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Capítulo 5 - Es una mentira pequeña

Llegué a clase de historia, una vez más las presentaciones, ya conocía a la mitad de los estudiantes y el único puesto libre era la silla al lado de la ventana, y el compañero sería el vecino. Me puse al frente de él, se levantó para que pudiera pasar, no dijo nada.

—Hola. —El papel de niña tonta nació conmigo.

—Hola.

No dijo nada más, así fue toda la clase, debería estar acostumbrada. Al finalizar y con las tareas para la otra semana guardé mis cosas en el morral, al levantarme del puesto para bajarme mi pie se enredó, no sé con qué, me fui de jeta contra el piso, las carcajadas de los compañeros fueron en general.

Un niño moreno de gafas se acercó para ayudarme a levantar, aunque también se reía, hice mi mejor esfuerzo para ocultar la vergüenza, pero fue inútil, mi cara colorada era notoria, así que también me reí de mí misma.

—Gracias. —Le dije—. ¿Cómo te llamas?

—Te ayudé a levantar, porque debía pasar. No para que seamos amigos. —La piel se me erizó, abrí la boca, para luego cerrar el pico.

—Catalina, ese fue el nombre que dijiste. —Se habían retirado la mayoría—. Te diré algo, por algún motivo no le caíste bien a Vicky, la niña más popular y bonita, a todos nos gusta.

—No entiendo.

—Me llamo Samir Hall.

—No conozco a esa tal Vicky.

—Es la niña más bella, el problema es que dijo; la gorda no la aceptaremos porque eres muy fea. Adiós.

Bueno y, ¿esa boba quién era? Las dos clases siguientes fueron igual de tormentosas, di gracias a Dios cuando fue la hora de salir. Mi mamá me esperaba para enseñarme el camino a la casa.

—¿Cómo te fue?

—Maravilloso, mamá.

Toda la semana pasó lo mismo, y siempre le mentía a mi madre. Al tercer día dejé de ir a la cafetería, no iba a regalar mi dinero en comida para ellos, no he podido probar los pastelitos y tampoco iba a permitir que me vean llorar de nuevo. Una vez fue suficiente.

Por eso traía mi comida, en una banca lejos de todos me sentaba a comer, de igual manera lo preparado por mi mami era más rico. Me había dado cuenta de que a Dylan le llamaban mucho la atención por no llevar sus tareas de ciencia e historia. Esas son las dos materias a él le resbalan, del resto, era muy aplicado.

Sobre todo, en clase de música, pasaba muy concentrado y atento, además de ser el mejor alumno del profesor. Sabía tocar muchos instrumentos, piano, guitarra y la batería. Tenía muy buen oído, los profesores han dicho que era un niño precoz, casi un genio para la interpretación.

Sin embargo, no le gustaba ese par de materias y por eso lo habían castigado. El rector ha mandado a llamar a su madre para informarles, que si no se ponía las pilas reprobaría el año. Por más inteligente que sea y en las otras materias sea excelente, debía serlo con todas.

Por fin era viernes, descansaría del bullying por dos días. Me regresaba todos los días caminando a casa y en las mañanas papá me dejaba en la puerta de la escuela.

—Hola, corazón. ¿Cómo te fue en la escuela? —Le sonreí a mamá.

—Como toda la semana, muy bien.

Pasé haciendo las tareas, el trabajo de artes, en las materias de historia y ciencia; aquí, hice dos trabajos, uno era para Dylan, ya lo habían llevado a rectoría y no me costaba mucho ayudarle.

Por lo menos a papá le iba muy bien en su nuevo trabajo. Mi madre adaptándose; cada vez que iba al supermercado llegaba estrilando porque no encontraba los mismos ingredientes para hacer la comida. Aun así, la comida le quedaba deliciosa.

Ya era domingo. Mientras cenábamos papá comenzó a preguntarme cosas de la escuela, y antes de que se dieran cuenta preferí inventar tremendo cuento embustero.

—Tu madre me ha contado lo bien que te has adaptado.

—Si papi, gracias a Dylan tengo muchos amigos.

Acabo de sumar una mentira más para confesar el próximo domingo en la misa. Menos mal no era cierto la historia de Pinocho.

—No sabes mi amor, lo mucho que me alegra eso, teníamos mucho miedo por ti, si no lograbas adaptarte a todos los cambios. Debo agradecerle a ese niño.

Ñerda, dejaron el tema en ese punto, lo cual agradecí. Ayudé a lavar los platos y me fui a encerrar al cuarto, mañana otra vez a ponerme la coraza Suárez. 

Estábamos en la clase de historia, al lado tenía a Dylan, era en la única que compartíamos puesto, el resto de las cuatro materias en donde coincidíamos quedábamos separados. Se acabó la clase.

—¡Por favor!, dejen en el escritorio su trabajo.

Lo miré realizando un gesto de desagrado. Con disimulo le pasé la carpeta con el trabajo hecho para él, su mirada de desconcierto fue notoria, le sonreí encogiéndome de hombros, bajé de la silla con cuidado de no caerme de nuevo. Entregué mi trabajo y atrás venía Dylan, cuando él puso el suyo la profesora se le quedó mirando.

—Señorito Miller, ¿es usted?, me alegro de que en esta ocasión le esté haciendo caso a su madre, de lo contrario sabe que no tendrá el cupo el otro año, por más beca musical que gane.

—Ya ve profesora.

—Espero tenga buena ortografía.

—Puede preguntarle al profesor de la asignatura que soy el mejor de su clase.

—¡No sea grosero, jovencito!

—No lo he sido, grosería sería si le confesara que su clase es bastante aburrida y por eso no me gustaba hacer las tareas.

—¡Vaya impertinencia!, al menos hace el esfuerzo para no perder el cupo.

Dylan era bastante franco, era cierto que la clase era bástate cansona, pero uno no debía decirle eso a los profesores.

—Lo hago para no perder la posibilidad de estudiar música, no por usted. —salimos del salón.

—Eso fue bastante grosero Dylan, por muy aburrida que sea la clase.

—No es mi problema que sea tan sosa su clase.

—No pareces un niño.

—Eso dicen, Catalina…

Cuando él iba a hablar llegó la Vicky esa, ahora sé el nombre de todos, mi mente le hizo miles de mofas.

—¡Dylan! —llamó—. ¿En qué habíamos quedado? ¡Se rompe el trato!

Le dijo y se fue, él salió detrás. Di media vuelta, tenía otra clase. Si Dylan no sacaba buenas notas perdería los beneficios para el próximo año. 

…***…

Llegué a la casa, la abuela tenía el almuerzo listo, venía con mucha hambre. Después de almorzar debía lavar los platos, tarea obligatoria impuesta por ella. De pronto tocaron a la puerta, escuché unas voces. Llegó mamá, me llamó, en la sala se encontraba la señora Samanta, la mamá de Bodoque con una caja y un molde.

—Disculpe, en mi tierra acostumbramos a brindarles comida a los vecinos, y más si es por agradecimiento.

—Gracias, Samanta. Siéntate.

—Esto es una bobadita, hice una torta de pan y unas galletas de limón, las cuales son típicas de nuestra región, las hice en la mañana, espero les guste.

La señora era muy bonita como mi mamá. La mujer se me acercó, se arrodilló ante mí. Me asusté.

» Dylan, quiero darte las gracias por hacer de la estadía de mi princesa hermosa, se dé mucho agrado. —lo comentado por la señora era una muestra del amor de madre, Cata era todo menos princesa bonita—. Tú has hecho que sea lo mejor en el colegio, nos contó que, gracias a ti, tenía muchos amigos, —será enemigo.

» Al principio tenía miedo por ella, Cata suele ser muy tímida, le cuesta hacer amigos, y algunos se burlan por ser gordita —será gordota—. Eres un ángel para mi hija y por ende tienes mi agradecimiento.

Nunca me había sentido tan mal, mi madre y abuela sonrieron orgullosas por los supuestos actos de amistad, esa que yo tiré a la basura por obtener un beso de Vicky. El domingo, cuando fui a hablar con mis amigos, lo hice con la intención de decirles que íbamos a tener una nueva amiga en el grupo. Entonces Vicky se enojó, me puso contra la pared, dijo que no aceptaría una amiga mía, por eso debía escoger, era ella o Bodoque, si la escogía me daría besos y sería mi novia. Y la escogí a ella. Ahora, no solo fue lo del trabajo, ¿también esto?

—Hijo, eso me llenas de orgullo. —¡Rayos! ¿Por qué esa niña dijo mentiras?

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