Cameron
El miedo recorrió cada célula de mi cuerpo y contuve el aliento, al percibir que venía una nueva oleada de cólera. Casi podía jurar que la vena de la frente de Nicole, estaba a punto de estallar y no estaba equivocado, solo bastó que dejase escapar un ligero gemido para que chillase nuevamente, haciéndome encoger en mi sitio de puro pánico.
La había citado por sorpresa a almorzar a un bonito restaurante italiano al que solíamos ir cuando ambos íbamos a la escuela. Me pareció una idea genial, apelar a su lado más nostálgico, recordar ese momento en el que no podíamos separarnos el uno del otro.
No obstante, decir que era una pésima idea se quedaba corto.
En cuanto entró al lugar, miró hacia todos lados con repulsión y solo basto que se sentase para comenzar a mirar compulsivamente el reloj de oro y diamantes que le había regalado su padre por su cumpleaños.
Cuando llegó el champán que pedí, las cosas no mejoraron, porque me recordó nada amablemente que no le gustaba el sabor del que había ordenado.
Sin embargo, estalló de forma salvaje cuando saqué el anillo de oro blanco con un delicado diamante rosa que compré en un rapto de romanticismo frenético de camino a nuestra cita. Anillo en el que había invertido todos mis ahorros.
Lo que Landon me dijo, no hizo otra cosa que avivar los deseos de terminar con esa espera interminable. Le veía mucha razón, ¿Por qué esperar? Nos amábamos y queríamos compartir nuestra vida, todo lo demás era circunstancial.
—¡¿Es qué te volviste completamente loco?! —Me eché hacia atrás cuando el alarido que acababa de dar mi prometida, me perforó el tímpano. —No… Ya sé, no te volviste loco… —Hizo una pausa para respirar y sacudió frenéticamente su dedo índice en el aire. —¿Te drogaron? ¿Es eso? He escuchado que lo hacen en muchas empresas como una forma de estúpida iniciación, sí debe ser eso… Te drogaron. —Repitió como una desquiciada.
Solté el aire lentamente antes de comenzar a hablar.
Bueno, podía entenderla, tenía que hacerlo. Aquello no era justamente la boda soñada que imaginamos desde que salimos de la escuela, la boda que planeábamos cada sábado por la noche en mi cuarto de la fraternidad durante la universidad.
No iba a ser una enorme boda con dos ciento cincuenta invitados, seis damas de honor, un pastel de ocho pisos, ni tampoco tendría probablemente el vestido de sus sueños, diseñado a medida por Vera Wang. Sin embargo, ni en mis peores pronósticos, imaginé que se volvería completamente loca en cuanto le dijese que quizás sería romántico hacer una escapada de fin de semana a Las Vegas. ¿Y por qué, no? Casarnos.
Puede que fuese un completo idiota, pero hasta incluso creí que de inmediato se lanzaría en mis brazos, radiante de alegría, cuando le confesase que no quería esperar ni un minuto más para hacerla mi esposa. Después de todo, no necesitábamos ninguna de esas cosas con las que ella soñaba para ser completamente felices. Nos teníamos el uno al otro y para mí eso era suficiente. Aunque aparentemente para ella, no lo era.
—No me drogaron. —Dije haciendo acopio de todo el autocontrol que tenía. Estaba bastante decepcionado con su reacción para ser completamente sincero. —Solo pensé que te gustaría la idea. —Miré los boletos que tenía en la mano bajo la mesa y me sentí un completo imbécil. Un pardillo, lo que era irónico, porque nunca antes me había sentido de ese modo. No obstante, desde la entrevista de trabajo, no podía dejar de sentirme como uno de los más grandes pardillos de la historia. —No sé, supuse que te gustaría saber que no puedo esperar un solo minuto para comenzar a compartir la vida contigo.
Nicole entrecerró los ojos, suspicaz.
—Sin mencionar que te lo pidieron en el bufete donde fuiste a realizar la entrevista, como condición para darte el maldito trabajo. —Dijo con su tono más borde.
Un camarero se acercó por detrás de ella, aferrando un menú contra su pecho, pero meneé la cabeza, esperando que entendiese que no era un buen momento.
Suspiré aliviado al verlo darse la vuelta.
—Sí, lo sugirieron. —Me sinceré. —Es verdad, pero no por eso mi deseo de casarme contigo en menos legítimo, realmente lo deseo.
Intenté tomarle la mano y ella la retiró, para cruzarse de brazos.
—Sí, ya. —Bufó. —Lo que no entiendo es porque debemos sacrificar todo lo que hemos soñado durante tanto tiempo porque estás encaprichado en no firmar el cambio que hizo tu padre en el fideicomiso. —Abrí la boca para replicar, aunque no tuve la oportunidad. —Déjame terminar. —Me pidió. —Mira, sabes bien que yo siempre te he apoyado en todo lo que te has propuesto, a pesar de que mis padres han recomendado en muchas ocasiones que te abandone, porque se hace bastante claro que una relación que lleva más de nueve años, sin planes de pisar un altar es una perdida completa de tiempo. —Respiró pesadamente y en ese momento supe que diría lo que me temía desde hacía meses. —Cam, te amo. —A pesar de haberme dicho que me amaba, su tono era apagado y distante.
—Pero… —Tragué, saliva con fuerza.
—Creo que hemos llegado a un callejón sin salida con respecto a nuestra relación.
—Ese texto lo redactó tu madre. —Lancé mordaz, la conversación estaba dando rápidamente un giro inesperado.
—No, Cameron. Mamá no me está susurrando al oído lo que estoy a punto de decirte. —Allí estaba, el puñal que me clavaría hasta lo más profundo. —Tampoco es la villana que está en tu contra. Mis padres solo quieren lo mejor para ambos. —Claro, eso era justo lo que ocurría. —Y al igual que yo. Piensan que deberías firmar los cambios del fideicomiso, de esa forma recibirías medio millón de forma semanal al igual que tu hermano. Con eso podríamos realizar la boda que soñamos, comprar una casa, buscar un bebé. ¿No te gustaría eso, Cam? —Preguntó, Nicol, metiendo su dedo en la herida. —Dime, ¿Qué son ochenta mil al año contra eso? ¿Un Aston Martin? Nada de eso puede competir contra lo que te ofrece tu padre. Ya te dejó claro que no te quiere como alto ejecutivo hasta que él lo decida, entonces, ¿por qué sería tan malo disfrutar de su fortuna? Deberías dejar de ser tan infantil.
Una carcajada amarga escapó de mis labios.
—¿Qué tiene de malo? —Me froté la frente, frustrado. —Tiene mucho de malo, a decir verdad. Porque si permito que le entregue acciones con opción de voto a cada una de sus amantes, en poco tiempo no nos va a quedar nada. Ni fortuna que disfrutar, ni compañía, ni nada. —Ella rodó los ojos. — Además, la bruja adicta al poder de su nueva novia, lo convenció de que la nombre directora general en caso de que él enferme. No voy a firmar nuestra sentencia de muerte por medio millón a la semana, si siquiera por diez. —Respiré agitadamente, aunque ella no se dio por aludida. Todo lo contrario volvió a atacar sin darme tregua.
—Entonces, acepta que papá te busque un mejor empleo. —Aguijoneo.
Llevé la copa a mis labios y me la tomé de un solo trago. Ya que había pagado por ella la bebería y diría todo lo que estaba guardando desde hacía años.
—¡No voy a aceptar los favores de tu padre o de los corruptos de sus amigos! —Estallé en un breve momento de valentía y de inmediato me di cuenta de lo que acababa de decir. Aunque ya era tarde para retractarme.
Nicole ahogó un gemido, llevándose la mano a la boca.
—¿Es eso lo que piensas de mi familia? —Me quedé mudo, no podía replicar porque aún no podía creer que hubiese dicho lo que pensaba desde hacía tanto tiempo.
Y a pesar de que racionalmente sabía que lo mejor era disculparme y fingir demencia, volví a atacar.
—Nicole, por favor. —Me sentía a la defensiva y ella también. —No seas hipócrita, yo sé de muy buena fuente que la opinión dominante de tu familia con respecto a mi persona, es que soy un perdedor que no puede ofrecerle un puto departamento a su hija.
Ella apretó los labios en una fina línea.
—Es posible, Cameron, no puedo mentirte que se mencionó en un par de ocasiones que no eres el hombre que desean para mí.
—¿Tú crees eso?
—En este punto, considero que debo ser realista y no dejarme llevar por mis sentimientos. Supongo que eres absolutamente capaz, brillante y talentoso. Sin embargo, en el preciso momento en el que te veo despreciar medio millón sin siquiera pensarlo, bueno… —Hizo una pausa. —Es evidente que careces de ambición y no puedo seguir con un hombre que no desea tener más que esto. Vivir del día a día con trabajos mediocres porque se considera moralmente muy superior al resto. —Parpadee varias veces sin dar crédito a lo que escuchaba.
—¿Eso qué significa? —Le pregunté, sintiendo que la tierra se abría bajo mis pies y era repentinamente succionado.
—Esto es un ultimátum, Cameron. —Me dijo tranquilamente. —Tienes hasta el martes para saber qué es lo que harás. Mientras tanto, solo espero que no me llames, ni intentes contactarme porque no te atenderé.
—¿Me estás terminando? —Pregunté sin poderme creer que la cita planeada para invitarla a una escapada a Las Vegas se hubiese convertido rápidamente en la oportunidad perfecta para abandonarme. —¿Hay alguien más? —La idea de que su familia tenía un prospecto, “más ambicioso”. Resonó con fuerza en mi mente.
¿Ella estaría de acuerdo en contemplar opciones?
Esa idea me ofendía muchísimo porque yo nunca hubiese pensado en estar con alguien más que no fuese ella.
Fuese lo que fuese que iba a decir, su largo silencio, me dio a entender que estaba dispuesta en ese momento a ponerlo todo sobre la mesa y quizás a ver qué tal el mercado, ya que evidentemente mis acciones se habían desplomado de un momento a otro.
—En lo que a mí respecta, tú estás por tu lado y yo por el mío. —Fue tajante. —A menos que de aquí al martes recapacites. Si no es así, no te molestes en volver a llamarme por favor. Lo siento, Cam. —Se levantó y tomó su bolso. —Es mi última palabra. —Me dio un beso en la coronilla y salió del lugar sin voltearse a mirar.
TessaMi abuela siempre me decía que una pequeña decisión tomada en el momento equivocado puede poner tu vida de cabeza. Lo que no me resultaba un problema porque por lo general mi vida era un constante vivir patas arriba.Sin embargo, el día que recibimos la llamada de un abogado que me buscaba para tirarme por la cabeza los veinticinco mil dólares que Boch, el donante de esperma que me engendró. Comenzó una verdadera pesadilla, de esas que comienzan como un sueño maravilloso y terminan siendo un buen fiasco.Era más de lo que había tenido todo junto en los diecinueve años de vida que llevaba. El charlatán que llegó con dos cheques bajo el brazo nos dijo que mi papá nos había dejado todo lo que tenía a mi abuela, su madre y a mí. Aunque no era mucho, tampoco compensaba que me hubiese dejado a los dos años al cuidado de mi abuela por unas horas para no volver jamás, pero de todas formas lo tomamos. Necesitábamos la pasta para pagar la renta, comprar comida y los medicamentes. Mi Nona
Tessa Quien había dicho que las Vegas era la ciudad del pecado, no se equivocaba. No importaba hacia donde miráramos, donde fuese que estuviésemos viendo había descontrol y exceso. Un completo desastre. Bianca realizo una mueca de asco, cuando pasamos junto a una chica que se frotaba contra un tipo que apenas si podía mantenerse en pie. Estaba alucinando, todos estaban pedo, y si no lo estaban, se acercaban demasiado. —Debo ir a buscar a Carter. —Gritó Bianca sobre la música para que la escuchase. —Si no lo encuentro, podemos despedirnos de conseguir el dinero para la casa que quieres comprarle a tu Nona y habremos perdido el dinero de los pasajes, el hotel, la ropa. —¡Iré contigo! —Me acerqué a su oído para que me escuchase, pero ella negó con la cabeza. —No, es mejor que te vayas con el tal Cameron, si Carter te ve y sabe por casualidad quién eres, no querrá saber nada con darnos un pase. Va huir despavorido. —Psss… —Agité la mano restándole importancia. —Nadie me conoce por a
TessaEra un sueño hermoso. Mi Nona estaba arreglando el jardín con un vestido vaporoso de color celeste y llevaba uno de esos sombreros de paja. Estaba realmente sonriente, de hecho creo que nunca la había visto tan feliz en mi vida. Se movía como una experta entre las rosas y las margaritas, mientras quitaba las malas hierbas. Me senté en el pórtico disfrutando del cielo azul, la briza cálida y las nubes que se movían lentamente como algodones de azúcar flotantes. Aquello era el paraíso, lo que siempre había soñado para mi abuela y para mí. Ella era lo más importante, ni siquiera tenía la obligación de cuidarme, pero aun así no lo pensó cuando llegó el momento. Era hora de devolverle algo de todo eso. Bajé las escalerillas y ella alzó la vista sonriente, agitando su mano en forma de saludo. Entonces… El cielo se oscureció de pronto y los truenos lo desgarraron, abriéndolo a la mitad. La tierra comenzó a temblar, abriéndose por la mitad. —¡Tessi! —Gritó mi Nona, extendiendo su
TessaMe apoyé en la pared de acero cromado del elevador que nos llevaba al casino solo para obtener la sensación refrescante. Cuando logré regresar a la habitación de hotel, ya era tarde. Por suerte había logrado hablar con Bianca que ya tenía un cambio de ropa listo para que me quitase los harapos sucios que llevaba. Aunque por desgracia no tuve tiempo de ducharme y tenía el aspecto de alguien que ha atravesado el infierno a rastras o algo por el estilo.—No te ves tan mal. —Dijo Bianca, sin dejar de mirar hacia el frente, mientras yo me colocaba los anteojos de sol.—¿De veras? —Sonreí entre dientes. —No mientas, debo verme horrible. Di la verdad.—Si insistes. —Hizo una mueca para no romper a reír a carcajadas. —Parece que has salido a rastras de una hormigonera, encendida. —¡Oh, bueno! Justo así es como me siento. —Ambas comenzamos a reír.Bianca se secó un par de lágrimas.—Joder, Tess. Sabías que era un día muy importante y me prometiste que no ibas a ponerte pedo.—No, para s
TessaA medida que pasaban las horas, la cara de Bianca comenzó a mutar de confiada a bastante hostil. Ella esperaba una masacre; sin embargo, había hecho pocos progresos. No obtuve ninguna victoria considerable y varias veces me vi obligada a retirarme. Puede que fuese la resaca o que eran realmente buenos.Como fuese, eran huesos difíciles de roer.Por suerte, pasadas las seis de la tarde, las cosas comenzaron a mejorar, gracias a mi amiga que se iluminó y comenzó a pedir un Martini tras otro, pasándome la copa cada pocos minutos.En el momento que me la pasó por primera vez, me negué, pero ella se tocó ligeramente la nariz, una señal clara que pasó inadvertida para los demás. Eso me bastó para entender que quería se fingiese tomar y así lo hice. Después de la quinta copa, todos comenzaron a relajarse, sintiendo que en la mesa había un jugador al que podrían desplumar fácilmente y se unieron en esa causa.A esas alturas ya estaba roja, ellos creían que era por el alcohol, aunque en
TessaMe encontraba en aquella celda de la jefatura de Sierra Vista, desde las diez de la noche, cuando había sido atrapada infraganti en la sala de juegos en la que obviamente no solo se jugaba cartas, si no que se realizaban pequeños intercambios. ¡De droga!Iba a matar a Bianca, internamente estaba imaginando formas horribles de matarla.—¿Y mi dinero? —Apreté el rostro contra la reja para llamar la atención de un par policías que pasaban por allí con un café en la mano. Uno de ellos me miró con los ojos encendidos, al tiempo que lanzaba un gruñido mostrándome los dientes. —Vale, vale…Entiendo, no me van a devolver el dinero, pero al menos déjenme hacer la llamada que dicen mis derechos. —Comencé a subir el tono. —¡Déjenme hacer a la llamada! —Me di la vuelta para ver a mi coleguita de jaula. —¿Lo de la llamada es verdad o es solo de esas cosas que dicen en las pelis? —Su respuesta fue un ronquido. —Genial, gracias por tu apoyo desinteresado. —No me iba a dar por vencida. —¡Quiero
Tessa RECIEN CASADOS. Eso éramos, un par de recién casados y no es que fuese una chica que planificaba su boda desde la infancia. Pero hasta para alguien tan sínica como yo, todo aquello era decepcionante, y me provocaba sentir que mi corazoncito era estrujado como una servilleta de papel sucia e inservible, para luego ser arrojado a la basura. Había una limusina esperándonos a las afueras de la estación, sí era una limusina. Aunque por supuesto no había nada de carteles de recién casados, guirnaldas de latas, ni flores. Además sospechaba que mi esposo me odiaba. Lo que significaba que mi primer matrimonio estaba destinado a ser un fiasco que terminaría en divorcio, como era de esperarse. Nada de manteles borgoña, bodas de otoño, pasteles de cinco pisos o un novio que llorase al verme, mientras caminaba hacia él por el pasillo, como en todas las comedias románticas que veía con mi abue, los sábados por la noche, mientras comíamos algún dulce que ella misma hubiese preparado. Debía
CameronMiré a Tessa por el rabillo del ojo, estremecerse como si lo que estuviese viendo fuese una película de terror, miraba fijamente la pantalla y su semblante mutaba del pánico a la sorpresa.Yo tampoco estaba demasiado feliz por lo ocurrido, pero aun así no podía evitar sentir una punzada en el pecho de resentimiento por su horrorizada expresión al ver cómo nos habíamos casado. ¿Tanto me despreciaba?Me llevé nuevamente el vaso con bourbon a los labios. ¿Qué cojones iba a hacer? ¿En qué lio me había metido?Tessa, era una fierecilla indomable, que me sacaba de mis casillas todo el tiempo, no paraba de hablar, sin embargo era ocurrente y transparente. No recordaba cuando había sido la última vez que me había reído tanto o disfrutado como cuando tuve el placer de jugar con ella en el auto.Era muy fácil leerla, sabía exactamente lo que pensaba a cada segundo.Lo que dije sobre que era condenadamente sexy, era verdad. Quizás no fuese la chica a la que hubiese volteado a ver en cir