El resto de la jornada transcurrió con normalidad, hice mi mayor esfuerzo por prestar atención a las otras clases, pero me era imposible dejar de pensar en ese amargo momento de la mañana. Sobra decir que después de verlo en la cafetería no fui capaz de probar bocado.
— ¿Le pasa algo señorita González? — Dice la profesora Martínez —Hoy la he notado bastante distraída en clase, cosa que no es habitual en usted—
— No profe, no es nada, ¡Problemas que nunca faltan!— le digo con una leve sonrisa.
— ¿Segura? ¿Hay algo que pueda hacer por usted? — Luce preocupada — Atropelle con su auto al imbécil de Leonel Serrano — pienso, mientras le sonrío.
— ¡Segura profe! No se preocupe, no es nada grave de verdad— Le resto importancia al asunto para tranquilizarla — ¡Nos vemos el próximo viernes! — me despido y camino hasta el estacionamiento, donde me están esperando las muchachas.
— ¡Entonces que! ¿Nos vemos esta noche? — pregunta Fanny.
— ¡Claro! Ya te dije que una buena noche de rumba es lo que necesito para olvidarme de la universidad —
— ¡Bien! Entonces danos la cola hasta la casa y más tarde paso por ustedes con Manuel— dice Libia animada.
— ¡Si va! Entonces vamos que yo las llevo niñas —
Veinte minutos después por fin llegaba a mi habitación, las chicas se quedaron juntas en casa de Libia, por lo que no tuve dar muchas vueltas por la ciudad. El sonido de mi estómago me recuerda que estoy muerta de hambre — ¡Por Dios! ¡Estoy que me como lo que se me atraviese! — exclamo abriendo la nevera para ver que encuentro.
Por fortuna consigo un filete de pechuga que hago a la plancha con bastante vegetales, acompañado de un jugo de naranja. No me explico cómo no me desmayé del hambre mientras estaba cocinando, el aroma de los alimentos me estaba volviendo loca — ¡Todo por culpa de ese imbécil! — me hierve la sangre de recordar que por sus impertinencias no puede pasar bocado durante toda el día.
Hacía mucho tiempo que no disfrutaba tanto de una comida sencilla, supongo que por el hambre que tenía la encontré exageradamente deliciosa. Luego de comer, me senté a investigar sobre la tarea de la profe Martínez, hay que entregarle una investigación tipo trabajo de grado al final del semestre y es bastante compleja.
Una par de horas después, me decidí a tomar una siesta para descansar un poco antes de iniciar mi preparación para la noche de rumba — ¿Adónde nos llevaran esos locos? — me pregunto mientras acomodo la cama. Normalmente es Fanny la que ubica las mejores fiesta de la ciudad, es una chica bastante sociable y divertida a quien la salsa bailable le corre por la venas, siempre va a ser la primera en abrir la pista de baile.
Pero, esta noche la tarea quedó delegada a Libia y Manuel, su novio. Ese par se complementan perfectamente, él es un chico centrado bastante maduro y con grandes aspiraciones en la vida, ella aunque muy inteligente, es bastante fiestera e inmadura para alguna cosas, así que digamos que juntos encontraron equilibrio. Por lo que he escuchado, Manuel es de los que prefiere asistir a antros nocturnos de renombre en la ciudad, antes que las fiestas en casas de familia por así decirlo — ¡Lo más seguro es que vayamos a la disco! — pienso antes de quedarme dormida.
El despertador suena y escucho su molesto sonido a lo lejos, afortunadamente lo dejé sobre la cómoda que esta junto a la ventana, porque de lo contrario habría pospuesto la alarma, volviendo a los brazos de Morfeo.
Cuento exactamente con tres horas para estar lista, antes que lo chicos pasen por mí, el tiempo adecuado para mi ritual de belleza — ¡Tengo que quedar despampanante! — Exclamo frente al espejo, En eso me acuerdo lo que dijo el profe Leonel y tuerzo los ojos involuntariamente — ¡¿Qué diría si me viera con este vestido?! — pienso, agarrando el vestido corte sirena color esmeralda.
A pesar de la repulsión que me causo en su momento, no pude pasar desapercibido el halago a mis piernas que hizo mientras me insultaba, aparentemente las ha observado a detalle así como el resto de mi cuerpo, — ¡Imbécil! Que ni sueñe — exclamo en voz alta.
Para olvidarme de los malos momentos del día, inicio mi sesión de amor propio, porque si, en mi opinión cada minuto que dedicas en consentirte es un acto de amor propio. Comienzo con un relajante baño con agua tibia donde lavo a profundidad mi cabello y cada parte de mi cuerpo, dejando que la espuma se lleve mis problemas.
A salir retiro el exceso de humedad con una toalla y aplico delicadamente cremas y aceite hidratante sobre mi piel — ¡Qué bien se siente! — posteriormente me dispongo a secar mi cabello y plancharlo para que quede perfecto. Entonces comienzo con lo más complicado — El maquillaje—
A diez minutos para las nueve de la noche estaba subiendo el cierre de mi vestido, que me queda soñado, se ajusta tan bien a mi figura, que estoy segura me robare más de una mirada y la verdad no me desagrada. Si bien no soy mujer de apoyarse en su físico para destacar en la vida, las pocas veces que me arreglo disfruto del impacto que puede causar.
Eso forma parte la vanidad femenina, que todas tenemos aunque nos esforcemos por negarlo. No existe mujer en el planeta a la que no le guste sentirse admirada por su belleza, pero sobre todo por su inteligencia—todas merecemos ser admiradas, eso es un hecho—
Puntuales como de costumbre, los chicos anuncian su llegada sonando la bocina del auto, velozmente salgo a recibirlos tratando de no perder la elegancia al caminar con estos súper tacones, que me encantan.
— ¡Ohh, Pero por favor! Estas para matar hoy baby— me dice Fanny pidiéndome una vuelta antes de subir al auto, Libia también me lanza piropos mientras observa con atención a Manuel a ver si se le van los ojos — ¡La Toxica en potencia! — es mi amiga y la adoro, pero es en extremo insegura y celosa.
— Entonces, ¿Adónde vamos? —
Bastante animados vamos en el auto cantando como locas las canciones de moda, ocasionalmente hacemos una ronda de vodka con jugo de naranja que es nuestra bebida favorita, por su parte, Manuel, siendo tan centrado y el conductor designado no ha ingerido ni una sola gota de alcohol, algo que me parece fantástico de su parte, como dije, es un chico muy responsable — ¡Por lo menos tenemos a alguien que nos representa! — pienso, mientras Libia canta bastante fuera de tono su canción preferida.Tal como pensé, nos estacionamos en “The blue moon” una discoteca recién inaugurada, que está muy de moda entre los jóvenes de la ciudad. Salimos de auto y cada una se asegura de acomodar su vestuario y verse perfecta antes de ingresar. Mi quijada casi cae al suelo, al ver la enorme fila que hay para entrar — ¡Y yo con estos tacones! —— ¡Ay no te quejes! Solo hay esperar un mo
Sin rendirme sigo forcejeando con el misterioso sujeto intentando liberarme, pero es inútil, posee mucha más fuerza que yo, por lo que, ni le afectan mis esfuerzos. A medida que nos acercamos al área privada, el sonido de la música va disminuyendo y la oscuridad aumentando.— ¡Suélteme! ¡Le digo que me suelte abusivo! — reclamo sin contestación.De pronto, el agresor anónimo me hala, pegándome contra la pared, acorralándome con su cuerpo. Sonará extraño pero inevitablemente la situación comienza a excitarme, pese al miedo que me consume — ¡Debo estar mal de cabeza! — reflexiono. Los cosquilleos en mi entrepierna persisten y se agudizan al sentir la respiración de ese hombre cerca de mi cuello.Mi pecho sube y abaja dramáticamente por la mescla de emociones, el silencio de ese sujeto me está volviendo loca &mdash
A pesar de lo brusca que fue su acción inicial, sus besos son suaves apasionados, cargados de deseo; sus caricias son sutiles, delicadas, como temiendo que pudiera romperme. En este punto ya no pienso en nada, me hizo olvidar por completo de quien se trataba, pues, nunca antes fui participe de un beso de tal magnitud.Su agarre fue cediendo a medida que nos dejábamos llevar por la danza de nuestras lenguas, claramente sentí cuando dejo de apretar mis muñecas, pero no ya no soy capaz de huir, por el contrario, ahora me abrazo a su cuello para no soltarlo.Sus manos bajan hasta mi cintura y posándose con firmeza, esa forma dominante de tocarme, me arranca un gemido cómplice, que le indica que me fascina lo que hace. Luego de escucharme muerde picara y delicadamente mi labio inferior — ¡Estoy ardiendo! — pienso. Siento que me quemo por dentro, mis fluidos empiezan a escaparse de mi entrepierna como cascada, se&nt
De un brinco se levanta de la cama al escucharme — ¡Mierda! — Exclama, pasando las manos por detrás de su cabeza— ¿Está jugando conmigo? — pregunta con los ojos desorbitados.— ¡No! — responda avergonzada, buscando cualquier cosa que ayude a cubrir mi desnudez.— ¡Pero, pero, pero! — Balbucea — ¡No puede ser! ¡No tiene sentido en una mujer como usted! — camina de un lado a otro desencajado, mientras me quedo estática asimilando lo que acaba de decir.— ¡¿Cómo?! ¿Qué quiere decir con eso de una mujer como yo? — reclamo, enrollando la sabana en mi cuerpo.— Pues, una mujer tan candente, con esa sensualidad a flor de piel, lo suficientemente atrevida para irse de una discoteca sin chistear con un “desconocido” — no puedo creer lo que dice.&
El resto del fin de semana lo pasé encerrada en casa muriendo de vergüenza y peleando conmigo misma — ¡Es que ni mirarle al espejo podía! — pienso mientras conduzco a la universidad. En repetidas ocasiones las chicas intentaron ir a visitarme, pero las mantuve a raya argumentando que estaba enferma, excusa que estoy segura no se comieron, de igual manera no me importa, en ese momento no quería ver a nadie y menos dar explicaciones.Suficiente tengo con el conflicto existencial que me presenta asistir hoy a clases — ¿Y si mejor la me salto? — pienso, aguardando que cambie de luz del semáforo. Gracias a la suerte que me persigue, la primera hora académica de este día es con — Él — para ser sincera una parte de mí no quiere verlo, pero la otra se muere de deseos de mirar su reacción cuando entre al aula — ¡Para que te engañas! Sera el mismo cret
El vacío que experimento en la boca del estómago es comparable con al fondo de un abismo, una corriente eléctrica recorre mi cuerpo erizando cada centímetro de mi piel. su cercanía muy en contra de mi voluntad me descontrola, la tensión sexual que nos rodea es mucho más fuerte que yo en este momento. En instante de cordura intento cuestionarle sus acciones — ¡Suélteme! ¡Por favor profesor! Alguien podría vernos— expreso, sintiendo el calor de su respiración sobre mis labios. Sus ojos se clavan en los míos intimidándome, mi respiración se agita acelerando mi pulso, sin mencionar, las vibrantes palpitaciones de mi entrepierna, todo esto por tan solo sentir su aliento. — ¡¿Tiene miedo?!— descaradamente evalúa mis reacciones. Los sutiles movimientos de sus fosas nasales delatan su agitación, la autoridad con que me tiene sujeta a la pared transpirando testosterona, provocando como reflejo que apriete mis muslos para apaciguar mi excitación. — ¡No! Simplemen
Sin poder salir de mi asombro me cuesta recuperar el aliento después de verlo desaparecer de mi lado, tardé uno cuantos minutos en darme cuenta que parecía una estúpida abandonada en la parte más solitaria del campus — ¡Vamos Jennifer muévete! — me digo internamente para despertar de mi transe pasional.El temblor en las piernas productos de sus caricias tarda en disiparse, sin embargo, me obligo a caminar hasta mi auto para salir de allí antes que alguien conocido pueda verme. Mi pulso continúa acelerado sin mencionar que los efectos de la excitación son tangibles en la humedad de ropa interior.Bastante frustrada por haber quedado a medias conduzco a casa, repitiendo en mi mente cada una de las caricias que hicieron que me rindiera en una confesión desesperada — ¡Soy una tonta! — me regaño por haberme rendido tan fácil, pero, como puedo culparme, es
Las puertas del elevador se abren, dejándome impresionada con lo hermoso del lugar, la vez pasada no detallé en lo más mínimo la decoración, pero ahora, me doy cuenta que es sobria pero moderna luce acogedora con un gusto impecable.— ¡Buenas noches González! — lo escucho a decir. Casi se me corta la respiración cuando lo veo, lleva jeans franela casual de mangas largas que parece asfixiar sus definidos bíceps y no trae lentes, realmente guapo.— ¡Buenas noches! — a duras penas puedo decir.— ¡Me alegra mucho ver que se esforzó por ser puntual! — dice con ironía, rompiendo el impacto de su entrada.— ¡Simplemente vine para ver qué es lo que quiere! Pero si va a empezar, me retiro— digo a la defensiva.— ¡Uy me encantan las mujeres ariscas! — Dice saboreando su labio inferior, ha