Cameron
Estaba seguro de que mi expediente estaba siendo revisado por los decanos del bufete Royal Dankworth justo en ese instante y realmente esperaba ser su hombre. ¿Por qué no habría de serlo? Era joven, bien parecido, tenía hambre de logros y provenía de una de las familias más importantes del país.
La verdad era que debía a fuerza tener hambre, a pesar de que teníamos probablemente una de las compañías de asesoría financiera más grandes del país, mi padre se había negado a contratarme cuando complete el curso de contabilidad y le dije que deseaba más que cualquier otra cosa convertirme en abogado tributario y formar parte de la junta para un día tomar las riendas como CEO de Hamilton Global.
De hecho me había lanzado uno de sus discursos sobre que debía buscarme la vida y encallecerme en el mundo real. Zambullirme en los desafíos que proporcionaban una oficina pública tan grande como la defensoría publica, un lugar donde los abogados tomaban casos gratuitos por menos de cuarenta mil dólares al año.
¡A la m****a con mi padre! No había estudiado para eso en una de las mejores universidades de derecho, ni tampoco era lo que esperaba de mí, Nicole o su familia.
Nicole era mi novia desde la escuela, luego de terminar la universidad, habíamos coqueteado varias veces con la idea de comprometernos, pero la verdad era que en la posición en la que estaba no tenía mucho que ofrecerle, cosa con la que estaban de acuerdo sus padres; el gran congresista Acher y distinguida esposa.
Esa era una de las grandes razones por las cuales estaba allí, junto a otros cinco postulantes con trajes nuevos, corte de cabello impecable. Nos observábamos de tanto en tanto lanzándonos miradas de odio. Solo había un puesto, por lo que cinco de nosotros se irían a casa con las manos vacías.
El móvil comenzó a sonar en la chaqueta de una forma tan insistente que los que estaban sentados a mi lado comenzaron a mirarme raro. Negué con la cabeza con una sonrisa condescendiente, antes de mirar de quien se trataba.
Era Nicole, claro, ¿quién más podría ser? Por lo que supe que no tenía otra opción que atender de inmediato o iba a estar en serios problemas.
—Al fin…—Bufó contra el auricular. —Estoy muy ocupada, tengo que entregar las notas a papá para las diez y voy atrasada.
Nicole trabajaba con su padre, organizando asambleas que a nadie le importaban.
—Tú me llamaste. —Le recordé en voz baja. —Estoy esperando para la entrevista en el bufete del que hablamos, ¿lo recuerdas?
—Sí, ya. Lo que quiero decir es que solo tengo un minuto. —Hizo una pausa, antes de suspirar. La señal de que la había puesto de mal humor. —Claro, lo recuerdo, sobre todo recuerdo que pagaban ochenta mil dólares anuales. Suena prometedor, espero que lo consigas, estoy cansada de estar todo el día de aquí para allá haciendo recados a mi padre. —Hizo una pausa eterna, durante la cual la imaginé mordiéndose el carrillo, debatiéndose entre si decirme o no lo que estaba pensando. Por lo que carraspee para animarla. —Aunque para ser sincera, me parece basura que estés buscando trabajo, cuando tu hermano recibe medio millón de dólares a la semana. Con eso podríamos casarnos, Cam.
Suspiré profundamente.
—Sí lo hace, pero le cedió a mi padre un porcentaje de sus acciones con derecho a voto, cosa que yo nunca haré.
—Ya lo sé cariño, solo que me gustaría casarme contigo cuanto antes.
Nicole, no aspiraba a demasiadas cosas en el mundo, excepto a conseguir un marido rico, que le permitiese ir de compras tan a menudo como desease con su madre e ir al club a diario a pasar las tardes. Por desgracia yo no era ese hombre por el momento, aunque esperaba poder serlo. Ella era el amor de mi vida. Solo quería hacerla feliz, amanecer con ella entre mis brazos y quien sabe en un par de años tener un par de niños.
Sonreí bobamente ante la idea.
—Yo también. —Convine. —Es un gran detalle que llamases para desearme éxito.
—Sí, claro, pero no llamaba por eso. —La imaginé mordiéndose nuevamente el labio de forma nerviosa. —Te llamaba porque el martes es el cumpleaños de mamá y nos espera a cenar en el club con ellos, a las siete. —Su madre no me gustaba, ni un poco, aunque no dije nada. —Necesito que vayas vestido de manera formal, ya sabes chaqueta y corbata. Puedes usar esa que te regalé hace dos meses, la que compre en Zegna.
—Ya. —Le dije cada vez de peor humor, aquello me sonaba a que era una de esas encerronas tenaces a las que me sometían una vez cada seis meses para ver si podían encarrilarme, haciéndome entrar en el bufete de dudosa integridad de un amigo, o como alcahuete de algún político. Porque al igual que mi propio padre no me creían a la altura para sentarme a la mesa y al igual que él intentaban manipularme a su antojo.
Y para ser completamente sincero a pesar de que la amaba con locura, estaba cansado de que me obligase a comer con sus padres o que me ordenase sobre cómo debía o no vestir.
—Cam…—Me llamó con dulzura. —Es importante para mí, no lo arruines. —Me advirtió. —Te amo y suerte. Debo irme, por la noche llámame para contarme que tal te ha ido. —Dijo, antes de cortarme.
Coloqué el móvil en la chaqueta nuevamente, no sin antes colocarlo en silencio, para no tener ningún momento incomodo en la entrevista.
Una joven rubia de unos veinticinco años, abrió la puerta del despacho del decano y nos miró por encima de la montura de sus anteojos.
—Cameron Hamilton. —Me llamó, me levanté de inmediato ante la mirada de sorpresa de mis competidores, probablemente todos ellos habían oído hablar de Hamilton Global. Ignoré sus murmullos y me acerqué a ella, que me observaba con una sonrisa radiante. —El señor Griffin y el resto de socios decanos lo esperan en la sala de conferencias. —Me señaló con la mano la sala y al entrar vi a Landon Griffind levantarse, abrochándose la chaqueta con una sonrisa radiante.
—Tú debes ser, Cameron Hamilton. —Me estrechó la mano con fuerza, gesto que le devolví con firmeza para proyectar toda la confianza posible. —Es un verdadero gusto conocerte, Cam. ¿Puedo llamarte, Cam, verdad? —Me tomó del hombro y me llevó hasta la silla frente a la mesa donde se encontraban sentados, observándome con atención el resto de los decanos.
—Por supuesto. —Le dije más efusivamente de lo que pretendía, antes de sentarme.
Por lo que a mí respectaba, podía llamarme Tobi o Parker o como se le antojase, si es que consideraba contratarme. Todos parecían estar bastante animados, me ofrecieron café y agua, cosa que hubiese aceptado porque sentía la garganta terriblemente seca, pero necesitaba que fuésemos al grano, necesitaba una respuesta.
Landon ocupó el lugar que le correspondía junto a sus colegas, se inclinó sobre la mesa y apoyó los codos sobre la madera resplandeciente con una sonrisa radiante. Imaginé que era él quien estaba allí para dirigir la charla que definiría mi destino.
—Eres enorme, Cam. Realmente me sorprendió eso de ti. —Dijo alegremente. —Incluso di un vistazo cuando llegué y pude notar que tus compañeros estaban ciertamente intimidados. —Miró una de las hojas impresas donde se reflejaba todo lo que era en letra pulcra, pequeña y doble espaciado. —Aquí dice que jugaste al fútbol, creo que eso explica mucho. ¿Por qué decidiste ser un atleta? Digo, sabemos que eres un posible sucesor de Callum Hamilton. Cualquiera pensaría que no necesitabas de nada de eso para conseguir plaza en la universidad que deseases.
—En mi familia siempre se ha esperado que sea el mejor y era el mejor jugando al fútbol, tanto así que me ofrecieron una beca para estudiar en una de las mejores universidades del país. Por lo que no podía dejar pasar ser el Quarebat de mi equipo, el mejor de la escuela y el prospecto para la universidad que se esperaba para mí. Las expectativas de mi familia no se cumplen con tanta liviandad. —Todos rieron, quizás hubiesen reído aún más si les hubiese dicho que esa exigencia solo aplicaba para el hermano mayor.
—Asombroso y tus notas eran excepcionales.
—No podía ser menos que el mejor. —Convine y ellos sonrieron.
—¿Por qué Contabilidad tributaria e impuestos?
—Porque dicen que es donde se puede hacer realmente dinero y para ser completamente franco, creí que mi padre me consideraría para el puesto de director de operaciones de Hamilton Global. —Me llevé la mano a la boca para fingir que aquello era confidencial. —Spoiler; no me consideraron para el puesto, la familia puede ser un grano en el trasero, supongo. —Dije con franqueza y se echaron a reír, inclinándose hacia atrás.
—¿Quién te dijo eso de que aquí se hace el verdadero dinero?—Preguntó Landon.
—Qué mas da, quien se lo haya dicho, no le mintió. —Sonrío uno de los decanos y supe que los tenia justo donde deseaba.
Los cuatro hombres que estaban frente a mí, con trajes de dos mil dólares, se quedaron mirándome expectantes, esperando que hiciese la gran pregunta, el quit de la cuestión, lo que todo abogado ambicioso quería saber.
—Cuando me llamaron, mencionaron que tendría un magnifico sueldo de ser elegido, ¿Cuánto? —Pregunté sin rodeos.
Se miraron ligeramente durante un largo minuto y finalmente, Landon, habló.
—El primer año tendrás un sueldo base de noventa y cinco mil dólares al año. Membrecía gratuita al club y te ofrecemos un Aston Martin, que nadie ha rechazado hasta la fecha. —Ellos rieron como si fuese un cascarillo interno que solo yo no conocía. —El segundo año, si todo sale como esperamos, recibirás cien mil dólares anuales, más primas y un piso corporativo. —Me sostuve de la silla tan fuerte como pude, era todo lo que soñaba y más.
—Eso…
—Es increíble. —Asintió, Landon.
—Lo es. —Murmuré.
Iba a poder pedirle matrimonio a Nicole, restregarle el Aston Martin a mi hermano y mi padre, reírme de mis suegros.
Landon me miró seriamente.
—Voy a ser sincero, Cam. Eres nuestro candidato de base. Nos gustaste desde que vimos tu fotografía en la carpeta, tu escritura es impecable.
—Gracias, soy muy detallista en investigación. —No lo era, pero lo intentaba.
—Muchos de mis colegas tenían ciertos recaudos porque eres un hombre que cuenta con un fideicomiso que puede amedrentar hasta los mejores pagos de la firma.
—Para ser sinceros creímos que serías uno de esos herederos soberbios que matan su tiempo, fumando mota. —Lancé una carcajada.
—Creo que estás hablando de mi hermano. —Todos se mostraron divertidos y pensé que los tenía comiendo de la palma de mi mano.
—Ya creo que sí. Imagina nuestra sorpresa cuando nos informaron que no bebes, no se te ha visto nunca en un bar de stripers, casi no tienes amigos y la misma novia desde la escuela. Joder, si hasta imagino que fueron los reyes del baile. Además de eso tienes siempre la misma rutina, día tras día y nunca te sales de ella. —Cuando lo decía de esa forma, se escuchaba terrible, era simple y llanamente un pardillo aburrido. Lo peor de aquello es que nunca lo había notado. —No, nos mal intérpretes, ese es el perfil que buscamos, alguien que solo se interese por los negocios. Sin embargo, necesitamos algo más.
—¿Qué? —Pregunté ansioso.
—Que te cases, necesitamos proyectar una imagen familiar, no podemos contratarte si no eres parte del club. —Me mostró el anillo de oro en el dedo.
—¿Esperan que consiga una esposa de aquí al lunes? —Sonreí, debía de ser una broma.
—Estás comprometido hace años, ¿Qué ten difícil puede ser? —Se levantó y apoyó la cadera en la mesa. —Di esos votos esté mismo sábado frente a un juez y conviértete en parte del equipo. ¡Qué rayos, puedes proponerle ir a Las Vegas y cerrar el trato! Seguro que lo considera muy romántico y eso te dará las llaves del reino. Eres nuestro hombre, pero si no das el paso, tendremos que considerar alguna de las opciones que esperan en la recepción.
CameronEl miedo recorrió cada célula de mi cuerpo y contuve el aliento, al percibir que venía una nueva oleada de cólera. Casi podía jurar que la vena de la frente de Nicole, estaba a punto de estallar y no estaba equivocado, solo bastó que dejase escapar un ligero gemido para que chillase nuevamente, haciéndome encoger en mi sitio de puro pánico.La había citado por sorpresa a almorzar a un bonito restaurante italiano al que solíamos ir cuando ambos íbamos a la escuela. Me pareció una idea genial, apelar a su lado más nostálgico, recordar ese momento en el que no podíamos separarnos el uno del otro.No obstante, decir que era una pésima idea se quedaba corto.En cuanto entró al lugar, miró hacia todos lados con repulsión y solo basto que se sentase para comenzar a mirar compulsivamente el reloj de oro y diamantes que le había regalado su padre por su cumpleaños.Cuando llegó el champán que pedí, las cosas no mejoraron, porque me recordó nada amablemente que no le gustaba el sabor de
TessaMi abuela siempre me decía que una pequeña decisión tomada en el momento equivocado puede poner tu vida de cabeza. Lo que no me resultaba un problema porque por lo general mi vida era un constante vivir patas arriba.Sin embargo, el día que recibimos la llamada de un abogado que me buscaba para tirarme por la cabeza los veinticinco mil dólares que Boch, el donante de esperma que me engendró. Comenzó una verdadera pesadilla, de esas que comienzan como un sueño maravilloso y terminan siendo un buen fiasco.Era más de lo que había tenido todo junto en los diecinueve años de vida que llevaba. El charlatán que llegó con dos cheques bajo el brazo nos dijo que mi papá nos había dejado todo lo que tenía a mi abuela, su madre y a mí. Aunque no era mucho, tampoco compensaba que me hubiese dejado a los dos años al cuidado de mi abuela por unas horas para no volver jamás, pero de todas formas lo tomamos. Necesitábamos la pasta para pagar la renta, comprar comida y los medicamentes. Mi Nona
Tessa Quien había dicho que las Vegas era la ciudad del pecado, no se equivocaba. No importaba hacia donde miráramos, donde fuese que estuviésemos viendo había descontrol y exceso. Un completo desastre. Bianca realizo una mueca de asco, cuando pasamos junto a una chica que se frotaba contra un tipo que apenas si podía mantenerse en pie. Estaba alucinando, todos estaban pedo, y si no lo estaban, se acercaban demasiado. —Debo ir a buscar a Carter. —Gritó Bianca sobre la música para que la escuchase. —Si no lo encuentro, podemos despedirnos de conseguir el dinero para la casa que quieres comprarle a tu Nona y habremos perdido el dinero de los pasajes, el hotel, la ropa. —¡Iré contigo! —Me acerqué a su oído para que me escuchase, pero ella negó con la cabeza. —No, es mejor que te vayas con el tal Cameron, si Carter te ve y sabe por casualidad quién eres, no querrá saber nada con darnos un pase. Va huir despavorido. —Psss… —Agité la mano restándole importancia. —Nadie me conoce por a
TessaEra un sueño hermoso. Mi Nona estaba arreglando el jardín con un vestido vaporoso de color celeste y llevaba uno de esos sombreros de paja. Estaba realmente sonriente, de hecho creo que nunca la había visto tan feliz en mi vida. Se movía como una experta entre las rosas y las margaritas, mientras quitaba las malas hierbas. Me senté en el pórtico disfrutando del cielo azul, la briza cálida y las nubes que se movían lentamente como algodones de azúcar flotantes. Aquello era el paraíso, lo que siempre había soñado para mi abuela y para mí. Ella era lo más importante, ni siquiera tenía la obligación de cuidarme, pero aun así no lo pensó cuando llegó el momento. Era hora de devolverle algo de todo eso. Bajé las escalerillas y ella alzó la vista sonriente, agitando su mano en forma de saludo. Entonces… El cielo se oscureció de pronto y los truenos lo desgarraron, abriéndolo a la mitad. La tierra comenzó a temblar, abriéndose por la mitad. —¡Tessi! —Gritó mi Nona, extendiendo su
TessaMe apoyé en la pared de acero cromado del elevador que nos llevaba al casino solo para obtener la sensación refrescante. Cuando logré regresar a la habitación de hotel, ya era tarde. Por suerte había logrado hablar con Bianca que ya tenía un cambio de ropa listo para que me quitase los harapos sucios que llevaba. Aunque por desgracia no tuve tiempo de ducharme y tenía el aspecto de alguien que ha atravesado el infierno a rastras o algo por el estilo.—No te ves tan mal. —Dijo Bianca, sin dejar de mirar hacia el frente, mientras yo me colocaba los anteojos de sol.—¿De veras? —Sonreí entre dientes. —No mientas, debo verme horrible. Di la verdad.—Si insistes. —Hizo una mueca para no romper a reír a carcajadas. —Parece que has salido a rastras de una hormigonera, encendida. —¡Oh, bueno! Justo así es como me siento. —Ambas comenzamos a reír.Bianca se secó un par de lágrimas.—Joder, Tess. Sabías que era un día muy importante y me prometiste que no ibas a ponerte pedo.—No, para s
TessaA medida que pasaban las horas, la cara de Bianca comenzó a mutar de confiada a bastante hostil. Ella esperaba una masacre; sin embargo, había hecho pocos progresos. No obtuve ninguna victoria considerable y varias veces me vi obligada a retirarme. Puede que fuese la resaca o que eran realmente buenos.Como fuese, eran huesos difíciles de roer.Por suerte, pasadas las seis de la tarde, las cosas comenzaron a mejorar, gracias a mi amiga que se iluminó y comenzó a pedir un Martini tras otro, pasándome la copa cada pocos minutos.En el momento que me la pasó por primera vez, me negué, pero ella se tocó ligeramente la nariz, una señal clara que pasó inadvertida para los demás. Eso me bastó para entender que quería se fingiese tomar y así lo hice. Después de la quinta copa, todos comenzaron a relajarse, sintiendo que en la mesa había un jugador al que podrían desplumar fácilmente y se unieron en esa causa.A esas alturas ya estaba roja, ellos creían que era por el alcohol, aunque en
TessaMe encontraba en aquella celda de la jefatura de Sierra Vista, desde las diez de la noche, cuando había sido atrapada infraganti en la sala de juegos en la que obviamente no solo se jugaba cartas, si no que se realizaban pequeños intercambios. ¡De droga!Iba a matar a Bianca, internamente estaba imaginando formas horribles de matarla.—¿Y mi dinero? —Apreté el rostro contra la reja para llamar la atención de un par policías que pasaban por allí con un café en la mano. Uno de ellos me miró con los ojos encendidos, al tiempo que lanzaba un gruñido mostrándome los dientes. —Vale, vale…Entiendo, no me van a devolver el dinero, pero al menos déjenme hacer la llamada que dicen mis derechos. —Comencé a subir el tono. —¡Déjenme hacer a la llamada! —Me di la vuelta para ver a mi coleguita de jaula. —¿Lo de la llamada es verdad o es solo de esas cosas que dicen en las pelis? —Su respuesta fue un ronquido. —Genial, gracias por tu apoyo desinteresado. —No me iba a dar por vencida. —¡Quiero
Tessa RECIEN CASADOS. Eso éramos, un par de recién casados y no es que fuese una chica que planificaba su boda desde la infancia. Pero hasta para alguien tan sínica como yo, todo aquello era decepcionante, y me provocaba sentir que mi corazoncito era estrujado como una servilleta de papel sucia e inservible, para luego ser arrojado a la basura. Había una limusina esperándonos a las afueras de la estación, sí era una limusina. Aunque por supuesto no había nada de carteles de recién casados, guirnaldas de latas, ni flores. Además sospechaba que mi esposo me odiaba. Lo que significaba que mi primer matrimonio estaba destinado a ser un fiasco que terminaría en divorcio, como era de esperarse. Nada de manteles borgoña, bodas de otoño, pasteles de cinco pisos o un novio que llorase al verme, mientras caminaba hacia él por el pasillo, como en todas las comedias románticas que veía con mi abue, los sábados por la noche, mientras comíamos algún dulce que ella misma hubiese preparado. Debía