Capítulo 02: Loba desdichada.

Maray abrió sus hermosos ojos celestes, sintiendo de inmediato un dolor recorrer todo su cuerpo de pies a cabeza.

—AY~ —soltó ella un gritito, intentando sentarse— ¿Dónde estoy? ¿Dónde estará papá…? —susurró para sí misma sin tener recuerdos más allá de cuando caminaban por el bosque de cacería.

En ese instante, el golpe de recuerdos de ese enorme lobo atacándolos, impactó en su mente.

Al recordarlo, Maray angustiada sintió su corazón latir aceleradamente.

—¡¡¡PAPÁ!!! —gritó ella con voz temblorosa, en llamado de ese hombre humano. Mientras las lágrimas comenzaban a deslizarse por sus mejillas.

La sorpresa la invadió, cuando vió la elegante habitación en la que se encontraba.

¡¿DÓNDE RAYOS ESTABA?!

Cruzó esa pregunta por su mente.

Largas ventanas que mostraban la lluvia del otro lado caer con intensidad.

Una habitación de tonalidad oscura y pocos muebles pero bastante hermosa, de madera, así como el piso y las paredes.

Ella bajó de la cama, vio que tenía un vendaje cubriendo su muñeca izquierda, justo donde tenía su marca de nacimiento.

Antes de que ella siquiera salga de la habitación, la puerta se abrió.

Clac~

Los pasos firmes de una mujer madura en sus cuarentas, una que se dirigía hacia esa supuesta humana… Pues hasta donde Maray sabía. Era una humana común y corriente que vivía una humilde vida, en un pueblo humano que tenía un convenio con hechiceros por protección.

La mujer alta, con figura ejercitada y bien promocionada, tenía una mirada celeste penetrante y una aura de grandeza e imponencia la rodeaba.

Ella que vestía de tonalidades negras, cubierta con una capa de piel de oso, se detuvo a escasos dos pasos de Maray, que temblaba de pie, descalza, vistiendo únicamente una bata color crema, sencilla de mangas largas.

—¿Dó… Dónde está mi padre…? —le preguntó Maray con nerviosismo, tragando saliva.

—Douglas ha muerto.

Las palabras frías y directas de la mujer de cabello pelirrojo, llenaron nuevamente de lágrimas los ojos de Maray, que negó varias y repetidas veces con su cabeza.

—¡NO! ¡ES MENTIRA! —retrocedío ella unos pasos sin querer aceptarlo— ¡¡¡MIENTE!!!

CLANK~

Un sonido se produjo cuando la joven pelirroja chocó con un mueble, ella se apoyó rápidamente en el mismo, pero terminó cayendo de rodillas, con su vista borrosa por las lágrimas…

Un grito agónico salió desde lo más profundo de su corazón.

—¡NOOOO! ¡PAPÁ! ¡No, no puede…! —lloraba Maray desconsolada, sintiendo cómo su corazón se rompía en pedazos y los dulces momentos vividos con su padre, arrollaban su mente desgarradores.

La mujer imponente sintió su alma doler.

Ella como Alfa de la manada "Noche carmesí", se vio en la necesidad de renunciar a su única hija, Maray, y sellarla para mantenerla a salvo de sus enemigos.

Dándole a Maray una vida sencilla junto a su padre humano en un pueblo lejano, aseguraba que no fuera detectada como lobo por el sello que una poderosa hechicera puso en Maray, cuando era solo una cachorra.

—Maray, hija… —susurró Alfa Ginne, acercándose a su hija y poniéndose de rodillas al lado de ella que lloraba temblorosa en el piso.

Alfa Ginne, la abrazó con fuerza, dejando que Maray se desahogue entre sus brazos.

—Lo sé, cariño… Yo tambien lloré su muerte. Mis lobos no llegaron a tiempo, se desangró rápidamente.

—¿Qui… Quién eres…? —le preguntó Maray sollozando— ¿Por… Porqué me dices "hija"?

—Soy la Alfa de la manada Noche Carmesí, soy Ginne, tu madre.

Maray absorta separó sus labios dispuesta a hablar cuando…

¡CLANK!

Se abrieron las puertas de golpe e ingresó Beta Aeron.

—¡Mi Alfa, nos están atacando! —alertó él de inmediato a Alfa Ginne.

—¿Qué? ¿De nuevo? —le preguntó Ginne a su Beta, tensando su expresión.

—¡Es el maldito Alfa desquiciado de la Luna Plateada! —gruñó ese Beta pelirrojo mostrando sus colmillos, con un brillo de profundo odio en sus ojos azules— ¡Esta vez viene con su ejército! —añadió.

—¡Adelántate mi Beta!, esconderé a mi hija del enemigo.

Maray volvió a ver a su madre impactaba, ni siquiera había terminado de digerir la muerte de su amado papá por un lobo desconocido, y ahora la vida de su madre que recién encontraba, estaba en riesgo.

—¡No! ¡No me alejes! —exclamó Maray con su cuerpo tembloroso aferrándose a su madre—. Llévame contigo… Llévame, por favor… —suplicaba Maray a su madre, Alfa Ginne.

La mujer negó lentamente con la cabeza y tomó de la muñeca a Maray haciéndola rápidamente levantada con su fuerza.

Alfa Ginne, bajó hasta la primera planta de esa mansión.

Maray fue llevada hasta una habitación que parecía algún cuarto secreto, totalmente vacía con unas pequeñas ventanas en la parte alta de una de las paredes que apenas permitía que se filtre un poco de la claridad de ese día nublado.

¡CLAC!

El fuerte sonido cuando la puerta fue cerrada y asegurada por Alfa Ginne, resonó en los oídos de Maray, que en el interior de esa pequeña habitación golpeaba y golpeaba gritando que la dejen salir.

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