Leonardo salió del oscuro almacén donde había interrogado al infiltrado. Su mente estaba llena de pensamientos turbulentos. Tenía que hablar con su padre de inmediato. Santamaría estaba jugando con fuego, y él no iba a permitir que lo destruyera.Mientras caminaba hacia su auto, sintió su teléfono vibrar en su bolsillo. Miró la pantalla: Valeria.Apretó los dientes con fastidio antes de contestar.—¿Qué sucede, Valeria? —preguntó con voz impaciente.—Amor, ¿por qué no contestas mis llamadas? —su tono era dulce, pero él detectó un dejo de reproche.Leonardo cerró los ojos por un segundo, intentando mantener la calma.—Estoy muy ocupado, por eso no te he llamado.Hubo un breve silencio antes de que Valeria insistiera.—Quiero verte, por favor.Leonardo suspiró. Sabía que no iba a dejarlo en paz hasta que accediera.—Está bien, Valeria. ¿Dónde estarás?—¿Qué te parece si nos vemos en el hotel de mi padre?Leonardo dudó por un instante. ¿Era realmente buena idea? Había demasiadas cosas en
Doña Victoria hizo una pausa, recordando con dolor aquella noche. Sus dedos temblaban ligeramente mientras entrelazaba las manos sobre su regazo.—Ese día fui a la cena… Todo estaba decorado de manera elegante, con velas y flores por todas partes. Me sentía inquieta, pero debía enfrentar la situación. Cuando llegué, Santamaría me recibió con una sonrisa, creyendo que aquella noche sería el inicio de nuestro futuro juntos. Pero yo… yo lo miré a los ojos y le dije que no me casaría con él.Leonardo escuchaba atentamente, con el ceño fruncido.—¿Cómo reaccionó? —preguntó, sintiendo que la historia estaba lejos de terminar.Doña Victoria apretó los labios y miró a Don Mario.—Se enfureció… Al principio, intentó convencerme con palabras dulces, diciendo que sería el mejor esposo, que mi familia quería esa unión y que no podía defraudarlos. Pero cuando vio que no cambiaría de opinión, su actitud cambió. Se volvió frío, amenazante. Me dijo que me arrepentiría de rechazarlo, que nadie desaira
Leonardo se puso de pie con determinación, sus ojos reflejaban una mezcla de rabia y convicción.—No voy a permitir que ese hombre se salga con la suya. Cueste lo que me cueste, voy a sacarlo de nuestras vidas… y se va a arrepentir, se los juro.Don Mario lo observó en silencio. Había visto muchas emociones en su hijo antes, pero nunca esta. No era simple enojo, era una decisión firme, un deseo de justicia… o tal vez de venganza.—Leonardo… —intentó decir algo, pero el joven ya estaba tomando su chaqueta, listo para irse.Doña Victoria, que había estado escuchando la conversación con el corazón oprimido, se acercó a su hijo y le acarició el rostro con ternura.—Ahora me tengo que ir. Nos vemos después —dijo Leonardo, tratando de suavizar la despedida.—Adiós, hijo… cuídate —susurró su madre, sintiendo un mal presentimiento.Leonardo le dedicó una última mirada a sus padres antes de salir por la puerta.Don Mario se quedó de pie, con el ceño fruncido, observando cómo su hijo se marchab
Leonardo miró a Valeria con firmeza, esperando que hablara. Pero ella sonrió con un aire de misterio y caminó hacia la mesa, donde tomó un sobre blanco y lo sostuvo entre sus dedos.—Muy bien… entonces hablaré yo primero —dijo con una mirada desafiante—. Veamos qué dices cuando veas esto.Se lo entregó sin apartar la vista de su rostro.Leonardo frunció el ceño y tomó el sobre con desconfianza. Lo abrió con cuidado y sacó un documento. Sus ojos recorrieron las palabras con rapidez, hasta que se detuvieron en un punto específico.Prueba de embarazo: Positivo.El aire pareció atascársele en la garganta. Sentía el peso de la revelación sobre sus hombros cuando Valeria, con una expresión de aparente dulzura, habló de nuevo.—Y si no me crees, aquí tienes esto también.De su bolso sacó otro papel y se lo tendió.Leonardo lo tomó con las manos ligeramente temblorosas. Era un ecograma, donde claramente se indicaba: 4 semanas de gestación.El impacto lo golpeó de lleno. Sintió que el mundo se
Valeria se quedó allí, inmóvil, viendo cómo la puerta se cerraba tras Leonardo. Sus labios temblaban y sus manos estaban fuertemente apretadas en puños.Un torrente de emociones la consumía por dentro. El dolor, la humillación, la impotencia… pero sobre todo, la rabia. Una rabia ardiente que se aferraba a su pecho como un veneno.Las lágrimas seguían rodando por sus mejillas, pero esta vez no eran de tristeza. Eran de furia.—Me las vas a pagar, Isabella… —susurró con voz quebrada, pero llena de veneno.Se acercó al espejo de la habitación y se miró. Su reflejo le devolvía la imagen de una mujer despechada, rechazada… una mujer que había perdido.—Te lo juro… —apretó los dientes y golpeó con furia la mesa frente a ella—. Te haré sufrir por cada lágrima que he derramado.Respiró hondo, tratando de calmarse, pero solo lograba avivar más su odio.—Voy a hacerte pagar por esto…Sus ojos brillaban con una mezcla peligrosa de dolor y venganza. Ya no le importaba lo que tuviera que hacer. Is
La batalla ha comenzadoValeria entró sin esperar invitación y se dejó caer en el sofá con una actitud arrogante. Isabella cerró la puerta con calma y luego se paró frente a ella, cruzándose de brazos.—Bien, dime de una vez a qué viniste —su voz sonó firme, sin un atisbo de nerviosismo.Valeria esbozó una sonrisa ladeada y señaló el sillón frente a ella.—Toma asiento, Isabella. La noticia que voy a darte puede hacerte caer.Isabella arqueó una ceja, sin mostrar emoción alguna, pero decidió sentarse frente a ella.—Bien, te escucho.Con un aire de superioridad, Valeria sacó un sobre de su bolso y lo extendió hacia Isabella. Esta lo tomó con tranquilidad y lo abrió. Sus ojos recorrieron las primeras palabras del documento, pero en cuanto leyó "Prueba de embarazo: Positivo", cerró el sobre de inmediato.Soltó un suspiro y dejó el sobre sobre la mesa. Luego, levantó la mirada y con un tono frío, dijo:—¿A esto viniste? ¿A decirme que estás embarazada? Bien. Me alegro por ti. Ahora vete
Entre la incertidumbre y el amorIsabella permaneció unos segundos con la mirada fija en la puerta cerrada, como si pudiera ver a través de ella el rostro de Valeria alejándose. Su respiración era agitada, su pecho subía y bajaba con rapidez, y aunque su rostro intentaba mantener la serenidad, sus ojos la delataban.Sintió de pronto una calidez envolvente, el abrazo de su nana, quien la rodeó con firmeza, sosteniéndola con ternura y protección. Isabella no lo resistió. Se dejó caer en esos brazos que tantas veces la habían cobijado desde niña, hundiendo el rostro en su hombro.—Nana… —Su voz se quebró, y su cuerpo tembló levemente—. ¿Y si Leonardo decide divorciarse de mí y se casa con Valeria?Sus labios temblaron al pronunciar esas palabras. Solo pensarlo hacía que su corazón se encogiera con dolor.La nana le acarició el cabello con dulzura, sintiendo cómo las lágrimas de su niña mojaban su blusa.—Shhh… No piense en eso, mi niña. No se llene la cabeza con angustias que aún no han
Leonardo tambaleó ligeramente mientras Andrés lo sostenía por el brazo, ayudándolo a salir del club. Sus pasos eran pesados, y su cabeza le daba vueltas por el exceso de alcohol.—Vamos, yo te llevo. —No es bueno que manejes así, amigo —dijo Andrés, sujetándolo con firmeza.Leonardo soltó una risa seca y se apoyó en él.—Está bien… llévame.Andrés abrió la puerta del auto y ayudó a su amigo a acomodarse en el asiento del copiloto. Apenas se recostó contra la ventana, Leonardo cerró los ojos y se quedó dormido casi al instante.Andrés suspiró, lo miró de reojo y negó con la cabeza. Sabía que algo grave lo había llevado a beber de esa manera. Arrancó el auto y condujo en silencio hacia el edificio donde vivía Leonardo.Mientras tanto, en el apartamento, Isabella caminaba de un lado a otro en la sala. Su respiración era agitada, su corazón latía con fuerza.Miró el reloj en la pared. Las horas pasaban y Leonardo seguía sin dar señales de vida.Había intentado llamarlo varias veces, pero