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Capítulo 2. Un caballero maduro

Emily Evans

Empujé la puerta del último cubículo, Ariana apenas alcanzó a vomitar en el interior del váter, recogí su cabello mientras tenía arcadas, negué irritada, este no era el plan para divertirnos, se acercó la hermana de Ariana, Amber. Negó al recargarse en la orilla del lavamanos, había mujeres retocando su maquillaje en el lugar, no estaba tan lleno como los antros a los que había ido.

― ¿Mejor? ―dije acomodando bien su cabello, ella estaba de rodillas, asintió luego levantó su mano.

―Mejor…―susurró Ariana tomando un pedazo largo de papel, luego se limpió sus labios, se veía demasiado pálida. 

―Creo que deberíamos irnos a que te revisen en el hospital, estás muy pálida y bebiste como si el mundo se fuese a acabar. ―Amber se acercó y se quedó a mi lado mirando a su hermana.

―Tenías que arruinarlo, sabes bien que es el cumpleaños de Emily…―se quejó Amber, le di un golpecito en su brazo y negué.

―Tranquila, con solo haberme escapado de la escolta de mi padre, lo demás no importa. ―le sonreí a mi amiga. Amber y Ariana, eran gemelas, habíamos estado juntas en el internado de muy pequeñas, sus padres eran figuras importantes aquí en Londres y al igual que a mí, las habían enviado juntas a Estados Unidos.

―Esto está jodido…―susurró Ariana intentando levantarse del suelo frío, le ayudé, de las tres, las dos eran más altas que yo, más en esos tacones, por sus largas piernas, cuerpos esbeltos y hermosos rostros, parecían modelos de marcas importantes.

― ¿Quieres que nos vayamos? ―Amber se cruzó de brazos, levantando sus pechos más allá del escote, le lanzó una mirada de molestia a su hermana gemela.

―Solo necesito agua, solo eso y me repondré…―hablaba torpemente, Amber tomó de su brazo para llevarla al lavamanos.

―Iré yo por el agua, esperen aquí…―salí del servicio de damas y crucé por mucha gente para llegar al otro extremo del lugar, ahí se encontraba la barra. Le pedí al bartender dos botellas de agua, pero estaba atendiendo a otro grupo de personas. Me recargué en la barra, luego me puse de puntillas para levantar la mano y llamar de nuevo la atención del sexy bartender, pero fallé. Me quedé mirándolo a ver si podía capar su atención, al moverse para girarse por unas bebidas a su espalda, entonces lo vi. Mis ojos se encontraron con el hombre del otro extremo de la barra, su mirada se cruzó con la mía, sentí como el aire fue succionado de repente cuando se fijó en mí.

Estaba jodidamente atractivo.  No pude apartar la mirada por un momento, su sensualidad era un imán para mí. Me di cuenta que era un hombre mayor, maduro, supuse que rondaba en los cuarenta, “Dios mío, es un hombre madura y atractivo” pude desviar la mirada finalmente, mi corazón latió frenéticamente, tragué saliva e intenté aclarar mi garganta, podía sentir mis mejillas ardiendo, “¿Qué es lo que te pasa, Emily?” era la primera vez que alguien mayor que yo me ponía así, solía atraerme jóvenes como yo, pero este hombre, desde su lugar, sin corbata, camisa blanca con botones abiertos y el saco de un traje elegante, lo hizo ver…

Simplemente lo deseé al instante, era extraño. Desvié mi mirada de nuevo hacia a él pero el bartender arruinó el momento, entonces el hombre ladeó su rostro para esquivar al hombre que no nos dejaba mirarnos, sonreí por esa acción y entonces él también lo hizo.

Era el hombre más impresionante. Comenzó a caminar lentamente hacia a mí, mi respiración se alteró, apreté mis muslos debajo de este ajustado vestido verde con brillos, el escote estaba demasiado abierto, -vestidos de Ariana de último momento- se acercó finalmente a mi lado, su aroma llenó el pequeño espacio entre los dos, pasé saliva de nuevo, era una sensación nueva.

“¿Quizás estaba excitada?”

Estiró su mano de manera elegante y con confianza, el bartender se acercó a nosotros, él giró su rostro hacia a mí y yo toda embelesada por su rostro tan hermoso, sonrió. “No lo hagas, por favor, no lo hagas o me voy a derretir aquí mismo” Pareció no sorprenderle mi reacción.

― ¿Qué es lo que quieres? ―Oh, Dios mío, su voz era ronca, como si fuese algún locutor de esas que te da las buenas noches y solo con ello, te humedeces. “Despierta, Emily” tomé aire para poder hablar.

―Dos botellas de agua. ―él asintió y le dijo mi pedido al bartender.

―Dos botellas de agua y un escoces seco. ―el bartender asintió, intenté no mirarlo mucho de perfil, pero fue imposible, él se dio cuenta. ― ¿Si? ―preguntó como si yo de tanto verlo quisiera saber algo. Negué sintiendo al mismo tiempo un calor muy fuerte en mi vientre bajo, era alto, fornido, muy elegante, pero entonces…

― ¿Eres americano? ―él arrugó su ceño, “Vaya, hasta cuando arruga su frente sus líneas marcadas son hermosas”.

― ¿Se nota mucho? ―asentí. ― ¿Y tú? No te escucho mucho el acento inglés tan remarcado como lo he escuchado estas últimas horas.

―Me críe en Estados Unidos, casi no tengo mucho el acento, pero soy inglesa cien por ciento. ―sonrió, y yo me prendí de sus labios por un momento, apreté mis muslos, era extraño la reacción que provocó en mí con una cortísima distancia, unos cuantos centímetros me separa de su cuerpo. El bartender me distrajo cuando puso frente a nosotros las botellas de agua, luego el escoses, iba a pagar y el hombre negó.

―Yo invito. ―luego le entregó su tarjeta al hombre para que cobrara.

―Gracias. No tenías por qué hacerlo. ―dije sincera.

―No es nada, tranquila…―luego tomó de su bebida, vi como lo disfrutó al cerrar brevemente sus ojos, mis labios se entreabrieron y no pude evitar gemir, él giró su rostro hacia a mí, mis ojos se abrieron el imaginar que pudo haberme escuchado, pero estaba la música de fondo.

Ariana.

M****a.

―Tengo que irme, me esperan…―levanté las botellas de agua. ―Y gracias de nuevo. ―él asintió y pude ver como su mirada oscura se posó por un momento en mi escote, luego lo recorrió hasta verme a los ojos. ―Adiós…caballero. ―mi respiración se alteró más con su mirada en mí, me giré para alejarme de ahí, mi cuerpo no quería, gritó que podía haberme quedado unos diez minutos aunque sea para terminar de mojarme pero Ariana me esperaba en el servicio. Sentí mis pezones rozar la delgada tela de mi vestido, estaban erectos.

―Madre mía, como me ha puesto…―entré a los servicios, y me acerqué a las chicas, le entregué el agua a  Ariana que estaba más respuesta. Tomó casi toda la botella.

― ¿Por qué tardaste? ―Amber preguntó, pero pude ver su gesto al mirarme un poco más. ― ¿Por qué estás tan roja? ―me llevé una mano a mi mejilla, la sentí hirviendo.

―Debe de ser el alcohol…―pero no, no era el alcohol, era aquel hombre en el bar que me había puesto así.

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