Una de las preguntas que estoy segura Isabella, no hubiera querido escuchar... ¿Desea que llame a algún familiar? ¿o no?
La joven se flexionó para tomar asiento. —Yo me haré cargó de mi hija —contestó intentando salir de la cama, a pesar del mareo que tenía. Guillermo se acercó a ella y la sujetó por su pequeña cintura, para evitar que cayera. Isabella presionó sus ojos para intentar controlar aquel vértigo que no la dejaba tranquila. —No estás bien —él refirió—, tienes que descansar. —No, no entiende —habló de forma pausada, con dificultad—. María…, solo me tiene a mí —respondió luchando por no cerrar sus ojos. —Tranquila, te prometo que de aquí, no me moveré, estaré pendiente de tu hija —sonrió al ver que se había quedado dormida. Tomó el cobertor y las cobijó a ambas. Dio un ligero masaje sobre sus hombros y se acomodó sobre el reposet, cubriéndose con su chaqueta, decidió a dormitar un poco, para estar pendiente de la pequeña. *** —No quise importunar. Tu…, mamá me pidió que viniera a buscarte —Emma argumentó al escuchar la manera que le hablaba—. Iré a tomar una ducha, y dormiré en la habita
Al despertar, lo primero que llegó a sus fosas nasales, fue el aroma a desinfectante, eso la hizo recordar que se encontraba en el hospital, giró su rostro buscando a su hija, y frunció el ceño al darse cuenta, que el otro extremo de la pequeña cama estaba vacío. Su corazón retumbó con fuerza, estuvo a punto de quitarse la venoclisis, que tenía sobre su brazo, hasta que se dio cuenta que se encontraba en uno de los sillones, acompañada de Guillemo. Regresó su cabeza, sobre la almohada y por unos instantes se dedicó a observarlos interactuar, ladeó los labios esbozando una pequeña sonrisa, al ver que aquella persona de la que no sabía nada, le ayudaba a comer a su hija. — ¿Quieres pan? —le preguntó a la pequeña, acercándole la charola con un par de piezas para que ella eligiera. —Sí ¿y tú? —respondió ella y lo tomó con su pequeña manita. —No, yo no, gracias —contestó susurrando para no despertar a Isabella. Tomó el vaso de café que tenía y dio un sorbo. — ¡Salud! —María alzó su vas
En ese instante la puerta se abrió, los labios de Emma se abrieron en una gran O al verlo tambalearse, pues después de la discusión que tuvieron, Octavio se salió y no regresó en toda la noche, separó los labios al ver que tropezaba con la esponjosa alfombra gris.— ¡Estás borracho! —exclamó con decepción, pues le había prometido que no volvería a beber.Él negó con la cabeza.—Bebí solo un poquito —expresó fijando su atención en la desnudez de su cuerpo—, vine a hacer las paces contigo. A pesar de lo que te hice, volviste a mi lado, el día que esa me traicionó, te quedaste y me demostraste lo mucho que me amas —Se acercó a ella y la estrechó entre sus brazos.Emma presionó sus labios, y contuvo el aire ya que desprendía un fuerte hedor.—Te prometo que voy a compensarte. —Acercó sus labios a sus hombros y deslizó su lengua sobre su piel.Sabía que ese era su momento, para evitar que usara preservativo, y sorprenderlo pronto.—Vamos al jacuzzi —sugirió seductoramente—, prometo que lo
Aquel momento la hizo sentir como si un balde de agua helada le cayera y la recorriera por toda su columna vertebral, presionó con fuerza sus párpados, ante aquella desagradable sensación. No podía creer que las cosas fueran de mal en peor, con tantos gastos, deudas por pagar y un trabajo que se tambaleaba más y más, en dirección a su despido.—Lo… siento —expresó con dificultad, intentando controlarse, para no llorar—, pediré que me lo vayan descontando de mi salario, pero por favor no haga que me corran, necesito mucho el trabajo —suplicó.Aquella dulce voz, se le hizo familiar, más de lo que imaginó, por lo que colocó ambas manos sobre los encorvados hombros de aquella joven, y tiró con suavidad, deseando poder ver su rostro. Al tenerla frente a él, levantó su rostro con sus dedos, sus ojos se abrieron de par en par al reconocerla, una extraña sensación se acentuó en la base de su estómago.— ¡¿Isabella?! Abrió sus ojos al instante, ante aquella gruesa voz, por unos instantes no
—Voy a solicitar la baja, para que le retiren el acceso —indicó Maritza con agrado. Su vista se fijó hacia el gran ventanal, que daba al exterior de la ciudad; movió la cabeza en desaprobación al ver el desastre que había en una de las esquinas, con aquellos fragmentos de la licorera hecha pedazos, y el whisky regado por todos lados, además, que la aspiradora se encontraba en el centro de la sala, donde Guillermo se reunía con importantes clientes. Rodó los ojos al mirar uno de los trapos de limpieza en el piso—. Voy a levantar un reporte, el lugar es un desastre. Necesito saber si la muchacha, fue la culpable, para descontarla de su liquidación —agregó con frialdad.Guillermo arrugó el ceño, se giró en su eje poniendo toda su atención en Maritza, estaba por hablar, cuando Isabella los interrumpió.—Terminaré mi trabajo en este preciso momento. —Se puso de pie con gran esfuerzo, y tomó la aspiradora.Se sorprendió al verla de pie, se dio cuenta que estaba más blanca que un papel.—Po
—No es necesario, yo puedo cuidarme sola —manifestó Isabella dentro del ascensor que era exclusivo para los socios más importantes.Guillermo ladeó los labios.—No es verdad, la prueba está en que no has mejorado —refirió mientras descendían veinte pisos hacia la planta baja. Al abrirse las puertas, dejó que saliera ella primero, mientras caminaban, distinguió con claridad, la forma en la que los miraban sus colegas, además de las chicas de recepción, se quedaron congeladas, ante aquel acto.Isabella abrazó su pequeño bolso, sintiéndose incómoda ante las curiosas miradas que no le quitaban la vista de encima y la recorrían con escrutinio. Sabía que no había nada que ver, pues portaba el sencillo uniforme de limpieza, y sus desgastados tenis, que estaban a punto de desgarrarse, además de que era obligatorio llevar el cabello completamente recogido en un chongo.Guillermo saludó con amabilidad, al hombre que custodiaba la puerta, quien se las abrió, se detuvo para que su joven acompañan
El camino fue en completo silencio, Guillermo quien se sentó en el lugar del copiloto tuvo que contestar algunos mensajes, mientras Isabella por su parte, se dedicó a ver hacia la ciudad. Sus manos sudaban ante la idea de que iban pasar unos días en casa de su nuevo jefe. Al llegar al edificio de grandes ventanales, Bruno esperó a que la puerta del estacionamiento subterráneo se abriera. Tuvo que disimular su asombro, ante aquella imponente construcción de concreto y acero de forma asimétrica. —Bienvenida —dijo Guillermo rompiendo aquel incómodo silencio que se hizo, durante el trayecto y hasta llegar a la puerta de su piso. —Gracias —respondió aclarándose la voz.En el momento en el que ingresaron al apartamento, las luces se fueron encendiendo, conforme caminaban. Guillermo recostó a María, sobre uno de los sillones,y le colocó una cobija que Isabella llevaba.—No hay mucho que mostrar —expresó señalando a su alrededor. Isabella pudo ver desde el momento que ingresó, la sala, el
Guillermo permanecía impávido, esperando a que Isabella, decidiera si continuar compartiendo con él algo tan íntimo de su pasado o si se detenía. No le fue difícil darle su espacio y esperar a que se calmara, solía hacerlo cuando se reunía con sus clientes. Isabella, limpió sus mejillas con el dorso de su mano, inhaló un par de veces para intentar calmar sus sollozos, estaba tan mormada que no podía ni respirar, por lo que de inmediato se puso de pie.—Necesito ir al tocador —solicitó con la voz congestionada.—La única puerta que hay al fondo—explicó con calma él, quien se dirigió a la sala para ver que María siguiera dormida.***Al cerrar la puerta de la cabina de baño, Isabella recargo su espalda sobre la madera, y se dejó caer, emitió un quejido al sentir una punzada en su cadera. Estaba tan contrariada, hacía tanto que no pensaba en aquel suceso, que recordarlo, le lastimaba, se dio cuenta que aquella herida aún dolía, pero no porque siguiera amando a Oliver, sino por lo sucedi