Tessa—¡¿Puedes creer que en el cuarto de baño hay…?! —Cerré la boca de pronto al verlo ensimismado, sentado en uno de los lujosos sofás de la sala, se estaba tomando la cabeza con las manos, con los codos apoyados en sus rodillas.Ni siquiera había parecido escucharme y me reprendí por ser tan bocazas. Antes de sentir un ligero pinchazo de culpa. Se veía, apesadumbrado y me pregunté por qué.No estaba segura de cuánto tiempo había estado en la tina, mucho probablemente, porque Cameron ya se había cambiado de ropa. Llevaba unos vaqueros claros que revelaban unas piernas musculosas, además de unas caderas estrechas. Él no se movió, era como si una enorme nube negra estuviese sobre él, mientras que lo alejaba de todo. Eso era parecía lejano a pesar de estar a solo unos pasos.Quería dejarlo solo, aunque también deseaba seguir contemplándolo un momento más. Me mordí el labio, deleitándome en la camiseta blanca que dejaban ver unos fuertes y bronceados brazos, cubiertos por una ligera ca
Cameron—Con este anillo, yo te desposo. —Le dije colocándole la fina argolla en el dedo anular. Ella observó la delicada alianza de oro con una expresión repleta de confusión. —Creí adecuado comprar un par de alianzas nuevas, ya que las necesitaremos para que todos crean que estamos realmente casados. Ese detalle podría delatarnos, tuve que dar excusas o esconder la mano donde iría el anillo en varias ocasiones. —Le aclaré.Esa era una parte de la verdad, la otra era que no me gustaba como la miraban algunos de los hombres solteros que vivían en el edificio. Incluso un empresario que tenía un piso justo bajo el nuestro me preguntó si ella era mi hermana, con el mayor de los descaros. Eso me llevó a plantarme frente a una joyería esa misma tarde.No quería que notase que estaba celoso de los cojones, y por eso no lo mencioné.—Oh, claro. —Sopeso la joya en la mano unos segundos y luego la tomó con dedos temblorosos y dijo: —Con este anillo, yo te desposo. —Me colocó la alianza y me mi
CameronEn cuanto estuve frente a ella, la incomodidad recorrió mi cuerpo.—¿Me estás siguiendo? —Alzó una ceja oscura e inclinó la cabeza.—¿Qué? ¡Claro que no! Ni siquiera sabía que estarían aquí, tu familia es socia del club náutico, hasta donde sabía. —Me enfurecí ante el reproche. —¡Que idiota! —Me di un golpe en la cabeza. —Que tonto de mi parte, olvidé que ahora se codeaban directamente con la gente más poderosa de Santa Mónica. —Mostré los dientes en un intento por sonreír.—Entonces…¿Qué diablos estás haciendo aquí? —Me reclamó, pero al ver que uno de los ocupantes de la mesa contigua a la que ella estaba con su prometido, se acercaba a los aseos. Me tomó de la mano y me arrastro hasta una puerta de emergencia, la abrió de un tirón y me sacó fuera.El exterior no era nada agradable, aunque nadie nos vería allí, ya que los enormes contenedores de basura nos cubrían casi por completo.—Estoy almorzando con jefe, aunque eso no es de tu incumbencia. Por si no lo recuerdas, nosotr
TessaMi trabajo no estaba resultando en lo absoluto fácil y comenzaba a considerar cobrarle a Cameron por horas.A pesar de que el señor Dankworth me resultaba de lo más encantador. Era extraño porque mi esposo, no paró de advertirme lo difícil que era, el mal genio que se cargaba y lo tosco que me iba a resultar. Sin embargo, no me parecía nada de eso, todo lo contrario, me trataba con un afecto paternal que me parecía muy dulce. El problema definitivamente no era él, sino las miradas feroces que me estaban dedicando el resto de las mujeres del lugar.Si las miradas matasen, probablemente ya la habría palmado en cuanto puse un pie en ese sitio. Era obvio que creían que era sapo de otro pozo y pretendían sacarme de allí a punta de miradas asesinas y muecas de asco. Tenía que fingir que me daba igual, que no quería arrancarle las extensiones de un tirón. Prometí portarme bien.Me sentía en medio del fuego cruzado, batallando por sacar con vida de un campo minado el empleo de mi espos
TessaCaminamos despacio por la arena templada. Los talones se me hundían y podía sentir la briza cálida rodeándonos. A pesar de que llevábamos varios metros caminando desde que salimos del sendero que nos llevaba a la playa, Cameron, no me soltó. Sus dedos largos continuaron entrelazando los míos. El viento me revolvía el cabello y el sonido de las olas apagaba los sonidos de las personas que estaban reunidas en la playa.La costa estaba llena de turistas que llegaban desde todos los sitios con toallas, neveras, incluso algunos estaban encendiendo hogueras en las zonas más alejadas.Decidimos dar un paseo después de comer un perrito caliente con mostaza, en uno de los puestos del área costera y en sorprendente giro de los acontecimientos, Cam propuso comprar algodón de azúcar de postre.Luego buscamos una manta que llevábamos en el coche y comenzamos a caminar cogidos de la mano, como si fuésemos un verdadero matrimonio. Cuando me di cuenta nos habíamos alejado tanto que por un momen
CameronJoder, debí darme cuenta de que apartarnos tanto de la gente era un error. Una terrible equivocación que me llevó directo a caer en la tentación. No podía achacarle la culpa de esto a ella, cuando era prácticamente una niña inocente, aunque ella fingiese justo lo contrario. Descubrí aquello casi sin querer, en los retazos que me dejaba ver, poco a poco, entendí que no era tan experimentada como quería que creyese.Toda esa seguridad, la irreverencia que mostraba, su forma de ser arrogante y provocativa, era la pose, de una niña que tenía demasiado miedo a ser lastimada. De alguna forma había logrado dilucidar la noche en la que nos casamos, que ir más allá era incorrecto. Estaba casi seguro que existía una razón de peso para no haberla follado esa noche tanto como quería y era porque tenía la ligera sensación que aún no era tocada por otro hombre o no de la forma en la que estaba a punto de hacerlo en ese momento, si no lograba contenerme.Quería devorarla en ese preciso momen
CameronDesperté con Tessa, acurrucada contra mi pecho luego de pasar la primera noche en la que dormimos juntos, desde que estábamos conviviendo. Ya no había razones para seguir durmiendo en cuartos separados, luego de lo ocurrido. La apreté un poco más, cuando sentí a través de la bruma del sueño que el móvil sonaba en la mesita de noche. Probablemente eso me había despertado en primer lugar. Me incorporé lentamente, dejando que continuase apoyada en mi brazo y tomé el móvil para ver quien llamaba un domingo por la mañana tan temprano.Era el socio mayoritario que se me había asignado, Terrance.—¡Cameron! —Exclamó con un exagerado entusiasmo. Estaba seguro de que llevaba más de tres tazas de café. —Espero no haberte despertado. —Entorné los ojos mirando el reloj. Eran las ocho de la mañana.—No pasa nada. En realidad, ya estaba despierto. —Deslicé lentamente el brazo y ella me tomó de la camiseta de un solo zarpazo para evitar que me fuese, lo que me hizo lanzar una pequeña carcaj
CameronLandon, parpadeo, varias veces, antes de poder cerrar la boca ligeramente, luego de que le hubiese contado toda la verdad a grandes rasgos. Sabíamos que era cuestión de tiempo para que Erika cruzase por la puerta.Cuando finalmente, logró recuperarse del impacto del primer golpe, me sostuvo la mirada con una mueca de incredulidad.—Entonces, para pasar en limpio —se dispuso a repasar lo que hablamos —: si están casados legalmente, aunque ella no es tu novia de la escuela, tú ex se llama Nicole. Se conocieron en las Vegas, donde se casaron ebrios. No tiene la edad que dice tener y tampoco estudia leyes. —Me miró un corto segundo. —¿Cuántos años tiene? No puede tener más de veintiséis.Negué lentamente.—Diecinueve y para ser completamente honesto, no estudia ni leyes, ni nada en lo absoluto, no llegó a terminar la escuela. De hecho le pedí un el próximo jueves a Terrance, porque debemos comparecer en una sala de tribunales de las Vegas ante el juez Sandoval. —Abrió tantos los