—Lo tienes, Liebling. Todo estará bien. Estoy aquí contigo —me asegura, aunque su propia voz tiembla. En cuestión de minutos, estoy rodeada por manos que me ayudan a salir de la casa. Las contracciones no dan tregua, cada una más fuerte que la anterior. Mi mente está nublada por el dolor, pero me a
Alaric Kaiser bajó del avión con la elegancia de un hombre que estaba acostumbrado a dominar el mundo. Sus zapatos de cuero negro brillaban bajo la luz artificial de la pista mientras avanzaba hacia las dos hileras de hombres trajeados que lo esperaban con deferencia. Su cabello azabache, tan oscur
~4 años después~ —Señorita —la voz neutral de la institutriz Kate hizo que Aisling detuviera sus dedos sobre las teclas del piano—. Es hora de prepararse. —¿Tan pronto?. —Sí, por favor, debe darse prisa. Aisling asintió y se levantó sin objeciones. Ni siquiera se molestó en saber si esa person
—Iremos a un restaurante —dijo Alaric a su lado, rompiendo el incómodo silencio entre ambos. La chica lo miró; no estaba preguntando si quería ir, estaba decidiendo por ambos—. ¿Qué te gustaría en especial? Podemos ir al que tú quieras, es tu mejor día. Aisling apretó los labios en una fina línea.
Aisling estaba lista, o al menos eso creía. Quería bajar las escaleras, enfrentarlo y decirle que saldría esa noche. Sin embargo, por tercera vez, tomó el pomo de la puerta y volvió a arrepentirse. No sabía cómo hacerlo. Alaric había llegado de viaje ese mismo día, y si ella salía de fiesta, probab
El auto que llevaba a Aisling y a su amiga se detuvo frente a una casa de dos pisos, de la cual salía una mezcla de música estridente y luces de colores que parecían una discoteca para adolescentes con mucha energía y poca responsabilidad. Aisling pudo ver a jóvenes de su edad entrando como si fuera
*Momentos antes* Alaric salió del baño, envuelto en una bata blanca que estratégicamente dejaba ver parte de su torso, como si estuviera protagonizando un comercial de perfume. Mientras se secaba el cabello con una toalla, tres golpecitos sonaron en la puerta. Ah, perfecto, la puntualidad era su se
*** —Baja del auto, Aisling —sentenció Alaric por tercera vez. Ella se negaba; no quería obedecerle en absoluto. Estaba molesta, pero no más que él en ese momento. Alaric soltó un suspiro pesado antes de quitarle el cinturón de seguridad. —¿Qué haces? ¡Déjame! —protestó ella, resistiéndose a ser