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¿Cuál es su problema?

En el exacto orden en el que recogió los exámenes los fue entregando corregidos, por supuesto el mío lo dejo al final, mirándome con aires de victoria.  Mis compañeros fueron abandonando el aula de a poco, hasta que quedamos a solas. Controlar la rabia se me estaba dificultando más de lo que creí, tanto su risita sarcástica como su presencia me molestaban.

— ¡González! Tal como imaginé reprobó la prueba— cínicamente me escaneo de arriba abajo. Su forma de mirarme hizo imposible que pudiera seguir disimulando.

— ¡Profesor! Me va a disculpar, pero no me parece justa su clasificación— la voz me temblaba por la presión— ¿Usted tiene algo en mi contra? — pregunté directamente sin poder contenerme.

Con la ceja arqueada se levanta de su asiento apoyando las manos sobre el escritorio, clavando sus frio ojos en mi rostro — ¡Señorita González!  No diga tonterías, no tengo nada en su contra, deje de pensar que se trata de una especie de complot—

Boquiabierta me quedo paralizada sin poder creer su cinismo, segundos después reacciono — ¡¿Cómo no voy a pensar que tiene algo en mi contra?! Si hace unos instantes me expuso ante la burla de mis compañeros, señalándome por un mínimo retardo de cinco minutos—  mi respiración podría escucharse en la rectoría.

— Señorita lamento mucho, que por hacerle un llamado de atención debido a su impuntualidad, le haya hecho pensar que la expuse al escarnio público, ¿Acaso no puedo corregir conductas inapropiadas?—  me mira por encima del marco de sus lentes  — ¡No tengo nada en su contra! Repito, simplemente pienso que no está calificada para esta carrera—

— ¡¿Perdón?! — replico exaltada con la mano en el pecho y los abiertos como platos — ¿Cómo que no estoy calificada? —

— Lo que escuchó González, a mi criterio usted no tiene las condiciones para ser una digna profesional en esta área —

— ¿Disculpe? — respiro profundo y exhalo con fuerza — Por si no lo sabe profesor, tengo el promedio más alto de la carrera, estando en el cuadro de honor desde el primer año—

— Una lamentable evidencia de los bajos estándares de la educación pública en este país— acomoda los papeles golpeándolos contra la madera.

— ¿Qué quiso decir con eso? ¿Qué sus colegas tienen bajos estándares? — inquiero cruzándome de brazos

— ¡Bachiller, eso lo está diciendo usted, no yo! — se reclina en el espaldar de su asiento cruzándose de brazos, mirándome de arriba abajo lentamente como si detallara mis reacciones.

Lógicamente estoy furiosa, este hombre no hace otra cosa que hacerme quedar en ridículo, le ha dado la vuelta a la conversación para dejarme sin argumentos para defenderme — ¡Lo odio! — grito internamente.

— Permítame decirle que todos sus colegas gozan de mi admiración, son educadores cabales que se interesan por el crecimiento del alumno, no como otros que solo se esfuerzan por demostrar su superioridad ante el estudiante —  tengo las orejas calientes por la rabia que me consume, de seguro se me ha de haber subido la tensión.

— Señorita no siga hablando, que lo único que hace es llenarse de lodo, su evidente necesidad de aprobación queda en evidencia con cada palabra que dice, supongo que está acostumbrada a que todos sus maestros se rindan a sus pies— hace una pausa y baja sus lentes — En especial los del género masculino— dice con suspicacia.

— ¿Qué quiere decir con eso? ¡Me esta ofendiendo! — mi paciencia está llegando al tope.

— ¡Simple González! Usted cree que por tener ese par de espectaculares piernas, todos los profesores debemos comer de su mano aprobándoles las asignaturas sin evaluar su desempeño— Hago el mayor esfuerzo por contener mis ganas de estamparle una cachetada, que reinicie su sistema para que no sea tan atrevido.

— ¡Mire profesor! Me parece una falta de respeto lo acaba de decirme, me está menospreciando por mi apariencia física y eso es hostigamiento — respiro profundo  — Me contengo de darle una bofetada solo por no darle el gusto de meterme en problemas, aunque ya me queda claro que aplazare su materia ¡Hasta Luego!—

Sin detenerme a oír su respuesta, Salí del aula furiosa, despotricando pestes como loca — ¡Cómo se atreve ese miserable a descalificarme y hacerme menos solo por ser una mujer atractiva! Definitivamente tiene que ser misógino— reclamo en silencio.

Efectivamente olvidé mencionar, mis cualidades físicas ya que no me parecieron relevantes para la historia, pero si, mido 1.68 cm mis caderas son amplias y bien torneadas gracias a todo el ejercicio que practico, uso talla C de sujetador y mi cintura de 70 cm de circunferencia. No me considero una chica despampanante, pero si una muy inteligente, por eso me dan tanta rabia las aseveraciones de ese imbécil. 

En eso se me acercan Libia y Fanny preocupadas al verme como loca haciendo berrinche en silencio — ¿Qué te pasa Jen? — pregunta Libia, por su parte Fanny me hace señas que le baje a mi histeria que estamos en medio del pasillo.

— ¡No quiero hablar de eso ahorita muchachas! — Recupero parte de mi compostura — ¡Mejor vamos a la cafetería! — antes que pudiéramos hacerlo el miserable ese, sale del salón con su cínica sonrisa y aires de triunfo.

— ¡Hasta luego bachilleres! ¡Que tengan lindo viernes! — clava sus ojos en mí y desearía poder exterminarlo con la mirada.

— ¡Ahora entiendo porque estabas así! ¿Qué te hizo ahora? — inquiere Fanny con las manos en la cintura.

— ¡De verdad muchachas no quiero hablar de eso! Mejor vamos a comer algo, que no he desayunado y siento el estómago pegado del espinazo— Haciendo muecas con los ojos, aceptaron mi solicitud de ir al cafetín del campus.

En el camino, hablábamos sobre lo bien que la pasamos anoche — ¡Aunque te escapaste temprano aguafiestas! — reclama Libia indignada. La fiesta estaba muy divertida pero por mala suerte la hicieron en día de semana y no me gusta trasnochar cuando hay clases pendiente.

—De nada me sirvió, de igual modo llegué tarde y tuve una pésima mañana por culpa de ese hijo de su…— pienso, mientras las escucho contar las anécdotas pendientes.

— ¿Esta noche vamos a salir o qué? — dice Fanny entusiasmada.

 — ¡Claro! Es justo lo que necesito para distraerme — respondo de inmediato.

— Entonces no se diga más, pasaré por ustedes a las nueve en punto ¡Porque esta anoche amanecemos mamitas! —  declara Libia divertida.

Cuando llegamos al cafetín, la primera persona que encontramos fue al profesor Leonel, quien sin ningún disimulo me siguió con la mirada por todo el lugar, evidentemente sus palabras revivieron en mi memoria haciéndome perder el apetito.

— ¿Saben que chicas? Mejor vamos a otro sitio, ya se me fue el hambre —

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