Hola, vengo con un nuevo capítulo de esta historia y al fin Daniel y Ava han tenido su momento, pero no todo marcha bien, porque doña Daniela se apareció de improvisto y algo anda mal con su visita. Estaré ansiosa de leerte en los comentarios. Saludos.
Ava sintió su corazón latir con fuerza y volteó a ver para todos lados con desesperación, se levantó de la mesa para comenzar a caminar a paso ligero, mientras las miradas de las sirvientas la seguían hasta que desapareció de sus vistas. El corazón de Ava latía con fuerza mientras corría por el gran apartamento en busca de un escondite. No entendía por qué tenía que esconderse de la madre de Daniel, pero el temor la impulsaba a obedecer. Finalmente, encontró un pequeño vestidor en el que podría refugiarse sin ser vista… o eso esperaba. Daniel, por su parte, se acomodó el saco, carraspeó y así se dirigió a la puerta para recibir a su madre, con una expresión de seriedad en su rostro. La voz de doña Daniela resonó en el apartamento, llena de autoridad y exigencia. Ni siquiera se tomó la molestia de saludar o algo parecido, solo entró apresurada. —Daniel, ¿por qué tardaste tanto en abrirme la puerta? ¡Estuve esperando aquí como una plebeya! —regañó, mientras escrutaba toda la sala con
Ava solo veía penumbras, estaba asustada, lo único que pudo hacer fue cubrirse el rostro para no ver su realidad. El corazón parecía que se quería salir de su pecho y las lágrimas parecían brotar de sus avellanados ojos. Al saberse descubierta, solo pudo alcanzar a decir el nombre de su suegra en un hilo de voz. —Doña Daniela, yo… —fue lo que Ava alcanzó a balbucear. Pronto sintió como la jalaban de la muñeca con fuerza, pero para su sorpresa, cuando descubrió su entorno, se dio cuenta de que era una sirvienta que tenía semblante afligido. —¡Rápido, señorita! Bajo la cama, por favor… —exclamó la joven uniformada, viendo a todos lados, nerviosa o más bien eufórica. La joven apuró a Ava con empujones para que pronto se metiera abajo de la cama de ese cuarto de huéspedes, Ava obedeció de inmediato, con la desesperación a flor de piel. La joven se deslizó bajo la cama, con lágrimas en los ojos, mientras la sirvienta se apresuraba a ayudarla a ocultarse lo mejor posible. «¡Dios mío, Di
Daniel estaba parado frente a Ava, sus ojos reflejaban el tormento que lo embargaba. La habitación estaba cargada de tensión y dolor, como una tormenta que se avecina en el horizonte y amenaza con destruirlo todo. A pesar de su firme determinación de luchar por su relación luego de lo ocurrido, sabía que Ava estaba decidida a poner fin a todo, lo podía ver en su mirada.—Ava, por favor, escúchame. No quiero que terminemos así… Lo nuestro a penas está comenzando —musitó Daniel, con pesar y sin atreverse a acercarse a la joven, que no le dirigía la mirada.Su voz era un suspiro lastimero, cargado de una profunda tristeza. Sus ojos oscuros, generalmente llenos de confianza, ahora estaban llenos de angustia mientras miraba a esa mujercita con desesperación. Quería encontrar las palabras adecuadas para calmarla, para hacerle ver que la relación que tenían, a pesar de no ser real del todo, era más fuerte que cualquier obstáculo.—Daniel, esto... esto es demasiado para mí —dijo Ava, con la v
Ahí se encontranan los dos, entregandose el uno al otro en cuerpo entero, otra vez. Daniel miró a los ojos de Ava quien estaba debajo de él y arañaba su espalda, con su vista fija en la de él. Su rostro estaba perlado de sudor, mientras gemía bajito, ya que no quería ser escuchada por nadie alrededor. El extendió su mano y con delicadeza acarició su mejilla con ternura, mientras aumentaba sus embestidas y la veía abrir sus labios rojos, otra vez la había sacudido un fuerte orgasmo y solo pudo tapar su boca para no gritar de placer, pero Daniel retiró la mano de ella y le estampó un profundo beso. Sus lenguas danzaban y se acariciaban entre sí, era embriagante. Entre jadeos se separaron y se miraron un avez más. —¿Quieres más, mi amor? —inquirió Daniel, entre jadeos y sin detener sus movimientos que iban a lo mas profundo de la joven. —S-sí… sí, más —musitó la joven, extasiada con las sensaciones que él le estaba propinando. —Como tú quieras, preciosa… —respondió Daniel y dio una es
Ava y Daniel se encontraban parados en la entrada de la casa de la joven, ambos sujetaban con firmeza sus manos, mientras enfrentaban la furiosa mirada de doña Rosaura. —Mamá… buenos días —Ava saludó a su madre, mientras se pasaba una mano por su aun húmedo flequillo, con una voz temblorosa, apenas capaz de sostener la mirada de la mujer— ¿Podemos entrar para hablar en privado? Te explicaremos todo lo que ocurrió, es importante. Sin embargo, la madre de Ava no ocultaba su furia, y su silencio era más aterrador que cualquier grito. Mas bien se cruzó de brazos y dirigió su mirada de rencor directo a Daniel. El, al notar aquello se dispuso a tomar la palabra. —Doña Rosaura, lamento profundamente cualquier preocupación que pudiera haberle causado — dijo él, con firmeza y sin tutubear un solo instante— . La verdad es que no había planeado que Ava se quedara hasta tan tarde, pero surgió una situación en la empresa que requirió su atención. Ava volteó a ver a Daniel, incrédula de la habil
La tensión en la entrada de la empresa era palpable. La mirada desafiante de Daniel se clavó como daga en el guardia, mientras se aferraba a la mano de Ava, conociendo un poco de ella, sabía que era capaz de salir huyendo de esa bochornosa situación y quizá hasta pensaría en dejarlo una vez más; eso último era lo que más se temía. —¿Qué estás diciendo, Gabriel? ¿Por qué no puede pasar? —espetó Daniel entre dientes y se cruzó de brazos mientras fruncía el ceño, intimidando al hombre que los había confrontado de esa manera. El guardia trataba de no mirar a los ojos a un fúrico Daniel, para luego intentar darle respuesta a su jefe. —Es que, verá … doña Daniela me dio instrucciones claras, señor —dijo el guardia y carraspeó para continuar—. Ella dijo que la señorita Ava Spencer no debe entrar a las instalaciones sin su autorización hasta nuevo aviso. Ava sintió como si le hubieran arrebatado el suelo bajo los pies. La sorpresa y la confusión se reflejaron en su rostro, mientras miraba
Ava tenía tanta desesperación de que Daniel llamara a doña Daniela, que cuando él marcó y puso la llamada en altavoz, ella quiso salir corriendo de allí; también sintió muchas ganas de arrebatarle el celular a él y lanzarlo por la ventana, pero sabía que no podría ser capaz de hacer tal cosa, así que solo llevó su mano a la boca para apaciguar lo que sentía. Daniel tomó la mano de ella, porque sintió las intenciones de ella de salir del lugar, eso solo le dio valor a Ava para hablar. —Daniel, ¿qué estamos haciendo? —susurró Ava, nerviosa—. Esto no es una buena idea, te lo digo. Daniel volteó a ver a los ojos a su prometida hacia arriba y apretó su mano con suavidad para que se calmara. —Tranquila, por favor, necesito aclararle un par de cosas a mi madre. Ya es demasiado, no puedo seguir permitiendo estas cosas. Ava tragó saliva y las lágrimas se agolparon en sus ojos. —Pero… ¿y si solo empeora todo? —respondió con la voz entrecortada. —Pues entonces, al menos sabremos cómo proced
Aquella escena en ese encerrado cuartucho llamado “oficina” era como de una historia de acción. Daniel tenía al guardia agarrado por el cuello de la camisa y sus pies se elevaban en el suelo, mientras le decía cosas que ella no podía entender, porque él hablaba entre dientes y bastante quedo. —¿Daniel, qué está pasando? Bájalo, lo vas a herir —imploró Ava entre susurros, pero sus palabras fueron ignoradas por su prometido. Ava se llevó las manos a las sienes y de inmediato cerró la puerta para evitar que la gente viera dicho espectáculo bochornoso. Ella se acercó lo suficiente para intentar que Daniel la viera y desistiera de esa locura para que bajara al pobre hombre que parecía intimidado por lo que fuera que le estuviese diciendo. Cuando logró quedar frente a ellos, logró escuchar la ultima frase que él le dedicó al guardia. —Y te largas, estás despedido, no te quiero volver a ver aquí, ¿oíste bien? —espetó Daniel para darle un empujón a Gabriel, que cabizbajo comenzó a tomar sus