De inmediato se acercó a él y se le fue a los golpes.
—Voy a acabar contigo —gritó lleno de furia.
—Ella me provocó —expresó al sentir el impacto del fuerte puño sobre su pómulo.
— ¡Cállate! —gritó lleno de rabia.
En ese momento ingresó Victoria acompañada por Emma, sus ojos se abrieron de par en par al ver a sus hijos enfrentándose.
—Llama a seguridad —dijo a la chica.
— ¿Desde hace cuanto tiempo te estás revolcando con ella? —Oliver gruñó.
— ¡Deténganse! —Victoria intentó acercarse a ellos, para evitar la pelea, pero no lo logró.
Isabella abrió los ojos de golpe ante los fuertes gritos, palideció aún más al ver a su esposo golpeando a Mason, quien estaba semidesnudo.
— ¿Qué ocurre? —cuestionó asustada. — ¿Por qué se están peleando? —preguntó a su suegra.
—Eres una desvergonzada, esto es tu culpa. —La señaló Victoria.
La joven estaba por ponerse de pie, pero se dio cuenta que estaba desnuda. Su cuerpo se estremeció, tomó su camisón y su bata, y se la colocó.
— ¡Basta! —intentó acercarse a Oliver, quien estaba sobre su hermano, golpeándolo sin piedad alguna.
En ese momento ingresó el personal de seguridad y los separó.
— ¡Te voy a matar! —Oliver espetó lleno de furia.
—Ella me provocó, la traje a acostarse, porque dijo que no se sentía bien y yo le creí, lo único que buscaba era seducirme, no pude detenerme.
Al escuchar sus palabras, Isabella se acercó a él.
—Eso no es verdad. —Le dio un empujón—, yo sería incapaz de engañar a mi esposo.
—Sino pasó nada entre ustedes, entonces explicanos, ¿por qué mi hijo te encontró desnuda en brazos de su hermano? —Victoria gritó.
—Tienes que creerme, no hice nada. —Se acercó a Oliver, quien luchaba para que lo soltaran.
—Salgamos de aquí —ordenó Victoria a los hombres que sujetaban a Mason—, quédate cerca de mi hijo —solicitó a Emma, quien estaba sin palabras, decidió salir y esperar fuera.
Eres una desvergonzada —bramó mirando lleno de rabia a su esposa—, nunca debí casarme con alguien que no estaba a mi altura —gruñó—, eso me pasa por no haber escuchado a mi madre, me habría ahorrado una gran decepción —manifestó totalmente encolerizado.
—Tienes que escucharme, no recuerdo nada, pero estoy segura, que no hice nada de lo que pueda arrepentirme, lo juro. Yo te amo, te lo he demostrado desde que nos casamos —refirió.
—Eres una cualquiera —espetó sintiendo que su pecho ardía de dolor.
—No lo soy. —Lo abofeteó—, no voy a permitir que me faltes al respeto. —Limpió sus lágrimas.
—Quiero que te largues de aquí. —La tomó por uno de sus brazos y la jaló con fuerza.
—No, no me hagas esto, no lo merezco, ¡escuchame! —suplicó.
—No tengo nada que escuchar, con lo que vi fue suficiente —indicó, cruzando por el pasillo, para llegar a la puerta por donde ingresaba el personal.
En cuanto abrió la puerta, un fuerte corrientazo los hizo estremecerse.
— ¡Lárgate! —exclamó lleno de rabia.
—No, por favor no lo hagas, sabes que no tengo a donde ir, yo no hice nada, tienes que creerme.
—Eso debiste pensarlo, antes de meterte con mi propio hermano.
—Soy inocente —expresó llena de dolor—, yo te amo.
—No vuelvas a repetirlo. —La empujó con fuerza, y la sacó de la casa.
***
Victoria tomó el botiquín de primeros auxilios y comenzó a limpiar las heridas de su hijo.
— ¡Auch!, ten cuidado —gritó Mason.
—Vaya que te dio duro tu hermano —Victoria ladeó los labios sonriente.
— ¿Te parece gracioso? —refirió el joven, viéndola a los ojos.
—Claro que no, pero me pone de muy buen humor, que por fin nos liberamos de esa arribista, buena para nada.
Mason inhaló profundo, su mandíbula se tenso, se concentró para contener el dolor que sentía.
—Creo que me fracturó las costillas, me duele mucho el costado.
—Lo mejor será llevarte al hospital, para que te revisen.
—Sí, eso necesito —expresó. — ¿Me vas a pagar el dinero que me prometiste? —Mason preguntó.
—Por supuesto que sí, tengo mis ahorros y después de que me ayudaste a separarlos, te lo mereces —manifestó.
***
La mirada de Isabella, se llenó de lágrimas, su corazón se estrujó ante la fuerza en la que azotó la puerta.
—No me cierres —suplicó, llorando con desespero.
Giró en su eje y con su temerosa mirada divisó a su alrededor, sabía que no le abrirían a la puerta y que tenía que pensar en donde podría refugiarse, por lo que caminó se limpió los ojos y caminó por hacia el camino que alumbraban las mamparas, buscando llegar al pueblo.
Cerró su bata y buscó protegerse del frío, pero no lo consiguió, sus dientes tiritaban sin cesar. Hasta que luego de veinte minutos llegó al pueblo, se acercó hacia la iglesia, pero estaba cerrada, por lo que se pegó a la vieja madera de la puerta y se dejó caer al suelo.
—Algún día te darás cuenta de la verdad, y lleno de arrepentimiento, me pedirás perdón de rodillas. Disfrutaré de ese momento. —Se abrazó a sí misma, intentando mitigar el frío que se sentía.
***
Oliver regresó a la casa y se dirigió al estudio, tomó la licorera y bebió directo de la botella.
—Maldigo el día en que te conocí —expresó con el rostro lleno de lágrimas.
— ¿Puedo pasar? —Emma tocó a la puerta.
—No es un buen momento —Oliver respondió.
—A mí me parece que sí —la joven cerró la puerta y se acercó a él—, vine a ofrecerte mi apoyo y mi consuelo. —Acercó una de sus manos a su mejilla y lo acarició con ternura.
—Nunca me disculpe por lo que te hice —él expresó con voz trémula—, no debí romper nuestro compromiso, no debí dejarte por una mujer como Isabella. —Presionó con fuerza sus párpados, su corazón dolía.
Emma suspiró profundo, sus ojos se cristalizaron.
—Sufrí tanto como lo haces en este momento tú —respondió aclarándose la voz—, se me desgarró el alma, de tal manera que unir las partes me llevó mucho tiempo, pero finalmente lo logré y sobreviví. Estoy segura que también lo lograrás.
—No sé como, no sé vivir sin ella —confesó liberando un par de lágrimas.
—Déjame ayudarte —Emma colocó una de sus manos sobre su cuello y acercó sus labios a los de él, besándolo con un ferviente anhelo.
San Francisco, California.Vestido de negro, Guillermo de la Vega, observaba a través de sus gafas oscuras, como un par de hombres cubrían con tierra, el feretro en donde reposaban los restos de la mujer quien fuera su esposa. Se acercó dando un par de pasos pequeños, presionando la última rosa que sostenía entre sus dedos e inhaló profundo cerrando sus ojos, rememorando las últimas palabras que escuchó de los labios de Iris.«Gracias por seguir a mi lado, hasta el último momento. Prométeme que buscarás ser feliz».Abrió sus ojos, y presionó con sus labios, intentando contener el nudo que picaba en su garganta.—Gracias por todo lo que me diste, descansa en paz —murmuró, dejando caer sobre aquella fría caja, la delicada flor blanca, se giró en su eje y se alejó de todo el mundo, deseaba estar solo, descansar para poder reorganizar su vida.****A las orillas de la ciudad.— ¿Te encuentras bien? —una mujer movió a Isabella al ver que estaba dormida en la entrada de una vieja hacienda.
Dos años y medio después.Isabella tomó el líquido para limpiar y lo roció sobre el enorme muro de cristal y comenzó a trabajar. Desde el tercer piso donde se encontraba, observó salir del ascensor a varios caballeros que portaban costosos trajes, no pudo evitar seguirlos con su mirada.—Son muy atractivos, ¿verdad? Giró su rostro al escuchar aquella voz, y sonrió.—No los veía por eso —respondió a la chica que se acercó a espiarlos.— Y entonces ¿por qué lo haces? —elevó su mentón al verla.—Me preguntaba ¿con quién de los tres me podré entrevistar? —la miró a los ojos—, deseo un ascenso —sonrió.La joven recepcionista carcajeó.—Pensé que te gustaba alguno de ellos —expresó suspirando—, ellos son socios importantes —mencionó—, lamentablemente no se encuentra el director ahí. Debo aclararte algo importante, el CEO está apartado para mí —bromeó—, y… para todas ellas. —Señaló a las chicas que veían hacia dónde se dirigía, buscándolo.Isabella frunció el ceño, llevaba un año trabajand
Isabella separó los labios en una gran O, al ver a aquel hombre que la había ayudado, estaba dispuesto a liquidar su deuda, algo que no se esperaba y menos de un extraño, ¿será posible que existan los ángeles?, alejó de inmediato esa idea absurda, en el mundo que ella conocía lo único que buscaban era sacar ventaja. —No es necesario, le agradezco, pero le expliqué a la señorita que en un par de días pagaré —indicó avergonzada. —Yo no he dicho que sí —respondió la mujer con evidente molestia. Guillermo sacó su billetera y se acercó al countaner. — ¿Cuánto se debe por la atención recibida? —preguntó observando a la chica con seriedad. La joven inclinó su rostro ante aquella profunda mirada, que la veía de manera dura. Mostró el total de la deuda, de la cual Memo pagó sin ningún problema. —Gracias por tan buen servicio —mencionó con sarcasmo y caminó junto con Isabella hacia la sala de espera. —Espero que mejore tu hija —dijo con franqueza. —Gracias, le pagaré la semana próxima —
—Creo que sí —Isabella respondió con nerviosismo, sintiendo que su corazón latía desbocado, sus manos estaban aferradas a su pequeña, protegiéndola, entonces escucharon que comenzó a llorar. —Será mejor que las llevemos al… —Guillermo estaba por sugerir ‘el hospital’, entonces recordó lo sucedido—, llama a nuestro médico de cabecera —solicitó a su chofer. —Lo lamento tanto, señorita —expresó el hombre afligido. Guillermo se acercó a ellas, con cuidado separó de sus brazos a la niña. — ¿Te duele algo nena? —indagó con preocupación. Isabella dirigió su asustada mirada hacia su hija, ante el temor de que estuviera lastimada. —Mi mamá me apretó —sollozó con sentimiento. La chica resopló, no pudo evitar sonreír. —Lo lamento princesa —se disculpó, deslizó la yema de sus dedos sobre su pequeña frente, retirando unos mechones de su cabellera—, será mejor que vayamos a casa. El joven se puso de pie y la ayudó a pararse. —No puedo dejar que te vayas sin que te cheque un médico. Es nues
La joven se flexionó para tomar asiento. —Yo me haré cargó de mi hija —contestó intentando salir de la cama, a pesar del mareo que tenía. Guillermo se acercó a ella y la sujetó por su pequeña cintura, para evitar que cayera. Isabella presionó sus ojos para intentar controlar aquel vértigo que no la dejaba tranquila. —No estás bien —él refirió—, tienes que descansar. —No, no entiende —habló de forma pausada, con dificultad—. María…, solo me tiene a mí —respondió luchando por no cerrar sus ojos. —Tranquila, te prometo que de aquí, no me moveré, estaré pendiente de tu hija —sonrió al ver que se había quedado dormida. Tomó el cobertor y las cobijó a ambas. Dio un ligero masaje sobre sus hombros y se acomodó sobre el reposet, cubriéndose con su chaqueta, decidió a dormitar un poco, para estar pendiente de la pequeña. *** —No quise importunar. Tu…, mamá me pidió que viniera a buscarte —Emma argumentó al escuchar la manera que le hablaba—. Iré a tomar una ducha, y dormiré en la habita
Al despertar, lo primero que llegó a sus fosas nasales, fue el aroma a desinfectante, eso la hizo recordar que se encontraba en el hospital, giró su rostro buscando a su hija, y frunció el ceño al darse cuenta, que el otro extremo de la pequeña cama estaba vacío. Su corazón retumbó con fuerza, estuvo a punto de quitarse la venoclisis, que tenía sobre su brazo, hasta que se dio cuenta que se encontraba en uno de los sillones, acompañada de Guillemo. Regresó su cabeza, sobre la almohada y por unos instantes se dedicó a observarlos interactuar, ladeó los labios esbozando una pequeña sonrisa, al ver que aquella persona de la que no sabía nada, le ayudaba a comer a su hija. — ¿Quieres pan? —le preguntó a la pequeña, acercándole la charola con un par de piezas para que ella eligiera. —Sí ¿y tú? —respondió ella y lo tomó con su pequeña manita. —No, yo no, gracias —contestó susurrando para no despertar a Isabella. Tomó el vaso de café que tenía y dio un sorbo. — ¡Salud! —María alzó su vas
En ese instante la puerta se abrió, los labios de Emma se abrieron en una gran O al verlo tambalearse, pues después de la discusión que tuvieron, Octavio se salió y no regresó en toda la noche, separó los labios al ver que tropezaba con la esponjosa alfombra gris.— ¡Estás borracho! —exclamó con decepción, pues le había prometido que no volvería a beber.Él negó con la cabeza.—Bebí solo un poquito —expresó fijando su atención en la desnudez de su cuerpo—, vine a hacer las paces contigo. A pesar de lo que te hice, volviste a mi lado, el día que esa me traicionó, te quedaste y me demostraste lo mucho que me amas —Se acercó a ella y la estrechó entre sus brazos.Emma presionó sus labios, y contuvo el aire ya que desprendía un fuerte hedor.—Te prometo que voy a compensarte. —Acercó sus labios a sus hombros y deslizó su lengua sobre su piel.Sabía que ese era su momento, para evitar que usara preservativo, y sorprenderlo pronto.—Vamos al jacuzzi —sugirió seductoramente—, prometo que lo
Aquel momento la hizo sentir como si un balde de agua helada le cayera y la recorriera por toda su columna vertebral, presionó con fuerza sus párpados, ante aquella desagradable sensación. No podía creer que las cosas fueran de mal en peor, con tantos gastos, deudas por pagar y un trabajo que se tambaleaba más y más, en dirección a su despido.—Lo… siento —expresó con dificultad, intentando controlarse, para no llorar—, pediré que me lo vayan descontando de mi salario, pero por favor no haga que me corran, necesito mucho el trabajo —suplicó.Aquella dulce voz, se le hizo familiar, más de lo que imaginó, por lo que colocó ambas manos sobre los encorvados hombros de aquella joven, y tiró con suavidad, deseando poder ver su rostro. Al tenerla frente a él, levantó su rostro con sus dedos, sus ojos se abrieron de par en par al reconocerla, una extraña sensación se acentuó en la base de su estómago.— ¡¿Isabella?! Abrió sus ojos al instante, ante aquella gruesa voz, por unos instantes no