordar ese momento en el que no podíamos separarnos el uno del otro.No obstante, decir que era una pésima idea se quedaba corto.En cuanto entró al lugar, miró hacia todos lados con repulsión y solo basto que se sentase para comenzar a mirar compulsivamente el reloj de oro y diamantes que le había regalado su padre por su cumpleaños.Cuando llegó el champán que pedí, las cosas no mejoraron, porque me recordó nada amablemente que no le gustaba el sabor de
TessaMi abuela siempre me decía que una pequeña decisión tomada en el momento equivocado puede poner tu vida de cabeza. Lo que no me resultaba un problema porque por lo general mi vida era un constante vivir patas arriba.Sin embargo, el día que recibimos la llamada de un abogado que me buscaba para tirarme por la cabeza los veinticinco mil dólares que Boch, el donante de esperma que me engendró. Comenzó una verdadera pesadilla, de esas que comienzan como un sueño maravilloso y terminan siendo un buen fiasco.Era más de lo que había tenido todo junto en los diecinueve años de vida que llevaba. El charlatán que llegó con dos cheques bajo el brazo nos dijo que mi papá nos había dejado todo lo que tenía a mi abuela, su madre y a mí. Aunque no era mucho, tampoco compensaba que me hubiese dejado a los dos años al cuidado de mi abuela por unas horas para no volver jamás, pero de todas formas lo tomamos. Necesitábamos la pasta para pagar la renta, comprar comida y los medicamentes. Mi Nona
Tessa Quien había dicho que las Vegas era la ciudad del pecado, no se equivocaba. No importaba hacia donde miráramos, donde fuese que estuviésemos viendo había descontrol y exceso. Un completo desastre. Bianca realizo una mueca de asco, cuando pasamos junto a una chica que se frotaba contra un tipo que apenas si podía mantenerse en pie. Estaba alucinando, todos estaban pedo, y si no lo estaban, se acercaban demasiado. —Debo ir a buscar a Carter. —Gritó Bianca sobre la música para que la escuchase. —Si no lo encuentro, podemos despedirnos de conseguir el dinero para la casa que quieres comprarle a tu Nona y habremos perdido el dinero de los pasajes, el hotel, la ropa. —¡Iré contigo! —Me acerqué a su oído para que me escuchase, pero ella negó con la cabeza. —No, es mejor que te vayas con el tal Cameron, si Carter te ve y sabe por casualidad quién eres, no querrá saber nada con darnos un pase. Va huir despavorido. —Psss… —Agité la mano restándole importancia. —Nadie me conoce por a
TessaEra un sueño hermoso. Mi Nona estaba arreglando el jardín con un vestido vaporoso de color celeste y llevaba uno de esos sombreros de paja. Estaba realmente sonriente, de hecho creo que nunca la había visto tan feliz en mi vida. Se movía como una experta entre las rosas y las margaritas, mientras quitaba las malas hierbas. Me senté en el pórtico disfrutando del cielo azul, la briza cálida y las nubes que se movían lentamente como algodones de azúcar flotantes. Aquello era el paraíso, lo que siempre había soñado para mi abuela y para mí. Ella era lo más importante, ni siquiera tenía la obligación de cuidarme, pero aun así no lo pensó cuando llegó el momento. Era hora de devolverle algo de todo eso. Bajé las escalerillas y ella alzó la vista sonriente, agitando su mano en forma de saludo. Entonces… El cielo se oscureció de pronto y los truenos lo desgarraron, abriéndolo a la mitad. La tierra comenzó a temblar, abriéndose por la mitad. —¡Tessi! —Gritó mi Nona, extendiendo su
TessaMe apoyé en la pared de acero cromado del elevador que nos llevaba al casino solo para obtener la sensación refrescante. Cuando logré regresar a la habitación de hotel, ya era tarde. Por suerte había logrado hablar con Bianca que ya tenía un cambio de ropa listo para que me quitase los harapos sucios que llevaba. Aunque por desgracia no tuve tiempo de ducharme y tenía el aspecto de alguien que ha atravesado el infierno a rastras o algo por el estilo.—No te ves tan mal. —Dijo Bianca, sin dejar de mirar hacia el frente, mientras yo me colocaba los anteojos de sol.—¿De veras? —Sonreí entre dientes. —No mientas, debo verme horrible. Di la verdad.—Si insistes. —Hizo una mueca para no romper a reír a carcajadas. —Parece que has salido a rastras de una hormigonera, encendida. —¡Oh, bueno! Justo así es como me siento. —Ambas comenzamos a reír.Bianca se secó un par de lágrimas.—Joder, Tess. Sabías que era un día muy importante y me prometiste que no ibas a ponerte pedo.—No, para s
TessaA medida que pasaban las horas, la cara de Bianca comenzó a mutar de confiada a bastante hostil. Ella esperaba una masacre; sin embargo, había hecho pocos progresos. No obtuve ninguna victoria considerable y varias veces me vi obligada a retirarme. Puede que fuese la resaca o que eran realmente buenos.Como fuese, eran huesos difíciles de roer.Por suerte, pasadas las seis de la tarde, las cosas comenzaron a mejorar, gracias a mi amiga que se iluminó y comenzó a pedir un Martini tras otro, pasándome la copa cada pocos minutos.En el momento que me la pasó por primera vez, me negué, pero ella se tocó ligeramente la nariz, una señal clara que pasó inadvertida para los demás. Eso me bastó para entender que quería se fingiese tomar y así lo hice. Después de la quinta copa, todos comenzaron a relajarse, sintiendo que en la mesa había un jugador al que podrían desplumar fácilmente y se unieron en esa causa.A esas alturas ya estaba roja, ellos creían que era por el alcohol, aunque en