Hola, vengo con un nuevo capítulo y a Daniel le pasa algo desde que llegaron a su cita ¿Qué opinas de las miradas del mesero y de Omar? ¿Qué crees que tiene que decirle Daniel a AVa? Gracias por leer y estaré muy ansiosa de leerte en los comentarios ¡Saludos!
El trayecto de regreso desde el viñedo continuó en silencio, y Ava se encontraba cada vez más ansiosa por saber qué estaba pasando en la mente de Daniel. Su cabeza daba vueltas y había olvidado por completo colocarse el cinturón; cuando se dio cuenta y lo hizo con dificultad, se dio cuenta que su prometido tampoco se lo había puesto, pero no se atrevió a decírselo. Finalmente, no pudo soportar más la tensión y rompió el silencio. —Daniel, por favor —dijo en un hilo de voz —, ¿puedes decirme qué está pasando? Estoy realmente preocupada. Daniel, sin mirarla, frunció el ceño y apretó el volante con fuerza mientras aceleraba el auto. La tensión en el ambiente era palpable, y Ava comenzó a temer lo peor, sobre todo por el estado no tan sobrio de él. —Daniel, no puedo soportar este silencio —comentó Ava, intentando mantener la calma — ¿Es por lo que pasó en el restaurante? ¿Es… por tu primo Omar? Daniel seguía sin responder, y eso solo aumentaba la ansiedad de Ava. A medida que avanzaban
La mente de Ava daba tantas vueltas, que allí de pie, no se había enterado el momento en el que las manos de Daniel habían hecho de las suyas y ella ya se encontraba sin una sola prenda de ropa, estaba completamente al desnudo y la sonrisa ladina de él parecía satisfecha con lo que veían sus oscuros orbes.—Oh, Ava... no sabes cuanto deseaba verte completa, me excita tu cuerpo —gruñó él, escrutándola de pies a cabeza para tomarla por la nuca con ambas manos y atrapar la boca de ella entre la suya una vez más.Entre beso y beso, en el que sus cabezas se movían de un lado al otro, Ava quitaba con desesperación el pesado saco y la corbata de su prometido para dejarlos caer al suelo y con sus manos temblorosas comenzó a desabotonar su camisa formal.«Dios... me desconozco. Es evidente que estoy excitada, pero... ¿Lo deseo de verdad o es el alcohol?», pensó por una fracción de segundo, pero él no la dejó pensar más con sus rápidas acciones.Daniel tomó sus manos y las dirigió al nivel de la
Ava sintió su corazón latir con fuerza y volteó a ver para todos lados con desesperación, se levantó de la mesa para comenzar a caminar a paso ligero, mientras las miradas de las sirvientas la seguían hasta que desapareció de sus vistas. El corazón de Ava latía con fuerza mientras corría por el gran apartamento en busca de un escondite. No entendía por qué tenía que esconderse de la madre de Daniel, pero el temor la impulsaba a obedecer. Finalmente, encontró un pequeño vestidor en el que podría refugiarse sin ser vista… o eso esperaba. Daniel, por su parte, se acomodó el saco, carraspeó y así se dirigió a la puerta para recibir a su madre, con una expresión de seriedad en su rostro. La voz de doña Daniela resonó en el apartamento, llena de autoridad y exigencia. Ni siquiera se tomó la molestia de saludar o algo parecido, solo entró apresurada. —Daniel, ¿por qué tardaste tanto en abrirme la puerta? ¡Estuve esperando aquí como una plebeya! —regañó, mientras escrutaba toda la sala con
Ava solo veía penumbras, estaba asustada, lo único que pudo hacer fue cubrirse el rostro para no ver su realidad. El corazón parecía que se quería salir de su pecho y las lágrimas parecían brotar de sus avellanados ojos. Al saberse descubierta, solo pudo alcanzar a decir el nombre de su suegra en un hilo de voz. —Doña Daniela, yo… —fue lo que Ava alcanzó a balbucear. Pronto sintió como la jalaban de la muñeca con fuerza, pero para su sorpresa, cuando descubrió su entorno, se dio cuenta de que era una sirvienta que tenía semblante afligido. —¡Rápido, señorita! Bajo la cama, por favor… —exclamó la joven uniformada, viendo a todos lados, nerviosa o más bien eufórica. La joven apuró a Ava con empujones para que pronto se metiera abajo de la cama de ese cuarto de huéspedes, Ava obedeció de inmediato, con la desesperación a flor de piel. La joven se deslizó bajo la cama, con lágrimas en los ojos, mientras la sirvienta se apresuraba a ayudarla a ocultarse lo mejor posible. «¡Dios mío, Di
Daniel estaba parado frente a Ava, sus ojos reflejaban el tormento que lo embargaba. La habitación estaba cargada de tensión y dolor, como una tormenta que se avecina en el horizonte y amenaza con destruirlo todo. A pesar de su firme determinación de luchar por su relación luego de lo ocurrido, sabía que Ava estaba decidida a poner fin a todo, lo podía ver en su mirada.—Ava, por favor, escúchame. No quiero que terminemos así… Lo nuestro a penas está comenzando —musitó Daniel, con pesar y sin atreverse a acercarse a la joven, que no le dirigía la mirada.Su voz era un suspiro lastimero, cargado de una profunda tristeza. Sus ojos oscuros, generalmente llenos de confianza, ahora estaban llenos de angustia mientras miraba a esa mujercita con desesperación. Quería encontrar las palabras adecuadas para calmarla, para hacerle ver que la relación que tenían, a pesar de no ser real del todo, era más fuerte que cualquier obstáculo.—Daniel, esto... esto es demasiado para mí —dijo Ava, con la v
Ahí se encontranan los dos, entregandose el uno al otro en cuerpo entero, otra vez. Daniel miró a los ojos de Ava quien estaba debajo de él y arañaba su espalda, con su vista fija en la de él. Su rostro estaba perlado de sudor, mientras gemía bajito, ya que no quería ser escuchada por nadie alrededor. El extendió su mano y con delicadeza acarició su mejilla con ternura, mientras aumentaba sus embestidas y la veía abrir sus labios rojos, otra vez la había sacudido un fuerte orgasmo y solo pudo tapar su boca para no gritar de placer, pero Daniel retiró la mano de ella y le estampó un profundo beso. Sus lenguas danzaban y se acariciaban entre sí, era embriagante. Entre jadeos se separaron y se miraron un avez más. —¿Quieres más, mi amor? —inquirió Daniel, entre jadeos y sin detener sus movimientos que iban a lo mas profundo de la joven. —S-sí… sí, más —musitó la joven, extasiada con las sensaciones que él le estaba propinando. —Como tú quieras, preciosa… —respondió Daniel y dio una es
Ava y Daniel se encontraban parados en la entrada de la casa de la joven, ambos sujetaban con firmeza sus manos, mientras enfrentaban la furiosa mirada de doña Rosaura. —Mamá… buenos días —Ava saludó a su madre, mientras se pasaba una mano por su aun húmedo flequillo, con una voz temblorosa, apenas capaz de sostener la mirada de la mujer— ¿Podemos entrar para hablar en privado? Te explicaremos todo lo que ocurrió, es importante. Sin embargo, la madre de Ava no ocultaba su furia, y su silencio era más aterrador que cualquier grito. Mas bien se cruzó de brazos y dirigió su mirada de rencor directo a Daniel. El, al notar aquello se dispuso a tomar la palabra. —Doña Rosaura, lamento profundamente cualquier preocupación que pudiera haberle causado — dijo él, con firmeza y sin tutubear un solo instante— . La verdad es que no había planeado que Ava se quedara hasta tan tarde, pero surgió una situación en la empresa que requirió su atención. Ava volteó a ver a Daniel, incrédula de la habil
La tensión en la entrada de la empresa era palpable. La mirada desafiante de Daniel se clavó como daga en el guardia, mientras se aferraba a la mano de Ava, conociendo un poco de ella, sabía que era capaz de salir huyendo de esa bochornosa situación y quizá hasta pensaría en dejarlo una vez más; eso último era lo que más se temía. —¿Qué estás diciendo, Gabriel? ¿Por qué no puede pasar? —espetó Daniel entre dientes y se cruzó de brazos mientras fruncía el ceño, intimidando al hombre que los había confrontado de esa manera. El guardia trataba de no mirar a los ojos a un fúrico Daniel, para luego intentar darle respuesta a su jefe. —Es que, verá … doña Daniela me dio instrucciones claras, señor —dijo el guardia y carraspeó para continuar—. Ella dijo que la señorita Ava Spencer no debe entrar a las instalaciones sin su autorización hasta nuevo aviso. Ava sintió como si le hubieran arrebatado el suelo bajo los pies. La sorpresa y la confusión se reflejaron en su rostro, mientras miraba