En cuanto sintieron que el vehículo comenzaba a girar, Guillermo se quitó el cinturón, y protegió con su cuerpo a su hijo. Provocando que se golpeara en repetidas ocasiones. No podía hacer más. Eso lo hizo sentirse miserable.Isabella por su parte, abrazó a su hija como pudo, fueron los minutos más largos de su vida, instantes después varios estallidos, se volvieron a escuchar, elevó su rostro para averiguar cómo estaban los demás, entonces sintió que un líquido caliente le escurría sobre su rostro.— ¡Estás sangrando! —María señaló su frente, sin poder dejar de llorar.Al ver hacia el interior del auto se dio cuenta que estaban inconscientes los agentes.—Tenemos que salir de aquí —pronunció aturdida, giró su rostro buscando a Guillermo, su barbilla tembló al ver que no se movía—, mi amor —pronunció—, hay que irnos.Guillermo presionó con fuerza sus párpados, su cuerpo dolía, más de lo que imaginó, estando sobre la parte del techo. En ese momento otro de los hombres de seguridad, des
Se sentó sobre las escaleras de un viejo centro edificio, intentando sobreponerse de sostener a María, metió la mano en el bolsillo de su pantalón y se dio cuenta que llevaba un par de billetes dentro.—Gracias a Dios —resopló, tomando entre sus brazos a la pequeña—. Te voy a invitar un chocolate caliente —manifestó y se dirigió hacia una de las cafeterías que se encontraba a una calle de ahí. Desde donde se encontraban, se veía un anunció a los alto de una torre.Tomaron la mesa que estaba cerca del televisor, buscando ver las noticias, cuando la camarera se acercó, abrió los ojos de par en par al ver a Isabella.— ¿Estás herida? —pronunció y se llevó las manos al pecho, al verla.La mirada de Isa, se cristalizó.—No, no estoy herida —expresó, llevándose las manos hacia su rostro, el dolor que sentía, tuvo que aguantarlo, para proteger a María.— ¡Estás manchada de sangre! —exclamó la mujer.—Lo sé —contestó intentando escucharse tranquila.— ¿Acaso estuviste en el atentado que hubo
El tiempo siguió transcurriendo, Isabella no tuvo el tiempo para llorar como deseaba por la pérdida de su esposo, ni de su pequeño. Llevaba una herida abierta, que dolía y sangraba. Ya no sonreía, su vida se había tornado sombría y vacía, cada día sentía que estaba en picada hacia un abismo. Su único motivo para levantarse día a día era María.Aquella camarera que les había tendido la mano, al ser la hija de la propietaria del negocio, le consiguió trabajo, y no solo eso, sino que le permitieron llevar a la niña, a quien dejaba en una habitación de poco espacio, a lado; la cual tenía un colchón sobre el piso y un viejo televisor. En donde también se quedaba el pequeño hijo de aquella peculiar joven de piel de chocolate y rizos más densos que los de Isabella.La paga no era mucha, pero le ayudaba a poder alimentarse y comprar vestimenta, de no ser por Macarena, quien les llevó algo de ropa cuando llegaron al albergue, no sabía que hubiera hecho. Para quien no fue nada sencillo aceptar
Semanas después.La calidez de las caricias de Virgine, hicieron que Guillermo abriera los ojos lentamente, arrugó el ceño al percibir que la luz que se filtraba a través de las persianas, lastimaba su visión, aún no lograba adaptarla.—Hora de comer —susurró su madre, y tomó la cuchara, para ayudarlo.—Puedo hacerlo, ya me siento con mayor fuerza. —Sonrió y la tomó de la mano de su mamá.Era tanta su emoción de Virgine, que lo atendía como cuando era pequeño, se desvivía por él.—Tienes razón, ya puedes hacerlo solo. —Tomó asiento en la silla y se dedicó a observarlo, estando pendiente si necesitaba un poco de ayuda, como a limpiar lo que derramaba.Después de finalizar, Guillermo se enderezó e intentó tomar la andadera que tenía, para poderse apoyar y caminar.—Necesito saber qué fue lo que me ocurrió, ya ha pasado tiempo, no creas que no me doy cuenta que cuando toco el tema, cambian de tema.Virgine desvió su mirada hacia su esposo, quien recién ingresaba, tomó un par de pañuelos
Por temor a exponer a su hija al estar en la calle, se despidieron con gran tristeza de Macarena, al ya no tener trabajo, debía pensar en lo que harían, por lo que caminaron sin rumbo fijo, sabía que era tiempo de moverse de lugar, y de albergue en donde refugiarse, esperaba poder encontrar uno mejor que en el que estaban.—Ilumíname mi amor, no sé por dónde seguir —manifestó con nostalgia. En día como esos, lo extrañaba como nunca—. No imaginas cuanto daría por estar entre tus brazos y verte sonreír.—Mami. —María tiró de su mano y elevó su rostro, llevaban mucho tiempo caminando, se sentía agotada.— ¿Qué sucede cariño?—Me duelen mucho los pies, y estoy cansada. —Presionó los labios en una fina línea, entonces hizo un puchero.Su corazón se arrugó como si de un papel se tratara, se inclinó y la abrazó.—Perdóname mi vida, no me di cuenta de todo lo que hemos caminado —pronunció con la voz temblorosa. Buscó en la pequeña bolsita que llevaba y sacó un par de monedas—. Vamos a compra
Al ingresar al comedor, Isabella tomó de la mano a su hija con fuerza, al escuchar el tono de voz en el que un par de hombres exigían más comida. Desde donde estaba pudo distinguir temor en la chica que los atendía, parecía estar paralizada, pensó que no había sido buena idea haber entrado, mordió su labio con preocupación, pero siendo realista, no tenía más opción, si deseaba que se alimentara su pequeña.—Si no le parece lo que le sirven aquí, vayan y compren su propia comida. —Más vale que se muevan, la señorita tiene razón —un hombre gritó y poco a poco comenzaron a hacerse de palabras entre otras personas por lo que no les quedó de otra que irse con la ración que se les sirvió.Al ver que las personas que estaban formadas, también comenzaban a intervenir, le hizo pensar que no era algo común, entonces empezó a relajarse y esperar a que llegara el turno para que le sirvieran.Al llegar a la barra, tomó una charola, el tazón y un plato para su hija.Aquella hermosa joven de ojos a
En poco tiempo Isabella se ganó el cariño en aquel comedor comunitario, cuando estaba ahí se sentía en paz, aunque no hablaba mucho, ver que las personas les sonrieran, significaba mucho.Mientras esperaban a que les sirvieran, María buscaba con su mirada a la chica que por lo regular le servía de comer, quizás porque cuando estaba a cargo, siempre le regalaba un panecillo extra, cosa que agradecía Isabella, pues cuando no lograba tener mucho dinero, solo le compraba un bote de leche de sabor.—Gracias por la comida, Mike —la pequeña le mandó un beso y se giró para seguir hacia la mesa que le había tocado, entonces observó entrar a aquella chica de ojos azulados. — ¡Llegaste! —gritó con emoción y corrió hacia ella para abrazarla.Isabella se sorprendió ante aquella muestra de efusión que había tenido su hija.Alison, aquella joven, se inclinó y la abrazó con cariño.—Tuve un poco de complicaciones para llegar, lo siento. —Retiró un mechón de la cabellera de la niña—, te traje un obseq
—Está todo listo —dijo Herny a Guillermo, dio una pequeña palmada sobre uno de sus hombros.Resopló sintiendo la forma en la que su corazón latía agitado, estaba nervioso, más de lo que pudo imaginarse, esperando que las cosas salieran como esperaba.—Deseo que esto funcione, y que ella lo vea. —Presionó sus puños, lleno de ansiedad.—También yo, es una gran oportunidad, para encontrarla, jamás se me hubiera ocurrido algo así —Henry sonrió.—En parte todo es gracias a ti. —Señaló el disfraz que llevaba, aunque le desagradaba, era la única forma de no ser detectado por Mason.Henry presionó sus labios, para no burlarse del anciano en el que lo ayudaban a caracterizarse, debía reconocer que les había funcionado muy bien, entraba y salía con toda la libertad del mundo—Espero que pronto vuelvas a ser el mismo y que todo salga bien —manifestó con sinceridad—. Ya es hora. —Señaló hacia la sala en donde lo esperaban.Se acercó hacia donde se encontraba la única periodista que los podría ayu