CAPITULO IV
UN NUEVO HORIZONTE
El mar semejaba ser un lago cristalino y azulado, inofensivo, si no fuese porque aún permanecía latente, como un dolor penetrante, la desaparición, al ser tragado por él, de aquel joven marinero del “Aurora”. La tripulación se afanaba en recomponer aquellas partes del navío que habían sido dañadas, y los dos carpinteros de a bordo, no daban abasto. Una vela se había rajado en vertical de arriba abajo y había que sustituirla por otra. Y la cubierta, estaba llena de algas negras, y restos de tablazón, arrancado de cuajo, por la furia de la tormenta. En los camarotes inferiores, donde las mujeres y los niños esperaban acontecimientos, la calma, había aportado un poco de paz y los más pequeños, ya no lloraban abrazados a sus madres.
-Señor los daños no son importantes pero si numerosos…-le rendía informe el contramaestre Mason, al capitán.
-Que cambien la vela mayor, y comprueben los cabos y los palos. No quiero sorpresas desagradables al respecto. Y que suban a la cubierta en cuanto esté despejada, las mujeres y los niños. Hemos de dar gracias al Señor por haber sobrevivido a la tormenta y hallarnos sanos y salvos.
El capitán hizo llamar a Jonathan y a Sendon y les pidió que le acompañasen recorriendo la nao a fin de que se familiarizasen con ella y así poder gobernarla en caso de necesidad. Bajaron a la cubierta inferior y de esta a la bodega, donde se apilaban en confuso montón fardos de comida, pieles, vestimenta y los aparejos del barco así como un arcón lleno de espadas y algunos arcabuces.
-Son armas de escaso valor, pero nos adentramos en aguas infestadas de piratas y corsarios tanto españoles como franceses e ingleses…los cañones habrán de estar listos, como lo estaban los israelitas cuando recorrían Canaán. Tenemos pocas posibilidades si se nos acerca un galeón español o francés y espero que de ser de nuestra patria, nos dejen seguir, aunque viendo cómo se desarrollan los acontecimientos…
-Capitán…las mujeres y los niños…
-Lo sé mi buen Wox lo sé, -le llamó por su apellido, como era su costumbre-son la parte más vulnerable de nuestra nao, pero les defenderemos y el Señor los protegerá mientras tengamos que enfrentar peligros como la tormenta pasada.
Sendon vio como las mujeres acompañadas de sus hijos en perfecto orden y en completo silencio iban subiendo a cubierta mientras hablaban. El contramaestre Mason les había pedido que subieran a fin de participar en la acción de gracias a Dios. Todas iban muy limpias y con el cabello cubierto. Sus delantales blancos, les daban un aire hogareño, que hizo sonreír al capitán al volver la cabeza y verlas.
-Por unos instantes, me pareció estar en nuestra vieja Inglaterra…en una fiesta donde…¡bah, es una tontería!
El capitán y sus dos acompañantes, subieron y al emerger de la cubierta inferior, vieron ante sí, un círculo de mujeres, niños y marineros, que les esperaban. Entre ellos uno llevaba una Biblia de desgastadas t***s negras y se adelantó un par de pasos para leer un salmo, el 73: 23-28.
-A ti te tengo en los cielos, tú eres mi deleite en la tierra…
-Demos gracias por su bondad al Señor nuestro Dios, que nos ha librado una vez más, de la mano de la muerte, que el diablo prodiga con sus arteros ardides…
Todos a una, dijeron un sentido amén y entonces el capitán Henry Camron y Lord William Sentheyr, se situaron a su derecha e izquierda y le hablaron a la totalidad de las almas que allí se juntaban, para agradecer a Dios sus pródigos cuidados.
-Es menester que seamos obedientes a la palabra del Señor y al capitán Camron, solo así lograremos llegar a la tierra que Dios nos entregará, para servirle en ella por largas y numerosas generaciones. Él en su inmensa misericordia, ha decidido otorgarnos la oportunidad de ser sus siervos y vivir una vida plena, llena de virtud y servicio. Se asignará a cada hombre y mujer su tarea en el barco y deberá cumplir con ella como para con Dios, no como para con los hombres…si así lo hace cada cual, conseguiremos llegar a la costa de Nueva Inglaterra y asentarnos en aquella tierra, que nos entregará sus frutos, y donde criaremos en la fe verdadera, a nuestros hijo e hijas. El contramaestre irá diciéndoos cuáles serán las tareas a llevar a cabo a cada uno y cada una…
Acto seguido entonaron un cántico, cuyas notas parecieron equilibrar la atmósfera y conjurar la tristeza, por tener que abandonar tan precipitadamente la tierra donde naciesen y se criasen. Las mujeres se fueron haciendo cargo de los barreños y entre risas y palabras de ánimo, se dispusieron a cumplir con lo asignado por Mason. Anne y su hija Eleonor, las más afectadas por la situación que estaba teniendo lugar, subieron y ayudaron en lo que les fue posible a las demás mujeres. Fueron acogidas con amplias sonrisas y el hielo entre ellas, se fundió como la mantequilla al sol. Andrew, que volvía a abandonar el timón, que quedaba a cargo de Elton Foxworth, se acercó a Anne y Eleonor y les besó en la frente antes de perderse en dirección a la proa, donde le esperaba el capitán.
-De momento la moral está alta y las reparaciones siguen su curso…solo espero que aquel galeón español no nos detecte de nuevo…de ser así…estaríamos en manos del señor.
A muchas millas de allí “El Misericordia” trataba de volver a navegar, tras los daños causados por la tormenta y ellos no habían salido tan bien librados. El palo mayor había perdido todas sus velas, arrancadas de cuajo por el vendaval y el bauprés estaba tronchado y habría que terminar de aserrarlo. Una vía de agua estaba siendo taponada y el navío se hallaba escorado a estribor. La marinería se aprestaba, rauda, a reparar cuanto podía y reponer en lo posible el velamen del palo mayor, pero solo tenían una vela para colocar en este. Las mujeres desalojaban de astillas, tablas sueltas y restos de algas salidas de las entrañas del mar, mientras el carpintero de a bordo trazaba líneas sobre los tablones ara reparar la vía de agua de la bodega. El capitán Melton oteaba el horizonte nervioso, no acertaba a distinguir barco alguno, ni al “Aurora” ni al galeón español por fortuna, tampoco. Precisaban de ayuda externa, de lo contrario serían una presa fácil en cuanto les divisase un barco pirata o algún corsario enemigo de Inglaterra.
-Señor la vía de agua ésta controlada, en cuanto el carpintero nos entregue los cinco tablones que está cortando la cerraremos con seguridad, en cuanto al velamen ya se está colocando la vela mayor en el palo y podremos aprovechar el viento de sernos favorable….
-Pero algo le preocupa Tom, dígame, ¿qué es ello?
-De darnos alcance algún galeón corsario o pirata, no podremos defendernos, solo quedan a bordo tres cañones útiles para ser disparados. Los otros han volado, abriendo un enorme boquete por la cubierta inferior y cayendo al mar en medio de la tormenta. Y además las mujeres y niños que viajan a bordo estarán prácticamente a la intemperie, hasta que se logre cerrar el boquete. No tenemos madera suficiente para repararlo del todo señor.
-Dios nos manda pruebas y habremos de solucionarlas por nosotros mismos, es para que veamos que dependemos de su poder y no del nuestro.
El capitán un hombre muy celoso de su fe, bajó la testuz y cabeceó resignado, mientras recitaba una plegaria a Dios. La actividad era febril y no tardaron más de seis horas en dejar la nao reparada y a punto para proseguir la travesía. Ahora la prioridad sería localizar a “La Aurora” y seguir juntas con el rumbo previamente fijado para ambas. Pero eso no iba a ser tarea fácil. Los vientos comenzaban a soplar con fuerza y las maderas del “Misericordia”, se quejaron con siniestros crujidos. Una estela de agua blanca, fue trazando el rumbo de la nao, que intentaba recuperar su ruta.
Como si el mundo hubiese cambiado su faz y la muerte hubiera desaparecido, los niños del “Misericorida” jugaban en el castillo de popa y reían, retando a la vida a darles una oportunidad de demostrar quienes iban a ser. Niños y niñas saltaban en corro cantando felices, ajenos al peligro y la persecución de que eran víctimas. Unos delfines acudieron a sus cantos y risas y siguieron en paralelo a la nao, desafiando su ahora escasa velocidad. Pronto como si ellos pudiesen conjurar el peligro y evitar la maldad de los hombres, lograron que todos dejasen temporalmente sus tareas y se arracimasen en la baranda de estribor, para observar sus evoluciones y saltos en el aire. Madres e hijos, capitán y marinería, se fusionaron en una sola masa de seres esperanzados, y todos quisieron creer que se trataba de una señal del señor. Solo John Winthorp, que conocía bien la furia asesina del rey Carlos I de Inglaterra, mantenía los nervios tensos, mientras se mezclaba con todos ellos.
CAPITULO VLA REUNIÓNLa débil luz de la vela, iluminaba apenas el pergamino en el que escribía con letra nítida y trazo firme, Jonathan, sus impresiones sobre aquella improvisada huida de Inglaterra. La pluma se deslizaba produciendo un suave chirrido al rasgar el papel, depositando la tinta negra en él y su menta se sumergía en cada palabra. -“He de dejar en pocas letras, mis sentimientos más recónditos, y mi pesar más triste, al relatar como huimos de la tierra de la que brotamos, para ser desarraigados por la mano de un rey cruel, que no ceja en su empeño, por extirpar la adoración a Dios, por no depender esta de su corona. Recorremos el mar, como hijos del exilio, en busca de una tierra que se nos promete amplia y libre…”Unas pisadas fuertes, sobre la maltratada madera de la nao, acercándose, le sacaron de su abstracción y le devolvieron a la realidad. Era Lord William, que golpeaba dos veces la puerta del camarote antes de entrar, como era costumbre en él. Ya había aprendido
CAPITULO VILA BATALLA POR LA LIBERTADEl galeón inglés, impertérrito, siguió cortando con su dañada proa el agua amenazadoramente. Y cuando la nao viró en redondo, para presentar el costado de estribor, recibió una andanada que reventó parte de la popa. Un gran agujero en esta, dejó al descubierto el camarote del capitán y el suelo lleno de peligrosas astillas. No tardó en estar aparejado a la nao y sus marineros echaron los garfios de abordaje, para amarrarlo y pasar a esta. Los marineros apenas opusieron resistencia y pronto los tripulantes del “Revenge” estaban encadenando a los varones y esposando con cuerdas, las manos de las mujeres y niños, que iban a ser trasladados a este. Los cadáveres de tres marineros y dos puritanos, tirados en posiciones imposibles en la cubierta y el cuerpo de otro marinero, que colgaba de un flechaste al que se había enganchado, tras morir de un certero disparo efectuado desde el galeón inglés, conformaban una dramática imagen de la derrota sufrida. E
CAPITULO VIICOMPARTIENDO LA FELa totalidad de la tripulación y del pasaje, se había dado cita aquella noche, en la cubierta superior. Llevaban velas en las manos y esperaban las palabras de quién era conocedor de las santas escrituras y les conducía a modo de Moisés a una nueva tierra prometida, que manaba leche y miel, espirituales. Que les daría del fruto de su trabajo en paz, todo lo que el Creador había hecho que produjese la tierra para sus hijos amados. Un cielo tachonado de brillantes estrellas, acompañaba el acto. Las llamas de los velones que rodeaban el palo mayor, iluminaban un área especialmente preparada para que varios de los miembros de la Iglesia congregacionista hablasen abiertamente a sus demás hermanos. Entonces, en medio de un silencio sacrosanto, John Winthorp se adelantó y mirando de frente a sus hermanos comenzó a hablarles.-Hermanos en la fe…hoy hemos de dar gracias a Dios nuestro Señor, por habernos salvado de las manos profanas y sangrientas de los enviado
CAPITULO VIIILA GUERRA DE DIOSEl almirante Don Fernando Ruiz Contreras, veía desde el castillo de proa de su galeón, la nave almiranta de los de carreras de Indias, como se iba cargando todo el bagaje y los pertrechos, que se precisaban para proseguir viaje a Cádiz con la plata de las Indias. A su lado Don Fadrique de Toledo Osorio, capitán general de la armada del Océano, escrutaba el mar, casi a espaldas de Contreras. Le preocupaba la posible traición del empobrecido rey Carlos I, que acababa de firmar la paz con Felipe IV y no dejaba de pensar tampoco en los holandeses, que en paz desde hacía un año con España, podrían ver una oportunidad de hacerse con un botín, capaz de resarcir sus depauperadas arcas. Los palos de los galeones semejaban ser un auténtico bosque de robles, que elevaban sus velas, como ofrendas a un Dios invisible. Los tres navíos llegaban con todo el velamen que les quedaba desplegado, y se dejaban ver en el horizonte con la timidez que aporta la lejanía. Fue
CAPITULO IXALIADOS INESPERADOSEl capitán español, viendo que el temor se apoderaba de los fugitivos de la nao, se decidió a hablarles con franqueza. No quería un motín en aquel instante en que la flota de indias transportaba el oro de las Américas a la metrópoli española del sur, Cádiz.-Caballeros, espero que este rescate sea el principio de una relación, sino de amistad debido a nuestras creencias, al menos si de respeto mutuo. Esta flota se dirige a España y no podemos dedicar más de una de las naves de guerra a escoltarles, pero les dejaremos bien armados y con pólvora suficiente como para llegar allá a donde se dirijan. No teman, no matamos indiscriminadamente como la propaganda inglesa hace correr, para crear el terror entre quienes no conocen bien, a los marinos del rey de España. Capitán Camron, dad las órdenes pertinentes, para que se repare el navío, mis hombres ayudarán. Deseo hablar con vos en privado.El capitán Alonso de Matrán quería cerciorarse de que la nave holand
CAPITULO IXALIADOS INESPERADOSEl capitán español, viendo que el temor se apoderaba de los fugitivos de la nao, se decidió a hablarles con franqueza. No quería un motín en aquel instante en que la flota de indias transportaba el oro de las Américas a la metrópoli española del sur, Cádiz.-Caballeros, espero que este rescate sea el principio de una relación, sino de amistad debido a nuestras creencias, al menos si de respeto mutuo. Esta flota se dirige a España y no podemos dedicar más de una de las naves de guerra a escoltarles, pero les dejaremos bien armados y con pólvora suficiente como para llegar allá a donde se dirijan. No teman, no matamos indiscriminadamente como la propaganda inglesa hace correr, para crear el terror entre quienes no conocen bien, a los marinos del rey de España. Capitán Camron, dad las órdenes pertinentes, para que se repare el navío, mis hombres ayudarán. Deseo hablar con vos en privado.El capitán Alonso de Matrán quería cerciorarse de que la nave holand
CAPITULO XUNA NUEVA ESPERANZALa flotilla enfilaba sus proas, cortando las frías aguas del océano Atlántico, con la esperanza de hallar un nuevo mundo, donde la paz y la armonía estuviesen regidas por la libertad de culto, y donde la vida fuese acorde a lo que Dios había decidido, que fuese para sus hijos en el mundo creado por Él para su deleite. Pero como si de un micromundo de tratase, la semilla de la discordia, habría de surgir, como hija de la envidia y el orgullo, que preceden a un ruidoso estrellarse, antes de dejar huella indeleble en los corazones de los puros de mente. Llevaban ya semanas de viaje y penetraban en aguas donde la lejanía de la por otra parte añorada Inglaterra, les aportaba algo más de seguridad.Una brisa suave barrió la cubierta de las naves y acarició los cabellos revueltos de Jonathan que con su hijo John había subido a contemplar el mar que tanto imploraba ver. El muchacho dejaba que el sol le bañase con sus rayos y se cubrió los ojos, muy claros, con l
CAPITULO XIIIENCUENTRO ARMADORoy llegaba a las inmediaciones del campamento puritano enarbolando una bandera blanca y gritando cuanto le daba de sí la garganta. Tras este Rogers y dos marineros más, armados de espadas y arcabuces, les daban escolta.-¡¡Eeeeehhh!! ¡¡herejeeeeeessss!!, tenemos a esos dos chicos, no los busquéis más. Si queréis verles vivos de nuevo, deberéis entregaros y tirar cualquier clase de arma que poseáis.Jonathan, Winthorp, y Andrew, que se disponían a salir en busca de los dos extraviados muchachos, oyeron sus amenazas y se miraron atónitos. Aferraron con fuerza los arcabuces y las espadas y se dirigieron con paso firme hacia donde los marineros de Grant, ya espadas desenvainadas y arcabuces en ristre, les esperaban.-Sois unos desalmados, os escudáis tras dos niños en vez de luchar con nosotros como lo harían unos hombres de verdad. Les espetó Sendon que deseaba ganar tiempo, para que Andrew y Jonathan que estaban tras los dos niños pudieran llevar a cabo e