Escuchaba el llanto de mi madre, el sonido emitido por las máquinas que te ponen cuando llegas a una clínica por causa de una enfermedad de la que no se tiene registro, por ende, era ratón de laboratorio. Mi condición solo la sabia mi familia y quien se decía ser, dizque mi mejor amigo. Era irónico, se suponía que él era la persona más importante, me había salvado dos veces la vida.Por su culpa y gracias a las fuertes emociones fui internada en tres ocasiones. Una causada por mi padre, las otras dos por quien hasta ayer era el amor de mi vida, mi supuesto mejor amigo.Las palabras de mamá me hacían reaccionar. Lo dicho hizo corto circuito en mi cabeza, no debería ser así, pero era la realidad. Reaccioné porque no quería verlo, no quería que ese ser tan mezquino, manipulador, egocéntrico, cruel, sin sentimiento, embustero, vuelva a permanecer a un metro de distancia.—Catalina, hija. —Se limpió la nariz—. Reacciona, ¡voy a llamar a Dylan!, él siempre te hace volver.—Ni se te ocurra.
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