Jenny:Procesar lo que estaba escuchando era muy difícil, respiré profundo tratando de tomarlo con calma y no dejar que el impulso de tirar todo por la borda me ganara, después de todo, había prometido escuchar todo lo que tenía que decirme por mas descabellado que fuera.— ¡Ok! Déjame ver si entendí… ¿Estabas usando a tu hermanastra obsesionada contigo para darme celos?, ¿Eso es lo que me estas queriendo decir?Esa conversación no era fácil para ninguno de los dos, pese al amor que no tenemos, había demasiadas heridas abiertas y confusiones sin sentido, que son responsabilidad únicamente nuestras, por ese orgullo pendejo nos comportamos como niños carentes de madurez.— No me enorgullece reconocerlo, pero, sí. Justo eso estoy diciendo… La vez que llegó a mi casa cuando estábamos juntos, lo hizo para llevarme unas cosas.— ¡Si es así, ¿Entonces por qué me ocultaste?! — replico alterada, por haber recordado esa humillación.Furiosa, me alejé hasta el balcón, abrí el ventanal para respi
— ¡Voy a llegar tarde!—El despertador no deja de sonar mientras corro de un lado para otro para arreglarme — ¡No, hoy no, no puedo llegar tarde! — Me parece injusto que justamente hoy me haya quedado dormida —No debí pasarme de tragos anoche— me auto regaño mientras termino de maquillarme.Tomo los apuntes y salgo corriendo de la habitación, ni tiempo de desayunar me da, mi única preocupación es llegar a tiempo a la clase de ese tirano que me la tiene montada. No importa cuánto me esfuerce por agradarlo, nada de lo que hago parece llenar sus exigencias.Me llamo Jenny estudio el cuarto año de psicología en la UCV, soy muy aplicada y adoro mi carrera, de hecho siempre he destacado entre el resto de los alumnos por mis notas sobresalientes, los profesores por lo general me adoran y no tengo problemas con ellos pero siempre hay una excepción.<
En el exacto orden en el que recogió los exámenes los fue entregando corregidos, por supuesto el mío lo dejo al final, mirándome con aires de victoria. Mis compañeros fueron abandonando el aula de a poco, hasta que quedamos a solas. Controlar la rabia se me estaba dificultando más de lo que creí, tanto su risita sarcástica como su presencia me molestaban.— ¡González! Tal como imaginé reprobó la prueba— cínicamente me escaneo de arriba abajo. Su forma de mirarme hizo imposible que pudiera seguir disimulando.— ¡Profesor! Me va a disculpar, pero no me parece justa su clasificación— la voz me temblaba por la presión— ¿Usted tiene algo en mi contra? — pregunté directamente sin poder contenerme.Con la ceja arqueada se levanta de su asiento apoyando las manos sobre el escritorio, clavando sus frio ojos
El resto de la jornada transcurrió con normalidad, hice mi mayor esfuerzo por prestar atención a las otras clases, pero me era imposible dejar de pensar en ese amargo momento de la mañana. Sobra decir que después de verlo en la cafetería no fui capaz de probar bocado.— ¿Le pasa algo señorita González? — Dice la profesora Martínez —Hoy la he notado bastante distraída en clase, cosa que no es habitual en usted—— No profe, no es nada, ¡Problemas que nunca faltan!— le digo con una leve sonrisa.— ¿Segura? ¿Hay algo que pueda hacer por usted? — Luce preocupada — Atropelle con su auto al imbécil de Leonel Serrano — pienso, mientras le sonrío.— ¡Segura profe! No se preocupe, no es nada grave de verdad— Le resto importancia al asunto para tranquilizarla — ¡Nos vemos el
Bastante animados vamos en el auto cantando como locas las canciones de moda, ocasionalmente hacemos una ronda de vodka con jugo de naranja que es nuestra bebida favorita, por su parte, Manuel, siendo tan centrado y el conductor designado no ha ingerido ni una sola gota de alcohol, algo que me parece fantástico de su parte, como dije, es un chico muy responsable — ¡Por lo menos tenemos a alguien que nos representa! — pienso, mientras Libia canta bastante fuera de tono su canción preferida.Tal como pensé, nos estacionamos en “The blue moon” una discoteca recién inaugurada, que está muy de moda entre los jóvenes de la ciudad. Salimos de auto y cada una se asegura de acomodar su vestuario y verse perfecta antes de ingresar. Mi quijada casi cae al suelo, al ver la enorme fila que hay para entrar — ¡Y yo con estos tacones! —— ¡Ay no te quejes! Solo hay esperar un mo
Sin rendirme sigo forcejeando con el misterioso sujeto intentando liberarme, pero es inútil, posee mucha más fuerza que yo, por lo que, ni le afectan mis esfuerzos. A medida que nos acercamos al área privada, el sonido de la música va disminuyendo y la oscuridad aumentando.— ¡Suélteme! ¡Le digo que me suelte abusivo! — reclamo sin contestación.De pronto, el agresor anónimo me hala, pegándome contra la pared, acorralándome con su cuerpo. Sonará extraño pero inevitablemente la situación comienza a excitarme, pese al miedo que me consume — ¡Debo estar mal de cabeza! — reflexiono. Los cosquilleos en mi entrepierna persisten y se agudizan al sentir la respiración de ese hombre cerca de mi cuello.Mi pecho sube y abaja dramáticamente por la mescla de emociones, el silencio de ese sujeto me está volviendo loca &mdash
A pesar de lo brusca que fue su acción inicial, sus besos son suaves apasionados, cargados de deseo; sus caricias son sutiles, delicadas, como temiendo que pudiera romperme. En este punto ya no pienso en nada, me hizo olvidar por completo de quien se trataba, pues, nunca antes fui participe de un beso de tal magnitud.Su agarre fue cediendo a medida que nos dejábamos llevar por la danza de nuestras lenguas, claramente sentí cuando dejo de apretar mis muñecas, pero no ya no soy capaz de huir, por el contrario, ahora me abrazo a su cuello para no soltarlo.Sus manos bajan hasta mi cintura y posándose con firmeza, esa forma dominante de tocarme, me arranca un gemido cómplice, que le indica que me fascina lo que hace. Luego de escucharme muerde picara y delicadamente mi labio inferior — ¡Estoy ardiendo! — pienso. Siento que me quemo por dentro, mis fluidos empiezan a escaparse de mi entrepierna como cascada, se&nt
De un brinco se levanta de la cama al escucharme — ¡Mierda! — Exclama, pasando las manos por detrás de su cabeza— ¿Está jugando conmigo? — pregunta con los ojos desorbitados.— ¡No! — responda avergonzada, buscando cualquier cosa que ayude a cubrir mi desnudez.— ¡Pero, pero, pero! — Balbucea — ¡No puede ser! ¡No tiene sentido en una mujer como usted! — camina de un lado a otro desencajado, mientras me quedo estática asimilando lo que acaba de decir.— ¡¿Cómo?! ¿Qué quiere decir con eso de una mujer como yo? — reclamo, enrollando la sabana en mi cuerpo.— Pues, una mujer tan candente, con esa sensualidad a flor de piel, lo suficientemente atrevida para irse de una discoteca sin chistear con un “desconocido” — no puedo creer lo que dice.&