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CAPÍTULO 2. EN SUS BRAZOS

Desde su opulenta oficina, Oliver estaba pensativo ante la conversación que había tenido con su madre, sobre su ex, «Si se hubiera casado con ella, no estaría pasando por algo así», pues su familia era de abolengo, eran importantes empresarios, dueños de una cuantiosa fortuna, en pocas palabras estaban forrados de dinero. Lo tenían a manos llenas, algo que a él siempre le había atraído, pues le gustaba el derroche y la buena vida. Y ahora que se encontraban con tantos problemas, sentía que le llegaba el agua hasta el cuello, no estaba dispuesto a perderlo todo. No él que había sido educado solo para ganar.

Era verdad, Emma era una mujer hermosa, refinada, de clase y buen gusto, de no ser porque al conocer a Isabella, algo en aquella joven, lo cautivó. No era una mujer que necesitara maquillarse mucho, ni tampoco usar ropa de marca para que por donde pasara, la miraran más de una persona, además de él, quien con tan solo apreciar el dulce aroma que emitía, se ponía más duro que una piedra, lo excitaba de una manera descomunal, sin siquiera tocarla. Provocaba una extraña adicción, que al no tenerla se sentía como un adicto en abstinencia, completamente enloquecido.

Pero ahora, que se veía envuelto en esos problemas, no estaba tan seguro de que ella fuera su mejor decisión, porque el futuro de toda la firma Weber, estaba en riesgo. Se puso de pie, caminó hacia la licorera y se sirvió un trago, y lo bebió de golpe, para disipar el mal sabor que tenía en la boca, Isabella era una mujer que necesitaba a su lado, su perdición, ¿lo peor? Lo sabía.

— ¿Puedo pasar? —Isabella se asomó con su dulce sonrisa, su mirada brillaba.

Oliver sacudió su rostro y arrugó el ceño al verla ahí.

— ¿Qué estás haciendo aquí? —empujó hacia atrás su cómoda silla de cuero, deslizando las llantas y se puso de pie, caminó hacia la puerta, tuvo que contener el aire al recorrerla con su verdosa mirada, usaba un vestido champagne de cuello alto que llegaba debajo de las rodillas, moldeando sus perfectas curvas, además que llevaba suelto su cabello, luciendo sus rizos castaños, a mitad de su espalda. Como le encantaba enredar sus dedos sobre ellos, eran tan sedosos. Estuvo a punto de acercarse para abrazarla y acariciarla, pero se contuvo, eso no lo iba a sacar de los problemas que tenía. — ¿Por qué no esperaste a que te anunciara mi asistente? —preguntó más duro de lo que deseaba.

Se detuvo antes de llegar a él, para abrazarlo como solía hacerlo y lo miró a los ojos, sin poder creer lo que escuchaba.

—No había nadie, no creí que te molestara que tocara a la puerta —respondió intentando ocultar la decepción que le ocasionaba, entre soportar a la familia de él y ahora su indiferencia, era algo que dolía más de lo que se imaginó.

— ¿A qué has venido? —cuestionó.

—Deseaba hablar contigo, ya que últimamente o llegas tarde o lo haces de madrugada y…, bebido. —Inclinó su rostro buscando no entrar en conflictos. Eso era lo que pasaba desde hace un año, cada que hablaban terminaban discutiendo, Oliver solía salirse de sus casillas y comenzaba a gritar. Algo que detestaba.

— ¿Qué quieres decirme? —miró su reloj—, se breve por favor. Voy a tener una junta en unos minutos.

Presionó sus puños y se contuvo.

—Deseo volver a trabajar —manifestó—, supe que necesitan una asistente en la firma, deseo ser yo.

Oliver presionó sus labios y de pronto estalló en una carcajada.

—Vaya que te gustan las bromas —refirió tomándola por el brazo para encaminarla hacia la puerta—. La esposa del dueño, no puede ser una simple recepcionista o asistente —se mofó—, ve a buscar que te llevarás para la fiesta de mi madre, ocúpate en lucir a la altura. —Besó su frente despidiéndose de ella.

***

Días después.

La celebración por el cumpleaños de Victoria se festejaba en el rancho, el lugar se encontraba repleto de invitados, la gente bailaba al ritmo del famoso grupo musical que había contratado.

Isabella se encontraba sentada sola, observando cómo se divertía todo el mundo. Su mirada se fijó en una mujer que recién había llegado, a la cual su suegra recibió llena de felicidad, al igual que el resto de la familia, su corazón se agitó al ver que Oliver la estrechaba con demasiada familiaridad.

Luego de un rato, bebió con rapidez un vaso con agua, que uno de los meseros le llevó, al darse cuenta que Oliver no se encontraba con la familia, frunció el ceño con extrañeza, ya que aquella misteriosa mujer tampoco se encontraba, por lo que se puso de pie para buscarlo, entonces un fuerte mareo llegó a ella.

— ¿Te sientes bien? 

Isabella escuchó la voz lejana de Victoria.

—No —respondió la chica.

—Parece que has bebido demasiado —manifestó la mujer.

—Ya sabes lo que tienes que hacer —ordenó.

—Vamos a descansar, querida cuñada. —Besó su frente y se alejó con la chica en brazos.

***

Un par de horas después.

Oliver caminó hacia su madre.

— ¿Has visto a Isabella? —indagó.

—No —respondió—, desde hace un buen rato que desapareció de la fiesta. Imagino que se habrá aburrido, no conoce a nadie, y tú la dejaste mucho tiempo sola, por irte con Emma, picarón.

Oliver rodó los ojos.

—Voy a buscarla a la habitación —manifestó.

—Voy contigo también deseo cambiarme los zapatos, ¿me acompañas querida? —se dirigió a Emma, quien se acercó a la mesa.

—Claro, con todo gusto, Victoria.

Al llegar a la habitación de Oliver y encender la luz, sus ojos se abrieron de par en par, no podía creer lo que veía, la sangre se le heló

— ¿Qué demonios está pasando aquí? —gritó con todas sus fuerzas, al ver a su esposa   en brazos de Mason, su hermano.

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