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No me digas que te falta valor

Tessa

No era un beso tierno o suave, era todo lo contrario. Era hambriento, ardiente e imprudente. Cameron me estrechó con rudeza contra su cuerpo, al mismo tiempo que me apretó las nalgas, invitándome a que rodease sus caderas con mis piernas.

Nuestros pechos se movían al unísono, agitados por el deseo que se había cocinado a fuego lento con el correr de las horas. Y en ese momento, estalló en vibrantes suspiros entrecortados, caricias bruscas, necesidad desbordante que desembocaba en una furiosa batalla que era librada por nuestras bocas. Su lengua arrasaba implacablemente con todo, hasta con mi conciencia. La ardiente y prohibida sensación de su piel contra la mía detenía mis latidos.

Y en el fondo, muy en el fondo, como un recuerdo apagado de un sueño… Alex.

Era una persona horrible por disfrutar de la boca de Cameron devorando la mía, por no querer que aquello acabase, por desear sentirlo en mi interior una y otra vez.

Deliciosamente prohibido, mortalmente incorrecto, maliciosa
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