CAPITULO XXVIUNA VIDA NUEVAJonathan y Catheryn, ayudaban a Andrew y Anne a recobrar el ánimo y la cotidianeidad. No resultaba fácil, y Eleonor, completamente inocente de lo que le había sucedido, estaba pagando por ello. No tenía permiso para salir de la cabaña ni alejarse de la vista de su padre, con lo que su vida había sido reducida a unos estrictos límites, que la aprisionaban. Solo cuando Andrew salía de caza o bajaba al río, ella podía ir con él y disfrutar del entorno que tanto la fascinaba. Aquel iba a ser un día como todos los demás pero todo cambió con la inesperada visita de Owochett al río, para dar de beber a su montura. Pequeño lobo, su hermano pequeño, iba con él y ambos llevaban de las bridas a sus monturas. Andrew les vio a lo lejos en un recodo, donde las aguas se remansaban y algunos árboles aislados, daban cobijo y sombra a los que se acercaban por allí. No le dijo nada a Eleonor, no quería alterarla ni que se sintiese incómoda, pero ella también les había visto
La joven, muy nerviosa, ataviada con su túnica de novia, ribeteada en flecos rojos y blancos, y ceñida por un ancho fajín del mismo color, avanzaba en dirección a la tienda de la esposa del jefe de la tribu india. Iba a casarse al día siguiente y ella le aconsejaría cómo comportarse con su amado. Apartó la piel que cubría la entrada y penetró, no sin cierto temor reverente. Una atmósfera cargada de humo, proveniente de incienso a través del que entraba una tenue luz diurna, la envolvió. -Ven acércate hija, no temas nada. La muchacha obedeció y al llegar ante la mujer, se sentó frente a ella. Era una mujer anciana, que se sentaba recta y orgullosa, con las piernas cruzadas y de cuya cabeza caía por su pecho una larga y ancha trenza de cabello blanco como la nieve. Dos plumas rojas adornaban su testa y sus ojos azules penetraron en su misma alma. -Sé que estás nerviosa y asustada, yo lo estaba a tu edad también. Pero está tranquila yo te ayudaré, Haremos una cosa, en vez de darte co
CAPITULO IIEL EMBARQUELord William Sentheyr, se enfundaba una oscura capa y embozado cual criminal, salía de la casa de campo en que había tenido lugar la reunión con los cabeza de familia, de las siete familias implicadas en la fuga a Nueva Inglaterra. Por causa de su religión, el rey le había confiscado sus tierras y su título y se veía mendigando en casa de cada familia puritana, que le servían con gusto. Sabían que cuando llegasen a las costas americanas, él sería el más influyente. Conocía a John Winthrop, que lideraba la operación de fuga de Inglaterra. Se rumoreaba que William Laud, iba a ser nombrado arzobispo de Canterbury y eso supondría la cruenta persecución y ejecución, tanto de papistas, como de disidentes de la Iglesia Anglicana, como de ellos mismos. Huir era la única salida que les quedaba. Lord Sentheyr se introducía en una carroza que evidenciaba el paso del tiempo y el excesivo uso, y daba dos golpes en el techo de esta, para que el cochero en el pescante
CAPITULO III LA TRAVESÍA En el camarote del capitán Lord William, y Sir Anthony, recibían ropas secas y otro tanto, hacían con los varones, que llegaban chorreando. Las tres mujeres y los seis niños, fueron llevados a uno de los camarotes, habilitados en la cubierta inferior, para que las mujeres estuviesen cómodas, a salvo de miradas lujuriosas. Las maderas de los navíos, humedecidas por las sucias aguas del Támesis, se dejaban acariciar, y navegaban una tras otra, como cisnes que huyen de jaula de hierro. Los capitanes, daban orden de soltar velamen una hora más tarde, y sus velas se hinchaban para insuflar vida renovada a los dos barcos, que salían del estuario del Támesis, introduciéndose en mar abierto, para dar forma a las esperanzas de un grupo de familias, que aspiraban a ser libres, adorando a su dios, en una tierra virgen, que Dios, a modo de Tierra Prometida, les ofrecía como lugar donde morar por tiempo indefinido. -Señor
CAPITULO IVUN NUEVO HORIZONTEEl mar semejaba ser un lago cristalino y azulado, inofensivo, si no fuese porque aún permanecía latente, como un dolor penetrante, la desaparición, al ser tragado por él, de aquel joven marinero del “Aurora”. La tripulación se afanaba en recomponer aquellas partes del navío que habían sido dañadas, y los dos carpinteros de a bordo, no daban abasto. Una vela se había rajado en vertical de arriba abajo y había que sustituirla por otra. Y la cubierta, estaba llena de algas negras, y restos de tablazón, arrancado de cuajo, por la furia de la tormenta. En los camarotes inferiores, donde las mujeres y los niños esperaban acontecimientos, la calma, había aportado un poco de paz y los más pequeños, ya no lloraban abrazados a sus madres.-Señor los daños no son importantes pero si numerosos…-le rendía informe el contramaestre Mason, al capitán.-Que cambien la vela mayor, y comprueben los cabos y los palos. No quiero sorpresas desagradables al respecto. Y
CAPITULO VLA REUNIÓNLa débil luz de la vela, iluminaba apenas el pergamino en el que escribía con letra nítida y trazo firme, Jonathan, sus impresiones sobre aquella improvisada huida de Inglaterra. La pluma se deslizaba produciendo un suave chirrido al rasgar el papel, depositando la tinta negra en él y su menta se sumergía en cada palabra. -“He de dejar en pocas letras, mis sentimientos más recónditos, y mi pesar más triste, al relatar como huimos de la tierra de la que brotamos, para ser desarraigados por la mano de un rey cruel, que no ceja en su empeño, por extirpar la adoración a Dios, por no depender esta de su corona. Recorremos el mar, como hijos del exilio, en busca de una tierra que se nos promete amplia y libre…”Unas pisadas fuertes, sobre la maltratada madera de la nao, acercándose, le sacaron de su abstracción y le devolvieron a la realidad. Era Lord William, que golpeaba dos veces la puerta del camarote antes de entrar, como era costumbre en él. Ya había aprendido
CAPITULO VILA BATALLA POR LA LIBERTADEl galeón inglés, impertérrito, siguió cortando con su dañada proa el agua amenazadoramente. Y cuando la nao viró en redondo, para presentar el costado de estribor, recibió una andanada que reventó parte de la popa. Un gran agujero en esta, dejó al descubierto el camarote del capitán y el suelo lleno de peligrosas astillas. No tardó en estar aparejado a la nao y sus marineros echaron los garfios de abordaje, para amarrarlo y pasar a esta. Los marineros apenas opusieron resistencia y pronto los tripulantes del “Revenge” estaban encadenando a los varones y esposando con cuerdas, las manos de las mujeres y niños, que iban a ser trasladados a este. Los cadáveres de tres marineros y dos puritanos, tirados en posiciones imposibles en la cubierta y el cuerpo de otro marinero, que colgaba de un flechaste al que se había enganchado, tras morir de un certero disparo efectuado desde el galeón inglés, conformaban una dramática imagen de la derrota sufrida. E
CAPITULO VIICOMPARTIENDO LA FELa totalidad de la tripulación y del pasaje, se había dado cita aquella noche, en la cubierta superior. Llevaban velas en las manos y esperaban las palabras de quién era conocedor de las santas escrituras y les conducía a modo de Moisés a una nueva tierra prometida, que manaba leche y miel, espirituales. Que les daría del fruto de su trabajo en paz, todo lo que el Creador había hecho que produjese la tierra para sus hijos amados. Un cielo tachonado de brillantes estrellas, acompañaba el acto. Las llamas de los velones que rodeaban el palo mayor, iluminaban un área especialmente preparada para que varios de los miembros de la Iglesia congregacionista hablasen abiertamente a sus demás hermanos. Entonces, en medio de un silencio sacrosanto, John Winthorp se adelantó y mirando de frente a sus hermanos comenzó a hablarles.-Hermanos en la fe…hoy hemos de dar gracias a Dios nuestro Señor, por habernos salvado de las manos profanas y sangrientas de los enviado