Diez años atrás…
Vamos rumbo a otro país. Mis padres decidieron probar nuevas tierras, la abuela dijo nuevos horizontes. Por eso íbamos en un avión a cambiar de cultura, idioma, por ello aceptaron emigrar, y a mí no me quedó más que aceptarlo. En la compañía donde papá trabajaba lo ascendieron por sus logros, eso implicó radicarnos en los Estados Unidos.
Para ellos fue motivo de alegría, al igual que para mis abuelos maternos, era con quienes compartíamos mucho. Cada ocho días era sagrado irnos a la finca vía Ciénaga de Oro. Vivíamos en la mejor ciudad de Colombia, en Montería. Una tierra mágica, lo digo, sostengo y hago alarde de ello.
No había otra región más bella que el lugar donde nací. El abuelo Henry siempre decía: quien reniega de las raíces entonces era una mala cría. A él le debía el amor por la tierra, la música, el amor por la tierra mojada, el despertar del campo, me gustaba verlo ordeñar las vacas.
Era costumbre pasar por la cocina donde la abuela Rosalba, quien me entregaba un pocillo de plástico con café recién hecho, luego corría hasta llegar a los corrales para que el abuelo echara un poco de leche recién ordeñada. A los segundos llegaba mi bella abuelita con una galleta de limón.
Al fondo se escuchaba el repertorio del abuelo, sus vallenatos clásicos y el porro sabanero. Eso iba a extrañarlo, a ellos, a esas mañanas cálidas, con brisas frescas por ser de madrugada, ver el despertar del campo.
—Cata, ¿vas bien? —afirmé. Mamá me miró—. Verás que harás muchos amigos.
—Si tú lo dices mami.
Recordé cuando nos comentaron la propuesta del puesto en el nuevo trabajo; se veían felices, brincaron, se abrazaron, mamá lloró. A mis ocho años no creo que haga la diferencia en decisiones, esa tarde se formó el bololó. Y ahora debía aferrarme a los recuerdos con mis abuelos y mis amigas.
—Estarás en un colegio cercano, es mixto.
—Mamá… los niños se van a burlar de mí.
—Nada de eso.
No le dije nada. No era a ella a quien de quien se burlaban. El viaje lo organizaron muy rápido, cuando menos lo pensé, me vi esta mañana subiendo a un avión. El rostro de mi abuela bañado en llanto cuando nos fue a despedir, extrañaré tanto los fines de semana.
Era la única nieta, por ahora. No me ha regalado un hermanito, los he escuchado hablar de que se deben poner a trabajar en eso. También extrañaré los animales de la finca, como a la profesora Rosa, a mis amigas del colegio, espero poder hacer nuevos amigos. Tampoco tuve mucho tiempo para hacer una despedida, solo fueron con sus mamás, quienes son amigas de la mía, hubo muchos regalos, tarjetas, todo con la intención de no olvidarlas. Miré la foto que tenía en mi mano.
—Quedaron muy bonitas —comentó papá—. Las verás en vacaciones.
Mamá nos tomó esa foto donde posamos las siete, era la gordita de la gallada. Apoyé mi cabeza en el hombro de papá, íbamos rumbo a Atlanta. Miraba la foto, mamá ajustaba el cinturón de seguridad, debió ponerme una extensión para aflojar un poco más de lo normal, era uno de los problemas de ser gordita.
—Son gorditos de amor —sonreí ante el comentario de papá.
—Mucho amor. —mamá me dio un beso en la frente.
En la foto mis amigas quedaron lindas, mientras yo… Era bastante rellena para no decir otra palabra. Ellas siempre me defendieron en más de una ocasión, pero eso no quitaba la sensación interna de no ser como las demás.
Mi dentadura tampoco ayudaba, la ortodoncia será a los trece años, en esa edad podría ponerme los Brackets. Mi madre era bellísima, yo era distinta, a mí me gustaba comer mucho, otra cosa por extrañar.
—¿Cuántas horas estaremos aquí?
—Varias mi amor.
—Y darán comida —ambos se echaron a reír.
—Sí, si te da mucha podemos comprarte. —sonreí.
Una conversación de papá con el abuelo, los escuché decir; «acá no se desayuna, yuca, no hay suero, tampoco es común el plátano», por ende, no comeré cabeza e’gato, ni los patacones, el queso no creo que sea como el hecho por la abuela, se me agua la boca de solo recordarlo; era harinoso, ¡eso sí será una tortura!
El viaje lo sentí largo, dormí la mayor parte del vuelo, y al despertar comía. Papá hablaba inglés perfecto igual mamá, según ellos yo también lo chapoteaba más o menos bien. Esa era una de las ventajas de estar en una familia donde se impulsa el salir adelante.
Siempre he estado en clases personalizadas. Al aterrizar alguien de la empresa nos esperaría para llevarnos a la nueva casa. La nueva casa por los siguientes diez años, ese era el tiempo del contrato firmado por el señor Luis Suárez.
Las decisiones las tomaban los grandes porque ellos son quienes saben de la vida, a uno solo le toca parar orejas a las conversaciones… ¡Aja! Para poder chismosear y saber lo que sucede.
—Hija, la casa es preciosa, espaciosa —afirmé—, Se encuentra en un barrio sano, tendremos nuevos vecinos, el trabajo de papá queda a unos treinta minutos, tu colegio queda mucho más cerca, puedes irte a pie.
—Se escucha bonito. Pero es una escuela mixta.
Temía adaptarme, yo no sabría cómo comportarme con niños, por mi timidez. Siempre he estudiado en colegio femenino. ¿A eso le tengo miedo?, ¡pues claro!, mis amigos de la cuadra solo sirvieron para burlarse y ponerme apodos, tengo colección como: buñuelo con patas, albóndiga, balón playero, choncha, nevera, ñoña, en fin. A eso debo sumarle que no tenía a mis amigas para defenderme. —No comentaron nada, solo se miraron. Un par de horas más el avión aterrizaba.
—¿Señor Suárez?, mi nombre es Aiko Lee, seré su guía mientras se ubica en su nueva casa y trabajo.
Era una mujer bajita, de cabello negro liso con rasgos asiáticos, a señora Samanta recelosa miró su mano izquierda, luego le sonrió, le ofreció la mano cuando la presentaron como la esposa.
—Samanta Páez —dijo, la señora Aiko le sonrió.
—Debe acostumbrarse, ahora la llamarán señora Suárez, debe adoptar el apellido de su esposo. —Mamá se sonrojó un poco. Papá tomó mi mano.
—Ella es nuestra hermosa, hija.
Hizo un gesto para que me presentara, el idioma lo entiendo mejor de lo que hablo, por nuestro acento golpeado, típico de nuestra región, hacía que se pronunciara diferente. Si mi madre se sonrojó yo sentí mi cara ponerse roja, debo verme como una esfera colorada.
—Soy Catalina Suárez Páez. —hablé, la señora se inclinó un poco.
—Es un placer.
Siguió hablando muy rápido, le captaba solo palabras, traté de llevar la conversación, pero era complicado. Los nervios me bloquearon. Mamá tomó mi mano al notar mi temor. Lástima que la opinión de los hijos no era importante para estos casos. A nosotros nos toca obedecer como buenos hijos.
Papá le dijo a mamá cuando ella mostró temor por mí, adoro a mi padre, me da todo lo que pido. Aunque era mi madre quien se quedaba a mi lado cuando enfermo, cuando veo una película de miedo con mis amigas y después no podía dormir, al buscarlos en la noche me meto en la mitad de ellos y en ese instante sentía que el mundo podía caerse, pero nada me pasaría.
Papá siempre sabía qué hacer, siempre lo resuelve todo. Sonreí, mientras miraba por la ventana a una inmensa ciudad muy diferente a la mía. Todo era para mejor, eso suele decir la abuela. ¿Qué tan diferente podía ser un nuevo colegio?
—La escuela es mixta —le decía la señora a mi mamá—. No usan uniforme, es una escuela pública a unas cuadras de su casa. Tiene buenas referencias, espero Catalina se adapte.
¡Y hasta ahí torció el rabo, la puerca! La poca tranquilidad se esfumó, mis padres se miraron, el ser gordita no era una carta que abra puertas.
—Mi hija es una guerrera.
¡Erda! Mi papá es mentiroso, yo no lo era. Acaso se les olvidó que venía de un colegio femenino, también eran consciente de las burlas de los niños.
» Catalina, ya eres una niña grande, ¿qué te he dicho?
—Que los Suárez podemos con todo.
—Exacto.
¡Erda! Como si esa frase fuera el escudo de un superhéroe, ¡la digo y ya!, eso era facilito decirlo porque a él no le dicen buñuelo con patas.
Desde esta mañana mis padres peleaban, él llegó borracho otra vez «como siempre.» Apreté los puños cuando escuché como se caía algunos de los jarrones en la sala, no demoran en llamar a la policía los vecinos.Ese señor suele gritarme de que no debía llorar, los hombres no hacia eso, ¡qué mi madre me tenía muy consentido!, y ni que decir de mi abuela. La vez pasada partió la guitarra que él mismo me había regalado porque le di la impresión de volverme raro. Y raro era él por cómo se comportaba con mi mamá. Los gritos aumentaron.—¡Eres una mujerzuela!Tapé los oídos con la almohada al escuchar la ofensa hacía, la escuché llorar.—Jhon…Su voz era una súplica, mis manos temblaron, ya no deseaba esto, lo detestaba y odiaba. No deseaba que fuera mi padre.—¡Detesto la hora en que nos casamos! ¡Eres mi desgracia! TE DI TODO.Apreté los puños una vez más, ¡era un mentiroso!, era ella quién lo mantenía con su trabajo, y en ocasiones hasta lo que trabajaba mi abuela también caía en sus manos
La niña me sonreía y sus ojos brillaron mucho y me volvió a parecer linda.—¿A qué escuela vas Dylan?Volvió a preguntar la señora, mi abuela se había ido a la cocina, conociéndola, ahora trae varios pasabocas para brindarles.—A la escuela pública que queda a unas cuadras de aquí.—A la misma que asistirá Catalina, el lunes.Sus ojos brillaron de nuevo, cuando sea más grande juro hacerles una canción a esos ojos, a los hoyuelos y a esta sensación de tranquilidad que trasmite.—Ahora si no me dará susto ir al colegio.La espera a que llegara mi madre con los padres de Bodoque se hizo eterna, mi abuela nos trajo una bebida con sus galletas y pastelitos. La gordita fue quien más comió, me reí al ver como disfrutaba de las delicias preparadas por la abuela.Cuando invité a mis amigos Vicky no comió porque tenía mucha azúcar, su madre se lo tenía prohibido, ella será una reconocida modelo, por eso no podía perder su figura. Era una niña de mi edad.A mamá le dio lástima ver su actitud, di
Llegué a clase de historia, una vez más las presentaciones, ya conocía a la mitad de los estudiantes y el único puesto libre era la silla al lado de la ventana, y el compañero sería el vecino. Me puse al frente de él, se levantó para que pudiera pasar, no dijo nada.—Hola. —El papel de niña tonta nació conmigo.—Hola.No dijo nada más, así fue toda la clase, debería estar acostumbrada. Al finalizar y con las tareas para la otra semana guardé mis cosas en el morral, al levantarme del puesto para bajarme mi pie se enredó, no sé con qué, me fui de jeta contra el piso, las carcajadas de los compañeros fueron en general.Un niño moreno de gafas se acercó para ayudarme a levantar, aunque también se reía, hice mi mejor esfuerzo para ocultar la vergüenza, pero fue inútil, mi cara colorada era notoria, así que también me reí de mí misma.—Gracias. —Le dije—. ¿Cómo te llamas?—Te ayudé a levantar, porque debía pasar. No para que seamos amigos. —La piel se me erizó, abrí la boca, para luego cerr
Mi madre se encontraba muy orgullosa, no puedo desmentirla. No tenía por qué mentir.—Mi hija es un terrón de azúcar, demasiado noble, en ella no hay maldad, siempre ha sido objeto de bullying, sufre mucho con el desprecio, pero nunca los llega a odiar.Si querían hacerme sentir mal, lo lograron, ni siquiera cuando perdí el cuaderno donde había escrito muchas canciones me sentí tan mal. Sonreí—Ellos… tendrán una hermosa amistad. —intervino mi abuela.—Bueno, los dejo, Dylan eres bienvenido a la casa cuando quieras, pueden hacer tareas juntos.Era sorprendió la mirada de mamá. No podía ser tan malo. Mamá y la abuela eran más importante que los besos de Vicky. Si ella no quería ser mi novia, ni modo, no quería ver a mamá decepcionada, con papá era suficiente, no deseaba verla llorar por mí.Mañana arreglaré lo que ocurre con Catalina. Me ha molestado el trato que le han dado, me quedé al margen por la advertencia de Vicky, sin embargo, ahora no me importa. Como dice mi madre, uno debe
Cuatro años después Mis papás estaban preocupados, esperábamos a que el doctor Robinson nos atendiera, desde hace un mes he venido presentado varios mareos, hasta he vomitado sangre, no le hemos dicho a los abuelos para no preocuparlos. Hace quince días iniciaron a realizarme varios exámenes, pero no han encontrado nada. No saben las razones por las cuales vomité con sangre. —¡Señores Suárez! Llamó una enfermera. Ingresamos al consultorio tomado de las manos, el doctor les sonrió a mis padres y nos invitó a sentarnos. —Buenas tardes, un placer conocerlo, señor Suárez. En las dos consultas anteriores venía con mi mamá, papá ha estado trabajando. —Igual doctor. Dígame ¿qué tiene nuestra hija? —Los resultados no muestran nada, salvo su sobrepeso, no tiene úlcera, ni nada extraño en el estómago, en los estudios efectuados. Pero seguiremos en chequeo cada vez que ustedes lo requieran. Les propongo hacerle un monitoreo anual a menos que vuelva a presentar el mismo caso. —No sé si pre
Estaba sintiendo cosas diferentes por Dylan, pero era consciente de que no me vería jamás con otros ojos, que no fuera de amiga. Su madre continuó hablando.—Aunque te haga mucha burla, eres su tercera mujer importante. Para él tu amistad es sagrada. Creo que eres la más fundamental, conmigo no se duerme tan rápido. —Se acercó—. Está profundo.» Catalina, su padre, está por salir en unos días. Esa es la razón por la cual le pedí a tus padres que se lo lleven a Colombia de vacaciones. Aún no tengo idea como se comportará Jhon, no ha querido firmar los papeles del divorcio. No le digas, solo sigue cuidándolo. —afirmé.» Siempre hazle ver las cosas malas, mi hijo en ocasiones es algo arrogante, jálale las orejas de ser necesario, he notado que te hace mucho caso. Ojalá algún día queden juntos.Me puse roja al escucharla decir eso y mi corazón casi explota.—No soy del gusto de su hijo y tampoco es el mío.Me apresuré a decir para no dejarme en evidencia. Virgen santa, ¡qué bochorno!—Por
Dylan apretó fuerte mi mano, pensé que me la iba a partir. Retiro lo dicho, sobre ese señor era digno padre de la lombriz de tierra.—Ve muchacho, no tenemos el tiempo, tenemos reservación.—Lo siento, señor. Pero mi madre también nos invitó a cenar.—Hijo, te estoy invitando yo, a tu madre le gustará saber que compartes con alguien como nosotros, tenemos los contactos para hacerte un camino en tu carrera.Ñerda, pero el mequetrefe se cree el rey de Inglaterra.—Su invitación no es primero que la de mi madre, si me disculpa, prefiero las enchiladas y los tacos que hacen en el restaurante de doña Gertrudis.Nunca antes había querido besar a Dylan como hasta ahora, se acaba de ganar mi admiración por completo, a veces podía ser un perfecto patán en ascenso, pero siempre había defendido sus raíces y deja en alto a su madre. La cara de Vicky fue para ponerle un marco, estaba casi morada. Ahora querida, a volar como pepa de guama.—Eres bastante descortés, joven.—Señor, con todo el respet
Seguían hablando de la ciudad. El lugar era muy diferente.—Entonces ¿Qué hay de nuevo? —dijo el señor Luis al conductor.—Estamos en invierno. —golpeó las palabras—. ¡Pero qué va!, el caló sigue igualito.El señor Luis le indicó la dirección a través de las calles, las casas eran grandísimas.—¿Cómo se llama el barrio donde vives?—Pasatiempo. No se compara con las casas en Estados Unidos que son diferentes, también son grandes, pero un grande distinto, acá son más frescas por el clima.Un par de indicaciones más y llegamos a una casa esquinera, había varias personas en la terraza, las cuales gritaron al ver llegar el taxi. El rostro de Cata resplandeció, al bajarnos un grupo de siete niñas se abalanzaron sobre ella hasta rodearla alejándola de mí, eso no se sintió tan bien.Varias señoras llegaron a saludar a los señores Suárez. Después de la euforia me presentaron, por fin soltaron a mi mejor amiga. Y dos de sus amigas me miraron más de la cuenta. Así como en ocasiones me miraba Vi