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Capítulo 3: "LA LLAMADA"

—Buenos días Adele, es tú último día de vacaciones— me saluda Adri desde su cama. Me alegra que a ella también le guste madrugar, aunque tiene voz de cansada. 

—¿También te despiertas temprano?— le preguntó poniéndome de pies y tomando la ropa para ir al baño. 

—No, pero tú alarma me ha despertado, soy muy sensible a los ruidos— responde con una pequeña sonrisa y yo me sonrojo avergonzada. 

—Perdón Adri. 

—No pasa nada, tranquila yo seguiré durmiendo— pone la almohada sobre su cabeza y se voltea quedando de frente a la pared. 

Después de la pesada charla que tuve con Gabriel anoche, decidí volver a casa y Adri quiso acompañarme para no dejarme sola. Emili se nos desapareció desde que  entramos a la casa y no la volvimos a ver en toda la noche, por lo que ni idea de donde está. 

El agua fría que sale de la regadera nada más que cae en mi cuerpo comienza a relajar mis músculos, allá en el pueblo salía a correr todas las mañanas o en las tardes y así sacaba a pasear a Tommy mi perrito, pero aquí creo que no voy a poder con todo esto de las clases y las tareas. Así que mejor me relajo bajo el agua. 

Nada más que terminó de bañarme cojo algo de dinero, algunos libros y mi mochila para dirigirme hacia la cafetería para desayunar, ya deben ser más de las ocho de la mañana y aún tengo que hacer una cuantas cosas ante de que se acabe el día. 

—¿Que deceas señorita?— pregunta un chico de ojos negros, cabello rizados, piel oscura y una sonrisa hermosa que está del otro lado del mostrador. 

—Una dona de chocolate y juego de manzana— pido la orden y el chico sonriente me la trae al instante. 

—Gracias. 

—De nada. 

Luego de salir de la cafetería voy hacía el parque que vi los otros días y donde no puede llegar porque el idiota me interrumpió el camino. Y un rato después me dirigo a la biblioteca para hacer algunos apuntes sobre el primer libro que me tocará en Literatura. 

—Buenos Días señorita— me recibe una señora mayor de espejuelos con un pelo negro que no pasa por debajo de sus hombros manchado con algunas pequeñas canas que sobre salen entre sus mechones castaños— ¿En qué la puedo ayudar? 

—Buenos días— le devuelvo el saludo con una pequeña sonrisa— Puede darme una guía. 

—Si claro— responde amablemente mientras saca unas hojas de abajo de su escritorio— Las mesas están al final de los estantes— me informa y yo le agradezco tomando dirección al lugar. 

X' 

Después de haber pasado todo el día metida entre libros decido volver a la habitación para darme un baño y acostarme temprano, ya que es mi última noche en paz. Pero no, Dios no quiere, no me permite vivir tranquila mis días y ahí está Gabriel sentado sobre la cama de su hermana leyendo un libro que si no me equivocó es "Orgullo y Prejuicio" y es mío. 

Relájate Adele, no seas impulsiva.

No me mandes a relajarme, que él es muy entrometido. 

—Hola, Adele— me saluda con una amabilidad fingida y digo fingida porque él no es así. 

—Hola, Gabriel— le respondo por educación dejando mi mochila sobre la cama y quitándome los pesados tenis que ya me molestan. 

— Dejaste tu móvil y llamó tu madre, la pobre estaba muy preocupada— alza su mirada del libro y me da una pequeña sonrisa torcida— Le caí bien creo. 

— ¿Hablaste con mi.? Madre?— replicó molesta y un poco confundida o más bien preocupada. 

—Sí— alza su ceja y se encoge de hombro como si no fuera nada malo lo que hizo. 

En cambio yo suelto una larga respiración he intento calmarme para no m****r todos mis libros sobre su pequeña cabeza. Es mi segundo día aquí y ya responde mi teléfono un desconocido, mamá me va a matar—y esto lo digo en serio— ella es capaz de coger un avión y venir hasta acá por cosas como estas. Ella me lo advirtió.

—¿Estás bien Adele?— pregunta Gabriel poniéndose de pies para acercarse un poco hasta donde estoy parada mirándole perpleja. 

—Estoy bien, muy bien, imagínate que mi madre debe estar muy feliz porque un chico contestó mi móvil — le respondo de forma sarcástica y un poco borde. 

— Al menos es más agradable que tú— asegura dejando el libro sobre mi mesita. 

—Me importa muy poco si es más agradable que yo— le gritó perdiendo la poca paciencia que me quedaba— ¡Tú eres muy entrometido en tocar mis cosas! 

—Perdón— abre sus ojos como platos— No pensé que te molestaría. 

—Sí, si me molestó y no abras los ojos tan grandes que parece que se te van a salir. 

—Adele no jodas, mejor cállate, ya te pedí perdón. 

—¿Me pides que me calle?— río sarcásticamente y veo como pone sus ojos chinitos— Tú tocas mis cosas y me pides que me calle, estás loco. Número uno, contestas mi teléfono. Número dos, tenías mi libro. 

—Loca estas tú si crees que voy a discutir con una mocosa, tengo mejores cosas que hacer para quedarme escuchando tus berrinches de niña— se sienta sobre la cama esta vez con su móvil en mano tecleando algo rápidamente y dándome la espalda. 

—Me estás ignorado— espeto irritada y él ni me responde— ¿Gabriel te estoy hablando?— tampoco responde— Vete a la m****a, pero no toques más mis cosas— hablo por última vez antes de cerrar la puerta del baño con todas mis fuerzas y provocar un gran ruido para sacar un poco mi frustración.

Quién se cree para ignorarnos, está bueno pero que no se pase.

Él que es un idiota, ojalá se caiga en un barranco y se parta la cara. 

Al sentir el agua caliente  sobre mi piel por un momento olvido la llamada de mamá y me permito disfrutar de la tranquilidad que recorre mi cuerpo en este instante. 

Cuando termino el baño me pongo mi pijama de Bod Esponjas y hago una pequeña oración para que Gabriel ya no está dentro de la habitación. Y esta vez Dios me ha escuchado porque al abrir la puerta me encuentro sola con la tranquilidad de la noche. 

Así que decido ver una película en mi portátil mientras como unos Ruffles que mamá metió en mi mochila a escondidas porque papá la mataría si se entera de que me está dando comida chatarra. No es que tenga el cuerpo perfecto, pero no soy gorda, ni tampoco tan flaca, mis curvas están bien definidas, mis senos no son grande, pero quedan perfecto en mi cuerpo y papá cuida mucho mi figura para que no termine obesa como mi vecina, dice él. 

X' 

Media hora después mis ojos comienza a cerrarse poco a poco hasta que siento que la puerta se abre suavemente y la cama de Adri se hunde haciendo un pequeño ruido que me obliga a abrir los ojos para encontrarme con... 

—Gabriel, ¿estás bien?— me pongo de pies para quedar delante de el chico de ojos azules que trae su ceja y labio partido. Pero él no responde y eso me desespera— GABRIEL, ¿qué coño te pasó? Te caíste de un barranco?— preguntó preocupada por la maldición que le hice hace unas horas y él me mira extrañado con su ojo medio morado. 

—Pelee con unos chicos, pero estoy bien— miente, estoy segura, esos golpes tienen que dolor mucho— Solo me estoy escondiendo, dentro de veinte minutos me marchó y no, no me caí de un barracón. 

Luego de escuchar eso suelto una larga respiración y me comienzo a preocupar por los moretones de su cara que se ven bien feos y no, no es que sea tonta, abuela decía que yo tenía una boca bendita y todo lo que decía podía hacerse realidad, ustedes saben cosas de ancianos. 

—Pero te has visto esa cara— logró sacar una palabra de mi boca y le alcanzó un pequeño espejo que tengo en la mesita de noche. Cuando ve su rostro sus ojos se abren y susurra algo por lo bajo que no logró entender, pero estoy segura de que es sobre la pelea. 

—Tranquila, yo me pongo un poco de hielo y todo estará bien para mañana— asegura, pero no me convence. 

Yo me dirijo al baño, tomó el botiquín que traje para curar cualquiera herida que se pudiera presentar y regreso a donde está Gabriel sentado mirando su rostro en el espejo aún. 

—¿Qué piensas hacer con eso?— inquiere con una ceja levantada y su nariz arrugada. 

Sin poder evitarlo me echo a reír, ¿alguna vez has reído hasta llorar? Pues yo en estos momentos estoy así y Gabriel no deja de hacer el mismo gesto que me provoca tanta risa. 

—¿Te ríes de mí?— pregunta claramente enfadado. 

—No, no Gabriel jamás— me disculpó y me  siento a su lado para comenzarlo a curar— Esto no va a doler, relájate— veo como traga grueso y suelta una respiración— ¿Ya estás listo? 

—Qué sea rápido— asiente con la cabeza y cierra los ojos cuando empiezo a pasar el algodón con alcohol sobre su ceja que está partida. 

—Ahí llevas punto— le digo después de limpiarla bien y poner un poco de crema antiséptica sobre la herida. 

Su labio se ve más hinchado y rojo, y no sé por qué razón me pongo nerviosa al hacer contacto con su piel lastimada. Mi corazón late como si estuviera en una carrera de velocidad y me da miedo que con tanto silencio que tenemos a nuestro alrededor pueda escuchar los latidos alterados que tengo en estos momentos. Así que me apresuro lo más que puedo y me levanto de su lado para acostarme sobre mi cama después de  recoger todo lo que utilice. 

—Ya me largo—  murmura entre dientes para luego cerrar la puerta. 

¿Él es bipolar o qué? Debería estar agradecido porque le curre sus heridas y por lo mucho que me preocupe sin que se mereciera eso. No sé por qué heredé ese don de ayudar a todos, maldigo una y mil veces eso, gracias a ese jodido don de m****a todos se aprovechan de mí y termino lastimada. No digo que Gabriel me haya lastimado o algo parecido, solo que esperaba al menos unas gracias de su parte.

Cuando por fin logro conseguir el sueño nuevamente olvidando de todo, mi móvil comienza a sonar y en este momento recuerdo que no he llamado a mamá, si es ella, me matará. Pero gracias a todos los santos y las vírgenes que existen es un mensaje de un número desconocido. 

Desconocido:

Gracias gorda, te debo una,

espero que mi cara no se inflame.

Y por alguna otra estúpida razón mis labios esbozan una pequeña sonrisa que borró rápidamente al acordarme que no es nada romántico que este mensaje lo allá escrito Gabriel. Tan idiota como es, de donde abra sacado mi número, juré que mataré a Adriana si se lo dio. 

Vamos pero contesta el mensaje.

No pienso hacer eso.

No seas pesada, el chico al menos fue amable esta vez.

Ok, solo está vez.

Yo:

No me debes nada, tranquilo.

Desconocido:

¿Y si quiero pagarte?

Yo:

Has lo que

querías.

Desconocido:

Eso quería

escuchar.

Hasta mañana Gorda.

Yo:

Hasta mañana, idiota.

Después de esa pesada charla de mensajes termine quedándome dormida plácidamente olvidandome de todo lo que me rodea y soñando con helado.

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