Isabela salió del cuarto con pasos suaves, como si temiera perturbar el leve descanso de dña Victoria. Afuera, en el pasillo silencioso del hospital, Leonardo se puso de pie rápidamente y la miró con preocupación en los ojos.—¿Cómo la ves? ¿Está bien? —preguntó él con un suspiro contenido.—Sí, Leonardo, tranquilo. Se acaba de quedar dormida. Está más tranquila ahora —respondió Isabela con una pequeña sonrisa para aliviar la tensión.En ese momento, don Mario se acercó a ellos. Su rostro reflejaba el cansancio de las últimas horas, pero también la calma de quien ha estado al lado de la mujer que ama toda una vida.—¿Por qué mejor no se van a descansar un poco? —Yo me quedo con tu madre —sugirió con voz firme.— ¿Estás seguro, papá? Cualquier cosa me llamas, ¿sí?—Tranquilo, hijo. Vayan. —Yo me encargo de aquí —insistió don Mario con un gesto comprensivo.Leonardo ascendió. Tomó la mano de Isabela y ambos caminaron por el pasillo rumbo a la salida del hospital. El viento de la noche l
Allí estaba ella. Victoria, acostada, con el rostro pálido pero aún imponente. Sus ojos estaban cerrados, pero cuando sintió la presencia, los abrió lentamente… y entonces lo vio.—Hola, Victoria —dijo Santa María con una sonrisa cínica mientras se acercaba al borde de la cama.El tiempo pareció detenerse. El silencio pesó como una losa.Victoria lo miró con frialdad, con ese fuego en los ojos que solo el odio verdadero puede encender.—Santa María… —Dijo su nombre como una maldición.—Tranquila… solo quería verte. Saber cómo estabas.—¿Cómo te atreves a venir? —escupió ella con furia, su voz debilitada pero intensa—. Después de todo lo que has hecho para destruir a nuestra familia... ¿cómo te atreves siquiera a respirar el mismo aire que yo?Santa María dio un paso más cerca, sin perder esa calma que lo hacía tan peligroso.—No vine a discutir el pasado, Victoria. Solo quería verte... y tal vez cerrar un ciclo.—¿Cerrar un ciclo? —repitió ella con una amarga carcajada—. ¿Llamas “cicl
“Obsesión bajo la sombra”Santamaría salió del hospital con el rostro tenso y la mirada perdida en un punto indefinido. Apretó los labios con rabia contenida y caminó con paso firme hasta el auto que lo esperaba a unos metros. El hombre al volante lo recibió con una leve inclinación de cabeza.—¿Nos vamos, señor? —preguntó.—Sí… llévame al club. Necesito despejarme.El vehículo arrancó suavemente, deslizándose por las calles oscuras como un espectro en la noche. Santamaría se acomodó en el asiento trasero, cruzó una pierna sobre la otra y giró la cabeza hacia la ventana. Su reflejo se mezclaba con las luces fugaces de la ciudad. Observó, sin observar. Pensaba, pero no con claridad. Dentro de él, hervía una tormenta de emociones que lo acompañaban desde hace más de dos décadas."Aún te sigo amando…", pensó, "con la misma fuerza con la que te amé la primera vez que te vi." Cerró los ojos, dejando que la imagen de Victoria se materializara en su mente como una llama en la oscuridad. "Mal
"Brindis por la venganza".La noche era espesa y silenciosa, interrumpida solo por las luces tenues del club privado donde las sombras caminaban con traje y perfume caro. Entre esas sombras, Santamaría reposaba en su mesa habitual, con un vaso de whisky entre los dedos y el alma cargada de oscuras intenciones. La música de fondo era suave, casi como un susurro, y su mirada fija en el vaso parecía devorar pensamientos retorcidos.Valeria entró con paso firme. Llevaba un vestido negro ajustado, el cabello suelto y el rostro endurecido por la rabia. Sus ojos buscaron entre las mesas hasta encontrar. Caminó directo hacia él, como si el tiempo y el miedo ya no tuvieran poder sobre ella.—Sabía que te encontraría aquí —dijo, sentándose a su lado sin pedir permiso.Santamaría levantó la vista y le dedicó una sonrisa ladeada.—Y yo sabía que vendrías. Tienes esa mirada... la misma que tenía yo hace años, cuando todo comenzó. Cuéntame, Valeria. ¿Lograste lo que querías con Leonardo?Ella reso
– Sombras en la duchaLas llaves cayeron con un leve tintineo sobre la mesa de la sala. Leonardo cerró la puerta del apartamento con un suspiro cansado, como si se quitara el peso del mundo de los hombros. Su rostro estaba tenso, sus ojos ligeramente enrojecidos por el cansancio y el dolor de cabeza que lo venía acompañando desde hacía horas.Isabela, que lo observaba desde la entrada, se acercó sin decir palabra. Leonardo la tomó suavemente de la mano y la atrajo hacia sí. Sin previo aviso, la besó con ternura, buscando un refugio momentáneo en sus labios.—Sabes… —dijo él al separarse apenas unos centímetros— Me due le mucha la cabeza.—Déjame buscarte algo para el dolor —respondió Isabela con voz suave, acariciando su mejilla—. Ve a ducharte, espérame en el cuarto.—Está bien… —murmuró con una leve sonrisa—. Te espero.Leonardo caminó hacia la habitación, arrastrando un poco los pies por el agotamiento. Cerró la puerta con suavidad, se quitó la ropa con lentitud, como si cada pren
La trampa silenciosaLa noche caía pesada sobre la ciudad, envolviéndola en un velo de neón y secretos. El club privado al que pocos tenían acceso bullía de vida, con luces tenues que titilaban al ritmo de una música envolvente. El ambiente olía a licor caro, perfume importado y decisiones peligrosas. En un rincón reservado, Valeria y Santamaría compartían copas y conspiraciones.Valeria, impecable con un vestido entallado color vino que resaltaba su figura y piel clara, se inclinó hacia Santamaría con una sonrisa traviesa que no escondía su oscuridad.—Necesito de tu ayuda —susurró, jugando con el borde de su copa de vino—. Tengo un plan.Santamaría alzó una ceja, divertida, mientras giraba lentamente el vaso de whisky entre sus dedos.-¡Oh! Eso suena tentador. ¿Y qué quieres ahora, hermosa conspiradora?Valeria se inclinó un poco más, sus ojos brillando con una mezcla de frialdad y determinación.—Necesito un médico. Alguien que convence a Leonardo de que mi embarazo es de alto ries
"Alianza Prohibida" Leonardo MontielTrabaja en la empresa familiar Montiel Corporation, una de las más influyentes en el sector de la construcción y bienes raíces.Es inteligente, reservado y analítico. Siempre busca soluciones prácticas, aunque su carácter puede ser frío y distante debido a la presión que ha cargado desde joven para ser el heredero de la empresa. Él está acostumbrado a la competencia feroz y tiene un sentido del deber muy marcado hacia su familia.Aunque respeta profundamente a Don Mario, la relación con él es tensa. Su padre ha sido duro y exigente, y Leonardo siempre ha sentido que tiene que demostrarle su valía.La oficina está silenciosa, solo se escucha el ligero zumbido de la computadora de Leonardo, quien revisa con detenimiento algunos documentos financieros. La puerta se abre con firmeza, y Don Mario entra con paso decidido.----Leonardo, ¿has revisado los informes de la reunión con los inversores?----Sí, los revisé esta mañana. Estamos en una posición
En la oficina de don Mario Montiel, los asesores financieros están terminando de exponer los graves problemas que enfrenta su empresa. Don Mario escucha en silencio, su mirada fija en los papeles que muestran la inminente quiebra. Sabe que tiene pocas opciones, y aunque detesta la idea, decide llamar a su rival, don Samuel Colmenares, para una reunión.Don Mario (marcando el número en su teléfono):—Colmenares... necesito hablar contigo. Es urgente, sobre nuestras empresas. Nos vemos en mi oficina mañana.En la oficina de Don Mario, al día siguienteDon Samuel entra en la sala de juntas, con una mirada de desconfianza. Ambos hombres tienen años de rivalidad, y cada uno ha luchado por dominar el mercado. Pero esta vez, Don Mario sabe que deben poner sus diferencias a un lado.Don Samuel (mientras toma asiento):—Nunca pensé que vería el día en que me llamaras para hablar de negocios. ¿Qué tan grave es la situación, Montiel?Don Mario (serio):—Grave. Ambas empresas están al borde de la