CAPITULO XIVLAS TRIBUS DEL NUEVO MUNDOComo si los antiguos dioses de aquella tierra inhóspita se coaligasen contra sus ansias de partir, en una alianza imposible, los indios aparecieron formando una larga línea a lo largo del acantilado y Canonicus dio orden de encender cada antorcha que portaban los más de mil indios. Una fina línea ígnea, bordeó las alturas y serpenteó, como si del mismísimo dios Quetzalcoalt se tratase. Van Calder ordenó situar el costado de estribor, con sus dos puentes de cañones, apuntando a los acantilados y el capitán Alonso de Matrán dio la misma orden, en previsión de un ataque de los que ellos consideraban salvajes. En las dos naos de los puritanos, los escasos cañones de que disponían apuntaron a lo alto, con los nervios de sus servidores, tensos como cuerdas de arcos. “La Misericordia” y “El Aurora”, se encontraban, entre los dos galeones de guerra de ambas poderosas naciones, y en su fuero interno, algo les decía que la amenaza no vendría de lo alto. U
CAPITULO XVLA PUERTA DE UN MUNDO NUEVO“La Misericordia” y “La Aurora”, se mecían tranquilas junto a los galeones de guerra de Van Calder y Alonso de Matrán. Sus respectivas marinerías se afanaban en reparar los daños sufridos en batalla y ya poco les quedaba por hacer una vez concluidos los trabajos al cabo de tres días de que partiesen sus hermanos hacia el campamento indio de los nagarranchett. Se disponían a desembarcar junto a los holandeses y españoles para ir en busca de sus compañeros.En el campamento indio, los recién llegados confraternizaron rápidamente, dado el carácter amigable de los miembros de las diferentes tribus que conformaban la nación india nagarranchett. En el centro del campamento, se había dispuesto el banquete para los miembros del gran consejo indio y los portavoces de tan heterogénea mezcla, de razas e intereses, como representaban los europeos. En el centro, una enorme fogata, dejaba que sus altas llamas, se elevasen como ofrendas a sus dioses, desconoci
CAPITULO IXALIADOS INESPERADOSEl capitán español, viendo que el temor se apoderaba de los fugitivos de la nao, se decidió a hablarles con franqueza. No quería un motín en aquel instante en que la flota de indias transportaba el oro de las Américas a la metrópoli española del sur, Cádiz.-Caballeros, espero que este rescate sea el principio de una relación, sino de amistad debido a nuestras creencias, al menos si de respeto mutuo. Esta flota se dirige a España y no podemos dedicar más de una de las naves de guerra a escoltarles, pero les dejaremos bien armados y con pólvora suficiente como para llegar allá a donde se dirijan. No teman, no matamos indiscriminadamente como la propaganda inglesa hace correr, para crear el terror entre quienes no conocen bien, a los marinos del rey de España. Capitán Camron, dad las órdenes pertinentes, para que se repare el navío, mis hombres ayudarán. Deseo hablar con vos en privado.El capitán Alonso de Matrán quería cerciorarse de que la nave holand
CAPITULO XVIEL CONSEJO REALLondres, Palacio de Hampton CourtEl rey Carlos I despotricaba contra su chambelán al no tener noticias de sus cuatro galeones al mando de Robert Grant. Ignoraba que jamás volverían a surcar los mares y que su capitán estaba preso de una tribu india, que controlaba la costa y la bahía de nagarranchett. El parlamento no le concedía más crédito para sus empresas guerreras y él apenas contaba ya con medios para financiar un par de galeones, con lo que quedaría arruinado, de no salir bien la operación. Estaba en paz con España y solo mantenía una hostilidad estancada con los holandeses, por lo que no quería arriesgar lo poco que le quedaba. Una idea bullía no obstante, desde hacía tiempo en su cabeza, y estaba dispuesto a llevarla a cabo para dar un golpe definitivo a aquellos herejes que osaban desafiar su jefatura espiritual y real.Lord Scanton, haced llamar a los lores del reino, he de hablarles. No, mejor haced lo siguiente, que venga Lord Hamilton habla
CAPITULO XVIILA COLONIA PURITANA DE MASACHUSETSEl gran consejo tribal estaba reunido y frente a los sachems tribales, los capitanes y jefes puritanos, esperaban que el Chamán narraganchett, abriese la reunión con un rito, que limpiaría de malos espíritus la gran tienda. El brujo penetró en la tienda, bailando una danza ritual y con sendos tirsos en las manos, a modo de maracas, que resonaban mientras pronunciaba palabras ininteligibles y conjuros para ahuyentar a los espíritus negativos y maliciosos. Una vez se hubo situado, encendió unas piedrecillas, que ardían sin llamas, dejando escapar una roma que recordó el olor de las velas al sacerdote católico. De su cuello, colgaba un collar adornado de turquesas. Se tocaba cada piedra y expulsaba una bocanada de humo, que absorbía del que desprendían las piedrecillas anaranjadas, que ardían sin consumirse.El pastor Van Holder y el sacerdote, estaban sentados uno al lado del otro y se miraban con evidente hostilidad sin dirigirse la pala
CAPITULO XVIIIPACTO ENTRE NACIONES“El Albión”, un galeón botado hacía apenas un año, surcaba las frías aguas del Atlántico, con rumbo a la bahía de Masachusets, con un mensaje en las manos de un emisario real, que no dejaba lugar a dudas. Se respetaría el libre culto en la emergente colonia a cambio del juramento de fidelidad al rey de Inglaterra y de su vasallaje incondicional. Lord Laraby, en la proa del galeón, ansiaba desembarcar en aquella tierras pobladas por salvajes y que los desesperados colonos iban a civilizar en nombre del rey que les persiguiese antes. Las velas henchidas de viento, y con este de popa, emitían un sonido al vibrar, que le era desconocido al ya viejo lord, que disfrutaba de su primera travesía marina. Su estómago resistía por el momento el balanceo de la nave y aferraba su espada como si de una amante ya conocida de años se tratase. Solo en ella había fiado a lo largo de su vida, por consejo de su padre, que a las órdenes de Jacobo I había viajado a Espa
CAPITULO XIXEL PODER DEL FUEGOLa noticia de la llegada del galeón inglés, no agradó a ninguno de los dos capitanes, ni al holandés ni al español. Suponía un reto y comprendían que quizás esta vez los puritanos, cambiarían de bando si la propuesta se hacía en firme. Van Calder y Alonso de Matrán se apartaron del resto e intercambiaron impresiones en un extremo del poblado indio. Una amenaza muy real, se cernía sobre los dos galeones y sobre un futuro que antes parecía brillante para ambas naciones y que comenzaba a eclipsarse.-Si estos hombres deciden formar una colonia en estas tierras bajo el cetro del rey inglés, nosotros no podremos acceder a estos lares, ¿no os parece señor?-le sugirió el español al holandés, en un intento de ganárselo.-Comprendo lo que me tratáis de decir señor, pero anda podremos hacer si no deseamos enfrentarnos, no solo al rey de Inglaterra sino a la nación india que será su aliada.-¿Qué proponéis al respecto capitán Calder?-Deberíamos partir cuanto ante
DIFICIL DECISIÓNLord Laraby y el capitán Canter esperaban ya en la playa a los miembros de la larga comitiva que se acercaba, protegidos por los arcabuces de treinta marineros que rodilla en tierra, esperaban órdenes. No muy lejos Lord William, John Winthrop, Jonathan y el capitán Calder así como el capitán Alonso de Matrán, se separaban del núcleo para destacarse y parlamentar con el inglés. Como un baile de relucientes disfraces, en el que cada varón, ostentaba el deseo firme de ganar el primer premio con su vistoso uniforme, los representantes de ambos bandos, se acercaron y a prudente distancia, comenzaron a hablar. Cuarenta arcabuceros españoles y otros tantos holandeses, esperaban órdenes, como los ingleses, para disparar, en caso de que fracasasen las negociaciones y se entablase combate.-Soy Lord Laraby, emisario y consejero del Su Augusta Majestad el rey Carlos I. No traigo órdenes de emprender acción alguna contra los huidos del rey y sí, credenciales para negociar una paz