Desde esta mañana mis padres peleaban, él llegó borracho otra vez «como siempre.» Apreté los puños cuando escuché como se caía algunos de los jarrones en la sala, no demoran en llamar a la policía los vecinos.
Ese señor suele gritarme de que no debía llorar, los hombres no hacia eso, ¡qué mi madre me tenía muy consentido!, y ni que decir de mi abuela. La vez pasada partió la guitarra que él mismo me había regalado porque le di la impresión de volverme raro. Y raro era él por cómo se comportaba con mi mamá. Los gritos aumentaron.
—¡Eres una mujerzuela!
Tapé los oídos con la almohada al escuchar la ofensa hacía, la escuché llorar.
—Jhon…
Su voz era una súplica, mis manos temblaron, ya no deseaba esto, lo detestaba y odiaba. No deseaba que fuera mi padre.
—¡Detesto la hora en que nos casamos! ¡Eres mi desgracia! TE DI TODO.
Apreté los puños una vez más, ¡era un mentiroso!, era ella quién lo mantenía con su trabajo, y en ocasiones hasta lo que trabajaba mi abuela también caía en sus manos.
» ¡No le hice caso a mi papá! Pero en ese entonces tu culo era rico.
Salí corriendo, atravesé el pasillo del segundo piso y llegué a la habitación de mi abuela, ella rezaba arrodillada ante su improvisado altar.
» ¡DAME LA PLATA!
—Lo siento Jhon, ese dinero es para comprar el regalo a Dylan, tú le partiste la guitarra.
Le recriminó mamá, los brazos de mi abuela me esperaban, fui a su refugio, nos quedamos sentados en el piso, mientras seguían discutiendo.
—¡Se convertirá en un homosexual!, ese cuento de la música, acaso no sabes que la mayoría tiene que hacer favores sexuales, ¿eso es lo que quieres?, que termine chupándosela a cualquier productor de la farándula en unos años, ¡¿quieres eso?! —Las cosas seguían cayendo en la planta baja.
—Quédate tranquilo hijo, acabará pronto.
Mi abuela acariciaba mi cabello. Algo dentro me decía que bajara y colocara a ese señor en su sitio, a si solo tuviera diez años. Pronto cumpliré los once, sin embargo, ese señor a quien me tocó como papá era mucho más grande.
El golpe y el correr de los muebles nos alertaron, tomé impulso, corrí hasta mi cuarto, cogí el b**e de beisbol, mi abuela intentó detenerme, pero ahora me sentía grande, fuerte, corrí por el pasillo. Cuando me asomé por las escaleras vi el cuerpo de mamá en el piso con sangre en la cara y sin pensarlo bajé. Sin que se diera cuenta le di tres batazos, la sangre salió de su frente, el grito de mi abuela se escuchó en la sala.
Por mi parte deseaba acabar a quien solía hacerse llamar mi padre. Él me quitó el b**e, me lanzó dos puños en la cara, caí al piso, cuando iba a pegarme con el b**e, mamá se interpuso y recibió el golpe.
—Corre Dylan, corre hijo.
Eso hice, salí de la casa en busca de ayuda, ese señor salió a perseguirme, pasé la calle y me topé con un señor a quien le explicaban algo.
—Niño. —Su acento no era original de la ciudad—. ¡Estás sangrando!
—¡No se meta, señor! Este asunto es entre mi hijo y yo.
—¡¿Perdón?!
El señor era casi igual de alto a ese demonio, me puso detrás de él y se encaró valiente ante un hombre desconocido, cegado por la ira.
» Pégueme a mí con ese b**e, yo soy de su misma estatura.
Sentí una admiración por ese señor, una mano acolchonada me tranquilizó, no sé por qué, el corazón lo tenía acelerado, pero esa calma recibida por ese contacto, me calmó.
—Mi papá sabe artes marciales, él le dará una buena muñequera, ya no te pegará más, ya lo verás.
Esa voz trasmitía orgullo, al mirarla… Era una niña muy gordita, nada bonita, con leves pecas en su mejilla, eso sí, con unos ojos negros, muy lindos, grandes, tupidos en pestañas. Los tenía llenos de brillo y admiración por su padre.
Era un sentimiento del cual carezco, yo no admiro al mío, lo detesto por lo que le hace a mi madre. La niña no era bonita, como lo era Vicky, —ella si era linda—, aún no le había pedido que fuera mi novia, pero lo será.
Sin embargo, la gordita transmitía tranquilidad, esa niña llenó un vacío, su mano esponjadita me gustó y se lo agradecí.
—¡No se meta, señor! Usted no es de aquí. —gritó papá.
—El niño no se va con usted, Aiko o Samanta llamen al 911. —dijo el señor.
—Debo curarte.
La nueva niña me haló y nos sentamos en la terraza de la casa que estaba desocupada, sacó de su mochila un botiquín de primeros auxilios.
—No eres enfermera.
Comenté mientras miraba como el torturador recibía una paliza por parte del padre de la niña gordita.
—Pero sí sé qué hacer, mi mamá es doctora.
Se echó a reír, su risa también era linda, se le hacían dos hoyuelos en esos rechonchos cachetes y su aliento fue agradable. Me untó un líquido que ardió.
—¡Ten cuidado, eso duele!
—No te quejes, esto no es la cura de burro, solo te estoy aplicando Isodine y te arderá porque tienes el chicote levantado.
—¿Qué dijiste? Disculpa, pero no te entendí.
Ella volvió a reír, el corazón ya no lo tenía acelerado, un golpe nos hizo mirar lo que pasaba. El padre de la niña bodoque le seguía dando una buena paliza a la chingada de padre. Una vez más sentí admiración por ese señor que no era nada mío y me protegió como si lo fuera.
—¿Cómo te llamas?
Me puso una gasa en la frente, después de haberme limpiado.
—Dylan Miller, ¿y tú?
Escuché las sirenas a unas cuadras, espero se lo lleven y lo alejen de nosotros.
—Catalina Suárez Páez, vamos a ser vecinos.
Miré a Bodoque otra vez, volvió a sonreír, no me quedó de otra que devolverle la sonrisa de la misma manera, sincera. Llegué hasta donde mi abuela quien sostenía a mi madre golpeada.
Los vecinos salieron, no era un barrio chismoso, solo que no era común este tipo de situaciones. Cuando la policía se bajó de la patrulla, el padre de Bodoque lo tenía inmovilizado.
—Debe acompañarnos, por favor. —ordenó el policía.
—Samanta.
Su esposa habló algo con la señora a su lado, se subieron en la segunda patrulla, en esa se fue mi madre con su rostro ensangrentada. La señora Samanta le ofreció ayuda a mi progenitora y eso para mí fue más que suficiente. Esta familia se ganó mi eterna gratitud. La niña se quedó con la señora bajita, mi abuela me abrazó.
—Estoy orgullosa de ti por defender a tu madre, Dylan.
Miró a la niña a mi lado regalándole una sonrisa, la misma que aún me seguía agarrando de la mano y no tenía idea porque, y peor aún, me sentía tranquilo con ella a mi lado.
» Si quieren pueden esperar en la casa.
La niña apretó mi mano, haló a la señora con quien se quedó, nos dirigimos hasta la casa. Mi abuela se disculpó por el desorden de cosas partidas, las dos mujeres solo le sonrieron. La niña bodoque de ojos bonitos, seguía tomándome de la mano, se sentó a mi lado en el mueble. No me gustaba tener contacto con nadie, sin embargo, con ella fue diferente. Era desestresante presionar su manito gordita.
—Catalina, ya encontraste a un amigo. —comentó la señora. La gordita me miró.
—¿Tú si quieres ser mi amigo?
—Seré tu mejor amigo, siempre.
Dije sin saber por qué, esa sonrisa volvió a mostrarme esos huequitos que se le formaban en sus cachetes.
—¡Consté!
No le entendí, ¿de dónde será?, ya ha dicho varias palabras raras, hemos hablado inglés, pero a veces decía palabras en español, el cual entendía, lo hablo a la perfección; por mi madre y abuela.
» Yo nunca he tenido un mejor amigo. Por eso acepto ser tu amiga para toda la vida.
Volvimos apretarnos de las manos, parecían pegadas, ni ella me soltaba y yo no quería que lo hiciera.
La niña me sonreía y sus ojos brillaron mucho y me volvió a parecer linda.—¿A qué escuela vas Dylan?Volvió a preguntar la señora, mi abuela se había ido a la cocina, conociéndola, ahora trae varios pasabocas para brindarles.—A la escuela pública que queda a unas cuadras de aquí.—A la misma que asistirá Catalina, el lunes.Sus ojos brillaron de nuevo, cuando sea más grande juro hacerles una canción a esos ojos, a los hoyuelos y a esta sensación de tranquilidad que trasmite.—Ahora si no me dará susto ir al colegio.La espera a que llegara mi madre con los padres de Bodoque se hizo eterna, mi abuela nos trajo una bebida con sus galletas y pastelitos. La gordita fue quien más comió, me reí al ver como disfrutaba de las delicias preparadas por la abuela.Cuando invité a mis amigos Vicky no comió porque tenía mucha azúcar, su madre se lo tenía prohibido, ella será una reconocida modelo, por eso no podía perder su figura. Era una niña de mi edad.A mamá le dio lástima ver su actitud, di
Llegué a clase de historia, una vez más las presentaciones, ya conocía a la mitad de los estudiantes y el único puesto libre era la silla al lado de la ventana, y el compañero sería el vecino. Me puse al frente de él, se levantó para que pudiera pasar, no dijo nada.—Hola. —El papel de niña tonta nació conmigo.—Hola.No dijo nada más, así fue toda la clase, debería estar acostumbrada. Al finalizar y con las tareas para la otra semana guardé mis cosas en el morral, al levantarme del puesto para bajarme mi pie se enredó, no sé con qué, me fui de jeta contra el piso, las carcajadas de los compañeros fueron en general.Un niño moreno de gafas se acercó para ayudarme a levantar, aunque también se reía, hice mi mejor esfuerzo para ocultar la vergüenza, pero fue inútil, mi cara colorada era notoria, así que también me reí de mí misma.—Gracias. —Le dije—. ¿Cómo te llamas?—Te ayudé a levantar, porque debía pasar. No para que seamos amigos. —La piel se me erizó, abrí la boca, para luego cerr
Mi madre se encontraba muy orgullosa, no puedo desmentirla. No tenía por qué mentir.—Mi hija es un terrón de azúcar, demasiado noble, en ella no hay maldad, siempre ha sido objeto de bullying, sufre mucho con el desprecio, pero nunca los llega a odiar.Si querían hacerme sentir mal, lo lograron, ni siquiera cuando perdí el cuaderno donde había escrito muchas canciones me sentí tan mal. Sonreí—Ellos… tendrán una hermosa amistad. —intervino mi abuela.—Bueno, los dejo, Dylan eres bienvenido a la casa cuando quieras, pueden hacer tareas juntos.Era sorprendió la mirada de mamá. No podía ser tan malo. Mamá y la abuela eran más importante que los besos de Vicky. Si ella no quería ser mi novia, ni modo, no quería ver a mamá decepcionada, con papá era suficiente, no deseaba verla llorar por mí.Mañana arreglaré lo que ocurre con Catalina. Me ha molestado el trato que le han dado, me quedé al margen por la advertencia de Vicky, sin embargo, ahora no me importa. Como dice mi madre, uno debe
Cuatro años después Mis papás estaban preocupados, esperábamos a que el doctor Robinson nos atendiera, desde hace un mes he venido presentado varios mareos, hasta he vomitado sangre, no le hemos dicho a los abuelos para no preocuparlos. Hace quince días iniciaron a realizarme varios exámenes, pero no han encontrado nada. No saben las razones por las cuales vomité con sangre. —¡Señores Suárez! Llamó una enfermera. Ingresamos al consultorio tomado de las manos, el doctor les sonrió a mis padres y nos invitó a sentarnos. —Buenas tardes, un placer conocerlo, señor Suárez. En las dos consultas anteriores venía con mi mamá, papá ha estado trabajando. —Igual doctor. Dígame ¿qué tiene nuestra hija? —Los resultados no muestran nada, salvo su sobrepeso, no tiene úlcera, ni nada extraño en el estómago, en los estudios efectuados. Pero seguiremos en chequeo cada vez que ustedes lo requieran. Les propongo hacerle un monitoreo anual a menos que vuelva a presentar el mismo caso. —No sé si pre
Estaba sintiendo cosas diferentes por Dylan, pero era consciente de que no me vería jamás con otros ojos, que no fuera de amiga. Su madre continuó hablando.—Aunque te haga mucha burla, eres su tercera mujer importante. Para él tu amistad es sagrada. Creo que eres la más fundamental, conmigo no se duerme tan rápido. —Se acercó—. Está profundo.» Catalina, su padre, está por salir en unos días. Esa es la razón por la cual le pedí a tus padres que se lo lleven a Colombia de vacaciones. Aún no tengo idea como se comportará Jhon, no ha querido firmar los papeles del divorcio. No le digas, solo sigue cuidándolo. —afirmé.» Siempre hazle ver las cosas malas, mi hijo en ocasiones es algo arrogante, jálale las orejas de ser necesario, he notado que te hace mucho caso. Ojalá algún día queden juntos.Me puse roja al escucharla decir eso y mi corazón casi explota.—No soy del gusto de su hijo y tampoco es el mío.Me apresuré a decir para no dejarme en evidencia. Virgen santa, ¡qué bochorno!—Por
Dylan apretó fuerte mi mano, pensé que me la iba a partir. Retiro lo dicho, sobre ese señor era digno padre de la lombriz de tierra.—Ve muchacho, no tenemos el tiempo, tenemos reservación.—Lo siento, señor. Pero mi madre también nos invitó a cenar.—Hijo, te estoy invitando yo, a tu madre le gustará saber que compartes con alguien como nosotros, tenemos los contactos para hacerte un camino en tu carrera.Ñerda, pero el mequetrefe se cree el rey de Inglaterra.—Su invitación no es primero que la de mi madre, si me disculpa, prefiero las enchiladas y los tacos que hacen en el restaurante de doña Gertrudis.Nunca antes había querido besar a Dylan como hasta ahora, se acaba de ganar mi admiración por completo, a veces podía ser un perfecto patán en ascenso, pero siempre había defendido sus raíces y deja en alto a su madre. La cara de Vicky fue para ponerle un marco, estaba casi morada. Ahora querida, a volar como pepa de guama.—Eres bastante descortés, joven.—Señor, con todo el respet
Seguían hablando de la ciudad. El lugar era muy diferente.—Entonces ¿Qué hay de nuevo? —dijo el señor Luis al conductor.—Estamos en invierno. —golpeó las palabras—. ¡Pero qué va!, el caló sigue igualito.El señor Luis le indicó la dirección a través de las calles, las casas eran grandísimas.—¿Cómo se llama el barrio donde vives?—Pasatiempo. No se compara con las casas en Estados Unidos que son diferentes, también son grandes, pero un grande distinto, acá son más frescas por el clima.Un par de indicaciones más y llegamos a una casa esquinera, había varias personas en la terraza, las cuales gritaron al ver llegar el taxi. El rostro de Cata resplandeció, al bajarnos un grupo de siete niñas se abalanzaron sobre ella hasta rodearla alejándola de mí, eso no se sintió tan bien.Varias señoras llegaron a saludar a los señores Suárez. Después de la euforia me presentaron, por fin soltaron a mi mejor amiga. Y dos de sus amigas me miraron más de la cuenta. Así como en ocasiones me miraba Vi
Antes de seguir pasando pena tomé el jugo y no sé si era por el calor; la camiseta la tenía pegada a la espalda, el fastidio entre los dedos del pie por las abarcas, no lo sé. Lo cierto era que este jugo se supo deliciosísimo, tenía mucho hielo. Me lo tomé un trago tras otro y sin respiración, causé las risas en los presentes.—¡No hay como el jugo de corozo! —dijo Bodoque.—¡Mi madre y abuela deben probar esta delicia!—Ya te ganaste mi corazón jovencito.Habló la señora Rosalba, la sonrisa de Cata sin duda era herencia de su abuela, a ella también se le hacían los dos hoyuelos en cada cachete, la diferencia era que Cata tenía más cachetes.—¿Abuela en que cuarto dormirá Dylan?Me tomó de la mano para jalarme hasta llegar a un cuarto con una cama doble, un ventilador de techo, una hamaca a un lado. Acá no había aire acondicionado, el techo era de palma, eso le daba frescura. Cata me entregó la guitarra mientras yo puse la maleta en una mesa alargada al frente de la ventana de madera.