Capítulo 4.

Liam  sabía que Harry cumpliría con la orden que le dejó hoy en la mañana, sabía que Harry le tenía miedo antes, durante y después de haberse casado.

Sabía que Harry temía que algún día Liam  llegara a convertirse en lo que fue hace más de cinco años. Tenía en claro que se había sacado la lotería, cuando lo vio entrar a su habitación su corazón se paralizó por completo.

— Ya es hora de irnos —murmuró Michael, entrando al despacho de este.

—  Ya. Tengo planes para este fin de semana —sonrió, con arrogancia. 

Harry tomó algunas cosas de su hijo y  echó en una pequeña mochila, tenía que llevarlo a la casa de los Tomlinson antes de que Liam  llegara.

El pequeño Jedward lo miraba con curiosidad a través de sus dos ojitos de colores, tenía miedo de preguntarle a su papi que pasaba, a dónde iba y el porqué estaba llorando desde que llegó a la casa. Apretó su osito de peluche más a su pecho debatiendo en si debía preguntar qué pasaba.

— Papi, ¿Adónde vamos? —se animó a preguntar.

— Irás a donde tu tío Gideon a pasar la noche con Kayled —le sonrió, secando sus lágrimas.

— ¿Es por eso que estás llorando? ¿No quieres que me vaya?

— No es eso mi príncipe, es que esta noche la pasaré con tu papá —cerró la mochila.

— Él es muy malo contigo, no me gusta verte llorar, Papi. Siento que me falta algo cuando lloras y no me gusta. Es feo llorar, papá Liam  dice que los hombres no lloran, que eso es de mujeres. Pero yo le dije que eso es mentira porque tú lloras y eres hombre ¿o es mentira? ¿Eres mujer, Papi? —hizo un puchero.

— Claro que soy un hombre, es que hay veces que tenemos un momento de debilidad y lloramos —explicó.

— Pero entonces, todo el tiempo es debilidad para ti, siempre lloras —ladeó la cabeza.

— Con tu padre aquí, quien no lo haría. Él siempre está enojado, serio, mandón. Ya sabes cómo es él —suspiró—. Ya es hora de llevarte con tus tíos, ya deben de estar esperándote.

Tomó la mochila del pequeño y luego lo cargó a él para caminar hacia la casa de los Tomlinson antes de que se hiciera más tarde. Saludó al guardia que estaba en la puerta trasera de la casa y este solo inclinó la cabeza en forma de saludo.

— Hueles rico, Papi, hueles a vainilla y fresas —besó su mejilla.

— Príncipe, tú hueles a mangos —abrió la pequeña puerta trasera que divide ambas casas.

— Ya lo sé, papi, tú siempre me bañas con ese jabón rico —soltó una sonrisita.

Harry tocó la puerta trasera de la casa de los Tomlinson y Gideon abrió la puerta con el ceño fruncido.

— ¿Ya hay reconciliación? —preguntó, haciéndose aún lado.

— Algo así —murmuró—. Lo traje para que pase el fin de semana aquí, la verdad es que no sé cuánto tiempo duremos —mintió.

— Ya se me hacía raro que me lo trajeras esta noche —sonrió pícaro.

— Si, nos vemos en unos días. Lo cuidas —le habló, serio, antes de salir de la casa de su mejor amigo.

Harry entró a la suya y no pudo contener las lágrimas un minuto más mientras subía las escaleras hacia la habitación que compartía con su esposo desde hace unos pocos años. Entró y buscó en el closet lo que Liam le había dicho que se pusiera.

El sollozo salió de sus labios no lo aguantó más, eso ya era en colmo de esa relación. Si quería que se sintiera otra vez de la misma forma de hace años pues lo consiguió y no de la forma adecuada.

Veía la misma ropa de hace más de cinco años, sólo que esta vez con más cosas.

Había unas orejitas de gato, una pantis de encaje color azul claro al igual que las orejitas, las medias eran del mismo color y ni hablar de la cola de gato que tenía todo eso.

Suspirando se quitó la ropa y se puso una a una la que tenía en las manos. Comenzó con las pantis luego las medias que le llegaban hasta tres centímetros por encima de las rodillas, luego se colocó las orejitas en su pelo rizado y las lágrimas no dejaban de salir.

Recogió todo y puso la ropa que se quitó en la canasta.

Caminó hacia la ventana y puso sus manos en el cristal para contemplar el infinito, se secó las lágrimas con un gran suspiro y miro el cielo con nubes grises, ya era la hora de Liam  llegar porque eran las siete casi ocho de la noche.

Donde estaba no podía ver hacia el frente de la casa para darse cuenta de que si Liam  llegó o no.

La puerta se abrió y su corazón se detuvo al máximo cuando se acercaron los pasos de Liam, escuchaba como se iba quitando la camisa y él sacó, podía percibir su mirada en su cuerpo semi desnudo.

Sintió las manos frías que al mismo tiempo comenzaba a llover a fuera.

—  Ya llegué y estoy listo para el espectáculo —besó su cuello antes de pasar sus manos por la pequeña cintura del menor.

Harry soltó un pequeño suspiro antes de darse la vuelta y ver a Liam  a los ojos.

Cerró los ojos con fuerza cuando sintió los labios bruscos del mayor sobre los suyos reclamando algo que le pertenecía. Su lengua demandó su territorio con ímpetu logrando que el menor soltara un suspiro antes de que sus lágrimas bajaran por sus mejillas.

Las manos de Liam  recorrieron su cuerpo hasta posarse en sus mejillas.

— Ya deja de llorar —dijo con dulzura.

— Es que no puedo dejar de hacerlo —murmuró, dolido.

— Dime que pasa —sujetó su cintura con ambas manos.

— Es que no quiero que vuelvas a hacer como antes, no quiero —murmuró, con lágrimas contenidas.

— Es que siempre haces las cosas mal, siempre me desobedeces —le reprochó, besando sus labios.

— Yo nunca lo hago, jamás te he desobedecido. Siempre hago lo que me dices tú nunca ves lo bueno que hago. Para ti todo lo que venga de mi es malo, una desobediencia —alejó sus manos de su rostro.

— Siempre lo haces —lo empuja hacia la ventana—. Nunca haces lo que te pido —acercó su rostro al de él. 

— Ya ves, me hablas como si fuera un niño que no entiende. ¿Sabes algo? Vete a la mierda. Este matrimonio se acabó, ya no aguanto esto, ya no sé qué pasa contigo. Desde que llegaste de ese viaje estas comportándose tan obsesivo y posesivo que ya no te aguanto —lo empujo a un lado y caminó hacia la puerta con rapidez.

Liam  no cabía aún, Harry le había dicho todo eso sin tartamudear ni un poco, sacó coraje ante él y no hizo nada hasta que no vio abrir la puerta para salir de allí.

Fue corriendo hacia él y lo agarró de la cintura para que no escapara de sus manos otra vez.

—  ¿Sabes? Todo el camino aquí sólo pensaba en cómo disfrutar esta noche, pero tú solo dañas el momento con tus cosas y palabras —se acercó a su oído mientras cerraba la puerta con fuerza y luego colocaba el seguro.

Harry tembló como una hoja en plena tormenta, sus lágrimas volvieron a salir y los sollozos no se hicieron esperar.

— No llores, tú pediste esto. Ahora te aguantas —lo llevó hasta la cama donde lo tiro.

Harry se levantó como pudo de esta y corrió en vano porque Liam  lo agarró de la cintura y lo volvió a tirar a la cama.

— Esto me recuerda el día que te mande al hospital, ¿sabes? Disfruté bastante de hacerte todo eso — dijo, con cinismo.

Harry abrió los ojos como platos.

— Jamás me has amado, jamás debí volver tenía que haberme quedado en Cuba con mi hijo y dejar que te siguieras pudriendo por encontrarme —dijo con odio—. Disfrutas de mi sufrimiento, estas feliz de ese día que casi matas a tu hijo, eres tan asqueroso....

No terminó porque Liam  le soltó una cachetada que le giró el rostro.

— Ya me tienes harto con tus reproches, me tienes hasta las bolas hinchadas con tus cosas. Sabías bien con quien te casabas  le susurró, antes de quitarles la ropa interior.

Harry sollozó y pidió a Dios que lo ayude y que su bebé no saliera herido esa noche.

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