—Artem... —pronuncio vacilante—. ¿Qué haremos con mis padres? Estamos haciendo esto a sus espaldas. —¿A sus espaldas? Ya les he enviado la invitación a nuestra boda —responde, sorprendido—. ¿Pensaste que mis suegros no iban a estar presentes ese día?. —¿Qué? Pero ellos... —No tienen otra opción m
Puedo notar la fuerza de sus manos aferrando mis muslos, cómo me arrastra al centro de la cama con un movimiento decidido. Mi vestido, tan corto que parece una broma, es levantado sin ceremonias, dejando mis piernas abiertas de par en par. Entonces lo siento: un lengüetazo directo a mi clítoris que
Es más difícil de lo que esperaba; apenas ha entrado la mitad. Acomodo mi posición, doy dos estocadas más y finalmente lo siento llenándome por completo. —Kukla —sisea, apretando los dientes—. ¿Quieres partirme en dos o qué?. —Cállate —le ordeno sin detenerme—. Te lo buscaste. Empiezo a moverme s
—Ah. —Me rasco la nuca con incomodidad—. ¿No ha conseguido convencerlo de que dé la cara al menos una vez?. —No quiere —responde con un dejo de tristeza—. Es difícil hacerlo entrar en razón. Suspiro, negando con la cabeza. —Iré a hablar con él —digo, y Zelda asiente con un atisbo de esperanza. S
|Narrador omnisciente| Una familia feliz, casi perfecta. Así eran los Kaiser a ojos del mundo. Dominick Kaiser, un hombre poderoso, la personificación del éxito. A su lado, su hermosa esposa y su único hijo, Alaric, un niño cuya sonrisa angelical parecía capaz de iluminar cualquier sombra. Pero a
El niño negó rápidamente con la cabeza. Sabía que su madre estaba confinada en su habitación, sin permiso siquiera de salir al jardín. La extrañaba terriblemente, pero la idea de estar como ella le aterrorizaba. —Ven aquí, acércate —ordenó su padre. Alaric dudó un momento, pero terminó obedeciendo.
Una noche, la necesidad de consuelo se volvió insoportable. Alaric decidió arriesgarse y desobedecer. Había pasado tanto tiempo sin sentir el calor de los brazos de su madre, y aunque sabía que estaba prohibido, necesitaba verla. A pesar de todo, ella seguía siendo su refugio, o al menos lo había si
Así pasaron los años, bajo un régimen de control absoluto. Años de castigos y trabajo extenuante, de desmayos, sangrados por la nariz, noches sin descanso, gritos, golpes, azote, dolor, soledad... y control. Hasta esa tarde. Un grito desgarrador sacudió los cimientos de la mansión. Alaric corrió h