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LA BATALLA POR LA LIBERTAD

CAPITULO VI

LA BATALLA POR LA LIBERTAD

El galeón inglés, impertérrito, siguió cortando con su dañada proa el agua amenazadoramente. Y cuando la nao viró en redondo, para presentar el costado de estribor, recibió una andanada que reventó parte de la popa. Un gran agujero en esta, dejó al descubierto el camarote del capitán y el suelo lleno de peligrosas astillas. No tardó en estar aparejado a la nao y sus marineros echaron los garfios de abordaje, para amarrarlo y pasar a esta. Los marineros apenas opusieron resistencia y pronto los tripulantes del “Revenge” estaban encadenando a los varones y esposando con cuerdas, las manos de las mujeres y niños, que iban a ser trasladados a este. Los cadáveres de tres marineros y dos puritanos, tirados en posiciones imposibles en la cubierta y el cuerpo de otro marinero, que colgaba de un flechaste al que se había enganchado, tras morir de un certero disparo efectuado desde el galeón inglés, conformaban una dramática imagen de la derrota sufrida. El humo de los cañonazos aún ascendía al cielo y el mar se hallaba repleto de restos de maderas y velas, alguna de las  cuales ardía todavía.

Jonathan pensó que Dios les había abandonado y resignado, rezó por la salvación de su esposa e hijos y por sus demás hermanos. “La Misericordia” que no había podido combatir y esperaba un milagro de Dios, se rendía cuando la abordaban una docena y media de marineros de la Real Armada de Su Majestad Británica. Una tristeza densa se había apoderado de los miembros de la Iglesia Congregacionista, conocida como puritanos, y solo la resignación cabía en sus mentes ya. Les ahorcarían en las plazas públicas de Londres y servirían de terrible escarmiento, para quienes osasen rebelarse contra la autoridad real y papal del rey Carlos I. Estaban terminando de trasladar a los prisioneros a bordo y cuando los capitanes y Lord William, así como Sir Anthony se encontraban ya pisando la cubierta del “Revenge” un estruendo resonó como si fuese realmente la voz de Dios. Una andanada de cañonazos impactaba contra la cubierta inferior, y los que se encontraban en la superior caían en confuso montón al escorarse el navío, que acusaba la potencia de fuego del galeón holandés.

Recuperada la maniobrabilidad del galeón, el navío holandés, se disponía a combatir al inglés con todo su poder ígneo. Lord William y Sir Anthony, se apresuraron a dar órdenes para evacuar el galeón inglés y comenzaron a cortar las ataduras de las mujeres y niños que aún se hallaban en cubierta y les pidieron que hiciesen otro tanto con las demás. Las que habían descendido a la cubierta inferior y estaban en condiciones de subir de nuevo, se hicieron cargo de las heridas y sus hijos y pasando los brazos por sus axilas, las ayudaron a subir y pasar a su nao. No fue sencilla la tarea, pero no hubo más cañonazos que les impidiesen pasar a su barco y solo cuando acababan de hacerlo, como un milagro, se reanudó el combate, con la mayor de las crudezas. “El Frogen”, el galeón de guerra de Holanda, abría fuego, dejando al aire la cubierta inferior del barco inglés y cuando este viraba de redondo, para presentar el costado en que sus cañones estaban ya listos para responder, una vía de agua escoró de babor el barco y hubieron de detener la maniobra. Este espacio de tiempo, fue aprovechado para abordar el galeón, por parte de los holandeses, con la ventaja de que en el inglés, la confusión impedía luchar y cerrar vías de agua a un tiempo. La lucha entre los marineros de uno y otro navío, fue un cuerpo a cuerpo, entre espadas, y golpes de arcabuz, que terminó poniendo fura de combate a dos terceras partes de la marinería inglesa y un tercio de la del holandés. La cubierta del “Revenge” estaba llena de cadáveres y heridos, de marineros de una y otra nación, y el fuego consumía varias velas y parte de la proa, que no resistiría mucho sin desmoronarse. Ataron a los supervivientes y los traspasaron al “Frogen”, para posteriormente, cortar cabos y separarse del galeón que comenzaba a hundirse sin remisión.

Lord William y Sir Anthony, junto a John Winthorp, pensaron que tan solo habían cambiado de amo…les llevarían lejos de su destino, quizás a la misma Holanda, al menos no les ahorcarían, pensaba intentando en vano ser optimista. El capitán del galeón inglés había muerto luchando en cubierta y el del holandés llegaba sucio y con la camisa rasgada, que presentaba un corte limpio de espada en su antebrazo, hasta ellos.

-Soy el capitán Van Calder, de la compañía de las indias occidentales. Ahora vuestras mercedes, están a mi cargo…¿quién de ustedes manda en esas dos naos?

-Yo soy Lord William Sentheyr, y ellos son Sir Anthony, John Wimthorp, el capitán Camron y el capitán del “Misericordia” Bruce Manroum, estamos en vuestras manos señor, esperamos que tengáis consideración, como caballero que sois con las mujeres y los niños que viajan con nosotros.

-Y decid, ¿qué hacen tantas mujeres y niños a bordo? , ¿acaso ignoráis el peligro de hacerlo por estos mares, en que tres naciones se disputan la hegemonía de las tales?

-Señor somos congregacionistas, conocidos como puritanos, por los que no forman parte de nuestra Iglesia, y salimos de Inglaterra, perseguidos por el rey, cuando decidimos ir a Nueva Inglaterra.

-Sí, he oído hablar de vuestra Iglesia, sé que el rey inglés os tiene odio, él no acepta que la Iglesia de Dios no esté bajo su control. Si me dais vuestra promesa de no interferir, ni rebelaros, os dejaré libres. Las mujeres y los niños pueden seguir viaje en vuestras naos y vos y Sir Anthony viajaréis como garantía en el “Frogen”.

El galeón inglés se hundía, para no ver más la luz del sol, y en torno a sí, un remolino, indicaba que descendía a las profundidades, más oscuras del mar Atlántico. Los marineros del “Frogen” se afanaban en reparar con los restos que rescataban del mar, el palo mayor y varias velas. “La Misericordia”, fue ayudada por dos carpinteros del galeón holandés, que repararon hábilmente, la vía que les impedía navegar a buen ritmo. Camron y Manroum, pasaron a sus propias naves y las dos naos, seguidas del galeón holandés, navegaron juntas, conformando un extraño triángulo en mar abierto. John Winthorp, Lord William y Sir Anthony, apoyaron sus codos en la amurada de estribor y observaron que al menos de momento Dios parecía ganarle al partida al diablo…pero unos ojos crueles les observaban de cerca, eran del pastor Van Holder, que veía en ellos un peligroso precedente y echaban en falta una jerarquía bien definida, como tenían la rama Calvinista cuya fe profesaba él en Holanda. Vestía enteramente de negro y llevaba en sus manos una Biblia de t***s negras y hojas de seda, con la palabra ”Biblia”, impresa en letras de pan oro. Se acercó y les dirigió unas palabras secas y bien pensadas.

-Soy el pastor Van Holder me encargo de las almas de este galeón.

-Es un honor señor, yo soy Lord William y él es Sir Anthony…esperamos poder charlar sobre nuestras creencias con vos.

-Yo soy quien derrama la vos de Dios sobre las almas que me encargó cuidar. A medio día daré un sermón para agradecer la victoria de nuestras armas sobre las inglesas-trató de lanzar una puya para zaherirles.

Acudiremos gustosos señor, las armas de Dios son las que él decide que sean y debemos conformarnos.

El pastor no supo interpretar aquellas palabras, que le dejaron desorientado y creyó que se trataba de un sofisma, creado para humillarle sin duda. Tendría tiempo de descubrir qué se proponían y no permitiría, por supuesto, que contaminasen la espiritualidad ya maltrecha de por sí, de aquellos rudos marinos. Se alejó tal y como llegó, en completo silencio como lo haría el más hábil gato.

-¿Creéis que nos dará problemas?, no me gusta tener que depender de unos hombres que forman en otra armada, que no es la nuestra, pero las circunstancias nos obligan Sir Anthony

-Creo que peor hubiese sido caer en manos de los españoles, que son católicos y muy fervientes, nos hubiesen mandado al fondo del mar sin dilación Lord William.

-Sí eso sí…por fortuna estos holandeses saben de lo que supone ser perseguidos y son hermanos en la fe.

Unas nubes grises que anunciaban tormenta, fueron ennegreciendo el cielo y se encaminaron al camarote de proa, donde se les había asignado permanecer. Sentados ante la mesa de madera de palo santo, con una gruesa vela apagada a medio consumir ante ellos, empezaron a trazar planes para cuando llegasen a Masachusets, instalarse y comenzar su nueva vida. El mapa adquirido a buen precio de manos de un marino español, que lo vendía en el muelle, les dio una idea de cómo era aquella costa desconocida, en la que se asentarían de manera definitiva, Pero un obstáculo daba vueltas en la cabeza de Lord William, y era como defenderían su comunidad de los esperados ataques de galeones holandeses, Ingleses y sobre todo españoles.

-Deberemos formar a algunos hombres en las lides de la guerra si queremos permanecer en la zona que elijamos previamente, de lo contrario seremos atacados, diezmados y exterminados, antes de que podamos crecer. Y tendremos que tener en cuenta que el interior estará poblado por tribus de indígenas.

Las palabras finales causaron una honda impresión en John Winthorp y se le quedó mirando. No había pensado jamás en aquella posibilidad.

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