— ¡Voy a llegar tarde!—
El despertador no deja de sonar mientras corro de un lado para otro para arreglarme — ¡No, hoy no, no puedo llegar tarde! — Me parece injusto que justamente hoy me haya quedado dormida —No debí pasarme de tragos anoche— me auto regaño mientras termino de maquillarme.
Tomo los apuntes y salgo corriendo de la habitación, ni tiempo de desayunar me da, mi única preocupación es llegar a tiempo a la clase de ese tirano que me la tiene montada. No importa cuánto me esfuerce por agradarlo, nada de lo que hago parece llenar sus exigencias.
Me llamo Jenny estudio el cuarto año de psicología en la UCV, soy muy aplicada y adoro mi carrera, de hecho siempre he destacado entre el resto de los alumnos por mis notas sobresalientes, los profesores por lo general me adoran y no tengo problemas con ellos pero siempre hay una excepción.
En mi caso se llama Leonel Serrano, catedrático especialista en análisis de conducta que imparte sus conocimientos en la materia en la universidad. Desde que llegó lo primero que hizo fue mirarme con superioridad, como si no existiera, delatando un complejo narcisista en su personalidad, incluso misógino.
— ¡Bienvenido profesor Serrano!, Cualquier cosa que necesite puede apoyarse en la alumna González — dijo el director al momento de presentarlo a la clase, lo recuerdo claramente mientras conduzco a la universidad.
Su fría mirada se posó sobre mí, helándome la sangre — ¡Con gusto lo ayudaré en lo que pueda! — la voz me tembló me sentí intimidada, con gesto despectivo hizo menos mi disposición a ayudarle, ignorándome por completo. Nunca he entiendo el porqué de su desagrado, dentro de mis recuerdo he buscado arduamente una razón que lo explique y, hasta ahora, no he conseguido ninguna.
Pero lo cierto, es que no son imaginaciones mías, lo he comprobado al pasar del semestre, ya que, en cada oportunidad que tiene, no hace otra cosa que denigrarme, me descalifica ante mis compañeros, reduciendo a cero, mis intervenciones en clase. Estoy convencida que de seguir así reprobaré su materia y mis metas de graduarme con honores ser van a ir a la b****a — ¡Que mala suerte la mía! —
Tal como imaginé llegué cinco minutos tarde, haciendo imposible que pasará desapercibido mi ingreso al salón — ¡Vaya señorita González! Ya que se dignó a llegar, ¿Será que puedo continuar con la clase? ¿O tiene algún problema con eso?—
Respiro profundo y muerdo mi lengua para no decirle del mal que se va a morir. Soy una persona bastante volátil, en cualquier otra circunstancia de mi boca habrían salido mil insultos, pero, si algo me ha enseñado esta carrera es que, el autocontrol oportuno es una herramienta poderosa que puede salvarnos de cubrirnos en excremento.
— ¡Disculpe profesor! No volverá a suceder — digo corriendo la mirada buscando donde sentarme.
— ¡Señorita González! No prometa cosas que será incapaz de cumplir, solo deja en evidencia su poco profesionalismo —
Un calor indescriptible corre por mis venas, la cara siento que me va a estallar — ¡Que se ha creído este miserable! — replico en mi mente con los ojos desorbitados de la rabia. Seguramente me está retando para que de un espectáculo en el salón y tener todos los argumentos para joderme, pero está muy equivocado si piensa que le voy a dar el gusto.
Respiro profundo y avanzo entre las filas de pupitres, para descubrir que mi mala suerte no termina, el único lugar disponible esta frente al escritorio de ese pesado. Con toda la elegancia del mundo me siento retándolo con la mirada, en su rostro se dibuja una sonrisa maliciosa que me desafía.
— Bien bachilleres, para retomar la idea que la señorita González interrumpió con su impuntualidad— tuerzo mis ojos involuntariamente — Podemos saber mucho de una persona por su lenguaje corporal, sus gestos dicen mucho más de lo que piensan, presten atención a cada detalle, observen minuciosamente, como se sienta, si cruza o no las piernas — sus ojos recorren cada centímetros de mis descubiertas piernas disimuladamente, mientras habla.
— Si una persona oculta algo, su postura es rígida, incomoda, cerrada a simple vista — camina con lentitud hasta sentarse en su escritorio, admito que su personalidad imponente me pone nerviosa, supongo que me da miedo que haga algo para avergonzarme. Al tiempo que da su explicación sus ojos clavados en mí, se sienten como cuchillos, casi no puedo concentrarme en la clase debido a eso.
—Bien bachilleres— se levanta apoyándose con una mano en el escritorio y con la otra se quita los lentes, dirige su mirada hasta mi — ¡Quiz sorpresa! — su tono burlón me causa repulsión.
— ¡Mierda! Este desgraciado va a tirar un examen justo cuando no entendí un Co$ de lo que explicó— pienso.
— ¡¿Qué están esperando?! — Aplaude con las manos — ¡Saquen papel y lápiz!, Que el tiempo se acaba—
Estoy segura que no hubo uno solo de mis compañeros que no le mentara la madre en silencio, a mis espaldas escuchabas murmullos imperceptibles de desagrado. Cuando estuvimos listos, se preparó a dictar las preguntas de su estúpido examen, desde su posición prepotente y altiva se notaba a leguas la mala intención en sus ojos, como dije es un narcisista de primera.
— La evaluación solo constará de una interrogante— voltea a verme y tuerce la sonrisa — Analice, ¿Qué puede esconderse detrás de la impuntualidad de una persona perfeccionista? — después de escuchar eso, casi me sale humo de los oídos.
— ¡Desgraciado! — grito internamente, aunque la mirada fulminante que le di, sin duda me dejó en evidencia. No entiendo que se propone al humillarme de esa manera, pero si su intención es descolocarme, al paso que vamos lo va a conseguir, mi paciencia es cada vez más pequeña y mi autocontrol se está desvaneciendo, sobre todo después de oír las risas de mis compañeros.
— ¿De qué se ríen? — Vuelve a aplaudir — ¡El tiempo corre! Y el Quiz vale 10% de la nota final— me parece increíble lo cínico que es — ¡Ya quedan ocho minutos de los diez que tenían! — el aula quedó en silencio.
Transcurrido ese tiempo, pasó por cada uno de los asiento recogiendo las pruebas y dejando la mía de ultima, al momento de recibirla la burla en sus gestos es evidente — ¡Ya me harté! ¡Voy a cantarle sus verdades a este hijo de…! —
En el exacto orden en el que recogió los exámenes los fue entregando corregidos, por supuesto el mío lo dejo al final, mirándome con aires de victoria. Mis compañeros fueron abandonando el aula de a poco, hasta que quedamos a solas. Controlar la rabia se me estaba dificultando más de lo que creí, tanto su risita sarcástica como su presencia me molestaban.— ¡González! Tal como imaginé reprobó la prueba— cínicamente me escaneo de arriba abajo. Su forma de mirarme hizo imposible que pudiera seguir disimulando.— ¡Profesor! Me va a disculpar, pero no me parece justa su clasificación— la voz me temblaba por la presión— ¿Usted tiene algo en mi contra? — pregunté directamente sin poder contenerme.Con la ceja arqueada se levanta de su asiento apoyando las manos sobre el escritorio, clavando sus frio ojos
El resto de la jornada transcurrió con normalidad, hice mi mayor esfuerzo por prestar atención a las otras clases, pero me era imposible dejar de pensar en ese amargo momento de la mañana. Sobra decir que después de verlo en la cafetería no fui capaz de probar bocado.— ¿Le pasa algo señorita González? — Dice la profesora Martínez —Hoy la he notado bastante distraída en clase, cosa que no es habitual en usted—— No profe, no es nada, ¡Problemas que nunca faltan!— le digo con una leve sonrisa.— ¿Segura? ¿Hay algo que pueda hacer por usted? — Luce preocupada — Atropelle con su auto al imbécil de Leonel Serrano — pienso, mientras le sonrío.— ¡Segura profe! No se preocupe, no es nada grave de verdad— Le resto importancia al asunto para tranquilizarla — ¡Nos vemos el
Bastante animados vamos en el auto cantando como locas las canciones de moda, ocasionalmente hacemos una ronda de vodka con jugo de naranja que es nuestra bebida favorita, por su parte, Manuel, siendo tan centrado y el conductor designado no ha ingerido ni una sola gota de alcohol, algo que me parece fantástico de su parte, como dije, es un chico muy responsable — ¡Por lo menos tenemos a alguien que nos representa! — pienso, mientras Libia canta bastante fuera de tono su canción preferida.Tal como pensé, nos estacionamos en “The blue moon” una discoteca recién inaugurada, que está muy de moda entre los jóvenes de la ciudad. Salimos de auto y cada una se asegura de acomodar su vestuario y verse perfecta antes de ingresar. Mi quijada casi cae al suelo, al ver la enorme fila que hay para entrar — ¡Y yo con estos tacones! —— ¡Ay no te quejes! Solo hay esperar un mo
Sin rendirme sigo forcejeando con el misterioso sujeto intentando liberarme, pero es inútil, posee mucha más fuerza que yo, por lo que, ni le afectan mis esfuerzos. A medida que nos acercamos al área privada, el sonido de la música va disminuyendo y la oscuridad aumentando.— ¡Suélteme! ¡Le digo que me suelte abusivo! — reclamo sin contestación.De pronto, el agresor anónimo me hala, pegándome contra la pared, acorralándome con su cuerpo. Sonará extraño pero inevitablemente la situación comienza a excitarme, pese al miedo que me consume — ¡Debo estar mal de cabeza! — reflexiono. Los cosquilleos en mi entrepierna persisten y se agudizan al sentir la respiración de ese hombre cerca de mi cuello.Mi pecho sube y abaja dramáticamente por la mescla de emociones, el silencio de ese sujeto me está volviendo loca &mdash
A pesar de lo brusca que fue su acción inicial, sus besos son suaves apasionados, cargados de deseo; sus caricias son sutiles, delicadas, como temiendo que pudiera romperme. En este punto ya no pienso en nada, me hizo olvidar por completo de quien se trataba, pues, nunca antes fui participe de un beso de tal magnitud.Su agarre fue cediendo a medida que nos dejábamos llevar por la danza de nuestras lenguas, claramente sentí cuando dejo de apretar mis muñecas, pero no ya no soy capaz de huir, por el contrario, ahora me abrazo a su cuello para no soltarlo.Sus manos bajan hasta mi cintura y posándose con firmeza, esa forma dominante de tocarme, me arranca un gemido cómplice, que le indica que me fascina lo que hace. Luego de escucharme muerde picara y delicadamente mi labio inferior — ¡Estoy ardiendo! — pienso. Siento que me quemo por dentro, mis fluidos empiezan a escaparse de mi entrepierna como cascada, se&nt
De un brinco se levanta de la cama al escucharme — ¡Mierda! — Exclama, pasando las manos por detrás de su cabeza— ¿Está jugando conmigo? — pregunta con los ojos desorbitados.— ¡No! — responda avergonzada, buscando cualquier cosa que ayude a cubrir mi desnudez.— ¡Pero, pero, pero! — Balbucea — ¡No puede ser! ¡No tiene sentido en una mujer como usted! — camina de un lado a otro desencajado, mientras me quedo estática asimilando lo que acaba de decir.— ¡¿Cómo?! ¿Qué quiere decir con eso de una mujer como yo? — reclamo, enrollando la sabana en mi cuerpo.— Pues, una mujer tan candente, con esa sensualidad a flor de piel, lo suficientemente atrevida para irse de una discoteca sin chistear con un “desconocido” — no puedo creer lo que dice.&
El resto del fin de semana lo pasé encerrada en casa muriendo de vergüenza y peleando conmigo misma — ¡Es que ni mirarle al espejo podía! — pienso mientras conduzco a la universidad. En repetidas ocasiones las chicas intentaron ir a visitarme, pero las mantuve a raya argumentando que estaba enferma, excusa que estoy segura no se comieron, de igual manera no me importa, en ese momento no quería ver a nadie y menos dar explicaciones.Suficiente tengo con el conflicto existencial que me presenta asistir hoy a clases — ¿Y si mejor la me salto? — pienso, aguardando que cambie de luz del semáforo. Gracias a la suerte que me persigue, la primera hora académica de este día es con — Él — para ser sincera una parte de mí no quiere verlo, pero la otra se muere de deseos de mirar su reacción cuando entre al aula — ¡Para que te engañas! Sera el mismo cret
El vacío que experimento en la boca del estómago es comparable con al fondo de un abismo, una corriente eléctrica recorre mi cuerpo erizando cada centímetro de mi piel. su cercanía muy en contra de mi voluntad me descontrola, la tensión sexual que nos rodea es mucho más fuerte que yo en este momento. En instante de cordura intento cuestionarle sus acciones — ¡Suélteme! ¡Por favor profesor! Alguien podría vernos— expreso, sintiendo el calor de su respiración sobre mis labios. Sus ojos se clavan en los míos intimidándome, mi respiración se agita acelerando mi pulso, sin mencionar, las vibrantes palpitaciones de mi entrepierna, todo esto por tan solo sentir su aliento. — ¡¿Tiene miedo?!— descaradamente evalúa mis reacciones. Los sutiles movimientos de sus fosas nasales delatan su agitación, la autoridad con que me tiene sujeta a la pared transpirando testosterona, provocando como reflejo que apriete mis muslos para apaciguar mi excitación. — ¡No! Simplemen