La niña me sonreía y sus ojos brillaron mucho y me volvió a parecer linda.
—¿A qué escuela vas Dylan?
Volvió a preguntar la señora, mi abuela se había ido a la cocina, conociéndola, ahora trae varios pasabocas para brindarles.
—A la escuela pública que queda a unas cuadras de aquí.
—A la misma que asistirá Catalina, el lunes.
Sus ojos brillaron de nuevo, cuando sea más grande juro hacerles una canción a esos ojos, a los hoyuelos y a esta sensación de tranquilidad que trasmite.
—Ahora si no me dará susto ir al colegio.
La espera a que llegara mi madre con los padres de Bodoque se hizo eterna, mi abuela nos trajo una bebida con sus galletas y pastelitos. La gordita fue quien más comió, me reí al ver como disfrutaba de las delicias preparadas por la abuela.
Cuando invité a mis amigos Vicky no comió porque tenía mucha azúcar, su madre se lo tenía prohibido, ella será una reconocida modelo, por eso no podía perder su figura. Era una niña de mi edad.
A mamá le dio lástima ver su actitud, dijo que le estaban dañando el cerebro a muy temprana edad. A mí eso no importa, era la más bonita y será mi novia. Llegaron nuestros padres, Bodoque había permanecido a mi lado, agarrados de la mano.
La escuché hablar en inglés, aunque también lo hace en español, pero las palabras que decía no las entendí, pasó explicándome la mayoría. Se le escucha raro y al mismo tiempo me hacía reír por sus expresiones.
Cuando nos despedimos y separamos las manos sentí una extraña necesidad de permanecer cerca. ¿En qué curso estará? El lunes lo sabré, debía visitar a mis amigos para hablar con ellos y decirle que tendríamos una nueva integrante en el grupo. Al quedarnos solos mi madre me abrazó, comenzó a darme besos por todo el rostro.
—Eres muy valiente, gracias hijo.
—Te amo, mami. ¿Y él?
—Lo encerraron, en quince días será juzgado, de ser culpable pagará una condena de tres a cuatro años.
—Eso es una buena noticia, hija. —intervino la abuela.
—La verdad mamá es que sí, saber que Jhon no molestará por unos años es satisfactorio.
—No lo necesitaremos mamá, cuando sea grande seré el mejor cantante y les daré una vida de reinas.
—Lo sé, tú mi príncipe, serás un gran cantante. No solo porque tienes una voz preciosa y un don especial para el piano y la guitarra, sino porque eres un excelente hijo, serás un magnífico hombre el cual se desvelará por sus hijos y esposa, júrame que no seguirás los pasos de tu padre, Dylan Miller Gaitán, tú eres la mejor versión de tus padres. Te amo.
…***…
Estaba tranquila cuando papá me dejó en la escuela, en nada se parecía a mi colegio en Montería, este era muuucho más grande. Mamá tomó mi mano y nos dirigimos a la rectoría, primero debían hacerme un examen, era indispensable saber en qué grado iba a quedar, aunque aquí se dice año.
Leía y escribía muy bien el inglés, era diferente al hablarlo por mi región, golpeaba mucho las palabras, eso lo notan al instante. Sin embargo, me fue bien, la secretaria me entregó las llaves del casillero, «esto era algo nuevo, de donde vengo teníamos pupitres donde se levantaban la tapa para meter tus cosas».
Según el horario tenía clase de ciencia, al ingresar vi un par de puestos desocupados, uno al lado de la ventana, el último al lado del vecino monito bonito. El niño que juró ser mi mejor amigo.
Le sonreí, pero él no correspondió al saludo. «¿no se acuerda de mí?» —me encogí de hombros—. Hicieron las presentaciones bochornosas; esas donde te delatas y tu cara se pone colorada.
—Bienvenida Catalina. Toma asiento.
—Gracias.
Me ofrecieron el puesto al lado de la ventana en la primera fila. Las clases pasaron, no era buena haciendo amigos, y la tranquilidad que tenía porque Dylan sería mi amigo ya no la tenía. —Yo era una Suárez—. Traté de ubicarme, pero ¡aja!, eso fue en vano.
Llegué tarde a todos los salones, por mi contextura no corría mucho. Me di cuenta de que los compañeros cambiaban, así era más difícil hacer amigos. En la clase de matemáticas no estaba con Dylan.
En la siguiente clase tocaba buscar otro salón, el de literatura. Llegué tarde otra vez, al correr me agitaba mucho, por eso fui la burla de mis compañeros cuando me tocaba presentarme por instrucción del profesor, llegaba sin aliento. Una niña muy delgada, pero bonita lanzó el primer comentario.
—Deja de comer tantos azúcares, harinas y grasas, así dejarás de estar enferma.
Se me humedecieron los ojos al darme cuenta de que los ojos verdes de ese niño rubio del vecino también se reían. «No llores, ellos no te conocen, soy una Suárez», el profesor detuvo el acto de bullying.
Nuestras miradas se conectaron antes de sentarme en la silla indicada por el profesor, ninguno dejó de reírse, y yo no quería estar aquí. Al menos la clase me gustó, con timidez alzaba la mano para responder.
El vecino era muy participativo en la clase, al menos al profesor le caí en gracia. Después de las dos horas, según el horario era momento de ir a la cafetería, tenía comida en mi maleta, pero vi a los otros niños y preferí no hacer el bochorno de sacar lo enviado por mi mamá.
Por eso los seguí hasta la fila, menos mal tenía plata, podría comprar una deliciosa merienda. Me puse a escoger, muchas cosas se veían deliciosas. La niña de la clase que me había ofendido, se encontraba con varios amigos. Se rieron al verme.
Dylan a su lado de ella no detuvo sus ofensas, volví a mirarlo, ¿se le olvidó lo que juró?, pero tuve el mismo resultado, indiferencia. En ese momento sentí más fuertes las ganas de llorar. Ya no venía al caso buscarlo para pedirle ayuda, él no era como mis amigas. Entonces Catalina, con la frente en alto, me alejé ignorando los comentarios pesados, no sin antes escuchar.
—No nos dejes sin nada que comer, llenar tu pansa se requiere de mucha comida y la de la cafetería no creo que te alcance. ¡Es enorme tu barriga! —comentó.
—¡Muy seguro arrasarás con todo!
Habló la otra chica imitando a la primera. Ya les daba la espalda, como decía mi amiga Paola Rocca, «oído de pescao», respiré profundo, llegué al lugar para pagar lo pedido. Al ver la cantidad de comida sonreí. Que digan lo que quieran, los pastelitos me sacaron la sonrisa, se veían deliciosos.
Pagué y con mi bandeja me ubiqué en la última mesa. Todos me miraron al pasar. Respiré cuando llegué por fin a la mesa, miré la bandeja y antes de ponerme a comer llegaron dos niñas y dos niños. Cada uno tomó algo, solo me dejaron la manzana.
Quería llorar, pero no lo hagas Catalina. Si lo haces se reirán mucho más, ya lo sabía. He sido víctima del matoneo.
—Nos dejaste sin nada, pero gracias por hacer la fila por nosotros. —Habló un pelirrojo.
—Mañana por favor compra pastel de pollo es mi favorito.
Comentó el niño de pelo castaño. Miré a mi alrededor con la ilusión de ver algún profesor y pedir ayuda, pero la niña bonita estaba de la mano con Dylan. Eso desilusionó. ¿Por qué? ¡Ve tú a saber! Mis ojos se llenaron de lágrimas.
—¡No llores!, te dejamos una manzana, mira las buenas amigas que seremos.
Ahora habló una de las niñas que se había quedado con el jugo.
» Míralo por este lado. Te estamos ayudando a adelgazar.
Luego se fueron riendo. No pude contener las ganas de llorar, cuando alcé la mirada Dylan lo hacía, el labio me tembló. Salí corriendo de la cafetería ante la mirada de centenares de estudiantes.
Me senté en un muro sin dejar de llorar. No quería estar aquí. Después de un rato, escuché que tocaron la campana, seguían las clases. Volví a llegar tarde, era el primer día y ya no me gustaba nada. Y debía regresar a mi casa sonriente para no preocupar a mis papás.
Llegué a clase de historia, una vez más las presentaciones, ya conocía a la mitad de los estudiantes y el único puesto libre era la silla al lado de la ventana, y el compañero sería el vecino. Me puse al frente de él, se levantó para que pudiera pasar, no dijo nada.—Hola. —El papel de niña tonta nació conmigo.—Hola.No dijo nada más, así fue toda la clase, debería estar acostumbrada. Al finalizar y con las tareas para la otra semana guardé mis cosas en el morral, al levantarme del puesto para bajarme mi pie se enredó, no sé con qué, me fui de jeta contra el piso, las carcajadas de los compañeros fueron en general.Un niño moreno de gafas se acercó para ayudarme a levantar, aunque también se reía, hice mi mejor esfuerzo para ocultar la vergüenza, pero fue inútil, mi cara colorada era notoria, así que también me reí de mí misma.—Gracias. —Le dije—. ¿Cómo te llamas?—Te ayudé a levantar, porque debía pasar. No para que seamos amigos. —La piel se me erizó, abrí la boca, para luego cerr
Mi madre se encontraba muy orgullosa, no puedo desmentirla. No tenía por qué mentir.—Mi hija es un terrón de azúcar, demasiado noble, en ella no hay maldad, siempre ha sido objeto de bullying, sufre mucho con el desprecio, pero nunca los llega a odiar.Si querían hacerme sentir mal, lo lograron, ni siquiera cuando perdí el cuaderno donde había escrito muchas canciones me sentí tan mal. Sonreí—Ellos… tendrán una hermosa amistad. —intervino mi abuela.—Bueno, los dejo, Dylan eres bienvenido a la casa cuando quieras, pueden hacer tareas juntos.Era sorprendió la mirada de mamá. No podía ser tan malo. Mamá y la abuela eran más importante que los besos de Vicky. Si ella no quería ser mi novia, ni modo, no quería ver a mamá decepcionada, con papá era suficiente, no deseaba verla llorar por mí.Mañana arreglaré lo que ocurre con Catalina. Me ha molestado el trato que le han dado, me quedé al margen por la advertencia de Vicky, sin embargo, ahora no me importa. Como dice mi madre, uno debe
Cuatro años después Mis papás estaban preocupados, esperábamos a que el doctor Robinson nos atendiera, desde hace un mes he venido presentado varios mareos, hasta he vomitado sangre, no le hemos dicho a los abuelos para no preocuparlos. Hace quince días iniciaron a realizarme varios exámenes, pero no han encontrado nada. No saben las razones por las cuales vomité con sangre. —¡Señores Suárez! Llamó una enfermera. Ingresamos al consultorio tomado de las manos, el doctor les sonrió a mis padres y nos invitó a sentarnos. —Buenas tardes, un placer conocerlo, señor Suárez. En las dos consultas anteriores venía con mi mamá, papá ha estado trabajando. —Igual doctor. Dígame ¿qué tiene nuestra hija? —Los resultados no muestran nada, salvo su sobrepeso, no tiene úlcera, ni nada extraño en el estómago, en los estudios efectuados. Pero seguiremos en chequeo cada vez que ustedes lo requieran. Les propongo hacerle un monitoreo anual a menos que vuelva a presentar el mismo caso. —No sé si pre
Estaba sintiendo cosas diferentes por Dylan, pero era consciente de que no me vería jamás con otros ojos, que no fuera de amiga. Su madre continuó hablando.—Aunque te haga mucha burla, eres su tercera mujer importante. Para él tu amistad es sagrada. Creo que eres la más fundamental, conmigo no se duerme tan rápido. —Se acercó—. Está profundo.» Catalina, su padre, está por salir en unos días. Esa es la razón por la cual le pedí a tus padres que se lo lleven a Colombia de vacaciones. Aún no tengo idea como se comportará Jhon, no ha querido firmar los papeles del divorcio. No le digas, solo sigue cuidándolo. —afirmé.» Siempre hazle ver las cosas malas, mi hijo en ocasiones es algo arrogante, jálale las orejas de ser necesario, he notado que te hace mucho caso. Ojalá algún día queden juntos.Me puse roja al escucharla decir eso y mi corazón casi explota.—No soy del gusto de su hijo y tampoco es el mío.Me apresuré a decir para no dejarme en evidencia. Virgen santa, ¡qué bochorno!—Por
Dylan apretó fuerte mi mano, pensé que me la iba a partir. Retiro lo dicho, sobre ese señor era digno padre de la lombriz de tierra.—Ve muchacho, no tenemos el tiempo, tenemos reservación.—Lo siento, señor. Pero mi madre también nos invitó a cenar.—Hijo, te estoy invitando yo, a tu madre le gustará saber que compartes con alguien como nosotros, tenemos los contactos para hacerte un camino en tu carrera.Ñerda, pero el mequetrefe se cree el rey de Inglaterra.—Su invitación no es primero que la de mi madre, si me disculpa, prefiero las enchiladas y los tacos que hacen en el restaurante de doña Gertrudis.Nunca antes había querido besar a Dylan como hasta ahora, se acaba de ganar mi admiración por completo, a veces podía ser un perfecto patán en ascenso, pero siempre había defendido sus raíces y deja en alto a su madre. La cara de Vicky fue para ponerle un marco, estaba casi morada. Ahora querida, a volar como pepa de guama.—Eres bastante descortés, joven.—Señor, con todo el respet
Seguían hablando de la ciudad. El lugar era muy diferente.—Entonces ¿Qué hay de nuevo? —dijo el señor Luis al conductor.—Estamos en invierno. —golpeó las palabras—. ¡Pero qué va!, el caló sigue igualito.El señor Luis le indicó la dirección a través de las calles, las casas eran grandísimas.—¿Cómo se llama el barrio donde vives?—Pasatiempo. No se compara con las casas en Estados Unidos que son diferentes, también son grandes, pero un grande distinto, acá son más frescas por el clima.Un par de indicaciones más y llegamos a una casa esquinera, había varias personas en la terraza, las cuales gritaron al ver llegar el taxi. El rostro de Cata resplandeció, al bajarnos un grupo de siete niñas se abalanzaron sobre ella hasta rodearla alejándola de mí, eso no se sintió tan bien.Varias señoras llegaron a saludar a los señores Suárez. Después de la euforia me presentaron, por fin soltaron a mi mejor amiga. Y dos de sus amigas me miraron más de la cuenta. Así como en ocasiones me miraba Vi
Antes de seguir pasando pena tomé el jugo y no sé si era por el calor; la camiseta la tenía pegada a la espalda, el fastidio entre los dedos del pie por las abarcas, no lo sé. Lo cierto era que este jugo se supo deliciosísimo, tenía mucho hielo. Me lo tomé un trago tras otro y sin respiración, causé las risas en los presentes.—¡No hay como el jugo de corozo! —dijo Bodoque.—¡Mi madre y abuela deben probar esta delicia!—Ya te ganaste mi corazón jovencito.Habló la señora Rosalba, la sonrisa de Cata sin duda era herencia de su abuela, a ella también se le hacían los dos hoyuelos en cada cachete, la diferencia era que Cata tenía más cachetes.—¿Abuela en que cuarto dormirá Dylan?Me tomó de la mano para jalarme hasta llegar a un cuarto con una cama doble, un ventilador de techo, una hamaca a un lado. Acá no había aire acondicionado, el techo era de palma, eso le daba frescura. Cata me entregó la guitarra mientras yo puse la maleta en una mesa alargada al frente de la ventana de madera.
Sentí un poco de celos, para mi abuelo era su bola de azúcar, además nunca me ha enseñado a ordeñar, me enseñó apenas a montar a caballo. Papá también lo trata como… el varón que nunca tuvieron… o más bien, el varón que perdieron.Después de mi mamá sigue sin quedar embarazada de nuevo, el primer hijo nació a los ocho meses y no se salvó, me dicen que se le complicaron los pulmones, yo vine meses después, desde ahí no han podido tener otro hijo. Terminamos de desayunar.—Voy al baño un momento. —Dylan salió casi qué corriendo.—Le dio cagalera.Comenté, mis abuelos rieron al igual mis padres.—Mija, prepárale bicarbonato con limón al pelao pa’que lo alivie. Esos retorcijones son malucos. Eso sí, la ventazón será buena.—Esperemos a ver que dice, tal vez no sea eso —habló papá.—No —dije—. Le dio cagalera, ve que te lo digo, su estómago no está acostumbrado.Dylan se demoró para salir, cuando lo hizo estaba un poco pálido y frío.—Bodoque me dio lo que dijiste, no me atrevo a irme en c