Dylan apretó fuerte mi mano, pensé que me la iba a partir. Retiro lo dicho, sobre ese señor era digno padre de la lombriz de tierra.—Ve muchacho, no tenemos el tiempo, tenemos reservación.—Lo siento, señor. Pero mi madre también nos invitó a cenar.—Hijo, te estoy invitando yo, a tu madre le gustará saber que compartes con alguien como nosotros, tenemos los contactos para hacerte un camino en tu carrera.Ñerda, pero el mequetrefe se cree el rey de Inglaterra.—Su invitación no es primero que la de mi madre, si me disculpa, prefiero las enchiladas y los tacos que hacen en el restaurante de doña Gertrudis.Nunca antes había querido besar a Dylan como hasta ahora, se acaba de ganar mi admiración por completo, a veces podía ser un perfecto patán en ascenso, pero siempre había defendido sus raíces y deja en alto a su madre. La cara de Vicky fue para ponerle un marco, estaba casi morada. Ahora querida, a volar como pepa de guama.—Eres bastante descortés, joven.—Señor, con todo el respet
Seguían hablando de la ciudad. El lugar era muy diferente.—Entonces ¿Qué hay de nuevo? —dijo el señor Luis al conductor.—Estamos en invierno. —golpeó las palabras—. ¡Pero qué va!, el caló sigue igualito.El señor Luis le indicó la dirección a través de las calles, las casas eran grandísimas.—¿Cómo se llama el barrio donde vives?—Pasatiempo. No se compara con las casas en Estados Unidos que son diferentes, también son grandes, pero un grande distinto, acá son más frescas por el clima.Un par de indicaciones más y llegamos a una casa esquinera, había varias personas en la terraza, las cuales gritaron al ver llegar el taxi. El rostro de Cata resplandeció, al bajarnos un grupo de siete niñas se abalanzaron sobre ella hasta rodearla alejándola de mí, eso no se sintió tan bien.Varias señoras llegaron a saludar a los señores Suárez. Después de la euforia me presentaron, por fin soltaron a mi mejor amiga. Y dos de sus amigas me miraron más de la cuenta. Así como en ocasiones me miraba Vi
Antes de seguir pasando pena tomé el jugo y no sé si era por el calor; la camiseta la tenía pegada a la espalda, el fastidio entre los dedos del pie por las abarcas, no lo sé. Lo cierto era que este jugo se supo deliciosísimo, tenía mucho hielo. Me lo tomé un trago tras otro y sin respiración, causé las risas en los presentes.—¡No hay como el jugo de corozo! —dijo Bodoque.—¡Mi madre y abuela deben probar esta delicia!—Ya te ganaste mi corazón jovencito.Habló la señora Rosalba, la sonrisa de Cata sin duda era herencia de su abuela, a ella también se le hacían los dos hoyuelos en cada cachete, la diferencia era que Cata tenía más cachetes.—¿Abuela en que cuarto dormirá Dylan?Me tomó de la mano para jalarme hasta llegar a un cuarto con una cama doble, un ventilador de techo, una hamaca a un lado. Acá no había aire acondicionado, el techo era de palma, eso le daba frescura. Cata me entregó la guitarra mientras yo puse la maleta en una mesa alargada al frente de la ventana de madera.
Sentí un poco de celos, para mi abuelo era su bola de azúcar, además nunca me ha enseñado a ordeñar, me enseñó apenas a montar a caballo. Papá también lo trata como… el varón que nunca tuvieron… o más bien, el varón que perdieron.Después de mi mamá sigue sin quedar embarazada de nuevo, el primer hijo nació a los ocho meses y no se salvó, me dicen que se le complicaron los pulmones, yo vine meses después, desde ahí no han podido tener otro hijo. Terminamos de desayunar.—Voy al baño un momento. —Dylan salió casi qué corriendo.—Le dio cagalera.Comenté, mis abuelos rieron al igual mis padres.—Mija, prepárale bicarbonato con limón al pelao pa’que lo alivie. Esos retorcijones son malucos. Eso sí, la ventazón será buena.—Esperemos a ver que dice, tal vez no sea eso —habló papá.—No —dije—. Le dio cagalera, ve que te lo digo, su estómago no está acostumbrado.Dylan se demoró para salir, cuando lo hizo estaba un poco pálido y frío.—Bodoque me dio lo que dijiste, no me atrevo a irme en c
Nunca pensé que me llegara a gustar tanto el campo, el cantar de los gallos, el cantar constante de las cocás, el olor que desprende el ganado en los corrales, el olor de la leche pura recién hervida. El sonido de los grillos en la noche, el aroma de las frutas recién cortadas, arrancar la yuca, arriar el ganado, ordeñar la leche, ver el atardecer y el amanecer en el valle del Sinú.Catalina tenía razón, esta tierra era mágica. Adicional si con Bodoque estaba tratando de armar un glosario, con el señor Henry haré un diccionario. Casi nunca le entiendo sus dichos, pero me saca carcajadas, ya tenía pegado el dicho «muñeca e’ burro.» Se utiliza para decir que algo era delicioso, agradable, que gusta mucho. Y como la señora Rosalba cocinaba como los ángeles, a cada rato lo decía.Desde hace días me encierro en el cuarto para lograr aprenderme más vallenatos, ya había cantado y ahora quería hacerlo de nuevo, antes de irnos. Por agradecimiento lo haré, al abuelo le gustaba mucho esa música.
Verla ingresar me aceleró el corazón y no tiene por qué. Ella solo es mi amiga. —En este cuarto hace frío. Échate pa’ un lado. —¿Qué pasa? —Na, es que llueve muy feo. Se metió debajo de la sábana, me dejó en la orilla, y se aceleró aún más el órgano dentro de mi pecho. —Bodoque, me vas a sacar de la cama. —¡¿Quién dijo?! Yo soy la que estoy en la orillita. —¡No seas mentirosa!, tu cuerpote ocupa casi toda la cama, sacas a cualquiera de ella, eres muy ancha. —Se sentó. —Disculpa Dylan. Salió del cuarto sin mirarme. Ahora, ¿qué le picó? No dije nada malo. Sea lo que sea mañana hablo con ella. El sueño me alcanzó cuando el aguacero disminuía la intensidad. Me dio mucha nostalgia despedirme de los abuelos. Quedé comprometido en volver cada año, les dije que no sé sí mi mamá le alcance para comprar los pasajes, ellos se ofrecieron a pagar los tiquetes. Sin duda eran una familia muy generosa, amable, cariñosa y se habían ganado mi respeto y admiración. Catalina ha pasado distante,
No comprendía muy bien lo ocurrido, papá tenía toda la cara toda golpeada, mi mamá abrazaba a Dylan, mientras él me agarra la mano, ahora si no la quería soltar, tampoco había dejado de llorar. Y al verlo he llorado con él.—Mi mamá, mi mamá. —Era lo único que decía. Un policía se acercó a nosotros.—Señor Suárez debe venir con nosotros para levantar los cargos de homicidio culposo en contra del señor Miller por el asesinato de la señora Miller e intento de homicidio contra la señora María de Gaitán. Debe contar lo ocurrido. Ya hablé con la señora María y ella se presentará en la delegación de policía después que la examiné un médico, medicina legal debe enviar el reporte.—Por supuesto oficial.Se dirigió a nosotros, Dylan seguía llorando y dando gritos, verlo me tenía el corazón añuñio, no quería verlo sufrir, pero mataron a su mamá.Sam, amor. Llévate a los niños a la casa, trata de calmar a Dylan, me encargaré de todo, regresaré con la señora María.—Luis. —Mamá lloraba—. No puedo
A mitad de escaleras el abuelo se encontró con Dylan.—No me pongan más esa inyección.—¡Ese es mi pelao!Vi las ganas que tenía de abrazarlo, pero se contuvo, fue mi abuelo quien le estiró los brazos y él se lanzó a ellos.—Tienes que comer, corazón.Negó ante el comentario de mi abuela, le acarició el cabello rubio, luego se sentó a mi lado, tomó mi mano para tenerlas entre las suyas, me gustó saber que era un alivio para él.—Debes comportarte como un varón, mañana es el sepelio de tu mamá, muestra al hombre que crio.—Henrry…Al día siguiente, mientras escuchábamos el sermón del sacerdote oficializando las últimas palabras de despedida, vimos como la tierra caía sobre el cajón de madera. Llegó Lucas y Vicky, el primero lo abrazó, Dylan solo disponía de una mano. La otra desde que nos arreglamos para venir al cementerio no la había soltado.Parecía tenerla pegado a la mía. Vicky le dio un beso en los labios, era su novia, también se quedó a su lado y lo tomó de la mano. Cuando vi q