Escuchaba el llanto de mi madre, el sonido emitido por las máquinas que te ponen cuando llegas a una clínica por causa de una enfermedad de la que no se tiene registro, por ende, era ratón de laboratorio. Mi condición solo la sabia mi familia y quien se decía ser, dizque mi mejor amigo. Era irónico, se suponía que él era la persona más importante, me había salvado dos veces la vida.
Por su culpa y gracias a las fuertes emociones fui internada en tres ocasiones. Una causada por mi padre, las otras dos por quien hasta ayer era el amor de mi vida, mi supuesto mejor amigo.
Las palabras de mamá me hacían reaccionar. Lo dicho hizo corto circuito en mi cabeza, no debería ser así, pero era la realidad. Reaccioné porque no quería verlo, no quería que ese ser tan mezquino, manipulador, egocéntrico, cruel, sin sentimiento, embustero, vuelva a permanecer a un metro de distancia.
—Catalina, hija. —Se limpió la nariz—. Reacciona, ¡voy a llamar a Dylan!, él siempre te hace volver.
—Ni se te ocurra.
Susurré sin importar el dolor en la garganta, después de un episodio como los experimentados; la garganta siempre me quedaba ardiendo, como si la tuviera en carne viva.
» Escúchame mami, si en verdad me amas no lo llames, ni a los que se decían ser mis amigos, ya no sé en quién confiar, aunque…
—¿Qué pasó en el paseo, Catalina?
—¡Oh! Mami, ¿me amas?
Sus ojos hinchados deberían ser una respuesta, pero no lo era, hoy necesitaba tanto dichas palabras, escuchar lo importante que era para las personas a mi alrededor.
—Amor, eres la razón de mi existencia, eres lo único importante en esta vida. Mis hijos son la razón por la cual este cuerpo se enfrente a los problemas. Sin ti pequeña, simplemente moriría. Te amo Cata, doy cada órgano del cuerpo con tal de verte sonriendo.
—Gracias. Entonces, no preguntes, te suplico, no llames a Dylan ni a ninguno de mis supuestos amigos. Betty, Lucas… No, mejor no lo hagas. No hasta salir de la cirugía, ellos no merecen agobiarse.
—¿Prometes que me contarás?, sé las rabietas por las que te hace pasar la cabeza dura de tu amigo, pero también sé lo valiosa que eres para él. Lo resolverán, su amistad son de esas relaciones que ya no existen.
—Debo tener tranquilidad, no fue fácil tomar la decisión.
—Hablando de eso, el doctor Robinson tiene una teoría. —En la clínica se refiere a Rafael como doctor—. Tu gordura no ayuda, por eso decidimos quitarte esos kilos y luego debes someterte a una estricta dieta, ¡oh!, Cata, ten eso presente. Deberás hacer ejercicio y tendrás que adorar los gimnasios. Si te ayudan a controlar la grasa no volverás a vomitar la sangre acumulada en el estómago.
Diga lo que diga, el corazón me dolía, las palabras de Dylan en esa grabación carcomían mi alma.
» Será algo dolorosa la recuperación.
—¡Oh! Mami, cuando lleguemos a Montería prefiero meterme a una academia de baile, la carrera ayudará con eso, y bueno también ingresaré a un gimnasio… Tal vez sí me veo diferente…
—¿De qué hablas, hija? Lo del baile me parece bien, siempre te ha gustado, por ser rellenita no te animabas. —miré la sabana sobre la bata. Comencé a arreglarla, se veía añuñia.
—Ayúdame a arreglarla, la tengo toda embolá.
—Catalina Suárez. —Ñerda, su tono era de advertencia.
—Despertó mi paciente favorita. —Salvada por la campana.
—¡Ira!, querrá decir su conejillo de indias —comenté, el doctor sonrió negando.
—No eres eso, aunque confieso, la enfermedad es un reto para mí.
A la mitad de sus cuarenta años se veía muy bien, era grandote como la mayoría de los gringos. Hacía cinco años estaba en sus manos, desde el primer episodio con la enfermedad bautizada como «Enfermedad Páez», le dieron ese nombre por ser genético por parte de madre. Hasta ahí sabemos. Todo por los estudios a los que me habían sometido no decían nada más.
» Despídete de mamá, deben prepararte. Todo saldrá bien, hija. Gracias al de arriba tu estómago se encuentra desocupado de sangre, la eliminaste y eso nos facilita la intervención.
» Lo ocurrido nos ayudó Catalina. Contigo aprendí a creer en un ser Superior, tú eres un milagro.
Esa vaina sonó bonita cuando otra persona la dice, ni siquiera saben lo horrible que era sentir el desprecio de la gente. O en mi caso… una humillación.
—Hija, que Dios te proteja. —Mamá me echó la bendición—. Hablaré con tus abuelos, las cosas las enviaré como estaban acordadas. Después de esta operación, nos radicamos de nuevo en Montería. Ya es tiempo de dejar las tierras extranjeras. —¡Por mí, vámonos ya! Quise gritar, la mirada de Rafael con mi madre era de tristeza.
—No te preocupes Catalina, todo saldrá bien.
Dijo el otro doctor, que ingresó a buscarme. Le apreté las manos a los dos adultos, que eran importantes en mi vida. Dicen que los médicos no debían involucrarse con los pacientes, pero el doctor Robinson lo hizo, sí que lo hizo. Me veía como a una hija, a papá le dio en varias ocasiones algo de celos por la manera en cómo él se quedaba mirando a la señora bonita, porque eso si tengo y con orgullo lo digo, mi madre era preciosa, toda una sabanera.
—No quiero que nadie sepa. —Nos miramos—. Les juro contarles todo después, solo no contesten las llamadas por parte de él, tampoco las de su abuela.
—Entendido. Por favor, mientras esperas, acuérdate de las cosas bonitas vividas con tus amigos, con nosotros, nútrete de esos momentos inolvidables. Es lo que sueles decir.
Se quedó en el pasillo al lado del doctor mientras unas enfermeras y el médico que vino por mí arrastraron la camilla hasta el lugar donde me prepararán. Lo que me iban a hacer no era la especialización del doctor Robinson, él asistirá, pero el encargado será un cirujano plástico.
—Todo saldrá muy bien.
Comentó una de las enfermeras, llegué a una habitación fría, a los pocos minutos comenzaron a llegar varias personas, empezaron a conectarme a más aparatos. El doctor Robinson ingresó al sitio.
—Solo fueron mentiras, nada fue real.
Susurré. Lo único válido y real era mi madre, hermanos y a mis abuelos. Por ellos me aferraré a la vida, aunque no tenga el corazón, ya no tenía nada.
—Lo que dijo tu madre es importante, aférrate a los recuerdos bonitos. —Recordar significa llorar—. Eres una joven de dieciocho años con una vida por delante, vamos Catalina, demostrémosle al mundo la fuerza que tienes.
—Gracias. Te quiero. —sentí un beso en mi frente. Ingresó el anestesiólogo, me pusieron una máscara de oxígeno.
Recordar los buenos momentos vividos para aferrarme a la vida, no, no quiero eso, pero si recordaré todo para descubrir las mentiras, recordar para no cometer de nuevo la estupidez de creer que tenía amigos.
Ahora todo era tan claro, comprendí las burlas, los cuchicheos, las excusas… todo fue por interés. Grábate todo muy bien Catalina Suárez, si te piden recordar, hazlo, detecta las burlas y sobre todo las mentiras de él.
—Recuerda las cosas bonitas. —susurró el anestesiólogo.
—No serán bonitas. —dije—. Pero le aseguro que servirán para no volver a ser una idiota.
—Noto algo de rabia. —comentó el doctor Robinson—. Catalina no eres esa clase de niña resentida, al contrario. Eres muy optimista y risueña, si ayer vomitaste sangre, es porque algo malo debió pasarte. Esa es otra de las características detectadas en tu enfermedad.
La intervención, era con la finalidad de quitarme todos los mondongos, y la bolsa que se llena en mi estomagó de sangre. Pesaba demasiado.
» Dale gracias a esa persona, él fue quien logró el que hoy pudiéramos iniciar el ciclo de operaciones. Él te ayudó a expulsar la sangre acumulada, te salvó la vida.
Eso era la gran ironía, porque esa misma persona fue la que ayer me arrancó el corazón. Rafael me vio por un momento y poco a poco iba quedando dormida, dio unas instrucciones mientras regresaba diez años atrás…
Diez años atrás…Vamos rumbo a otro país. Mis padres decidieron probar nuevas tierras, la abuela dijo nuevos horizontes. Por eso íbamos en un avión a cambiar de cultura, idioma, por ello aceptaron emigrar, y a mí no me quedó más que aceptarlo. En la compañía donde papá trabajaba lo ascendieron por sus logros, eso implicó radicarnos en los Estados Unidos.Para ellos fue motivo de alegría, al igual que para mis abuelos maternos, era con quienes compartíamos mucho. Cada ocho días era sagrado irnos a la finca vía Ciénaga de Oro. Vivíamos en la mejor ciudad de Colombia, en Montería. Una tierra mágica, lo digo, sostengo y hago alarde de ello.No había otra región más bella que el lugar donde nací. El abuelo Henry siempre decía: quien reniega de las raíces entonces era una mala cría. A él le debía el amor por la tierra, la música, el amor por la tierra mojada, el despertar del campo, me gustaba verlo ordeñar las vacas.Era costumbre pasar por la cocina donde la abuela Rosalba, quien me entr
Desde esta mañana mis padres peleaban, él llegó borracho otra vez «como siempre.» Apreté los puños cuando escuché como se caía algunos de los jarrones en la sala, no demoran en llamar a la policía los vecinos.Ese señor suele gritarme de que no debía llorar, los hombres no hacia eso, ¡qué mi madre me tenía muy consentido!, y ni que decir de mi abuela. La vez pasada partió la guitarra que él mismo me había regalado porque le di la impresión de volverme raro. Y raro era él por cómo se comportaba con mi mamá. Los gritos aumentaron.—¡Eres una mujerzuela!Tapé los oídos con la almohada al escuchar la ofensa hacía, la escuché llorar.—Jhon…Su voz era una súplica, mis manos temblaron, ya no deseaba esto, lo detestaba y odiaba. No deseaba que fuera mi padre.—¡Detesto la hora en que nos casamos! ¡Eres mi desgracia! TE DI TODO.Apreté los puños una vez más, ¡era un mentiroso!, era ella quién lo mantenía con su trabajo, y en ocasiones hasta lo que trabajaba mi abuela también caía en sus manos
La niña me sonreía y sus ojos brillaron mucho y me volvió a parecer linda.—¿A qué escuela vas Dylan?Volvió a preguntar la señora, mi abuela se había ido a la cocina, conociéndola, ahora trae varios pasabocas para brindarles.—A la escuela pública que queda a unas cuadras de aquí.—A la misma que asistirá Catalina, el lunes.Sus ojos brillaron de nuevo, cuando sea más grande juro hacerles una canción a esos ojos, a los hoyuelos y a esta sensación de tranquilidad que trasmite.—Ahora si no me dará susto ir al colegio.La espera a que llegara mi madre con los padres de Bodoque se hizo eterna, mi abuela nos trajo una bebida con sus galletas y pastelitos. La gordita fue quien más comió, me reí al ver como disfrutaba de las delicias preparadas por la abuela.Cuando invité a mis amigos Vicky no comió porque tenía mucha azúcar, su madre se lo tenía prohibido, ella será una reconocida modelo, por eso no podía perder su figura. Era una niña de mi edad.A mamá le dio lástima ver su actitud, di
Llegué a clase de historia, una vez más las presentaciones, ya conocía a la mitad de los estudiantes y el único puesto libre era la silla al lado de la ventana, y el compañero sería el vecino. Me puse al frente de él, se levantó para que pudiera pasar, no dijo nada.—Hola. —El papel de niña tonta nació conmigo.—Hola.No dijo nada más, así fue toda la clase, debería estar acostumbrada. Al finalizar y con las tareas para la otra semana guardé mis cosas en el morral, al levantarme del puesto para bajarme mi pie se enredó, no sé con qué, me fui de jeta contra el piso, las carcajadas de los compañeros fueron en general.Un niño moreno de gafas se acercó para ayudarme a levantar, aunque también se reía, hice mi mejor esfuerzo para ocultar la vergüenza, pero fue inútil, mi cara colorada era notoria, así que también me reí de mí misma.—Gracias. —Le dije—. ¿Cómo te llamas?—Te ayudé a levantar, porque debía pasar. No para que seamos amigos. —La piel se me erizó, abrí la boca, para luego cerr
Mi madre se encontraba muy orgullosa, no puedo desmentirla. No tenía por qué mentir.—Mi hija es un terrón de azúcar, demasiado noble, en ella no hay maldad, siempre ha sido objeto de bullying, sufre mucho con el desprecio, pero nunca los llega a odiar.Si querían hacerme sentir mal, lo lograron, ni siquiera cuando perdí el cuaderno donde había escrito muchas canciones me sentí tan mal. Sonreí—Ellos… tendrán una hermosa amistad. —intervino mi abuela.—Bueno, los dejo, Dylan eres bienvenido a la casa cuando quieras, pueden hacer tareas juntos.Era sorprendió la mirada de mamá. No podía ser tan malo. Mamá y la abuela eran más importante que los besos de Vicky. Si ella no quería ser mi novia, ni modo, no quería ver a mamá decepcionada, con papá era suficiente, no deseaba verla llorar por mí.Mañana arreglaré lo que ocurre con Catalina. Me ha molestado el trato que le han dado, me quedé al margen por la advertencia de Vicky, sin embargo, ahora no me importa. Como dice mi madre, uno debe
Cuatro años después Mis papás estaban preocupados, esperábamos a que el doctor Robinson nos atendiera, desde hace un mes he venido presentado varios mareos, hasta he vomitado sangre, no le hemos dicho a los abuelos para no preocuparlos. Hace quince días iniciaron a realizarme varios exámenes, pero no han encontrado nada. No saben las razones por las cuales vomité con sangre. —¡Señores Suárez! Llamó una enfermera. Ingresamos al consultorio tomado de las manos, el doctor les sonrió a mis padres y nos invitó a sentarnos. —Buenas tardes, un placer conocerlo, señor Suárez. En las dos consultas anteriores venía con mi mamá, papá ha estado trabajando. —Igual doctor. Dígame ¿qué tiene nuestra hija? —Los resultados no muestran nada, salvo su sobrepeso, no tiene úlcera, ni nada extraño en el estómago, en los estudios efectuados. Pero seguiremos en chequeo cada vez que ustedes lo requieran. Les propongo hacerle un monitoreo anual a menos que vuelva a presentar el mismo caso. —No sé si pre
Estaba sintiendo cosas diferentes por Dylan, pero era consciente de que no me vería jamás con otros ojos, que no fuera de amiga. Su madre continuó hablando.—Aunque te haga mucha burla, eres su tercera mujer importante. Para él tu amistad es sagrada. Creo que eres la más fundamental, conmigo no se duerme tan rápido. —Se acercó—. Está profundo.» Catalina, su padre, está por salir en unos días. Esa es la razón por la cual le pedí a tus padres que se lo lleven a Colombia de vacaciones. Aún no tengo idea como se comportará Jhon, no ha querido firmar los papeles del divorcio. No le digas, solo sigue cuidándolo. —afirmé.» Siempre hazle ver las cosas malas, mi hijo en ocasiones es algo arrogante, jálale las orejas de ser necesario, he notado que te hace mucho caso. Ojalá algún día queden juntos.Me puse roja al escucharla decir eso y mi corazón casi explota.—No soy del gusto de su hijo y tampoco es el mío.Me apresuré a decir para no dejarme en evidencia. Virgen santa, ¡qué bochorno!—Por
Dylan apretó fuerte mi mano, pensé que me la iba a partir. Retiro lo dicho, sobre ese señor era digno padre de la lombriz de tierra.—Ve muchacho, no tenemos el tiempo, tenemos reservación.—Lo siento, señor. Pero mi madre también nos invitó a cenar.—Hijo, te estoy invitando yo, a tu madre le gustará saber que compartes con alguien como nosotros, tenemos los contactos para hacerte un camino en tu carrera.Ñerda, pero el mequetrefe se cree el rey de Inglaterra.—Su invitación no es primero que la de mi madre, si me disculpa, prefiero las enchiladas y los tacos que hacen en el restaurante de doña Gertrudis.Nunca antes había querido besar a Dylan como hasta ahora, se acaba de ganar mi admiración por completo, a veces podía ser un perfecto patán en ascenso, pero siempre había defendido sus raíces y deja en alto a su madre. La cara de Vicky fue para ponerle un marco, estaba casi morada. Ahora querida, a volar como pepa de guama.—Eres bastante descortés, joven.—Señor, con todo el respet