(Leonardo entra al apartamento, cierra la puerta con un suspiro y se dirige al cuarto de Isabella. Toca suavemente la puerta).—¿Qué quieres, Leo? —pregunta Isabella desde el otro lado, con evidente molestia.—Podemos hablar, por favor.(Isabella abre la puerta apenas un poco, lo suficiente para mirarlo, pero no lo deja pasar).—No quiero hablar. Déjame en paz.(Leonardo suspira y apoya una mano en el marco de la puerta).—Isabella, lo siento. No debí dejar que Valeria entrara al apartamento. Sé que esto es nuestro hogar ahora, y prometo que no volverá a pasar.(Isabella lo mira con desconfianza, pero no cede).—¿Nuestro hogar? ¿De verdad crees que esto parece un hogar, Leonardo? Porque para mí, no lo es. Esto es solo un acuerdo, y cada día me lo recuerdas.—Sé que estás molesta...(Isabella lo interrumpe, abriendo más la puerta y mirándolo fijamente).—Molesta no es suficiente para describirlo. Estoy cansada, Leo. De tus indecisiones, de tus idas y venidas con Valeria. Estoy aquí cum
(La nana regresa con la cafetera y sirve más café en la taza de Leonardo. Él la observa por un momento antes de suspirar profundamente).—¿Sabes, nana? —dice Leonardo, moviendo la taza entre sus manos—. Yo me enamoré de Valeria… Siento que aún la amo.(La nana lo mira con atención, pero guarda silencio, dándole espacio para continuar).—Pero, a veces, su comportamiento me saca de mi lugar. Me hace cuestionar si lo que tenemos es lo que realmente quiero. —Leonardo hace una pausa, mirando el líquido oscuro en su taza—. Y no quiero lastimar a Isabella.—La niña Isabella no es fácil de lastimar, joven Leonardo. —Es más fuerte de lo que usted cree —responde la nana con suavidad, sirviendo café para sí misma—. Pero eso no significa que merezca menos cuidado.(Leonardo asiente, pero su mirada se endurece).—Lo sé, nana. Esto entre nosotros es solo un acuerdo. Pero a veces… no sé, siento que estoy cruzando límites que no debería.—¿Y cuáles son esos límites, joven? —pregunta la nana, apoyándo
(Isabella estaba revisando unos documentos en su oficina cuando tocan la puerta).—Adelante.(Don Samuel entra, con una sonrisa cálida).—Hola, hija.(Isabella se levanta de su silla, sorprendida).—¡Papá! ¿Qué haces aquí?(Don Samuel se acerca y le da un beso en la frente).—Vine a verte y a pedirte un favor especial.(Isabella lo mira con curiosidad, cruzándose de brazos).—¿Un favor? ¿Qué necesitas?—Es sobre tu madre. Este año celebramos nuestro aniversario, y quiero darle una fiesta sorpresa.(Isabella sonríe ampliamente).—¡Qué hermoso detalle, papá! ¿Ya tienes algo en mente?(Don Samuel asiente mientras se sienta frente a ella).—Sí, pero necesito tu ayuda para organizar todo. Quiero que sea elegante, algo que realmente la sorprenda.—Cuenta conmigo. Podemos buscar un buen lugar, elegir la decoración, el menú... ¡todo!—Eso esperaba escuchar de ti, hija. Nadie conoce los gustos de tu madre mejor que tú.(Isabella sonríe, emocionada).—Déjamelo a mí. Haremos que sea un día inolv
(Leonardo entra a la oficina de Isabella. Ella está revisando unos documentos).—Isabella, ¿almorzamos juntos hoy?—Lo siento, Leonardo, pero ya tengo planes. Quedé en almorzar con mis amigas.(Leonardo cruza los brazos y la mira con escepticismo).—¿Tus amigas? Claro… ¿O es que simplemente no quieres hablar conmigo?(Isabella levanta la mirada, molesta, pero mantiene la calma).—Piensa lo que quieras, Leonardo. No tengo que darte explicaciones.(Leonardo se acerca un poco más, intentando controlar su tono).—No es cuestión de explicaciones, Isabella. Es evidente que estás evitando cualquier conversación conmigo.—¿Y qué quieres que hablemos, Leonardo? ¿De cómo entraste a mi habitación anoche para intentar justificarte? ¿O de cómo siempre terminas defendiendo a Valeria?(Leonardo guarda silencio unos segundos, claramente incómodo. Isabella toma sus cosas y se pone de pie).—Disculpa, pero voy a llegar tarde. Espero que disfrutes tu almuerzo.Isabella pasa a su lado con la cabeza en al
(Sofía toma un sorbo de su café mientras Isabella se reclina en la silla, algo más relajada después de la conversación).—Por cierto —dice Isabella, cambiando de tema—. En dos semanas será el aniversario de mis padres. —Estoy organizando una fiesta para ellos.—¿Y estás invitándome oficialmente? —pregunta Sofía con una sonrisa traviesa.—Claro que sí. Eres mi mejor amiga, Sofi. No podía faltar.—¡Me encanta! —exclama Sofía emocionada, dando un pequeño aplauso—. Además, un evento de gala siempre es una buena excusa para lucir espectacular.(Isabella sonríe y niega con la cabeza, pero Sofía no pierde el hilo de sus pensamientos).—Y hablando de lucir espectacular... Isa, ese día tienes que ponerte divina. Y ya que estamos, aprovecha para darle unos buenos celos a Leo.—¿Qué? ¡No! —Isabella frunce el ceño, aunque una leve risa se escapa de sus labios—. Estás loca, Sofía. Yo no haré nada de eso.—¡Ay, Isa! Tienes que hacerlo. Es la oportunidad perfecta. Además, a los hombres como Leo no l
(Leonardo y Valeria salen del club. La noche está fresca, pero el aire parece cargado de tensión. Valeria toma la iniciativa, sosteniendo a Leonardo por el brazo mientras se dirigen hacia un taxi).—Vamos, Leo. No puedes irte solo en este estado. Te llevaré a un lugar donde puedas descansar. —Valeria sonríe con un aire de triunfo mientras lo guía hacia el vehículo.(Leonardo no dice nada, su mente está nublada por el alcohol. Al llegar al hotel, Valeria se encarga de todo: paga, recibe la llave y lo lleva hasta la habitación).(Una vez dentro, Valeria cierra la puerta y lo observa mientras se sienta en el borde de la cama, con la cabeza entre las manos).—Leo, mírame. —Valeria se acerca lentamente, colocando sus manos en sus hombros.—Valeria... no sé si esto está bien... —Balbucea Leonardo, intentando levantarse, pero sus piernas no le responden.(Valeria lo detiene, arrodillándose frente a él).—Shhh, no digas nada. No pienses. Solo déjate llevar. —Sus manos acarician el rostro de L
(Isabella se levanta temprano y sale de su cuarto con paso tranquilo, aunque su rostro refleja el cansancio de una noche intranquila. La nana está en la cocina, terminando de servir el desayuno en la mesa).—Buenos días, niña Isabella. ¿Cómo amaneció?—Buenos días, nana. —Isabella suspira, acomodándose en la silla—. Dormí poco, pero aquí estoy.(La nana le sirve una taza de té y coloca un plato con tostadas y frutas frente a ella).—Se le nota en los ojos, niña. ¿Estuvo trabajando hasta tarde?(Isabella niega suavemente con la cabeza mientras toma la taza entre sus manos).—No, solo... me quedé pensando.(La nana se sienta a su lado, observándola con atención).—¿Pensando en el joven Leonardo, tal vez?(Isabella se sorprende por la pregunta directa y desvía la mirada).—Nana, no quiero hablar de eso ahora.—No es por meterme, pero lo noto en usted, niña. Se preocupa por él más de lo que admite.(Isabella deja la taza sobre la mesa y cruza los brazos).—Es difícil, nana. Este matrimon
(Isabella entra a su oficina, dejando su bolso sobre el escritorio. Su secretaria la sigue con una carpeta en la mano).—Buenos días, señorita Isabella. Aquí tiene el informe del día. También quería informarle que el señor Esteban llamó esta mañana.(Isabella levanta la mirada de los documentos que comenzaba a revisar, con una ligera expresión de curiosidad).—¿Esteban? ¿Qué quería?—Dijo que había perdido su número telefónico y pidió que se lo proporcionara.(Isabella asiente mientras toma la carpeta que su secretaria le entrega).—Gracias, Patricias. Yo lo llamaré directamente más tarde.(Su secretaria sonríe y se dispone a salir de la oficina, pero se detiene por un instante).—Por cierto, señorita, el señor Montiel aún no ha llegado a la oficina y tiene una reunión hoy con los socios y piden que usted esté presente.(Isabella frunce el ceño levemente, pero disimula su preocupación).—Lo sé. Gracias por informarme. Puedes continuar con tus labores.(Patricia sale, cerrando la puert