TessaPuesto que no podía dejarlo tirado como a un vagabundo, no tenía otra opción que llevarlo a casa.—Vamos. —Le dije rodeándole la cintura con la mano, para conducirlo en línea recta a través el pasillo, luego de bajarnos del elevador.Ya. La corta, pero educativa incursión que habíamos tenido por la recepción, me enseñó que no podía dejarlo solo, ni por un solo segundo. Porque era una enorme masa de dimensiones extraordinarias, dando tumbos de un lado al otro sin ningún cuidado. Mientras destrozaba todo a su paso.Él, rodeo con sus brazos mi cuello y enterró su rostro en mi cabello.—¿Te han dicho que hueles muy bien? —Respiró profundamente. —Hueles a Tessa, a mi corderito Tessa… —Rio, sacudiendo sus enormes hombros. —Mío, no de Alex, ni de ningún otro, ¿lo has oído? —Como no podía controlar la risa, se apoyó en la pared, abriendo las piernas para mantener el equilibrio. De pronto y en un ataque de bipolaridad, tenaz, me miró a la cara muy serio. —Voy a desafiar a duelo a cualqui
TessaNo era un beso tierno o suave, era todo lo contrario. Era hambriento, ardiente e imprudente. Cameron me estrechó con rudeza contra su cuerpo, al mismo tiempo que me apretó las nalgas, invitándome a que rodease sus caderas con mis piernas.Nuestros pechos se movían al unísono, agitados por el deseo que se había cocinado a fuego lento con el correr de las horas. Y en ese momento, estalló en vibrantes suspiros entrecortados, caricias bruscas, necesidad desbordante que desembocaba en una furiosa batalla que era librada por nuestras bocas. Su lengua arrasaba implacablemente con todo, hasta con mi conciencia. La ardiente y prohibida sensación de su piel contra la mía detenía mis latidos. Y en el fondo, muy en el fondo, como un recuerdo apagado de un sueño… Alex.Era una persona horrible por disfrutar de la boca de Cameron devorando la mía, por no querer que aquello acabase, por desear sentirlo en mi interior una y otra vez.Deliciosamente prohibido, mortalmente incorrecto, maliciosa
Cameron—¿Estás pensando en comprar un Leartjet 60? —Me pregunto Monty deslizando las imágenes en el iPad. Se lo arrebaté de inmediato con el ceño fruncido.No sabía en que había estado pensando como para dejarlo allí, nuestro consejero, era un fisgón de primera. Bueno, era bastante claro; no estaba pensando o solo estaba pensando en si Tessa aparecería en el aeropuerto tal como le había rogado.Debía hacerlo, ella seguía sintiendo lo mismo que yo. De eso estaba completamente seguro. Claro que, se resistía a la idea y podía comprenderlo. Se trataba de algo completamente normal, considerando las circunstancias. Sin embargo, estaba seguro de que iba a poder hacerla reconocer que aún seguía tan enamorada de mí, como yo de ella. Solo debíamos alejarnos, escapar. Esa era la clave. Sacarla de aquí, de este viciado lugar. Luego pensaríamos en los detalles.—¿Nunca te han dicho que es de mala educación, revisar las cosas de los demás? —Ambos observamos a través de la ventanilla el iluminado
Cameron—¡Esta debe ser una jodida broma! —Bramó, Landon cuando lo abordé en el aparcamiento del nuevo edificio de Royal Dankwoth; un complejo monumental que albergaba a más de doscientos trabajadores que llevaban cuentas nacionales e internacionales de las empresas más prometedoras del ámbito bursátil. Todo aquello, más la larga lista de oficinas en todo el país y Londres, se convertirían un día en parte del cuantioso patrimonio de Tessa, ya que los Dankworth, no tenían hijos propios. ¿Era eso lo que buscaba Alex? Un enorme capital que despilfarrar.Que Lucien Dankworth se convirtió en su tutor y mecenas era un secreto a voces, al igual que Landon, era su ángel guardián cada vez que el primero estaba de viaje. Por eso, luego de buscarla durante todo el día sin éxito, me decidí por ir a esperarlo al aparcamiento.—Te aseguro que no lo es. —Le dije acercándome lentamente con las manos arriba en señal de rendición. —Necesito hablar contigo de algo importante.—No me importa lo que nec
CameronLa terminal de vuelos privados por lo general estaba abarrotada de ejecutivos, pero a esa hora de la noche se percibía lo suficiente tranquila como para que ningún fotógrafo carroñero se atreviese a asomar sus narices, mientras abordábamos.Aunque abordar, solo era posible, si ella llegaba y a juzgar por las miradas impertinentes de los pilotos que bajaban cada pocos minutos a comprobar si se cancelaba el vuelo. Sentía que, a cada segundo, había menos posibilidades de que eso ocurriese. Ni siquiera me quería plantear la idea de que me hubiese dado plantón, sin embargo, era cada vez más evidente. Martin, me había acompañado para hacerse cargo de mi equipaje, y se encontraba parado junto a la furgoneta que se había aparcado frente al Gulfstream v de la compañía.La asistente de abordo, había desaparecido hacía más de quince minutos, luego de preguntarme al menos media docena de veces: «¿Señor Hamilton, está listo para abordar? ¿Desea que llamé a su acompáñate?»La pobre Julia,
TessaEl pequeño comedor privado, era realmente íntimo. La mesa larga, que cubría toda la extensión del muro del fondo del lujoso comedor, estaba ubicada en la pared lateral derecha, rodeada de sillas de diseño y nos permitía tener una vista privilegiada del muelle. A donde fuera que viese podía perderme en un paisaje nocturno espectacular.—¿Podría traernos el vino que recomienda el Chef? —Dijo Alex y la camarera se colocó un mechón de cabello detrás de la oreja, mientras su rostro adquiría rápidamente un rubor brillante.—Por supuesto. —Su mirada se posó en la mano de mi novio cubriendo la mía. —Puedo tomarles el pedido cuando regrese, si eso le parece bien.—Eso sería perfecto. —Le dijo con una sonrisa encantadora, la pobre chica se puso a temblar, lo provoco un rubor aún más intenso que le cubrió casi completamente el rostro.Dejó dos menús sobre la mesa y salió a trompicones del lugar, probablemente maldiciéndose por ser tan obvia.Me encontraba tan concentrada en el increíble d
Tessa La camarera apareció con una bandeja con tres copas y una botella de vino con una etiqueta escrita a mano con una caligrafía exquisita. Y me sorprendió verlo sonreír cuando el maître habría la botella, para servirnos un poco en las copas.—Señor Hamilton. —Lo saludó colocándole una copa de vino en frente. —¿Ya están listos para ordenar? —Le echó una mirada fugas a Alex, mordiéndose el labio ligeramente. —El chef me pidió que le dijese que esperaba poder conversar con usted un momento y le envía una botella de su colección personal.—Llámame Cameron. —Que lo invitase a llamarlo por su nombre pareció sorprenderla, aunque no dijo nada. Era obvio que era un gruñón que iba por el mundo portándose lo más borde posible con todo el mundo, pero por alguna razón que desconocía pretendía ser encantador en ese momento. —Dile que en un momento bajaré a saludarlo y nos gustaría ordenar el menú de degustación que le ofrecemos a los invitados Vip. —Sugirió con una sonrisa descarada
TessaBajé las escaleras que conectaban el comedor privado con el restaurante a grandes zarpazos, bajando los escalones de dos en dos, a pesar de que llevaba esos ridículos zapatos de quince centímetros.—¿A dónde vas? —Cameron me tomó del brazo con fuerza cuando llegué al descanso y me acorraló. Di dos pasos hacia atrás con la cabeza girando en cientos de direcciones distintas.—Eso no te importa. —Le espeté furiosa, pegándome a la pared, en un intento fallido por romper la tensión que nos rodeaba. —¿Por qué me seguiste? ¿No crees que Alex puede llegar a sospechar que algo ocurre entre nosotros?—Le dije que bajaba unos minutos, para agradecerle al Chef por enviar el vino. —Colocó las manos sobre la pared, por encima de mí.La música abajo parecía sonar mucho más fuerte, porque sentía el muro retumbando contra mi espalda: —Tampoco fuiste muy convincente al salir de ese modo. —Sonrío con sarcasmo. —Era bastante obvio que estabas sofocada y sudorosa. —Apreté los dientes con fuerza. — Y