Las brillantes baldosas de la funeraria reflejaban la vestimenta oscura de las personas que se encontraban acompañando a la familia Weber, en realidad no eran tantas, los amigos que tenían, no eran muchos. En cuanto los paparazzi se enteraron, comenzaron a llegar y esperar a las afueras del sitio, esperando que alguien les diera alguna razón de lo sucedido.Victoria se encontraba sentada en uno de los sillones, había tenido que tomarse un calmante para resistir tan doloroso momento. Aún no podía creer que su hijo estuviera dentro de aquel féretro que estaba al centro de la sala funeraria.Su barbilla temblaba al mirar hacia él, no podía dejar de pensar en el último enfrentamiento que tuvieron, verlo caer al suelo, tocando su pecho, era algo que sabía que jamás iba a poder olvidarlo, ni tampoco superarlo, parte de ella, se había ido con su hijo.Desvió su mirada al ver que se acercaba una joven, sosteniendo un ramo de alcatraces, se acercó al féretro y se recargó sobre el cristal, desb
Pasó la noche sin poder dormir, se enfocó en hacer algunas llamadas a su equipo de abogados, para que comenzaran a trabajar en el caso, y descubrir lo que traía entre manos ese malnacido, que no tenía escrúpulos. Después de aquellas declaraciones, estaba seguro que no tardarían en llegar a Isabella, y sacar conclusiones erróneas, todo el mundo, hasta a los que no les importaba la situación, opinarían, los acosarían, la certeza de no saber qué es lo que sucedería, lo agobiaba.Desde la cama donde se encontraba, observó un poco inquieta a su mujer, a pesar de que habían dado un sedante, para que durmiera, en ocasiones se quejaba, por lo que se acercaba a ella y acariciaba sus mejillas para ayudarla a relajarse.—No temas, estoy aquí contigo —susurró.Al escuchar que entraba una llamada, corrió para tomar el móvil, para que no la fuera a despertar. Era su hermana; siendo cerca de las dos treinta de la madrugada, no pudo evitar afligirse, temiendo que le pasara algo.—¿Qué pasa? —preguntó
Después de las declaraciones, para la prensa no fue difícil averiguar sobre las últimas relaciones de Oliver, por lo que de inmediato los reflectores voltearon a mirar hacia Isabella, quien luego de averiguar sobre su vida personal, supieron que tenía una hija, con la edad suficiente, para sospechar que se trataba de ella.Así que de inmediato comenzaron a plantarse en donde vivía y acosar a la familia, queriendo saber la versión de ella, convirtiéndose en un acoso total para ella, en todos lados aparecían, fueron semanas, que se transformaron en meses difíciles para ellos. Tuvieron que mudarse a una casa con un jardín rodeado por una enorme barda, para impedir que se acercaran, además que la seguridad aumentó. Lo mismo sucedió en la firma, se aumentaron los protocolos de seguridad, para impedir que ingresara algún infiltrado. Tal como Guillermo dijo, se ocupó del asunto, no hubo más remedio que hacer la prueba de ADN a María para averiguar quién era el padre biológico, casi estaba s
En cuanto sintieron que el vehículo comenzaba a girar, Guillermo se quitó el cinturón, y protegió con su cuerpo a su hijo. Provocando que se golpeara en repetidas ocasiones. No podía hacer más. Eso lo hizo sentirse miserable.Isabella por su parte, abrazó a su hija como pudo, fueron los minutos más largos de su vida, instantes después varios estallidos, se volvieron a escuchar, elevó su rostro para averiguar cómo estaban los demás, entonces sintió que un líquido caliente le escurría sobre su rostro.— ¡Estás sangrando! —María señaló su frente, sin poder dejar de llorar.Al ver hacia el interior del auto se dio cuenta que estaban inconscientes los agentes.—Tenemos que salir de aquí —pronunció aturdida, giró su rostro buscando a Guillermo, su barbilla tembló al ver que no se movía—, mi amor —pronunció—, hay que irnos.Guillermo presionó con fuerza sus párpados, su cuerpo dolía, más de lo que imaginó, estando sobre la parte del techo. En ese momento otro de los hombres de seguridad, des
Se sentó sobre las escaleras de un viejo centro edificio, intentando sobreponerse de sostener a María, metió la mano en el bolsillo de su pantalón y se dio cuenta que llevaba un par de billetes dentro.—Gracias a Dios —resopló, tomando entre sus brazos a la pequeña—. Te voy a invitar un chocolate caliente —manifestó y se dirigió hacia una de las cafeterías que se encontraba a una calle de ahí. Desde donde se encontraban, se veía un anunció a los alto de una torre.Tomaron la mesa que estaba cerca del televisor, buscando ver las noticias, cuando la camarera se acercó, abrió los ojos de par en par al ver a Isabella.— ¿Estás herida? —pronunció y se llevó las manos al pecho, al verla.La mirada de Isa, se cristalizó.—No, no estoy herida —expresó, llevándose las manos hacia su rostro, el dolor que sentía, tuvo que aguantarlo, para proteger a María.— ¡Estás manchada de sangre! —exclamó la mujer.—Lo sé —contestó intentando escucharse tranquila.— ¿Acaso estuviste en el atentado que hubo
El tiempo siguió transcurriendo, Isabella no tuvo el tiempo para llorar como deseaba por la pérdida de su esposo, ni de su pequeño. Llevaba una herida abierta, que dolía y sangraba. Ya no sonreía, su vida se había tornado sombría y vacía, cada día sentía que estaba en picada hacia un abismo. Su único motivo para levantarse día a día era María.Aquella camarera que les había tendido la mano, al ser la hija de la propietaria del negocio, le consiguió trabajo, y no solo eso, sino que le permitieron llevar a la niña, a quien dejaba en una habitación de poco espacio, a lado; la cual tenía un colchón sobre el piso y un viejo televisor. En donde también se quedaba el pequeño hijo de aquella peculiar joven de piel de chocolate y rizos más densos que los de Isabella.La paga no era mucha, pero le ayudaba a poder alimentarse y comprar vestimenta, de no ser por Macarena, quien les llevó algo de ropa cuando llegaron al albergue, no sabía que hubiera hecho. Para quien no fue nada sencillo aceptar
Semanas después.La calidez de las caricias de Virgine, hicieron que Guillermo abriera los ojos lentamente, arrugó el ceño al percibir que la luz que se filtraba a través de las persianas, lastimaba su visión, aún no lograba adaptarla.—Hora de comer —susurró su madre, y tomó la cuchara, para ayudarlo.—Puedo hacerlo, ya me siento con mayor fuerza. —Sonrió y la tomó de la mano de su mamá.Era tanta su emoción de Virgine, que lo atendía como cuando era pequeño, se desvivía por él.—Tienes razón, ya puedes hacerlo solo. —Tomó asiento en la silla y se dedicó a observarlo, estando pendiente si necesitaba un poco de ayuda, como a limpiar lo que derramaba.Después de finalizar, Guillermo se enderezó e intentó tomar la andadera que tenía, para poderse apoyar y caminar.—Necesito saber qué fue lo que me ocurrió, ya ha pasado tiempo, no creas que no me doy cuenta que cuando toco el tema, cambian de tema.Virgine desvió su mirada hacia su esposo, quien recién ingresaba, tomó un par de pañuelos
Por temor a exponer a su hija al estar en la calle, se despidieron con gran tristeza de Macarena, al ya no tener trabajo, debía pensar en lo que harían, por lo que caminaron sin rumbo fijo, sabía que era tiempo de moverse de lugar, y de albergue en donde refugiarse, esperaba poder encontrar uno mejor que en el que estaban.—Ilumíname mi amor, no sé por dónde seguir —manifestó con nostalgia. En día como esos, lo extrañaba como nunca—. No imaginas cuanto daría por estar entre tus brazos y verte sonreír.—Mami. —María tiró de su mano y elevó su rostro, llevaban mucho tiempo caminando, se sentía agotada.— ¿Qué sucede cariño?—Me duelen mucho los pies, y estoy cansada. —Presionó los labios en una fina línea, entonces hizo un puchero.Su corazón se arrugó como si de un papel se tratara, se inclinó y la abrazó.—Perdóname mi vida, no me di cuenta de todo lo que hemos caminado —pronunció con la voz temblorosa. Buscó en la pequeña bolsita que llevaba y sacó un par de monedas—. Vamos a compra