CAPITULO IXALIADOS INESPERADOSEl capitán español, viendo que el temor se apoderaba de los fugitivos de la nao, se decidió a hablarles con franqueza. No quería un motín en aquel instante en que la flota de indias transportaba el oro de las Américas a la metrópoli española del sur, Cádiz.-Caballeros, espero que este rescate sea el principio de una relación, sino de amistad debido a nuestras creencias, al menos si de respeto mutuo. Esta flota se dirige a España y no podemos dedicar más de una de las naves de guerra a escoltarles, pero les dejaremos bien armados y con pólvora suficiente como para llegar allá a donde se dirijan. No teman, no matamos indiscriminadamente como la propaganda inglesa hace correr, para crear el terror entre quienes no conocen bien, a los marinos del rey de España. Capitán Camron, dad las órdenes pertinentes, para que se repare el navío, mis hombres ayudarán. Deseo hablar con vos en privado.El capitán Alonso de Matrán quería cerciorarse de que la nave holand
CAPITULO XUNA NUEVA ESPERANZALa flotilla enfilaba sus proas, cortando las frías aguas del océano Atlántico, con la esperanza de hallar un nuevo mundo, donde la paz y la armonía estuviesen regidas por la libertad de culto, y donde la vida fuese acorde a lo que Dios había decidido, que fuese para sus hijos en el mundo creado por Él para su deleite. Pero como si de un micromundo de tratase, la semilla de la discordia, habría de surgir, como hija de la envidia y el orgullo, que preceden a un ruidoso estrellarse, antes de dejar huella indeleble en los corazones de los puros de mente. Llevaban ya semanas de viaje y penetraban en aguas donde la lejanía de la por otra parte añorada Inglaterra, les aportaba algo más de seguridad.Una brisa suave barrió la cubierta de las naves y acarició los cabellos revueltos de Jonathan que con su hijo John había subido a contemplar el mar que tanto imploraba ver. El muchacho dejaba que el sol le bañase con sus rayos y se cubrió los ojos, muy claros, con l
CAPITULO XIIIENCUENTRO ARMADORoy llegaba a las inmediaciones del campamento puritano enarbolando una bandera blanca y gritando cuanto le daba de sí la garganta. Tras este Rogers y dos marineros más, armados de espadas y arcabuces, les daban escolta.-¡¡Eeeeehhh!! ¡¡herejeeeeeessss!!, tenemos a esos dos chicos, no los busquéis más. Si queréis verles vivos de nuevo, deberéis entregaros y tirar cualquier clase de arma que poseáis.Jonathan, Winthorp, y Andrew, que se disponían a salir en busca de los dos extraviados muchachos, oyeron sus amenazas y se miraron atónitos. Aferraron con fuerza los arcabuces y las espadas y se dirigieron con paso firme hacia donde los marineros de Grant, ya espadas desenvainadas y arcabuces en ristre, les esperaban.-Sois unos desalmados, os escudáis tras dos niños en vez de luchar con nosotros como lo harían unos hombres de verdad. Les espetó Sendon que deseaba ganar tiempo, para que Andrew y Jonathan que estaban tras los dos niños pudieran llevar a cabo e
CAPITULO XIVLAS TRIBUS DEL NUEVO MUNDOComo si los antiguos dioses de aquella tierra inhóspita se coaligasen contra sus ansias de partir, en una alianza imposible, los indios aparecieron formando una larga línea a lo largo del acantilado y Canonicus dio orden de encender cada antorcha que portaban los más de mil indios. Una fina línea ígnea, bordeó las alturas y serpenteó, como si del mismísimo dios Quetzalcoalt se tratase. Van Calder ordenó situar el costado de estribor, con sus dos puentes de cañones, apuntando a los acantilados y el capitán Alonso de Matrán dio la misma orden, en previsión de un ataque de los que ellos consideraban salvajes. En las dos naos de los puritanos, los escasos cañones de que disponían apuntaron a lo alto, con los nervios de sus servidores, tensos como cuerdas de arcos. “La Misericordia” y “El Aurora”, se encontraban, entre los dos galeones de guerra de ambas poderosas naciones, y en su fuero interno, algo les decía que la amenaza no vendría de lo alto. U
CAPITULO XVLA PUERTA DE UN MUNDO NUEVO“La Misericordia” y “La Aurora”, se mecían tranquilas junto a los galeones de guerra de Van Calder y Alonso de Matrán. Sus respectivas marinerías se afanaban en reparar los daños sufridos en batalla y ya poco les quedaba por hacer una vez concluidos los trabajos al cabo de tres días de que partiesen sus hermanos hacia el campamento indio de los nagarranchett. Se disponían a desembarcar junto a los holandeses y españoles para ir en busca de sus compañeros.En el campamento indio, los recién llegados confraternizaron rápidamente, dado el carácter amigable de los miembros de las diferentes tribus que conformaban la nación india nagarranchett. En el centro del campamento, se había dispuesto el banquete para los miembros del gran consejo indio y los portavoces de tan heterogénea mezcla, de razas e intereses, como representaban los europeos. En el centro, una enorme fogata, dejaba que sus altas llamas, se elevasen como ofrendas a sus dioses, desconoci
CAPITULO IXALIADOS INESPERADOSEl capitán español, viendo que el temor se apoderaba de los fugitivos de la nao, se decidió a hablarles con franqueza. No quería un motín en aquel instante en que la flota de indias transportaba el oro de las Américas a la metrópoli española del sur, Cádiz.-Caballeros, espero que este rescate sea el principio de una relación, sino de amistad debido a nuestras creencias, al menos si de respeto mutuo. Esta flota se dirige a España y no podemos dedicar más de una de las naves de guerra a escoltarles, pero les dejaremos bien armados y con pólvora suficiente como para llegar allá a donde se dirijan. No teman, no matamos indiscriminadamente como la propaganda inglesa hace correr, para crear el terror entre quienes no conocen bien, a los marinos del rey de España. Capitán Camron, dad las órdenes pertinentes, para que se repare el navío, mis hombres ayudarán. Deseo hablar con vos en privado.El capitán Alonso de Matrán quería cerciorarse de que la nave holand
CAPITULO XVIEL CONSEJO REALLondres, Palacio de Hampton CourtEl rey Carlos I despotricaba contra su chambelán al no tener noticias de sus cuatro galeones al mando de Robert Grant. Ignoraba que jamás volverían a surcar los mares y que su capitán estaba preso de una tribu india, que controlaba la costa y la bahía de nagarranchett. El parlamento no le concedía más crédito para sus empresas guerreras y él apenas contaba ya con medios para financiar un par de galeones, con lo que quedaría arruinado, de no salir bien la operación. Estaba en paz con España y solo mantenía una hostilidad estancada con los holandeses, por lo que no quería arriesgar lo poco que le quedaba. Una idea bullía no obstante, desde hacía tiempo en su cabeza, y estaba dispuesto a llevarla a cabo para dar un golpe definitivo a aquellos herejes que osaban desafiar su jefatura espiritual y real.Lord Scanton, haced llamar a los lores del reino, he de hablarles. No, mejor haced lo siguiente, que venga Lord Hamilton habla
CAPITULO XVIILA COLONIA PURITANA DE MASACHUSETSEl gran consejo tribal estaba reunido y frente a los sachems tribales, los capitanes y jefes puritanos, esperaban que el Chamán narraganchett, abriese la reunión con un rito, que limpiaría de malos espíritus la gran tienda. El brujo penetró en la tienda, bailando una danza ritual y con sendos tirsos en las manos, a modo de maracas, que resonaban mientras pronunciaba palabras ininteligibles y conjuros para ahuyentar a los espíritus negativos y maliciosos. Una vez se hubo situado, encendió unas piedrecillas, que ardían sin llamas, dejando escapar una roma que recordó el olor de las velas al sacerdote católico. De su cuello, colgaba un collar adornado de turquesas. Se tocaba cada piedra y expulsaba una bocanada de humo, que absorbía del que desprendían las piedrecillas anaranjadas, que ardían sin consumirse.El pastor Van Holder y el sacerdote, estaban sentados uno al lado del otro y se miraban con evidente hostilidad sin dirigirse la pala