Guillermo se encontraba en la sala de su habitación, sentado en el suelo, jugando con su hijo, sonreía al ver como tomaba un par de bloques y armaba con paciencia una torre.—Creo que serás arquitecto cuando crezcas —expresó acariciando su cabellera.El pequeño dio un par de aplausos celebrando su logro, además que dio una gran sonrisa y se puso de pie caminando con emoción. Su padre lo tomó entre sus brazos y lo alzó celebrando.—Ojalá encontremos a mamá y a tu hermana pronto. —Miró la fotografía que tenía sobre la mesa y dio un largo suspiro.—Mamá —pronunció el pequeño Memo y señaló con uno de sus deditos hacia la foto—. María —agregó hacia su hermana.Varias lágrimas se acumularon en Guillermo, su pecho ardía al no tener noticias de ellas, las echaba tanto de menos, era algo con lo que ya no podía. Se sintió reconfortado al percibir cómo el pequeño se acercaba a él y lo abrazaba.—Si no estuvieras a mi lado, nada tendría sentido —pronunció acariciando su pequeña espalda. Caminó ha
Al llegar a su residencia, e intentar ingresar a la cochera, le fue muy complicado hacerlo, pues, los medios de comunicación, le impedían el paso, estaban instalados, ahí esperándolo. En cuanto lo vieron acercarse se desató un zafarrancho por querer correr a él y llevarse la nota.—Lo que me faltaba. —Golpeó con fuerza el volante—. Estos muertos de hambre, acosando mi residencia—, infelices. —Presionó con fuerza sus puños y sin titubear comenzó a acelerar el coche, en señal de que no se iba a detener, iba a ingresar a su casa, como fuera.El caos se desató, el desorden y la agitación se hizo visible entre los paparazzis, además de que hubo golpes con los micrófonos y las cámaras, haciendo preguntas sin cesar, intentando que respondiera. No tuvieron más remedio que ir abriendo paso, para que el auto de Mason Wever ingresara a la residencia, sin lograr obtener ninguna declaración.Al ingresar a la residencia, los fuertes pasos de aquel hombre resonaron por su casa, estaba furioso, lleno
Como cada sábado, Guillermo se preparó con aquella máscara realista, hecha especialmente para él, su corazón latía frenéticamente, esperando que llegara tan anhelado momento de su reencuentro con su esposa. Desgraciadamente en muchas de aquellas ansiadas noches, regresaba con el corazón hecho pedazos, sin embargo, tenía que reconstruirse cada mañana, para no darse por vencido y pensar qué ese momento llegaría, tarde o temprano.Al llegar al parque y ver que aún no eran las seis, se sujetó con fuerza a la barandilla, observando el puente de Brooklyn, esperando para admirar el atardecer, como lo hacía cada ocho días. Después de un rato, se alejó y caminó un poco para contener esas ansias, que lo consumían, ante la incertidumbre de no saber que sucedería. Más tranquilo, volvió a la misma banca en la que se sentaba a esperar.— ¿Cuándo será el día en que estemos juntos, preciosa? —indagó con frustración, observando cómo el parque poco a poco cobraba vida, con la impresionante iluminació
Isabella y Guillermo, por seguridad se dirigieron al apartamento en el que supuestamente vivía Rómano, no era muy diferente al que tenía cuando la conoció, estilo minimalista, sin muchos detalles, contaba con lo necesario, y no más.Tomó el mando de las persianas e hizo que se cerrarán, en cuanto todo quedó más privado, las luces se encendieron automáticamente. Desde el recibidor donde se encontraba Isabella no le quitaba la mirada de encima, su torso subía y bajaba agitado, estaba nerviosa, deseando volver a ver su rostro, sentir la calidez de su piel.Guillermo giró en su eje, notando que ella no se movía, sabía que esperaba que develara su identidad, por lo que dirigió sus manos hacia el cuello de su camisa, comenzó a retirarse la máscara, hasta soltarla en el suelo y dar un largo respiro, agradecido. Ladeó los labios sonriente, al observar la expresión en el rostro de Isabella, estaba impactada, sus pupilas dilatadas, lo decían todo, aun no lo podía creerlo, además que sus manos e
Pasada de la media noche, Isabella llegó al apartamento donde vivía, se sentía feliz después de la nueva realidad que estaba viviendo. Se retiró los zapatos, intentando no hacer ruido, y de pronto la luz de la sala se encendió.—Buenas noches —saludó Mike. — ¿O debo decir buenos días?—Hola —Isabella se aclaró la garganta, era tardísimo—. Lamento la demora, me fue imposible llegar antes, en verdad lo siento mucho. —Sus mejillas ardían no sabía si de la vergüenza o de lo que acaba de vivir en brazos de su esposo—, no deseo que pienses que estoy abusando de la ayuda que me das, pero te prometo que era algo muy importante para mí. —Arrugó el ceño al inhalar el aroma que emite la cafetera.Mike no dijo más, se dirigió a la cocina para servir dos tazas de café, y las colocó sobre la mesa.—Hablemos —solicitó sin poder dejar de ver el abrigo que llevaba, se veía a simple vista que era costoso. Además que su rostro se veía distinto, su mirada tenía un brillo diferente, sus mejillas tenían c
María mordió su labio inferior, elevó su mirada hacia donde se encontraba su mamá, estaba confundida, durante todo ese tiempo habían vivido sumidas en medio de la tristeza ante la pérdida del hombre que consideraba su padre, y la de su hermanito, siendo pequeño. No estaba segura de lo que estaba pasando, necesitaba saber que no estaba soñando.Isabella le sonrió, intentando animarla, lamentaba profundamente no haber podido hablar con ella, pero dadas las circunstancias, no habían tenido tiempo de planear nada, prefirieron lanzarse al abismo y dejarse llevar.—Eres papá, mi papá —respondió animándose a hablar con la voz fragmentada, y la mirada enublecida por una gran capa de lágrimas.—Mi princesa —Guillermo la estrechó con todo su amor—. Me has hecho tanta falta —manifestó con emoción, sintiendo como el pequeño cuerpo de la niña temblaba entre sus brazos, por lo que la aferró más a su cuerpo—. Por fin estamos juntos —susurró.— ¿Por qué nos dejaron tan solas? —María preguntó con dolo
Mason condujo su lujoso auto, pasándose varios semáforos, estaba totalmente fuera de sí, no era posible que aquella cachorra indefensa a la que embaucó de una forma tan sencilla, fuera a ser el motivo de su ruina, cuando él siempre había sido cuidadoso. Llamó a un par de hombres que tenía de reserva, por si llegaba a deshacerse de alguien que le estorbara o si necesitaba algún otro trabajo sucio.En cuestión de minutos aquellos hombres y Mason se reunieron en una bodega, en donde guardaban las armas, además de parte de la evidencia del atentado en contra de Guillermo, esperaron a que oscureciera y salieron de su escondite.Al llegar a la residencia de la Vega, comenzaron a disparar en contra de la seguridad que vigilaba los alrededores e ingresaron, sin dejar de atacar a los hombres. En ese momento ingresó Mason, ladeó los labios al ver que debido a la iluminación del jardín podía ver perfectamente por donde caminaba.— ¿En dónde carajos estás Mel? —gritó con fuerza—, no te escondas,
Los Ángeles, California.Eran las 3:00 am cuando Oliver ingresó a su habitación, intentó encontrar sin éxito, el apagador en el muro. Caminó tambaleándose sobre las baldosas, se sentía acalorado, por lo que comenzó a desnudarse. Mientras se retiraba el pantalón, se tropezó con la alfombra decorativa que tenían en la sala, trastabilló intentando controlar sus piernas, sin poder evitarlo, por lo que cayó metiendo las manos al suelo.Al escuchar el fuerte golpe, Isabella su esposa, despertó de inmediato y encendió la luz de la lámpara de noche. Al verlo tirado, salió con rapidez de la cama.— ¿Estás bien? —preguntó colocando las manos sobre su torso.Octavio frunció el ceño y la miró con frialdad.—Mi madre tenía razón —arrastró las palabras, colocó una de sus manos sobre el cuello de Isabella.—Aquella gélida mirada la estremeció.— ¿Qué te ocurre? —indagó, retirando al instante las manos de su esposo de su cuello. — ¿Por qué volviste a beber? —preguntó con lágrimas en los ojos. — ¿En d